Después de tres años en el seminario aprendiendo todo lo que había que aprender, mucha FEN (Formación del Espiritu
Nacional) y religión, aprender francés "assimilado", llegaron las vacaciones del 68.
A mí me tocaron en dónde vivían mis padres, en Torremolinos. Ni más ni menos en la época de los comienzos del destape,
con las películas de López Vázquez, Ozores, Landa y compañía, Perpignan bajó los ingresos
de los españolitos que iban hasta allí a ver un par de "domingas". Ya se podían ver en el cine o ir a Torremolinos para verlas en vivo.
Aquello fue para mí un cambio rotundo, la palabra exacta de como estaba era "acojonado", me ruborizaba si una rubia que no sabía una papa de español te
decía "bye" con una sonrisa abierta
y dulce, bajaba la cabeza más coloráo que un tomate cuando veía acercarse una extranjera "adelantada" para nuestro tiempo,
con una minifalda, que mi abuela se podía poner de bufanda. ¡ Qué piernas más largas ! me decía mirando de reojillo. Pero muy poquito para que no fuera un pecado gordo, solo pecadillo venial.
Las primeras semanas estaba martirizado, todo era pecaminoso, ir con mis hermanos y sus amigos por aquellas calles era un calvario, oír decir, tía buena, o rubia tal o cuál era crearme un sentimiento
que me angustiaba. Poco a poco, día a día fuí acomodando a mi conciencia y no querer ver más allá de lo que veía.
Mi primer día de playa fue horroroso, allí ví las dos primeras tetas sin sujetador que una ola le quitó a alguien y que vino a pararse entre mis delgadas piernas.
Cogí aquello que no sabía que era y lo extendí fuera del agua para ver que era, allí cabían dos cabezas, pero aquello no era una chichonera, era la pieza superior de un bikini para sujetar no dos tetas, dos melones de
los gordos. Levanto la cabeza porque alguien medio gritaba no se qué, miro y me veo venir una tía grande, gorda con dos pedazos de tetas al aire moviendose de arriba abajo que no sabía si salir corriendo o meterme debajo del agua
a coger coquinas. No, me quedé inmovilizado viendo a aquella mole enfilando hacia mí, hipnotizado por aquellos vaivanes que parecía que me iban a comer.
No se que balbuceaba, no se si rezaba un padre nuestro, un ave maría o simplemente decía "máre mía que dos cantaras". Mi padre vino en mi ayuda, y cómo me vería que recuerdo me decía "Lolo, dos tetas, hijo, dos tetas".
Aquellas dos tetas las llevé a cuestas mucho tiempo sin comerlo ni beberlo. Gracias a Dios, nunca mejor dicho, mi vista fue acomodándose poco a poco, estas sí, aquellas no, rubias, morenas, altas, macizas, Dios te salve......
En aquellas orillas ví los primeros bikinis con "flequillos", los primeros "arrumacos" a brazo partído sobre la arena,
nada tenía que ver con lo que estaba aprendiendo, es cierto que fue para mi un choque importante, pero fui cogiendo confianza
en mi mísmo y empezaba a ver las cosas con mas naturalidad, ya me gustaba estar en la playa haciendo el pino, subiendo a mi
hermano encima mía, alardear, como si quisiera llamar la atención, sentirme macho como Ursus o como Hércules, qué cosas.
Mi primer trabajo para tener ocupado el tiempo fue de botones en los apartamentos Socoa, cuando llegaban los turistas era mi perdición
aquellas maletas eran mas grandes que yo, no había ascensor y a veces cuando llegaba al apartamento los turistas hasta se habían ido. Guardo como recuerdo mi primer desnudo integral una mañana que llevaba unos desayunos. no sabía en donde poner la bandeja, no quería mirar
pero miraba, no me molestaba en esa ocasión que aquella mujer me llamara Manuela como tantas veces y que yo la corregía con cierto enfado diciéndole que no que era Manuel, no me importaba en lo más absoluto, solo importaba el tiempo,....y no podía estar allí de pie esperando que se enfriara hasta el café.
Cuando me incorporé en cuarto llevé conmigo todos esos secretos, mitad pecado, mitad naturaleza, es cierto que tuve un cargo de conciencia importante, a veces me notaba rebelde, era también un choque muy fuerte la vuelta. Sin embargo tengo que decir
que hubieron muchos recreos sobre el césped del patio central, debajo de un limonero, contando a los demás lo que yo había visto. Hacía coro, era en esos momentos el tío que más sabía de sexo " sin haber mojado", y eran muchas las veces que más de uno me buscaba para que les "radiara mis aventuras en Torremolinos".
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