Pero luego recibíamos a Dios sacramentado, en aquella forma que sabía a la oblea que traía el turrón de las Pascuas, a las tortas imperiales de Toledo que la tía María nos compraba en el puesto de David Soto cuando íbamos para la feria entre los palillos de las niñas vestidas de gitana, , riá, pitá, y con aquella caja de zapato en la que iban los bistés empanados con los que cenábamos en la caseta, pero temprano, porque mañana hay colegio y han dicho los curas que expulsan al que no vaya a clase. Y con aquel miedo, nos volvíamos a nuestro banco con Dios en el cuerpo uniformado por aquel trajecito de marinero. Momentáneamente blanco. Instantes después, en el primer desayuno, que era en el patio del colegio, todos los comulgantes juntos, parta hacernos esa foto donde estás mojando un bizcocho en el tazón; o luego, en el segundo desayuno, que era en el comedor de casa, con todos los primos y con los amigos, había una tradición no escrita que se cumplía a rajatabla. Aquellos trajes de marinero no acababan con manchas de brea del calafateo de La Carraca ni con la salitre de la bocana del puerto. Sobre aquel traje de primera comunión se nos caía siempre el chocolate, el denso chocolate, el pastoso chocolate con sabor a harina, a patata, a todo menos a chocolate, niño, y dale gracias a Dios de que lo hemos encontrado, porque a los niños pobres les dan achicoria en el desayuno y un bollo con manteca de Flandes...
La mancha de chocolate era la condecoración más gloriosa que lucíamos en el uniforme de marineros al final del día más feliz de nuestras vidas, cuando, cansados, volvíamos a casa con el regalo de las dos abuelas y con los seis o siete duros en rubias, en reales, en perras gordas y en moneditas de dos reales que habíamos reunido repartiendo estampas por casas de los amigos. Y por la radio, antes de la novela de las ocho, seguía sonando Juanito Valderrama con la dedicatoria de su copla a todos los marineritos de las dotaciones de aquella Armada celestial: Mi niño ya está tomando la primera comunión..
El artículo original es de Antonio Burgos y se encuentra en su web: http://www.antonioburgos.com/memorias/welcome.html en fecha 30 de Mayo de 1998 en su apartado "Memorias de Andalucia".
A finales del 98 Antonio Burgos (Planeta) publicaría "Reloj no marques las horas" en el cuál insertaría muchos de
los artículos aparecido en su web. En la página 116 del libro recoge de nuevo el escrito en el que hace alusión a la comunión de mis hermanos. Ver portada del libro y dedicatoria.
Para Manuel Cruz Vélez, marinero condecorado de chocolate (pág 116) almirante de la bahía de la amistad condecorado por el agradecimiento de Antonio Burgos
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