Mantenemos viva nuestra vocación sacerdotal


Por José María Lorenzo Amelibia


Son numerosos los sacerdotes casados con quienes me he relacionado, y mantienen con fervor su vocación sacerdotal. Cuanto aquí escribo podría ser experiencia de la mayor parte de ellos, con las variantes personales de cada uno. Aunque toda la narración se desarrolla en mi propio mundo, muchos colegas se verán reflejados, porque viven su vocación y obran conforme a ella.


Índice


I Los comienzos de mi vocación pág. 2

II Soy seminarista pág. 7

III El ministerio sacerdotal pág. 37

IV Dejo de ser clérigo: siempre seré sacerdote pág. 89

V Mi día a día por la década de los setenta pág. 99

VI Mi edad madura, finales del siglo XX pág. 116

VII En el tercer milenio pág. 169

Anexo: La misa en el sacerdote secularizado pág. 207


Introducción

He cumplido ochenta y un años. Soy sacerdote, pero no pertenezco al clero. Nuestras jerarquías desde hace varios siglos consideran que el sacerdote de rito latino ha de ser célibe. Por eso a quienes optamos por casarnos, nos excluyen de la lista. Pero siempre seguiremos con el carácter sacerdotal. Así es nuestra fe.

Había pedido a Dios con fervor, con mucha confianza, en los últimos años de mi carrera sacerdotal el don de la perseverancia en mi compromiso de celibato. Lo seguí pidiendo con súplica incesante en mis años de sacerdocio ministerial. Mi oración la hacía en estos tiempos, imitando a Jesús en el Huerto: “pronus in terra”. Dios escribe derecho con líneas torcidas. De una manera, inesperada por mí entonces, ha trazado el rumbo en mi vida.

Salí del clero, como veremos en la narración. Y Dios – que me parecía no escuchar mi petición - me la ha concedido de una manera distinta: mantener y vivir mi vocación sacerdotal hasta mi ancianidad, celo de evangelizar y un intenso fervor hacia lo divino. Él sabe por qué. Hoy me parecen providenciales los pasos que he dado.

La misericordia de Dios me ha conservado en fe, esperanza y amor: así lo deseo. Y suplico, como el Buen Ladrón, que pronto ya me acoja en su Reino.


¿Qué pretendo con este libro? Animar a mantener la vocación sacerdotal a todos mis compañeros célibes o casados y a los obispos. A estas mismas personas lo dedico. Y mi finalidad suprema: que estos renglones den gloria a Dios. Sería feliz si quien leyera esta narración hiciera un acto de amor sincero a Dios. Y estoy seguro de que también a las religiosas, diáconos y seglares les puede hacer bien.



I Los comienzos de mi vocación


Infancia


No necesito preguntarme cuándo comenzó mi vocación. Lo veo claro: siempre mi tendencia ha sido el sacerdocio. Desde mi más tierna infancia me ha llamado la atención la iglesia, las cosas relacionadas con Dios. Desde muy pequeño acudía en Oyón a Misa y al Rosario. Parece que estoy viendo ahora la custodia con la sagrada Hostia consagrada. Mi imaginación veía los ojos de Jesús en la Sagrada Forma. Mi hermano, todo formal, me decía al oído: "Fíjate bien, Josemari. Mira la Custodia, fíjate en la Santa Hostia. Mírala sin pestañear, mírala... verás los ojos de Dios." Yo miraba, miraba… y lograba, "ver" los ojos de Dios. Percibía unos ojos suavemente oscuros bajo las sombras amigas de unas cejas. Todo era muy hermoso. Mientras tanto los péndulos gemelos de mis piernecillas incensaban serenamente a la Majestad de Dios. No hay duda, aquí está Jesús.


Don José, el que me bautizó, también estaba en Oyón. Predicaba muy bien. Yo no entendía nada, pero me gustaba verle hablar en una capilla del fondo del templo. En ella se guardaban los pasos de la procesión de Semana Santa. Estaba yo calladito junto a mi hermana Concha que era catequista. Ni siquiera movía los pies. En los silencios se oía hasta el vuelo de una mosca. El predicador se emocionaba hablando de la Pasión de Jesús. Me parece que lloraba. Tenía aquel cura mucha fe. Yo quería ser como él.

Algunas veces nos metían en la sacristía para echarnos proyecciones. ¡Qué bonitas! San Tarsicio llevaba la comunión a los presos de la cárcel. Luego lo mataban a pedradas. Yo quería ser bueno y parecerme a aquel monaguillo, ayudar a misa, estar cerca de Jesús, llevarlo en mis manos.

He visitado aquel templo en distintas ocasiones. Una gran torre barroca se deja ver desde lejos. Dentro sigue el mismo Jesús en el Sagrario, el de los tiempos de mi niñez. Todavía yo no podía comulgar, pero amaba a Jesús. Jamás me alejaría de Él. En la catequesis disfrutaba. Todo lo veía como dicho para mí. Un año dieron premios al final de curso. Como yo era pequeño me tocó elegir entre los últimos. Pero pude escoger una chapita de "sobremesa" con el busto del "Ecce Homo". Alrededor tenía una corona geométrica roja con irisaciones. Estuvo muchos años en mi mesilla. Con el correr del tiempo se desprendió la medalla de Jesús y pasó al cajón. Desapareció. Me gustaría tenerla.


En Estella fraguó mi vocación


Algo vería en mí nuestra madre, cuando me encomendó que fuera yo quien bendijera la mesa. Fue un honor y una devoción siempre querida por mí. Lo hacía como un pequeño sacerdote, una misión diaria que me llenaba de gozo. Lo mío era esto, rezar, dirigir la oración, animar a ello.

Cuando en febrero salían domingos crudos y con hielos, y no podíamos acudir al rosario, mi madre nos reunía a los tres hermanos junto a una imagen de la Inmaculada y una estampa de San José, para rezar con ella el ejercicio de los siete dolores y gozos al santo. Aquel rito dominical ha influido en toda mi vida y contribuye al germen de mi vocación.


