D. Roy Randolph




La ceremonia comenzó a la nueve de la mañana, día grande en el Seminario. Al lado de la Epístola, en lugar preferente, sus hijos. El rito de la ordenación se desarrolló en tres momentos solemnísimos: la consagración sacerdotal por la imposición de manos junto con la oración consagratoria, la celebración con el prelado y los ritos complementarios, antes y durante la celebración.

Presentado el ordenado fue pedida la ordenación y El Cardenal preguntó por su idoneidad. Más tarde se dirigió a Roy para indicarle su misión en la Iglesia. Fue emotivo el momento en que todos puestos de rodillas junto con el Cardenal, mientras Roy permanecía en el suelo boca abajo ante el altar, se elevaba al cielo súplica.

A esta ceremonia seguiría la de la imposición de manos y oración consacratoria. El Cardenal impuso las dos manos sobre la cabeza de Roy Randolph e igualmente hicieron todos los oficiantes, de blanco y con sus estolas, unificando con ello la unidad del sacerdocio. Al Terminal el Cardenal invitó a los asistente a la oración, iniciando seguida y solemnemente a la oración consagratoria, con la que quedó ordenado sacerdote.

A continuación, tuvo lugar la imposición de ornamentos y bendición. El nuevo sacerdote se acercó al prelado , quién le cruzó la estola delante del pecho y le revistió la casulla, plegada por detrás hasta el fin del santo sacrificio. Posteriormente , oró implorando la bendición Divina.

El cardenal entonó el “Venus Creator”, y más tarde ungió sus manos con el óleo de los catecúmenos. Fue entonces cuando sus hijos le taron sus manos con un paño de hilo, a fin de preservar el óleo del contacto , y a continuación el cardenal le entregó el cáliz con agua y vino y la patena con la hostia, terminando el rito con el lavado de las manos.

A partir de este momento, el ya padre Roy, permaneció en el presbiterio y recitó juntamente con el cardenal y D. Ignacio todos los textos litúrgicos, y al ofertorio, ofreció una vela encendida al prelado. Después del santo sacrificio de la misa, la ceremonia de ordenación dio fin con el canto de responsorio, nueva imposición de manos, despliegue de casulla, unión de manos del nuevo sacerdote y del prelado, beso en la mejilla y admonición del cardenal.

Se cuenta que en ésta ocasión el cardenal pronunció una bellísima plática, dirigiendose en primea instancia a Roy Randolph recordando los maravillosos caminos del Señor para hacer que un hombre que ha recorrido todo el mundo venga a Sevilla y se ordene en un pueblecito de su provincia. Señaló después que se felicitaba también por haberle transmitido el sacerdocio, expresando lo agradecido que estaba por la labor que como profesor del seminario estaba desarrollando.

Seguidamente el prelado se dirigió a todos nosotros, los seminaristas, glosando la figura del sacerdote, y su necesidad en la sociedad. Definió las virtudes sacerdotales, vida de piedad, dominio de si mismo, entrega a los demás y verdadero sentido del amor, exponiendo que para llegar a colmar estas necesidades es obligado largos estudios, en los que se van curtiendo las almas para la posesión de tan requeridas virtudes.

Finalmente reiteró su felicitación al nuevo sacerdote y pidió la gracia de la Virgen para él, terminando por recordar la festividad del día y las virtudes del patriarca San José, a quien puso como ejemplo de todos los obreros cristianos, señalando que todo movimiento obrero debe estar dominado por el amor y no por la luchas de clases y por el odio.

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