D. Antonio Cabeza








Texto extraído de la web Gente del Puerto - 301. LA PROCESIÓN DE LA NIÑA MARÍA.

En todas las Iglesias, luego de la función del Domingo de Resurrección, descorridos los velos de los altares, para estrenar los manteles, de que habían estado desprovistos desde el Viernes Santo, se hacían procesiones claustrales, que se conocían como “visitas de altares” con el Santísimo, bajo palio, que partiendo del Altar Mayor, iban de capilla en capilla, o de altar en altar, rezando una estación, hasta siete, terminando en el Sagrario, donde se reservaba.

El cumplimiento Pascual, es decir comulgar en Pascua Florida, era difícil para los impedidos por alguna enfermedad que, postrados, no podían acudir a la iglesia. Entonces, desde la Prioral, salía bajo palio, >la procesión de los impedidos, organizada por la Real, Antigua y Venerable Archicofradía del Santísimo Sacramento, a la que algunos adjudicaban la antigüedad del siglo XIII y que el Párroco, don Antonio Cabeza Moya, de un plumazo, con la aleve y culpable omisión de sus Hermanos, dejó reducida a la nada.

La Archicofradía, de chaquet, portando velones, las varas del palio y el lábaro, con Bonifacio, el muñidor, de ropón rojo de terciopelo con su campanilla, la Adoración Nocturna, con bandera e insignias de solapa, y los fieles en general, escoltados por la Benemérita y perseguidos por la Banda de Dueñas –antes de Rocafull, como se ha dicho–, acompañaban al Santísimo que, en un copón cubierto con velo y paño de hombros, portaba el Párroco, de capa, asistido de sus Coadjutores, de dalmática.

En cada casa donde hubiera un enfermo, se paraba, entraba el lábaro y la bandera de la Adoración, que quedaban en la casapuerta, y penetraban los sacerdotes para dar la comunión al enfermo, que días antes había confesado convenientemente.

Texto extraído de la web Gente del Puerto - 110. MANOLO. El sacristán de la Prioral.

Llega el año 1975, año de cambios en nuestro país con la muerte del dictador Franco y a la Iglesia Mayor llega un nuevo párroco, Antonio Cabezas Moya, por jubilación de su antecesor. Fue una conmoción en los ambientes en torno a la Prioral de entonces, pues cambió muchas cosas. En opinión exclusiva de quien escribe, cambios necesarios en unos casos y en otros no solo innecesarios, sino que en las formas distaron mucho del espíritu fraternal que preconiza la Iglesia. Fue ayudado en sus labores por Fernando Vela, amigo del párroco al que había conocido en su etapa de seminarista, aunque Fernando no llegara a profesar los hábitos.

Según el libro de D. Juan Leiva (2003) “Tres historias íntimas: Don Ramón, El Carmen y El Puerto”. El 9 de septiembre de 1977 D. Antonio Cabeza Moya fue sustituido como párroco de la Iglesia Prioral del Puerto, siendo destinado a la parroquía de San Gil de Sevilla.»

Referencias

- La procesión de la niña María

- Manolo, el sacristán de la Prioral

Comentarios:

Por otras gestiones que he realizado para conocer un poco más el paso de D. Antonio por El Puerto, lamentablemente, y si teniéndome que ceñir a la verdad, no fue para recordar. He recurrido a personas con bastante peso a nivel de información y de credibilidad de El Puerto y no me han hablado bien de él, habiéndomelo clasificado como inculto tras narrarme detenidamente su proceso destructivo de los mobiliarios datados algunos del siglo XVII, sillerías de la sala capitular, y un largo etc. Cuando le he pedido que me me escribiera una nota sobre esos detalles, indignado, me respondió que no escribía nada de ese señor, apostillando "inculto".

Otra persona se extendió sobre la extinción que realizó sobre la Archicofradía del Santísimo Sacramento.

Una tercera persona me describía su estilo destructor y poco caritativo expresando textualmente:"Parecía que había venido a romperlo todo, pero sin caridad cristiana. Posiblemente le dedique un artículo, ahora que me lo recuerdas, pero no encuentro, de momento cosas buenas que contar de él, que alguna habrá. Romper con el pasado equivocado de unos fieles, está bien, pero iluminándoles el camino no a correazos, --pensaría en el pasaje de los mercaderes del Templo expulsados por Jesús-- En fin, yo me marché de allí harto de sufrir afrentas de un enviado de Dios y me fui a San Joaquín donde tuve oportunidad de tratar y querer a un hombre bueno, José María Rivas.

Otro decía que "en Sevilla hizo todo lo contrario que aquí, por lo visto no tuvo cojones". Pidió disculpas por la expresión y apostilló "pero es que el personaje me amargó, siendo un adolescente, la vida"