El Señor Lorenzo era vecino, panadero, anciano y con achaques. Su dormitorio distaba cuatro metros del balcón de nuestra cocina. Cayó muy enfermo y oíamos sus toses y gemidos. Un día le llevó nuestro párroco el viático. Todavía me parece oír el diálogo:

- ¿Crees en Dios Padre Todopoderoso?

La voz forzada del panadero jubilado decía:

- Sí creo.

- ¿Y que esto que tengo en mis manos el verdadero Cuerpo de Cristo?

- Sí creo, sí…

- Perdonas de corazón a los que te han ofendido.

- ¡Sí perdono! ¡Sí perdono!

Sus palabras eran cada vez más débiles. Horas después nada se oyó. Nuestro vecino había dado el paso a la otra vida. Se grabó en mi alma esta situación. Merecía la pena dedicar nuestra existencia a ayudar en la fe a otros, como mi párroco.


La primera comunión


Y en aquellos días comencé a prepararme para la primera comunión. Mi convicción infantil era total: en la Hostia consagrada no había pan, allí estaba el cuerpo y sangre de Cristo, Dios y hombre verdadero. Un día entró Don Pedro, el cura párroco, sacó del breviario una forma grande, de las de celebrar misa y preguntó: “¿Qué es esto que tengo en mis manos?”. Un chico afirmó enseguida: “El cuerpo de Jesucristo”. Yo levanté el dedo y dije, cuando se me autorizó: “Pan sin levadura”. “Muy bien, aseguró el sacerdote, muy bien. Pero si mañana lo llevo a la iglesia y pronuncio las palabras de la consagración… entonces, sí, estará el cuerpo de Jesús”.


Mi gran alegría entonces era comulgar. Recibir a Jesús. Llegó el día. Llegó la fecha tantas veces soñada. Yo me sentía muy importante. Me repetía por dentro que había llegado "el día más feliz de mi vida" porque Jesús entraría en mi corazón. – “Os daremos agua bendita con el hisopo a la entrada de la Iglesia. Como a los señores obispos”. (Nos decía Don Pedro Alfaro). La víspera nos confesamos. Aquello me impresionó, pero no me dio miedo. Diez niños en cada confesonario aguardábamos el momento. Ninguno nos movíamos para hacer nuestra acusación. Don Pedro entonces con voz pastosa me llama: ¡"Amelibia"! Fui el primero en confesarme. No sé qué contarían al cura los demás críos. Yo, que era de los mayores, sólo me acusé de los pecados que mi madre me había dicho que tenía.


El día grande de mi encuentro con Jesús jamás olvidaré. Era muy consciente; cuando abrí mi boca Jesús entró en mi corazón y yo le dije muchas cosas, muchas peticiones. Me molestaba un niño que decía: “Ya me la he tragao”. Seguí muy atento y Jesús entonces me abrió la puerta. ¡Seremos íntimos toda la vida! Gracias.

Misas, comuniones, visitas

Al día siguiente comulgué, y al siguiente, y al siguiente. Nunca quería separarme de Jesús. Mis comuniones fueron diarias desde entonces. Calculo hoy que habré recibido al Señor en mi vida más de veinticinco mil veces. ¡Tendría que ser santo, pero qué lejos me encuentro! Cada vez la Eucaristía me llenaba más. Don Alejandro Zuza era el cura de los niños. Él nos animaba: - “Mañana a la "misica" de ocho”. Los chavales más finos asistíamos. No me importaba el madrugar. Parecía que Jesús me lo pedía.


Los Jueves Eucarísticos me llenaban de amor a Jesús. A pesar de que no acudía mucha gente a aquellos cultos, (¡pero siempre más de cien personas!) todo estaba envuelto en fervor. Así rezábamos: "Sagrario bendito donde se oculta la plenitud de nuestro amor. A ti volarán los encendidos afectos de nuestro corazón. Desde el retiro de nuestras casas, volarán hacia ti nuestras miradas y entonaremos fervientes cantos que lleguen hasta el corazón de nuestro amado. - Del olvido e ingratitud de los hombres: te consolaremos, Señor. - De nuestra tibieza en amaros... - De los desprecios con que ofenden vuestro Sacramento... - Del desdén con que oyen vuestros llamamientos amorosos... De nuestras propias infidelidades. Os consolaremos, Señor”. Algún día también yo infundiría fervor a mis feligreses.

Desde muy niño me encantaba el sacerdocio: hacía con mi hermano procesiones; las escobas nos servían de ciriales, y jugaba a decir misas con la capucha roja; el diccionario era el misal y una copa, el cáliz. Construía monumentos de Jueves Santo y metía un platillo de gaseosa en el estuche, situado en la parte superior, como si fuera una Hostia santa...


Margarita Beruete, maestra y catequista mía, fomentaba el fervor religioso entre nosotros. Habíamos de responder con un “Sí”, al pasar lista, sobre la asistencia a la Misa, comunión y visita diaria: - ¡Viva Jesús. Sí. Sí. Sí! Nada ocurría al niño que no podía responder de esta manera. Ningún premio, por otra parte, a las respuestas afirmativas. En el ambiente se respiraba religiosidad, silencio, piedad de una niñez madura.

En aquellas catequesis comenzó a crecer en mí ya la semilla de vocación sacerdotal. Algo debió de ver en mí la señorita. Una tarde en que ningún crío llegó puntal al catecismo, me abordó y me dijo: - “José Mari, ¿quieres ser sacerdote?” – “Sí; le digo, pero mis padres no tienen dinero para pagarme la carrera”. – “No te preocupes; el dinero saldrá”. Tenía yo diez años.

Desde aquel día mi espíritu de piedad, mi oración infantil, se redobló. No perdía la alegría. No dejé de ser trasto y juguetón. Pero en el fondo de mi alma sé muy bien cuál era mi deseo.


