I - EL NACIMIENTO DEL SEMINARIO DE PILAS: El proyecto de un nuevo Seminario Menor En 1958, hace casi cincuenta años, se comenzó a construir el SeminarIO de Pilas. En una reunión de sacerdotes con el nuevo arzobispo de la diócesis, don José María Bueno Monreal, el abad de Curas Párrocos de la ciudad, don Antonio Tineo Lara, presentaba la inciativa de construir un Seminario Menor en Pilas. Las razones eran patentes, la insuficiencia y precariedad del Seminario Menor de Sanlúcar de Barrameda, antiguo convento de Padres Franciscanos y , posteriormente, Colegio de Padres Escolapios. Y, por otro lado, el ofrecimiento que hacía la ciudad de Pilas, su pueblo de origen, de unos amplios terrenos para construir un centro de formación de seminaristas, c on campos de deportes, piscina, vaquería, granja avícola, porquerizas, huerta y espacios para paseos y descanso. Las connotaciones históricas y políticas son reveladoras.Durante la década de los 50, el régimen de Franco había registrado una trayectoria claramente favorable, debido a una serie de acontecimientos beneficiosos en política exterior. Las Naciones Unidas levantaron el veto contra España. El embajador de Estados Unidos rompía el aislacionismo español presentando sus cartas credenciales. España ingresa en la UNESCO y el secretario general invita a España a ingresar en el organismo internacional. El año 1958, España ingresaba en el fondo monetario internacional (IFM) y, al año siguiente, el presidente norteamericano visita nuestro país. Como consecuencia, la economía española mejoró ostensiblemente y el Arzobispo de Sevilla pide un préstamo al Estado de 20 millones, sin intereses, para la construcción del nuevo Seminario. Ni que decir tiene que le fue concedido y se emprendieron las obras sin ninguna dilación. El proyecto l0 hizo don Fernando Barquín, uno de los arquitectos de reconocido prestigio en la ciudad por sus líneas innovadoras. Barquín, para elaborar el proyecto, visitó Alemania, Bélgica y Holanda, como ciudades de novísima arquitectura funcional. El Seminario de Sanlúcar de Barrameda: Unos 300 alumnos se apilaban en el antiguo convento de San Francisco, viejo caserón con una iglesia descomunal y heladora. Aquí se habían preparado legiones de misioneros franciscanos que iban a América en la época de la colonización. Cuando se independizaron aquellas provincias de ultramar, el edifico se quedó vacío y pasó a ser Colegio de Escolapios, donde se educaban los niños de los vinateros sanluqueños y de los propietarios de tierras. También abandonaron los Escolapios el edificio y, como tantos conventos de la exclaustración, pasaron a readaptarse para las nuevas necesidades. El famoso Cardenal don Pedro Segura y Sáenz, Primado de Toledo, fanático monárquico y furibundo antifranquista, fue expulsado a Roma por haberse enfrentado al Gobierno de la República. Al volver del exilio, fue nombrado Cardenal Arzobispo de Sevilla y dedicó el edificio de los Escolapios a Seminario Menor. Trescientos niños, oriundos de las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz, entre los 11 y los 17 años, se albergaban en el edificio para estudiar los cinco años de Humanidades Clásicas. El nuevo arzobispo, don José María Bueno Monreal, captó desde su primera visita al Seminario, que el edificio no tenía las condiciones mínimas necesarias para aquellos 300 niños, adolescentes y jóvenes. Además, muchos aspirantes no eran aceptados por falta de espacio, a pesar de las ampliaciones que se venían haciendo en Sanlúcar. Por eso, aceptó desde el primer momento la oferta que don Antonio Tineo Lara le presentaba para la construcción de un nuevo Seminario. No obstante, Sanlúcar calaba en los alumnos, porque aquellas viejas paredes tenían incrustada la pátina del tiempo, la amistad y el cariño de los profesores y formadores que regían el centro. Allí estaban Vicente Cera, Antonio Cabeza, Ignacio, Juan Luis y varios sacerdotes de Sanlúcar que impartían clases. El Cerro de los Sagrados Corazones: Ante la carencia de espacio, el Cardenal se vio obligado a ocupar una parte de un convento de religiosas del cerro de