Es como una sacristía llenas de olores al que a un neófito en vinos le turbia la mente. Aromas que purulan por las bóvedas que las corrientes de sus grandes ventales mueven de un lado a otro como si los meciera en el ambiente.
Un marco muy particular para brindar con una copa de rica manzanilla que se apoya sobre un barril que muestra para acompañar unos ricos y crujientes chicharrones, que sin ser los típicos de Cadíz capital, hacen un "maridaje" perfecto, como se dice ahora, haciendo en el estómago cuna para que se acueste el vino.
Rato de comentar recuerdos y actualidades, compartir y aprovechar el tiempo que no se dedicó en la Cartuja de Jerez que está a tiro de piedra desde Sanlúcar, repasar acontecimientos, proyectos y realidades. Un pequeño repaso a la vida tan particular de cada uno, simplemente charlar como si nunca hubiese pasado el tiempo en todos estos años.
Tras un muy buen rato de cháchara, y cuando ya ahuecácamos el ala una persona en el patio empedrado, aún estando de espaldas, resultaba peculiar y conocible. Era nuestro amigo González Romero que cosas del destino y sin esperarlo allí estaba en el mismo espacio y tiempo departiendo saludos.
Otro rato más, otros momentos para demorar la despedida, no sin retomar, que no más vino, otra fluida conversación que llevaba de todo un poco. Quedando para vernos otra vez, con simples llamadas de teléfono.
¡¡ Se repetirá !!, pues no faltaba menos.
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