En Semana Santa me sentía mejor en piedad y comportamiento. El día de Jueves Santo recorría con mis padres todos los monumentos. Alrededor de catorce eran las iglesias de mi pequeña ciudad. Desde muy niño, mi piedad se centraba en la Eucaristía. Me parecía que la urna donde se colocaba al Señor era como el sepulcro. Recorríamos las calles con matracas y carracas haciendo ruido. En la procesión de viernes Santo muchos niños se vestían de nazarenos. Nunca se me antojaba disfrazarme así. Prefería verlos pasar desde mi balcón, cuando las hojas de los tilos despuntaban a la vida en los comienzos de la primavera. Al finalizar la Semana Santa, aumentaba mi afición a las cosas de Dios.


Me visitaban frailes y aprendí de monaguillo


Como la noticia de mi vocación corrió en seguida, frecuentemente los frailes llamaban a mi casa para tratar de convencerme de que fuera a su convento. De Alemania habían venido para fundar en Estella los frailes del Verbo Divino. El Padre Gaspar me hablaba así: - “Fíjate cuántas almas hay en las misiones que necesitan de nosotros. Todavía no conocen a Dios”. – “Sí, pero a mí no me gusta marcharme lejos de mis padres”. – “Mira, la vida es breve. El premio, eterno. Unos pocas años trabajando en este mundo, y el que salva un alma, tiene asegurada la suya”.

Mi madre lloraba al ver que me habían apuntado. Fui el primero de España que se inscribió en la lista de aspirantes. El segundo, mi amigo Pedro Mari. Todas las tardes bajábamos al convento, antigua granja que compraron los padres. Pero al fin, no ingresé… era otro mi destino.


Yo tenía que ayudar a Misa. No estaba bien que un futuro sacerdote dejara de comenzar por el primer grado del escalafón: monaguillo. El párroco me dio un papel. A fuerza de repetir y repetir aprendí el Confiteor Deo. ¡Qué difícil era! Entonces creía yo que los doce años de la carrera eran para aprender bien a celebrar el Santo Sacrificio y a confesar. Cada año nos enseñarían un poco. Me agradaba mucho ser acólito. Servir las vinajeras, tocar la campanilla. Le agradecía mucho al sacerdote que me dejara un traguito de vino. ¡Qué rico aquel líquido rojo destinado a convertirse en la Sangre de Cristo! Decididamente era bueno habitar junto al Altar del Señor. - ¡Señor mío y Dios mío! - le decía yo. ¡Qué cerquita de mí estaba Jesús bajo las sagradas especies!


Nunca fallaba la visita al Santísimo Sacramento. Me sentía orgulloso al decirle a mi catequista los tres síes de misa, comunión y visita. Me encantaba esta intimidad con Jesús del Sagrario. Una noche nos contó la señorita Margarita la historia de Gopal, un niño de las misiones que subía al altar para hablar con Jesús. Yo quería amar así a Jesús.

El Congreso Eucarístico y me voy preparando.


Homenaje triunfal el que hizo Estella por aquellos años a Cristo en la Custodia. Asistieron todos los pueblos de la merindad. Hombres, mujeres y niños colaboraron en los preparativos. Arcos de triunfo, guirnaldas, papeles de colores, estrellitas, cálices, farolillos, carrozas dignas, flores para alfombrar las calles y plazas... Yo disfrutaba con todo aquello. Me llenaba de ilusión. Los escolares recibimos prolongadas catequesis. En el patio de recreo ensayamos el himno del Congreso: "Adorad al augusto Sacramento, y en ademán de pleitesía, cantad: ¡Gloria a la Eucaristía, la obra maestra del Señor! Gloria, triunfo y honor a Cristo Rey. Por el amor de los amores jurad ser siempre adoradores del Sacramento del amor."

Al ver la procesión final, magna, con centenares de sacerdotes vestidos de capa pluvial para honrar a Jesús, me decía: “Algún día podré vestir yo así”.


Voy a ir al Seminario


Me llamó un día Don Pedro Alfaro y me preguntó:

- ¿Quieres ir al Seminario?

- Sí; pero mis padres no pueden pagar la carrera.

- No te preocupes por eso; el dinero saldrá de donde sea. Tú prepárate. Comencé prolongando mi jornada escolar. La cuota ascendía a veinticinco pesetas mensuales, y permanecíamos en clase hasta las siete de la tarde. Junto a mí estudiaban: Julián, hijo del maestro, y Andueza, sobrino. Aquellas noches invernales, al lado de la estufa, repasábamos muchos conceptos que nos servirían para el cursillo de selección. En un cuaderno íbamos copiando lo que Don Eulalio nos dictaba. Pringosos y sobados, servían aquellos papeluchos, de libro de texto.

Cuando pareció que nuestra ciencia era suficiente, pasamos a recibir lecciones de los sacerdotes. Ellos no nos cobraban nada. Don José María Azpíroz, coadjutor bueno, me recibía en su casa a medio día. Olía mucho a tabaco aquella habitación y, aunque sencilla, se me antojaba suntuosa. ¡Qué aroma tan agradable! Los últimos toques para el visto bueno los dio Don Pedro Alfaro, el párroco: serio, regordete, voz pastosa y engolada. Inspiraba respeto, miedo casi.

¡Cuánto aprendí y con qué ilusión! Deseaba a mis diez y once años muy en serio ser sacerdote. Era feliz en mis visitas al Sagrario. Ya no jugaba a celebrar misas, prefería ayudar.

Mi madre me compra una americana verde jaspeada, entrelazada con marrón claro; camisas, calcetines, camisetas, zapatos y calzoncillos. Como para la primera Comunión. Y allí estaba yo el tres de julio del 46, a la puerta del Seminario. Nos acompañó Don José María Azpíroz, sacerdote recién estrenado. El inmenso salón de estudio, donde consumiría yo más tarde cientos de horas, se encontraba repleto del todo. Sólo recuerdo que el análisis tenía un "que" facilísimo de averiguar, si era relativo o conjunción. Algunos muchachos lo confundieron lamentablemente. Aprobé el examen de selección y por primera vez dormí fuera de mi casa.