los Sagrados Corazones, en San Juan de Aznalfarache. No tenía espacio para recibir a casi un centenar de niños que pedían ingresar en el Seminario Menor. Yo llevaba quince meses de párroco en Corcoya, una aldea del municipio sevillano de Badolatosa y del arciprestazgo de Estepa. y Eliseo, punto de referencia ineludible en mi vida, llevaba tres meses de coadjutor en la parroquia de San Mateo de Jerez. Aquel verano, como hacían todos los sacerdotes jerezanos, acudimos a la fiesta de la patrona, la Virgen de la Merced Estando en el santuario, Eliseo me enseñó un nombramiento que acababa de recibir por el que se le nombraba formador en el Seminario Menor de San Juan de Aznalfarache. Su sorpresa fue mayúscula cuando, a mi vez, le enseñé otro idéntico que yo acababa de recibir para el mismo lugar. Eso nos entusiasmó, porque ambos sentíamos abandonar las actividades que habíamos emprendido en nuestros respectivos destinos. Por aquel entonces, los curas activos se presentaban en su destino con una motorcilla y una maleta con una muda, los breviarios y las revistas de los movimienos obreros. Así marchamos los dos a San Juan de Aznalfarache. Eliseo llevaba un vespino nuevo y su maleta, y yo, una guzzi de segunda mano y mi maleta. Cuando nos acomodamos y, al atardecer, desde la balaustrada de la explanada del cerro, contemplamos la ciudad, quedamos realmente sobrecogidos. La pobre aldea de Corcoya la llevaba en el alma, pero aquello era insuperable: el río, la giralda, la plaza de España, la iluminación de la ciudad, los puentes; todo aparecía como una visión alucinante A Eliseo le pasó igual, su parroquia de San Mateo, en el casco viejo de la ciudad de Jerez, no tenía nada que ver con aquel espectáculo. A la mañana siguiente, recibimos a los niños procedentes de todos los pueblos de la archidiócesis. Los padres quedaban encantados del lugar y los mismos niños no se atrevían a tocar nada. Pero todos presentíamos que aquello iba a durar poco, porque estábamos allí en precario, mientras no se construyera el Seminario Menor de Pilas. El marco histórico de Pilas: Pilas es un pueblecito del sector occidental del Aljarafe sevillano, situado a unos 30 kilómetros de la capital y a unos 60 metros de altitud. El término es pequeño, unos 43,79 kilómetros cuadrados y unos 11.000 habitantes. Pertenece al partido judicial de Sanlúcar la Mayor. Cultiva cereales, olivo, vid y algodón y, en ganadería, ganado porcino y vacuno. Industrias alimenticias de aceite, productos químicos y curtidurías. Es centro del comercio y de la enseñanza secundaria de la zona. La década de los sesenta se denominó la del "boom turístico". España se puso de moda y muchos pueblos europeos venían a visitar nuestro país. Era como un impulso provocado por dos motivos: por una lado, comprobar sobre el terreno lo que aquí estaba pasando bajo el régimen de Franco; por otro, aprovechar nuestro bajo nivel de vida para pasar en España unas vacaciones baratas. Desde el punto de vista industrial de la automoción, la aparición del automóvil SEAT y la del camión PEGASO significó un gran avance tecnológicoSin embargo, la Iglesia comenzó a desmarcarse del nacional catolicismo, a mirar al mundo obrero y a preocuparse de la población más desfavorecida. En los dos seminarios menores, ambos equipos estaban pendientes de que se concluyera el Seminario de Pilas, porque todo el mundo auguraba que sería un lugar espléndido y una construcción privilegiada para aquellos tiempos. Miguel Artillo viajaba continuamente a Pilas con don Fernando Barquín. Llevaba detalladamente el control de todo lo que se hacía y tenía mil proyectos sobre la utilización de las instalaciones. Se diría que había hecho de Pilas la razón de todo su futuro. Y, en efecto, al terminar el curso, el Cardenal indicó que el equipo de San Juan se hiciera cargo del Seminario de Pilas, que estaba a medio hacer, y el equipo de Sanlúcar continuara allí hasta nueva orden. Fue un curso dificil, porque las instalaciones no se podían utilizar y todo presentaba inconvenientes para el pleno funcionamiento. El nuevo Seminario: A pesar de que quedaba mucho