Con manchas amarillentas que señalan el tiempo pasado, arrugas y pliegues en cada una de sus hojas
grapadas y con un esparadrapo, ya menos blanco, en el lomo a modo de cubierta, sigo teniendo en mis manos el libro de oraciones. En su interior aún se conserva esas letras tipo courier de una Olivetti negra de
carro largo que pasaba de una linea a otra dándole a la palanca y con el sonido de una ametralladora de repetición, haciéndote olvidar por un momento los menesteres
para evadirte y jugar a los soldados, como niño que eras. La multicopista, repetía una y otra vez cada una de las oraciones de la mañana, de la mañana de cada uno de
los días de la semana para cada uno de nosotros.
Algunas letras aparecen superpuestas correspondiendo a una falta ortográfica detectada y corregida
con sobre impresión de la letra correcta. Otras resaltan un poco mas sobre otras, son aquellas que pertenecian a la teclas pulsadas con el índice y corazón de la mano
derecha, y por aquello de que esas máquinas Olivetti carecían entonces de sensores que permiten la uniformidad en la presión sobre la cinta de tinta y el carro.
Aquí están esas oraciones más de cincuenta años puestas en el papel, empezando "en el nombre del
Padre y del Hijo y terminando con un amén......