El cursillo


En la capilla, el Padre Aguinagalde nos hablaba todas las mañanas: "Queridísimos candidatos", nos decía. Después, Don Isaac celebraba la Misa. Acaz, monaguillo de Pamplona, ayudaba y escurría perfectamente las vinajeras; era un auténtico veterano que repetía cursillo. Fueron muy duros aquellos veinte días, pero obtuve muy buen número en el ranking de la selección.

Cuando aquella mañana de Santiago, de nuevo ya en mi casa, bajé a coger el pan, la señora dueña me dice: - “Enhorabuena. He visto tu nombre en letras de molde”. Era la primera vez que aparecía mi persona en el periódico. Me dio mucha alegría. Ya soy seminarista. Ya puedo ser sacerdote. Podré vestir de negro como Isaba, como Boneta.






II Soy seminarista


Me dio enorme ilusión, sí, verme en el periódico con letras de molde. “Soy seminarista” - me decía. Y me corté el pelo casi a rape, como los otros compañeros de Estella. Tuve que cambiar de amigos. Ya nos decían: “El amigo de un seminarista ha de ser otro seminarista”. Y me admitieron en el grupo, éramos casi veinte.


Pocos días antes del Congreso Eucarístico de Pamplona ingresábamos en el Seminario Conciliar. Eran los años del hambre. Podría contar cientos de anécdotas pintorescas de estos tres primeros cursos. Pero prefiero ir al grano.

El padre espiritual, Aguinagalde S.J., fue persona muy importante en mi formación. Nos decía en una plática:

- “Los que poseen el corazón de cristal, llegan casi todos al sacerdocio... Los de corazón de persiana, pierden con frecuencia la vocación; los de corazón de hucha, ninguno llega a terminar la carrera”.

Entonces decía yo: - “Procuraré ser de los del primer grupo, corazón de cristal. Yo quiero llegar a la meta”. Todo se refería a la claridad con que debiéramos exponer nuestros problemas personales.


- “No aguardaré a que me pregunte el P. Aguinagalde; le contaré todo cuanto llevo en mi alma”. Y lo cumplí. Le explicaba todo mi interior espontáneamente. Necesitaba urgentemente la gracia de Dios. Si Él me quería sacerdote, me daría esa fuerza inmensa. Yo había de colaborar. Había de conservar mi vocación y nunca dejaré la carrera.

“Dejar". Esa era la palabra que usábamos para indicar que alguno marchaba a su casa para no volver. Se consideraba como una especie de muerte dentro del Seminario. Una desgracia grande para los que pensábamos que Dios nos llamaba al sacerdocio. El peor de los males, después del pecado, era "dejar".


Me entrego


Había transcurrido mi alma un año y medio sin rumbo, sin timón en la tempestad. A pesar de ser grandes mis esfuerzos, no podía controlar mi navecilla. Eran las vacaciones de 1949. En casa rumiaba sosegadamente aquellos renglones del libro “Espíritu de Santa Micaela del Santísimo Sacramento: "Es mi vida y mi alimento el Santísimo Sacramento"." Mi quita pesares". "Mi fuerza ". "Soy la loca de Jesús Sacramentado". "En él me refugio y descargo mis preocupaciones". ¿Por qué yo no podía vivir este amor grande de Jesús como la Santa?


En la penumbra de la Iglesia de San Juan de Laguardia, el pueblo de mis abuelos tan queridos, permanecí una tarde durante largas horas. La lamparilla roja del Sagrario centelleaba cual corazón joven lleno de amor. Se percibían lejanos y tenues los trinos de las golondrinas. Un rayo de sol posaba delicado en el Sagrario haciendo más dorado el cariño de Jesús. Arrodillado en el reclinatorio miraba yo aquel centro de Amor. Ojos fijos, húmedos, serenos a la vez. Sentía en mi alma la voz del Amado que me decía: "Espero de ti cosas grandes. Las vas a hacer. Acuérdate de esta tarde de intimidad. Desde hoy la pureza no va a ser problema. Vencerás. Te espero junto a mí todas las tardes en la Eucaristía. Acuérdate de estos momentos. No los olvidarás."

La primera estrella lucía en el cielo en el momento de mi salida del templo. Voces de niños alegraban el atrio medieval. La infancia se había alejado definitivamente en mí. Merece la pena ser joven y entregar la flor lozana al Señor. Tenía quince años recién cumplidos.

Embargaba mi persona entera una suavísima emoción. Al caminar, mis pasos eran más firmes y más vaporosos al mismo tiempo. El encuentro con Cristo se iba a producir. El ejemplo de Andrés en Laguardia, el seminarista enamorado de la Eucaristía, cautivaba mi alma. Yo también seré fiel. Una felicidad serena, pacífica, inundaba mi ser. Ya nadie me buscaría en las cosas bajas; mi mente y mi corazón traspasarían las alturas. Saboreé desde entonces las cosas de Dios.

Al día siguiente, y ya todas las tardes, nos juntábamos Él y yo enamorados.


Me había entregado a Cristo del todo. Jamás se romperá ya nuestro amor. Al regresar a Estella, todo me parecía distinto. Hablaba a la gente con más simpatía. De todos me preocupaba más. A una gitana que me pidió limosna le entregué las únicas quince pesetas que llevaba. El Sagrario de mi parroquia y el del Puy serían los lugares más frecuentados en mis días de asueto.


Entretanto escribí a mi Padre Espiritual para comunicarle el cambio que se había operado en mí. Me contestó enseguida. Me decía que mis fallos anteriores se debían a la debilidad de mi voluntad; que junto al remedio del Sagrario debía aplicar el de la mortificación. "Si quieres vencer, haz todos los días muchos sacrificios voluntarios. Anota el número y cuando vuelvas me lo dices."

Tomaba muy en serio mi preparación al sacerdocio. Mis conversaciones preferidas eran las espirituales. Disfrutaba mucho, si alguna vez en el comedor encontraba compañeros con los que desahogar esta ilusión.