por hacer y de que casi todo estaba aún a medias, la vida al aire libre, las nuevas clases, la capilla, un campo de fútbol, otro de baloncesto y uno de futbito eran más que suficientes para llenar los tiempos de recreo de los cien chavales que se albergaban en el edificio. El cardenal venía con frecuencia a visitar las instalaciones y a ver la marcha de las obras. Se notaba que aquella era "su obra". Lo visitaba todo, pero le encantaba ver la vaquería, la granja avícola, la porqueriza y dar paseos alrededor de toda la finca incluyendo la huerta. Hablaba con los empleados y lo preguntaba todo. Ciertos negocios de venta de ganado y productos hortícolas los negociaba Damían, el padre del administrador, don Manuel Lora Pérez. Al terminar el curso, la obra estaba terminada y quedaban sólo algunos detalles por finalizar. El edificio presentaba una bella estructura, donde predominaba la línea recta. No había un solo arco ni una línea curva en toda la edificación. Lo que más sobresalía era la estilizada torre que contaba con un carrillón que lanzaba al aire melodías acampanadas a la hora del ángelus y por la tarde. Un claustrillo exterior recorría todo el edificio. El lugar más recoleto era el patio estructurada por parte del comedor, habitaciones de los profesores, la biblioteca y el salón de actos. Una fuentecilla de piedra remataba el entorno con jardines y una vegetación exuberante. El resto del conjunto había que verlo integralmente para darse cuenta de lo que había querido lograr el arquitecto, una especie de pequeña ciudad de los muchachos. En el centro de la construcción, se encontraba la capilla, un formidable templo, que tenía el acceso con un pórtico de piedra y, por un plano inclinado, se llegaba a un gran muro final de adoquines de granito, donde se encontraba el altar mayor, un Cristo Crucificado y una imagen de piedra natural de la Virgen de Belén. El mismo arquitecto Barquín explicaba que había querido concebir el templo como un gran portal de Belén, al que confluían todos los planos y muros. Sobre la mesa de altar había un gran panel para iluminar todo el lugar de las celebraciones. El paraíso hallado y perdido: El curso terminó, aparentemente, sin ninguna anormalidad. Todo se había desarrollado perfectamente y se anunció que el complejo construido sería inaugurado a comienzos del próximo curso. El mismo Franco vendría a inaugurarlo, ya que no escatimaba ninguna ocasión para demostrar su ayuda a la Iglesia y conseguir su apoyo a cambio. Por otro lado, el pontificado del cardenal Segura había creado cierta fobia contra el régimen de Franco. Un día el cardenal llamó a Miguel Artillo y le dijo que el equipo que estaba en Sanlúcar pasaría con todo el alumnado al Seminario de Pilas y sería regido por Vicente Cera Silva. El equipo que estaba en Pilas pasaría a Sanlúcar dirigido por Miguel. De manera que Artillo, Eliseo y yo nos iríamos a Sanlúcar y se incorporaría un padre espiritual, Jesús González Rodríguez, compañero de Eliseo. Eliseo y yo no tuvimos ningún problema para hacer el cambio, pero Miguel Artillo llevó muy a mal aquella decisión del cardenal. Los nuevos alumnos de Sanlúcar era un grupo de más de cien alumnos que se incorporaban aquel año al primer curso de Seminario. La inauguración del complejo se hizo con toda solemnidad y Franco estuvo presente en la misa y demás actos protocolarios. El discurso del cardenal estuvo muy discreto, pero una frase vino a empañarlo, porque hizo un símil entre el apóstol Santiago defendiendo con su espada la fe de los españoles y el caudillo enfrentándose a los enemigos de España. Pero no pasó de ahí. Al poco tiempo, un acontecimiento vino a perturbar la marcha del curso. El nuevo rector, Vicente Cera Silva, moría repentinamente una noche al salir del comedor. De manera que, de la forma más inesperada, se resolvió el problema de la rectoría de Pilas. El cardenal nombró nuevo rector del Seminario Menor a Ignacio Noguer, mientras que a Miguel Artillo le concedió la canonjía de Maestro de Ceremonias de la Catedral. Y, como tantas veces en manos del cardenal, se zanjó la cuestión. Aquel