EL CORCHO
El corcho es, al menos de unos siglos a esta parte, el más importante
producto del alcornoque.Tanto es así que incluso algunos autores llegan a considerar al corcho como
el salvador de éste importante bosque. Es curioso señalar que el principal producto no es ni su fruto ni su madera,
sino la piel de su tronco y ramas. El vestido congénito que millones de años de evoulción natural le
ha permitido defenderse de las altas temperaturas, las humedades, los incendios forstales o del ataque
de los hongos y otras enfermedades o circunstancias.
Aunque no lo inventó la Naturaleza para ser desprendido del alcornoque,
pronto los hombres han aprendido a usarlo de tal manera que podemos disfrutar de un material de especial nobleza.
Ya en la antiguedad se conocieron sus propiedades. Egipcios, fenicios,
griegos, cartagineses o romanos lo usaron ocasionalmente, como flotadores, tapando ánforas, en urnas funerarias
- como las encontradas en Cerdeña, con más de 3.000 años de antigüedad - u otros recipientes e, incluso, como cajitas para materiales preciosos.
Tras siglos de insoslayable necesidad de encontrar un material óptimo y definitivo para tapar
los envases del vino, y gracias a los experimentos del fraile
benedictino francés de la región d Champagne, D. Pierre Perrignon, no fue hasta finales
del siglo XVII cuando comienza el idilio entre el corcho y el vino, que con el devenir de los siglos
se ha convertido en el matrimonio ideal, para mayor esplendor de ambos productos.
Un matrimonio que encuentra las nobles
raíces de su abolengo en bosques como los que cruzamos en nuestro recorrido, y
de loque el Parque Natural Los Alcornocales es ejemplo de excepción, al suponer la masa natural de alcornocales más extensa
y mejor conservada del mundo.
Esta circunstancia impregna la cultura y
la economía de los municipios de la zona. Junto a labores agrícolas y ganaderas propias del entorno
rural, se conjuga la economía forestal, ciertamente concentrada en las
épocas estivales, de junio a agosto, cuando llega la época del descorche. Cuadrillas enteras,
de entre quince a cuarenta lugareños según la magnitud del tajo, se internan en el arbolado para conseguir
las preciadas panas. El capataz, los hachas, los arrecogedores, los aguadores,
los rajaderos, el pesador y el apuntador; los arrieros y los mulos; el cocinero y su pinche; y los zagales , ellos todos
componen un cuadro bien apretado, donde el golpeteo acompasado de las hachas hundiéndose en la
piel del árbol se entremezcla en armonía con el sonido de los cascos de los mulos, o con algún que otro cante por arrierías.
Una vez los corchos en el patio formando las espectaculares pilas,
serán los cargadores los que, con una habilidad excepcional, compondrán los camiones con esas pretenciosas cargas que parecen retar a la ley de la gravedad, y que son estampa tradicional de nuestras carreteras.
De lamentar es que no quede tamaña nobleza de material en industrias de la zona, que "haberlas sólo haylas" para los primeros tratamientos de cocido y enfardado,
mientras las verdaderas y rentables operaciones se siguen haciendo bien lejos del entorno, fundamentalmente
en Extremadura, Cataluña y Portugal.
Extraido del libro "Guía del corredor Verde -
2Bahías" (texo de Alfonso Pecino)
Volver atrás
© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"