Curso inolvidable


Aquel curso no me causó problemas; no lloré el día de ingreso; volví feliz de vacaciones. Suponía que todos se iban a dar cuenta de mi transformación, porque mi cambio sería radical: nada de quebrantar la disciplina en el silencio, en la laboriosidad... Desde el primer día me comportaría de forma intachable.

Y así fue: enseguida lo advirtieron todos los compañeros. Al principio me tentaban para que quebrantase el reglamento. Viendo que todo resultaba inútil, me respetaron por completo, y no encontré dificultades para seguir la trayectoria que me había propuesto.

Habían nombrado prefecto un joven diácono, Don Alberto Mas. Con él charlaba yo frecuentemente en su despacho. Me proporcionaba libros de formación para adolescentes, sobre todo de Tihamer Toth: "El joven de carácter", "El joven de porvenir", "El joven y Cristo". Disfrutaba leyendo en filas aquellos volúmenes, y los asimilaba, procurando vivir según sus directrices.

¡Don Alberto!: Hombre de exquisita sensibilidad; inspirado poeta viviendo la fe. Cuando faltaba un profesor a clase, lo suplía él y nos leía trozos de Tagore; así aprendíamos a ahondar en la delicadeza de sentimientos. Me ayudó mucho en el proceso de mi conversión. En lo académico me propuse obtener las mejores calificaciones.

Estudiaba y atendía en clase sin permitirme la menor distracción. El deporte (fútbol, pelota, que tanto me molestaban) fue mi amigo y familiar. En esto no logré resultados tan satisfactorios como en los estudios, pero me esforcé.


Una excursión muy agradable tuvo lugar el lunes de Pascua. La víspera llovió copiosamente. El Pater nos reunió en la capilla para pedir al Señor que al día siguiente luciera radiante el sol. Cuando los vagones del tren maniobraban en la estación de Zuasti - Aldaba, nuestro destino, el brillo del disco dorado bañaba ya la campiña. En la ermita de Nuestra Señora de Oskía celebramos con gozo pascual la Misa de los Dos de Emaús. Me correspondió asistir a ella oficiando de acólito. ¡Qué penetración divina invadía todo mi espíritu! Durante la sagrada Comunión, a falta de bandeja, llevaba en mi mano la palia de tela almidonada. Una forma sagrada cayó sobre ella. Sentí vivísima emoción al retener en mi mano durante un segundo el cuerpo del Señor. - Me voy acercando poco a poco a la meta. En día no lejano yo mismo nutriré las almas con este divino manjar.


A pesar de estas aspiraciones hacia la santidad, no me encontraba satisfecho conmigo mismo. ¡Me sentía imperfecto y durante largas temporadas dominado por los escrúpulos de conciencia!


Impresiones de belleza mística embargaban mi corazón. Se grabaron en mi alma las festividades del Corpus Christi, cuando acompañábamos a Jesús todos los seminaristas, formando coros y entonando himnos por toda la Ciudad. Él, nuestro Maestro y Salvador, marchaba envuelto de humo de incienso. Yo me sentía pequeño junto al Señor, pero lleno de gozo al cantar sus alabanzas. Aun ahora, en mis ratos de Betania rememoro con alegría aquellas jornadas, y llenan mi espíritu de renovado fervor.


Unas películas


En aquellos años de humanidades y filosofía, algunas películas impactaron mi alma y la alentaban a caminar por las vías espirituales. “La canción de Bernadette” me impresionó, pero no por las apariciones de la Virgen a la pastorcita, sino por el fervor de la vidente en el convento; me emocionaba, me animaba a seguir con la oración y el espíritu de mortificación. Sentía en mi alma la paz del silencio y la entrega a Jesús.

“Balarrasa” también me hizo pensar, en otro sentido: la brevedad de la vida; la vacuidad de los placeres mundanos; la importancia de entregarse del todo a Dios.

Otra cinta fue también objeto de mis predilecciones cinematográficas. “El Judas”; de Iquino: Un individuo de malos sentimientos y peores acciones se muestra descontento con el papel de Judas que encarna en la Pasión del pueblo de Esparreguera. Él aspira a interpretar el papel de Jesús. Para imitar al Maestro se convierte con sinceridad. Pero sufre un verdadero calvario por sus enemigos mientras ensayaba el drama. Muere como Jesucristo. Durante años han influido en mi alma estas películas; me han hecho mucho bien.


Los difíciles años de Filosofía


Durante mi adolescencia superior, de los 16 a los 19 años ardía ya mi alma de amor al sacerdocio. Escribía y repetía a menudo en mi interior: “Y tengo deseos de santificarme mucho, que esto es lo principal. Yo que aspiro al sacerdocio de Jesucristo he de ser muy santo. Conget (más tarde fue obispo), nuestro prefecto que todavía no ha cantado misa, nos enciende el alma. Yo aquí, en el Seminario, santificándome, preparándome para sacerdote. Le decía al Señor: “Tú Allí… ya sé que no me has olvidado. Por eso me siento feliz”.


Una cosa deseo, que el año que viene continúe tan entusiasmado con el ideal del sacerdocio. Quiero dar al sacerdocio de Dios toda la ilusión de mi vida, mientras me encuentro en la flor de la juventud. Así empezaba mi diario de seminarista filósofo, el día en que cumplía 17 años.

Al comenzar el verano, un compañero mayor de Estella, Boneta, celebraba su primera Misa y yo decía: “Y aquel seminarista de antes sube las gradas del altar. Lava sus manos entre los inocentes, y ¡oh prodigio! A su mando el mismo Jesucristo desciende sobre blancos corporales. Las notas del Te Deum dan gracias al Señor por un beneficio tan grande”.


Iban pasando los meses: Este año quiero estudiar por Dios y solo por su voluntad y gloria. Por las salvación de las almas. Quiero ser apóstol de verdad. Apóstol lleno de caridad y de fuego, lleno de Dios. Ya hace tiempo que pienso así. Quiero ser desprendido; entregado del todo al Señor. Y con su ayuda lo seré. Pensar siempre en Jesucristo: mi vida y mi juventud solo para Él y para las almas, cada vez más cercanas. Mi vida será santa: siempre para Jesús y toda para Jesús. En vacaciones mi pensamiento y alegría en Él y en curso, también.