año, al terminar el curso, el cardenal decidió que Eliseo y yo nos incorporáramos al equipo de Pilas y continuáramos nuestra tarea de formadores y profesores del Seminario Menor. La fusión y la amistad entre ambos equipos fue inmediata, de manera que el curso siguiente estábamos todos en Pilas formando un solo equipo. Ignacio tomó las riendas de aquel grupo joven, lleno de energías y con unas ganas imparables de renovar la institución arcaica de los seminarios menores. Hay que recordar que aquellos centros habían copiado la misma vida del Seminario Mayor comenzamos a trabajar. No obstante, inmediatamente se percató de la delicada situación. Frente por frente estaba toda la institución eclesiástica de los seminarios menores. Si soltaba las riendas y dejaba que el nuevo equipo cabalgara a su ritmo, aquel impetuoso caudal se podía desbordar y dificilmente las aguas podrían volver a su cauce. Por tanto, había que actuar con prudencia, reflexionar en común y dar oportunidades a aquel torrente de inciativas. 2.- UN PROTOTIPO DE CENTRO EDUCATIVO: Un Seminario, prototipo de centro educativo: El Seminario de Pilas pronto consiguió una merecida fama en toda España. Se llenó de alumnos a rebosar y consiguió un cuadro de profesores muy competente. Se diría que era el prototipo del Seminario Menor que pedían las circunstancias. Era un centro a nuestra medida, en el que los alumnos se sentían felices y los formadores y profesores ilusionados, con tres pilares fundamentales: el estudio, el deporte y la formación humana y religiosa sana sin fundamentalismos. Recuerdo, a este respecto, que el arzobispo de Madrid, cardenal Enrique Tarancón, presidente de la Conferencia Episcopal Española, se presentó en Pilas con el cardenal Bueno Monreal, a visitar las instalaciones y comprobar in situ lo que algunas revistas y periódicos difundían por toda España. Intentó poner pegas a algunas de las realizaciones de Pilas, pero el cardenal Bueno Monreal estaba tan entusiasmado con su obra que se las rebatía con el humor socarrón aragonés que utilizaba de vez en cuando para salvar situaciones. A principio de curso, los aspirantes hacían un cursillo con una batería de test. Un sicólogo nos orientaba y alertaba de las medidas a tomar con ciertos chavales. Pasaban por un reconocimiento médico para prevenir algunas enfermedades o desarrollos inadecuados y se hacía una ficha completa de todos los resultados. El cardenal aparecía siempre por el cursillo y le daba un repaso a la lista de los alumnos. Una vez se detuvo ante la ficha de un alumno que sólo tenía un testículo y el médico aconsejaba que se tomaran algunas medidas para estimular el desarrollo. El cardenal se echó a reír y dijo: "Para lo que lo va a necesitar..." Durante el curso, dos profesores de atletismo y gimnasia venían de Sevilla y dirigían las clases de Educación Física con una seriedad ejemplar. Paco López era el encargado de coordinar la actividades deportivas. Los alumnos de Pilas llegaron a conseguir los primeros trofeos en competiciones con los mejores clubs y colegios de Sevilla. El mismo cardenal Bueno Monreal creó un trofeo de campo a través, que se celebraba en el Seminario de Pilas y al que acudían jóvenes de toda la ciudad. En el estudio se era más exigente aún. Antonio Ríos, que era el director técnico de Estudios, no cedía un ápice en las exigencias de trabajo. Pilas estaba adherido al Instituto Público de Sevilla "Martínez Montañés" y nuestros alumnos destacaban por el nivel que mostraban en los exámenes. La biblioteca del Seminario estaba al servicio del profesorado y de los propios alumnos. Por otro lado, las manualidades y trabajos artístico los dirigía Miguel Rastrojo con unos resultados sorprendentes. El mismo inspector de Enseñanza Media de Sevilla vino a visitar la exposición que cada año hacía el profesor con sus alumnos y se fue realmente con ánimo de animar a los institutos a hacer lo mismo. En la formación humana y espiritual, los formadores de cada curso y dos padres espirituales -Antonio Cabezas y Miguel Rastrojo- se encargaban de organizar charlas, conferencias, ejercicios