Las máquinas llegan el lunes 




El seminario aú no estaba listo, pero ya empezaron los cursos. Convivían los albañiles con los seminaristas en sus tareas diarias. Los primeros moradores de Pilas fueron testigos de excepción de como iba todo poco a poco tomando forma.

El "muro del millón" estaba apuntalado y andamiado, el pabellón de las columnas no era aún habitable, los jardines eran terrarios que dejaban ver muy tímidamente los primeros tallos de césped y uñas de león. La piscina estaba siendo enlucida y los campos de deportes aún no existían, los desniveles se iban venciendo muy a poco, aquél trabajo se hacía manualmente, por ese motivo era importante el trasiego de personal que a pico y pala iban rebajando el terreno y preparando los distintos niveles.

A base de mucho esfuerzo y de todos esos borricos que los arrieros dirigían con mucha destreza y con los que retiraban las tierras a otros lugares. Borricos que con sus cerones y atavíos cargaban silenciosamente y que sin con un arre siquiera enfilaban en perfecta formación hasta el destino fijado.

Los seminaristas que "supervisaban" los trabajos eran conscientes del esfuerzo que realizaban aquellas personas, y no se si por gracia o para alentarlos, Rafael Lobo Bejarano, les transmitió aliento con aquella frase de "las máquinas llegan el lunes".

Aquella frase como otras pasaron a la historia de Pilas recorriendo cada uno de sus rincones, y no había quien no esperase que aquél lunes llegaran las anunciadas máquinas. Pero ni aquél lunes ni ningún lunes de todo un año vieron aparecer esas máquinas, descanso por un lado para el obrero e incertidumbre laboral por otro.

Seguro estoy que si aquellos peones y arrieros hubieran sabido quien originó aquella frase que transmitió tantísimas expectativas lo hubieran puesto a pico y pala a cargar arena en los cerones de aquellos borricos con "babero diario" incluido.

Rafael Lobo Bejarano hoy hubiera sido un excelente entrenador comunicador de grupo que, para que su equipo aguantara el resultado, les diría que faltaba un minuto para que acabe el partido en vez del cuarto de hora para que no bajen la intensidad en el juego.

Lo de hacer de "chico anuncio" con un cartel en las manos en un salón de actos, con obispo incluido, mostrando un "NAKASAKA" que no se en que idioma significaba vacaciones, eso, no tiene desperdicio.


La primera máquina que entró en el seminario, una motoniveladora, fue bautizada por los seminaristas como "La cigarrona".



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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"