El Seminario era duro, pero…


No estoy a gusto en el Seminario. Pero ¿cómo voy a estar a gusto con un régimen tan estilo de cárcel? Hay que aguantar: el sacerdocio merece la pena este esfuerzo. ¿Abandonar la carrera cuando el mundo se corrompe? No, por nada. Si es preciso hacer sacrificios, vengan los sacrificios… ¡Cuánto falta para terminar la carrera! Enséñame, Señor, a sufrir con alegría. Que nunca desaparezca en mí el buen humor. Yo me voy a la capilla, con Jesús. Quisiera llorar de Amor a Él.


En el paseo del día 8 de marzo, Martinena y yo charlamos tranquilamente sobre la grandeza del sacerdocio. Vemos mozos que marchan a Javier para el domingo de la Novena de la Gracia; la javierada. ¡Ser sacerdote santo, y ahora seminarista santo! Regresamos al Seminario llenos de gran entusiasmo. La brisa ondea las banderas azules. Amarte, Jesús. Diálogo más íntimo contigo, Señor…


Me abro a la acción de Dios; procuro la abnegación de mí mismo. Ahora ¿para qué quiero ser jefe de nada? Luego, con las almas, jefe en el sentido de ser el primer luchador. Es formidable ser el primero, pero oculto, el último, aunque parezca paradoja. Y si tengo que sobresalir en algo que sea en humildad. Que esté siempre dispuesto a ser el último.


Cuando llego al meridiano de la carrera


Mi trabajo de ahora es acercarme más y más hacia la meta; verlo con mayor claridad. Por eso mi corazón está lleno de la alegría de quien ha hecho la mitad del camino, pero queda la otra mitad. Hasta ahora todo subir, por eso se trataba de algo penoso. Ahora será bajar; iré más aprisa. Iré hasta el arroyo, hacia Cristo. Beberé de Él que es la fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna. Señor, hasta unirme a Ti por completo. Una palabra de agradecimiento al Señor que me ha dado tanto. La mitad de la andadura no significa descanso, sino nuevo trabajo. La primera mitad me sirve de estímulo. Seguir a Cristo, servirle y amarle; ser suyo. Ser sacerdote, otro Cristo. “Salve, Madre, en la tierra de mis amores, te saludan los cantos que alza el amor…” Aleluya.

Estas vacaciones del 52 estoy con un entusiasmo enorme. Mi ilusión por Jesucristo es inmensa. Y busco encontrarlo, como San Pablo, crucificado. Da pena que la gente no conozca la alegría que podía vivir por Cristo, con Cristo y en Cristo. Mi ilusión es amar al prójimo como a mí mismo. Por eso procuro ser simpático con los mozos, consciente de que les hago bien. Quiero meterles, después de haber adquirido confianza, una inyección de espíritu.


El apostolado de estas vacaciones lo concebí anteayer por la tarde a los pies del Divino Prisionero del Sagrario. En pocos días he procurado llevarlo a la práctica. El apostolado se aprende haciendo apostolado. Pero tropiezo con dificultades: carencia absoluta de dinero ni siquiera para llevarles algún cigarro. Se trata de pasar la tarde del domingo con viejecillos del asilo.


Estoy conviviendo de una manera especial con mi párroco, Don Miguel Sola. Es un sacerdote virtuoso, caritativo, lleno de celo para atender a sus feligreses. Lo veo muy comprometido en su ministerio. Por la tarde le he acompañado al asilo. He hablado allí con don Corpus Garín, sacerdote de edad. Es muy virtuoso y ha trabajado mucho con la niñez y juventud organizando el Oratorio Festivo. Me ha dicho algo que me ha llegado al alma: “Estoy con el mejor amigo; Jesús en el Sagrario”.


Conget me deja la Historia de Cristo de Papini, precisamente en la tarde de Noche Buena. Calorcillo del hogar y alma esponjada por la gracia de Dios. Paz. Aparecen las estrellas y se enciende la lumbre que precede a la Cena del año.

Después de la Misa de Gallo Don José Mª Conget junto con Don José Cruz organizan un festival con los jóvenes de Acción Católica: guitarra, canciones, chistes, juventud y vida hasta las dos y media de la mañana. Dormir y... la campana repica a Misa Mayor.

Me quedo admirado de los niños que acuden a la novenica; emociona escuchar el rezo de quinientas voces finas y delicadas. Salen después envueltos en sus abriguitos; algunos con bufandas tan grandes que amagan acariciar el suelo. Cantando villancicos se despiden hasta el día siguiente. "En Belén tocan a fuego; desde aquí se ven las llamas... es Hijo de María que nació de sus entrañas…" Yo pensaba en mi futuro no lejano. También he de procurar que los mozos y los niños vivan en gracia de Dios.


Hablo con unos jóvenes: uno de ellos es muy sincero, le llaman “Perepo”. El otro se hace el hombre y da lástima verlo. Es verdad que no puedo alternar con ellos, pues me dicen los superiores que el amigo de un seminarista ha de ser otro seminarista. Pero los observo. Y cuando sea sacerdote tendré que tratar más con ellos en mi vida ministerial con jóvenes. Tengo que aprender.


Con dieciocho años


Empieza otra vez desde hace algunos días el martirio del corazón. Esto es sufrimiento más que cualquiera otra cosa. Veo claro mi ideal noble; veo las almas; Cristo me llama. Pero a la otra vera del camino está el mundo, y no en abstracto – que así no sería tan difícil superarlo – sino en concreto. Dentro de unos días cumpliré 18 años y el corazón se quiere ir. Es difícil ponerle freno. Yo quiero ponerle freno y superar la crisis. A pesar de ser modesto en la vista, llegan hasta mí las caricias del amor puro, sí, pero para mí he de dejarlo a la otra vera del camino. Seguiré adelante, con la mirada puesta en Jesucristo, sin desviarme. Y así que truene alrededor; que canten los pájaros y las voces de sirena. Tú solo, Señor Jesucristo aunque sangre.