espirituales, retiros y otras actividades coyunturales según las épocas del año. La Cuaresma y Semana Santa adquirían una importancia extraordinaria como centro de todo el año litúrgico. Los alumnos lo recuerdan como algo especial y aseguran que no han vuelto a vivir una experiencia tan formidable como aquella. Los antiguos alumnos aseguran que fue un privilegio haber pasado por allí. y casi lo mismo decimos las personas que integrábamos el grupo de formadores y el claustro de profesores del Seminario Menor de Pilas. Un organigrama sencillo: No sería posible hacer una historia completa de los hombres y mujeres que pasaron por Pilas, pero sí estamos obligados a recordarlos. Se dividían en tres grandes grupos coordinados: los formadores, los profesores y las religiosas y empleados de la casa. Los formadores se encargaban de la educación integral de los alumnos; los profesores, de la formación intelectual y las religiosas y empleados, de la alimentación, limpieza y orden externo de la casa. Cada grupo estaba coordinado por una cabeza o dirección: los formadores, por el rector del Seminario; los profesores, por el director técnico de Estudios; las religiosas y empleados, por el administrador. Había también un gabinete de psicología que dirigía un psicólogo. Todos, a su vez, bajo la persona jurídica y humana del rector, que era la última palabra decisoria de la comunidad. En su primera etapa, los rectores fueron Miguel Artillo, Vicente Cera, Ignacio Noguer y Juan Leiva. El director técnico, que convirtió el centro en instituo de Segunda Enseñanza, y Jefe de Estudios encargado de coordinar al Claustro de Profesores, fue Antonio Ríos. El administrador general y encargado de las religiosas y empleados de la casa, Manuel Lora Pérez y, posteriormente, José Moreno. Y el sicólogo encargado del gabinete de Psicología, Joaquín Valencia. Los directores espirituales fueron Antonio cabezas Moya y Miguel Rastrojo Romero. Los formadores fueron Juan Luis Reina, Juan Leiva, Eliseo Vicenti, Amador Menudo, José Marín, Servando Rodríguez, Francisco López, Joaquín Valencia, Juan Manuel Núñez, Carlos Martín, José Ignacio Yurrita, Juan Antonio Santero y José Palomas. El Claustro de Profesores era muy amplio: Antonio Ríos, Rafael Florido, Salvador Petit, Manuel Fernández Villasante,José Antonio Marín Plaza, Manuel María Pérez Sánchez, Lucas Francisco Mateo-Seco, Roy Randolf, don Amancio, la profesora Teresiana secretaria del centro, Mercedes y la otra Mercedes, los rectores, los formadores y los padres espirituales. Venían, además, algunos profesores de fuera, el párroco de Pilas, el de Carrión y varios seglares( un maestro, el médico y el alcalde de Pilas). Todo esto era, aparentemente, muy complejo, pero funcionaba perfectamente, porque el cuadro de dirigentes eran personas preparadas y con un espíritu de trabajo sorprendente. Los rectores de Pilas, durante sus treinta años de vida, fueron: Miguel Artillo Galán, Vicente Cera Silva, Ignacio Noguer Carmona, Juan Leiva Sánchez, José Marín Cruz, Enrique Hernández Rodríguez de los Ríos y Pedro Ibarra. Miguel Artillo (1959-60) fue el asesor pedagógico de don Fernando Barquín. Es verdad que, sin él, no se hubiera realizado una edificación tan completa como la que se hizo. Pero era al mismo tiempo, el tormento del cardenal, porque andaba siempre urgiéndole nuevas concesiones para el Seminario. Miguel murió en el año 2000 en Sevilla. Era un sevillano cabal. Vicente Cera Silva (1960) era onubense, natural de un pueblo de Huelva. Fue compañero de curso de Miguel Artillo y ambos fueron destinados al Seminario casi desde el principio de su ministerio sacerdotal. Vicente se integró perfectamente en Sanlúcar de Barrameda y le costó aceptar el traslado a Pilas. Presentía su muerte inminente. Su naturaleza física era delicada y murió joven, rondando los cuarenta años. Ignacio Noguer Carmona (1960-1967) fue el rector que consiguió la cristalización del sistema educativo de Pilas. De allí pasó a rector del Seminario Mayor de San Telmo, en Sevilla, y delegado del clero de la archidiócesis. En 1976, fue consagrado obispo de Guadix (Granada), por el cardenal Bueno Monreal, donde ha estado casi veinte años. Últimamente, fue nombrado obispo de Huelva donde lleva más de diez años. Juan Leiva Sánchez (1967-70) sucedió a Ignacio en la rectoría de Pilas. Llevaba allí siete años, desde 1960 a 1967. Consiguió una serie de realizaciones acordes con la formación humana de los alumnos. En 1970 fue nombrado rector del Seminario Mayor de San Telmo y, posteriomente, delegado del clero. José Marín Cruz (1970-74) fue nombrado rector de Pilas en 1970. Su espíritu de trabajo y su sencillez le granjearon la confianza de los alumnos y el respeto de sus compañeros. Posteriormente fue nombrado párroco de una parroquia de la capital, donde ha trabajado durante muchos años. Últimamente fue nombrado canónigo de la iglesia catedral, donde ha sido administrador y actualmente orientador de los novios que contraen el sacramento del matrimomnio en la catedral. Enrique Hernández Rodríguez de los Ríos (1974-78) sucedió a José M arín como rector de Pilas, donde había desempeñado su ministerio como director espiritual hasta entonces. Posteriormente volvió a la parroquia del Pilar de los Hermanos Marianistas de Jerez. Actualmente sigue en activo, aunque está jubilado y es confesor ordinario del Seminario diocesano de Jerez. La ingeniosidad de Eliseo y los boys-scouts: Después de un verano, allá por la década de los 60, Eliseo llegó al nuevo curso con un hallazgo formidable al que, al principio, nadie le dimos importancia. Se trataba de que había tomado contacto con un grupo scout de Jerez. Aquello jóvenes le hablaron del movimiento creado por Baden Pawell y le dieron una serie de libritos para que se informara. Uno de ellos se titulaba "El Escultismo, hoy". Los leyó, los releyó y comenzó a hablarle de ellos a los chavales que tenía como formador. Era el curso de Santos Verdugo, hoy sacerdote en una barriada de Sevilla. Al poco tiempo, la fantasía de aquellos adolescente volaba y comenzaron a aprender las leyes scouts, las canciones scouts y a soñar con el campamento scout. Se compraron las camisas, los pantalones, las botas y las pañoletas. El espíritu scouth abía penetrado en la mayoría de ellos. Aquel verano hicieron su primer campamento en la ribera del río Majaceite (Guadalcacín), en la falda de la caída del cortijo de las Mesas de Algar, junto a Tempul. Para preparar el campamento, acudió a los jóvenes jerezanos que le habían puesto en contacto con el escultismo. Uno de los jefes era un tal Lobatón que estudiaba Medicina en Cádiz. Una patrulla de aquellos jóvenes prepararon la acampada con el curso de Eliseo y, durante quince días del mes de julio, el campamento marchaba con la ilusión de nuestros chavales y la veteranía de los scouts jerezanos. La vuelta al curso fue una auténtica lluvia de escultismo que impactó a todos los compañeros. Efectivamente, a la vida de internado le venía como anillo al dedo las salidas, las acampadas a través del año, las reuniones, las canciones. Era una bocanada de aire fresco que animaba la vida, el estudio y los de rtes de aquellos alumnos. Los demás cursos quisieron emular la hazaña y, ya hubO nuevas tropas y nuevos campamentos. Al año siguiente, el campamento se organizó en el pantano del Ronquillo. Aquel lugar reunía aún mejores condiciones que Tempul. El espacio, la isla del Rey y la sombra de la presa ofrecían unas condiciones inmejorables. De allí saltaron a hacer excursiones al extranjero y un verano marcharon a Francia. El escultismo quedó incorporado al Seminario de Pilas como una metodología educativa natural, como un espíritu que ennoblecía y desembocaba en acciones cristianas. Los grupos obreros: Por mi parte, yo había profundizado en el movimiento obrero siendo consiliario de JOC el año que nos obligaron a dejar el Seminario de Pilas y nos mandaron al Seminario Menor de Sanlúcar. Ahora comprendo que la providencia -que escribe derecho con renglones torcidos- me dirigió hacia allá para que tomara contacto con la Juventud Obrera Cristiana. En Sanlúcar había un grupo de JOC muy fuerte que me impactaron profundamente. Tomé contacto con ellos en un