Seminario Menor de Pilas, en el recreo babys a go-go y repleto de niños detrás de un balón, Morales y su camiseta roja liado con el baloncesto, pista de tenis de arena polvorienta rojiza que hacía polvo los calcetines, carreras a la sombra del pabellón y hasta el muro de la capilla convertido en frontón.

Aún sigo de vez en cuando buscando la funda de la torre, la tapa de la piscina o la llave del reloj, aún recuerdo el sabor de la cáscara de limón mientras paseaba por los alrededores, el olor de aquella especie de orujo al entrar en el pueblo en nuestros paseos, a veces me acuerdo de Juana aquella señora que me lavaba la ropa marcada en rojo con el 18 que le llevaba en una taleguilla......y que recogía al miércoles siguiente. A veces la soledad te acompañaba, esporádicamente, en determinadas ocasiones, en esos domingos que los tuyos no llegaban, aunque luego al atardecer siempre caía algo de la visita, por ejemplo los polvorones de Estepa de Alés...pero cuando tenías el bajón te dejabas llevar hasta la capilla, grande, fría, silenciosa, con la luz tenue de sus laterales. Aquella capilla en dónde se hizo sacerdote Roy Randolph, en dónde canturreabamos "como brotes de olivo....." o como en aquella misa celebrada por D. Juan Leiva y hablando de lo que había que cuidar como un tesoro se me fue rodando el anillo hasta el primer escalón en un silencio sepulcral.



Aquella virgen fue testigo de mi carrera y desespero ante la persecución de D. Manuel Fernández Villasante cuando le insinuábamos que una de la camareras estaba loquito por su huesos o nos metíamos con su seita seiscientos que según él de un frenazo lo ponía encima del altillo de la entrada, aquella tarde estabamos todos un poquito revolucionados y D. Manuel con ganas de que le dijeramos alguna broma para salir corriendo detrás y arrearnos un punterazo mientras el resto del personal perseguía al perseguido y a D. Manuel.

Anduve correteando el patio principal, el patio de la rectoría le pegué tres vueltas a la capilla y cuando entré en ella para refugiarme pensando que él no iba a entrar, me "endiñó" delante de la Santísima, ante la que paré por respeto, eso sí, un poquito ligero porque sentía detrás el aire de su sotana me pegó un punterazo, que creo que por su culpa sufro aún de los bajos traseros. Hay que decir en su favor que los zapatos los llevaba reluciente, tal vez por aquello que siempre decía D. Servando, que a un niño bien peinado y con los zapatos relucientes se le notaba menos un pantalon viejo o roto.

Un recuerdo a D. Carlos Martín, D.Juan Luis Reina, D. Rafael Florido, con el dedo doblado que cuando señalaba uno pregunta ¿yo?, D. Joaquín Valencia, Yurrita, a D. José Marín y como no al cura dicharachero "le toca", le toca" ¡ uuuuuh ! y leñazo con el borrador de la pizarra, D. Salvador Petit "Alea jacta es", el profesor de matemáticas que nunca sumaba naranjas con plátanos y Dª Mercedes, a la que uno tenía que mirarle a los ojos,.....menos cuando se giraba a escribir a la pizarra.....Torremolinos en aquella fecha me perdió, tal vez por eso D. Juan Manuel me recomendó en los jardines de La Ciudadela, procedente de Lourdes, un añito de reposo.......nunca volví, pero de todo aquello nunca me olvidé, solo que mandan las circunstancias.




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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"