Y no me dejo llevar de mis tendencias amorosas. Día de jaleo; paro muy poco en casa. Ya a las 11 en la iglesia: a ordenar a los chavales que van a confesarse. Después, dar clases. Como corriendo. Enseguida a la tómbola: toda la tarde. Meriendo pronto; escribo una carta y luego de nuevo a hacer una visita a Jesús. ¡Qué día tan formidable! Adiós: finalizan mis diecisiete años. ¡Qué año más lleno! Con la gracia de Dios los 365 días en mi alma. Con más ilusión de momento a momento por mi sacerdocio. Se va acercando despacio, con paso lento pero firme y decidido. ¿Llegará el sacerdocio? Creo que sí. Además aquello del Evangelio: “Vosotros no me elegisteis: yo os he elegido a vosotros”. Tengo que vencerme para lograr desasirme. Son estos años de verdadera crisis. Luchar y luchar: por mi vida entregada a mi Señor. La fuerza de lucha es muy intensa. Con vuestra ayuda, Señor, venceré.


El curso de mis pruebas


Estreno la sotana que me regaló Margarita Beruete. Quiero conservarla limpia, sin mancha; me refiero a lo moral. Es un paso importante hacia el sacerdocio. Tal vez esta misma la vestiré siendo sacerdote. Y además me dejó para leer "La vida interior" de Tissot. No calaba yo entonces la profundidad de este libro, que más adelante había de meditar tantas veces. Pero me gustaba mucho.

Al final del año 1952 y comienzos del 53 sufro una crisis fuerte psicológica. Por una parte los estudios los llevo con soltura. Me relaciono bien con mis compañeros, pero no soporto que se me tome el pelo o se rían de mí, por ser de carácter espontáneo. Por otra parte llevo con empeño mi vida interior y el sacerdocio me cautiva. Mi esfuerzo es continuo y entro en estado de ansiedad. En medio de esas pruebas escribía: “Que el sacerdocio ocupe como hasta ahora toda mi ilusión. Aunque ahora esté un poco raro y no sienta el ardor de otras veces, lo cierto es que el sacerdocio es mi deseo. Saber hundirme en el surco; ser humilde; darle más al Señor.” Siempre aparece en el fondo de mi vida el sacerdocio. Si algo bueno tengo yo, es mi capacidad de reacción, a pesar de todas las dificultades.


Tuve una buena idea. Escribí a un convento de monjas para que una hermana se encargue esta temporada de pedir mucho a Dios por mí. Sería terrible ser sacerdote y tener tan poca virtud. Siento mi nada, pero sigo adelante. Llevo siempre en el bolsillo el libro de Los Cuatro Evangelios. Hoy he ponderado en la peluquería – ya en vacaciones – la categoría de este libro. Durante el día con frecuencia mi pensamiento está en el Señor.

Me prorroga el médico las vacaciones de navidad


Permanezco en mi casa de Estella hasta comienzos de febrero. He sentido momentos de lucha. El Señor me mira desde el Sagrario. Estoy leyendo "Un secreto de la Trapa"; la vida de este monje enamorado de Dios. Y hoy mismo he pasado el día así, lleno de Dios. Lo leía despacio; a ratos me distraía pensando en una chica que me gusta. Veía la locura de amor de Cristo; y no he podido leer más. Llorar allí de amor a mi Dios hecho hombre, sacramentado. ¡Señor, que no sienta tanto amor hacia alguna muchacha! Poco a poco ha ido desapareciendo mi estado de ánimo; después del examen de la noche ha vuelto la paz completa." Así iban pasando aquellos primeros días del año 53.


He oído de la boca de un joven que el sexto mandamiento no se puede cumplir. Eso no es verdad y es un error mayúsculo. Hacen falta corazones fuertes, llenos de reciedumbre. Ánimo, pues. Se puede.


No todo es impuro. Porque se acerca a mi vida delicada y suave: una joven sencilla y hermosa. Se me ha escapado algo el corazón. Es curioso. Cuando me encuentro con ella siempre tengo fuerza de voluntad para no entretenerme y para esquivar la situación con rapidez. Pero luego la imaginación da vueltas. ¡Señor, soy tuyo! ¡Ay, cuánto cuesta! ¡Adelante! Esto lo domino por el gran entusiasmo de mi futuro sacerdocio. ¡A entusiasmarme!


Y regreso, después de este mes de descanso, en un día gélido, al Seminario. Luego en el estudio de la vela, visito a mis amigos seminaristas más íntimos. Después, durante la cena, me parecía el comedor un refectorio de frailes benedictinos y me entraba un canguelo que metía miedo. Pensaba yo que tenía vocación de cura, pero no de fraile ni de seminarista. ¡Errores de la imaginación! Al salir del examen todavía me parecía más aquello un convento del Císter. Estoy con cierto despecho.

Días duros de aguantar y a la vez de espontaneidad, de mostrarme en lo externo contento, pero por dentro marcha la procesión. Bien transcurrido el mes de febrero, una crisis de angustia más fuerte induce a mis superiores a enviarme a casa de nuevo por unos meses para que me fortalezca. Y otra vez en Estella.


Mi mayor debilidad, en casa


Mis padres me acogen con cariño y preocupación. He de estudiar por mi cuenta y también descansar. Me resulta fácil programarme. Y he de vivir cerca de mis sacerdotes y de las tareas de apostolado. Pienso en el sacerdocio y me ilusiona, pero cada día me veo más indigno; me encuentro lleno de soberbia, orgullo y egoísmo. Casi me espanto de verme así. Me hace falta generosidad y la tendré. Participo mucho en la catequesis, colaboro con los curas de mi parroquia e imparto la doctrina cristiana en los lugares en que me necesitan.