cursillo que dio un joven dirigente nacional a los influenciados de Sanlúcar. Me invitaron y me pidieron que me hiciera cargo de ellos, porque no tenían a nadie que quisiera entrar en ese mundo. Entre los sacerdotes no estaba bien vista la pastoral obrera, porque decían que desembocaban en el comunismo. En Sanlúcar estuve sólo un año, de manera que, al curso siguiente, volví a Pilas El veneno lo traía dentro y se me hacía muy dificil prescindir del movimiento obrero. Comencé a reunirme en un bar con unos jóvenes obreros de las fábricas de Pilas. Aquellos jóvenes captaron el espíritu de la JOC y comenzaron a comprometerse en pequeñas acciones en su trabajo. Yo tenía, como formador, al curso de José María Lora Sánchez, Salvador Deli, José Acosta, Lara, etc., que estaban ya en el curso cuarto de Bachillerato. Les hablé de mis reuniones con los jóvenes de Pilas e inmediatamente comenzaron a interesarse por el movimiento obrero. Les dejaba las revistas que recibí de JOC y de los movimientos obreros de los Seminarios de otras diócesis. Aquellos adolescentes si veían con entusiasmo el ideal cristiano de justicia y la lucha por una sociedad más justa. A los dos años los perdí de vista porque marcharon al Seminario Mayor. Un buen día, durante los tristes años del régimen franquista, leí en el periódico que José María Lora y José Acosta habían sido encarcelados por asistir a reuniones clandestinas de ciertos movimientos declarados fuera de la ley. Años más tarde, Lora me confesaba que aquel gusano de la lucha obrera le había penetrado cuando hablábamos del movimiento obrero en Pilas. No se arrepentía de haber luchado, aunque quizás no acertaron a elegir el género de lucha. 3.- EL ENTORNO Un bello entorno: El entorno de Pilas era bonito y se prestaba para formidables excursiones. A dos pasos teníamos el Guadiamar, crecido en invierno y primavera, y arroyado en verano y otoño. Era una delicia ir al Guadiamar y organizar un concurso de pesca con los chavales. Eso lo hacíamos con cierta frecuencia. Los barbos los asábamos con sal en la misma ribera. En Aznalcázar teníamos un corredor verde de pinares que llegaban hasta Coria. Los caminos eran fáciles y deliciosos en primavera. Villamanrique era el camino de la raya real entre pinares hasta el Rocío, y siempre cerca, Huevar, Carrión, Hinojos, Sanlúcar la Mayor... Eran puro senderismo que hacíamos continuamente. Pero a alguien se le ocurrió que sería delicioso poder recorrer todos aquellos lugares en bicicleta, y la idea corrió como la pólvora. Nosotros tampoco necesitábamos mucho para entusiasmarnos y nos lanzamos a proponérselo a Ignacio. Las bicicletas: Cierto día, Juan Luis, Eliseo y yo propusimos a Ignacio que permitiera que los alumnos tuvieran bicicletas y las pudiéramos usar haciendo excursiones. Ignacio no manifestó nada en contra ni a favor, pero avisó con toda seriedad que había que respetar escrupulosamente el tiempo que se concedía. Nos daba tres horas. Salíamos a las tres y media y volvíamos a las seis y media. Cuando por algún motivo nos retrasábamos, Ignacio no disimulaba su malestar. Después fuimos comprendiendo que, mientras no nos veía llegar con todos los ciclistas, no se quedaba tranquilo. Hacíamos excursiones de diez y veinte kilómetros. La guardia de tráfico que encontrábamos en la carretera no se metía con nosotros, porque nos veía perfectamente en orden, pero nos advertía que los responsables controláramos el pelotón de ciclistas. A veces íbamos unos cincuenta. Un solo percance tuvimos en nuestras salidas en bici. Un día de lluvia, cuando volvíamos de Mairenilla, Eliseo se metió en un gran charco, resbaló y se hizo una herida en la cara. Afortunadamenet no fue nada. Al frente del pelotón, siempre me colocaba yo. En el centro se situaba Eliseo y el último era Juan Luis. Al pasar por los pueblos, la gente se quedaba sorprendida al ver a tantos jóvenes en bicicleta, pero al llegar los últimos reaccionaban humor y se metían con Juan Luis por ser el último de la cola. La experiencia duró lo que el buen tiempo, ya que cuando comenzaron las lluvias, Ignacio prohibió las salidas. |