LOS CURITAS


Me quedo sorprendido, no esperaba ver a estas alturas a tantos puestos de largo negro. Por aquí y por allá van y vienen unos y otros, parece que es la hora del recreo, juguetean con las ramas, bordean las piedras y los más atrevidos entran y salen de las oquedades de la tierra, lugares oscuros y profundos.

Estos curitas gustan de la primavera, del sol, de la paz del campo y sin corretear detrás de una pelota pasan felices su tiempo libre, sin libros, sin rezos ni espiritualidades, solo siguiendo las reglas de la naturaleza.

Todos van igual de negro intenso, debidamente uniformados, y por si fuera poco no llevan sobre su cuello una beca de paño grana, no, todos llevan seis, seis orlas alrededor de su cuerpo en forma de circulos y que parecen adornos, estigmas por el que emanan pequeñas gotitas de sangre ante cualquier opresión.

Estos curitas son muy particulares, y si en Oriente desde tiempos antiguos escupir era una injuria, un signo de profunda enemistad, echarles una salivita a estos, que puede parecer un mal hábito o una incorrección, les pone todo alterado llegando a expulsar sangre, no se si en señal de protesta o un simulacro de muerte. Jesús también se sometió a esta clase de indignidad, y Jesús también escupió, solo que en los ojos de un ciego para devolverle la vista, y escupió sobre la tierra en otra ocasión para hacer un lodo con el que curó a otro ciego.

Recuerdo que de niño alguna vez jugué a ver quien lanzaba la saliva más lejos, a la salivita al pozo, ¿quién no se ha engominado alguna vez el flequillo con saliva?, con saliva hacen los nidos los vencejos, saliva de un murciélago han utilizado para disolver coágulos en el cerebro, saliva que tiene sustancias anestésicas y anticoagulantes.

¿quien no ha escupido tiempos aquellos, a uno de estos curitas? ¿quién no ha apretado con una palito su abdomen?

Hoy dando un volteo por el campo los he visto por aquí y por allá van y vienen unos y otros, me han llegado a la memoria recuerdos de aquellos recreos que jugábamos con meter a las lagartijas en agujeros hechos en la pared y que tapábamos con un pequeño cristal, buscando nidos, y como no, puestos de rodillas alrededor de estos curitas echándoles encima salivas infantiles para ver como expulsaban sangre.

Hoy solo he disfrutado con el recuerdo, y por eso he tomado unas fotografías de estos curitas, puestos de largo negro y con seis orlas alrededor de su cuerpo, majestuosos y libres, sin incomódos.









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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"