MIS RECUADROS DE CORCHO

 

Mi recuadro. Mi recuadro es de corcho enmarcado en listones de madera de pino. Es rectangular, pero en vez de uno, tengo dos. Si dos. Dos de distintos tamaños y de las mismas características en donde tengo puesto todo aquello que amo y debo siempre recordar. Son mis preferencias. Los dos se convierten en uno para decirme y recordarme siempre lo que debo de colgar y pinchar. Mis recuadros son sufridos al mismo tiempo que generosos. Se dejan querer y me quieren. Me dan caprichos. No se tienen celos. Tratan de ser amables y cada uno de ellos arrancan trozos de papel, fotografías, notas de prensas, postales, se los cuelgan y dicen todo aquello que a mi me agradan.

El más grande ellos tiene clavado con chinchetas de acero color plata, como si de tarde taurina se tratara, un legajo que dice:

“El Betis es Sevilla misma; El Betis no es un equipo de fútbol, el Betis es Sevilla, su aroma, sus gentes, el Guadalquivir, su gracia, su estilo… Tiene alegres hasta los colores mira que el verde es bonito, tiene el verde del campo andaluz y el blanco de las fachadas de sus casas.

Yo me pregunto si el Betis tiene necesidad de justificarse ganando este o aquel partido, cuando el Betis lo tiene ganado tó desde que lo fundaron. ¿Se le puede pedir a la Giralda que brille más, que agudice su embrujo, al Guadalquivir que acelere su curso cuando el remanso de sus aguas en las calurosas siestas ni murmullea, y a las ocho de la tarde se lava los ojos para contemplar a Sevilla y decirle “niña, ponte guapa que esta noche tenemos que lucirnos”?.

El Betis es así; es como Curro con el paseíllo, que si lo cree conveniente hasta torea, pero, si no lo hace no pasa ná, porque al “Faraón” no le apetece. Pues lo mismo le pasa al Betis. Él tiene su peso específico, lo mismo que todos sus seguidores, y es que el Betis es y será bueno el 1ª, en 2ª y en 3ª”.

Le acompaña, como no, una estampa en colores vivos de albero y capote grana y oro en manos del “Maestro” en media verónica con su figura mandando en ella, como él sabe, resaltado todo él, Curro, en perfil desafiante, humillando al toro y llevándolo a su sitio y por donde él quiere en una tarde que no requiere de otra tarde para morirse habiendo recibido todas las sensaciones del saber y del estar para conseguir el cielo. El número de orden de la estampa es el 0093882.

Mi recuadro de corcho enmarcado en listones de madera de pino, también tiene atrapado entre sus límites una hoja, la número 23, del Diario de Jerez, donde relata “un paseo pedáneo” en donde aparece una entrevista y la fotografía de mi Madre, en grande, de un miércoles 25 de marzo de 1992 en donde por cabecera dice:

“Juana Sánchez Pérez nació en Paterna, hace ya 37 años, cuando ella tenía cuarenta, llegó a Guadalcacín en la época en la que esta pedanía era apenas unos cuantos barracones en medio del campo que estaba comenzando a colonizarse. Ahora es una de las vecinas más populares y apreciadas y, pese a su avanzada edad, tiene mucha “marcha” para fiestas, carnavales y verbenas”, resaltando dentro de la entrevista, en negritas “Los barracones estaban tan mal que las ventanas ni siquiera tenían cristales, y teníamos que taparlas con sacos”.

Justo debajo de la hoja descrita, está la fotografía de mi Padre, en color, con su mascota gris de sombrero, con el fondo de vegetación y de flores y ventana con persiana verde enrollable a cuerda y fijada a nudo, en su patio. Y sale de nuevo el color verde. Y le continúa más y más adherencias a mi recuadro como la Torre del Seminario de Pilas, o la fotografía de un amigo de antaño, Antonio Fuentes, más conocido entre nosotros como Antonio el cabo, o mi propia foto en estado sonriente para que no se me olvide que la vida no merece la pena pasarla entristecida, y miro a mi segundo recuadro, el más chiquitito, y veo que tiene entre sus garras las fotos de mis padres en pareja, de fiesta, de mis hijos y de mi mujer, con dos postales, una de ellas con la silueta de la Tierra y la otra con “La Creazione di Adamo” de Michelangelo en la capella Sistina. Cittá del Vaticano” que me la manda mi hijo y su mujer con el siguiente texto: Hola, te escribo desde el Vaticano, donde si tú hubieras vivido, yo no habría venido porque yo no habría nacido. Un beso de Simón y Laura. P.D.: eso si, siempre puedes venir de visita con mi madre”.

Mi recuadro. Mis recuadros de corcho enmarcados con listones de medra de pino y llenos de chinchetas multicolores. Mis recuadros son sufridos al mismo tiempo que generosos. Se dejan querer y me quieren. Me dan caprichos. No se tienen celos. Tratan de ser amables y cada uno de ellos arrancan trozos de papel, fotografías, notas de prensas, postales, se los cuelgan y dicen todo aquello que a mi me agradan y se llenan de fragancias naturales, limpias, puras, libres en donde los pulmones se llenan de vida y el alma se libera con el texto de la postal desde el Vaticano.

Simón Candón 25/04/2011


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