En casa me respetan y me quieren mucho. Mi padre, al verme con tanta ilusión por el Altar, me decía que sería capaz de pedir limosna antes de que yo tuviera que abandonar mis estudios. Yo no puedo ni imaginarme en el mundo. Vida más libre; pero mi ilusión, mi sueño dorado, siempre es el sacerdocio


Se me queda grabada en el alma la fiesta del Buen Pastor. Misa solemne. A las 12,30 en “La Teatral”, homenaje al párroco don Miguel Sola. Ha sido algo muy fino y delicado. Sencillo, sí, como los niños, porque ellos mayormente han actuado, pero muy bonito. Yo he sentido las ganas de ser sacerdote. - Cantaba un coro de niñas en la representación teatral algo tan ingenuo como esto: “El hada Tragaflor, en ti no cabe error. Sabed que Lentejita es un trasto enredador... porque es muy perezosa y no quiere estudiar…” Todo ingenuo y bello. Me uno al homenaje diciendo a mi párroco una frase llena de sinceridad y aprecio.

Estudiar, orar, leer, pasear con otros seminaristas también de baja por enfermedad. Disfruto mucho estudiando en los días tibios de primavera en el paseo de Los Llanos, en una soledad, acompañada del trino de las aves. Mi inteligencia se adecuaba muy bien a las verdades abstractas de la Cosmología y Psicología, disciplinas filosóficas. ¡Cuánto voy aprendiendo, sin tener que rendir cuentas a diario al profesor! ¡Me parece tan pueril eso de que todos los días pregunten la lección!


Reanudo mi vida de Seminario


Después de los tres largos meses en casa, regreso… en un día bellísimo de mayo.

El Seminario se me hace duro, aunque no tanto como parece. La realidad es que por la noche me ha entrado gran optimismo porque espero que llegue a ser sacerdote. Se vislumbran horizontes turbios, pero no importa. Es necesario luchar e ir contra corriente. En el cumplimiento del reglamento he de obtener muchas victorias.

He de darle todo al Señor, pero siento en mí una tremenda lucha… y reacciono: he de ser ferviente. Para ser sacerdote tibio hoy mismo me marchaba. Aspiro a las alturas. He de ser generoso, darle al Señor todo. Consagrarme a Él del todo. Pido ayuda a mi madre la Virgen María.

Sí. Le demostraré al padre espiritual que estoy dispuesto a seguir al Señor por el camino de la virtud y del sacerdocio. Y a finales de mayo estoy con don Carmelo Velasco, el padre espiritual. Me encuentro tranquilo y con mucha paz en medio de la sequedad. Me ha dicho que si no consigo un equilibrio tendré que dejar la carrera. Yo le he preguntado si lo podré conseguir. Me ha dicho que sí. Pues, ¡a conseguirlo! Bien sencillo: no ha de haber en mí ni altos ni bajos. Me lo juego todo. Por tanto, a trabajar y a ser cada vez más fiel al Señor.


Quisiera tener a alguien que me comprendiera muy bien. Pero me acuerdo de la simple oración de San Francisco de Asís: “Que no busque el ser comprendido sino el comprender…” Días de intenso trabajo; se acercan los exámenes… y fin de curso.


Una ordenación inolvidable


Y de una manera rápida han llegado los exámenes con pleno éxito por mi parte; las calificaciones han sido muy buenas. He trabajado tanto en casa como aquí y ha merecido la pena el esfuerzo.

Nuestros compañeros mayores suben las gradas del Altar. Me llega hasta el fondo del alma el rito de la ordenación. La capilla está adornada cuanto cabe. Se encuentran todos los ordenandos preparados en el vestíbulo esperando al Señor Obispo. Entonan el “Sacerdos et Pontifex”. Mientras suena la melodía, el Prelado entra con los candidatos. Me corresponde oficiar en esta sublime ceremonia y gozo lo que nadie sabe. El Obispo impone las manos sobre los diáconos que se ordenan de presbíteros y después de él lo hacen también los curas asistentes, entre ellos hay un negro. Se palpa aquí la universalidad de la Iglesia.

Luego, la consagración de las manos. Me cabe en suerte de ser uno de los que atan las manos recién consagradas de varios nuevos presbíteros. Al primero que envuelvo con la cinta sus manos recién ungidas es a Espinosa, nuestro subprefecto con quien me llevo muy bien y a quien tanto estimo. Al final, el largo besamanos. Pronto me tocará a mí.


Pocos días más tarde, San Pedro. Canta misa en el Seminario Eloy Fernández. Oficio en ella con mucha piedad. En la comida servimos la mesa los seminaristas. Todo viene bien, pues de todo conviene saber; también de camarero. Y durante un mes voy a permanecer en plan de vacaciones y de ayuda como fámulo en el seminario. Compensar un poco el gasto que han tenido en casa durante mi permanencia en ella por enfermedad.

Un mes de propina


Unas vacaciones distintas: un mes aquí para ayudar en servicios en el Seminario. Las mañanas ocupadas en el trabajo manual. Por las tardes, libre. Puedo utilizar una bicicleta destinada a recadistas, y ahora en plan de deporte espiritual. Visitamos cada día uno o dos Sagrarios en distintos pueblecitos. Unas veces voy con Pachi Azcona, otras con Paco Macaya. Es muy importante nuestro amor a Jesús Eucaristía. Trato de fomentarlo en mí; es el núcleo de mi vida interior. Quiero elevarme al Señor en todo momento. Y quiero que el Sagrario continúe siendo cada vez más mi gran ilusión. Lo de verdad necesario es la piedad sólida y el vivir unidos a Cristo. Yo gozo mucho yendo en bici: contemplar la naturaleza y los campanarios de las iglesias, corriendo por estas solitarias carreteras, bajar y subir cuestas es algo formidable. Hemos llegado a la parroquia rural siempre abierta.


Y de vez en cuando, un día de los míos: hoy he estado mucho rato en la capilla del seminario; he practicado mucha lectura espiritual y he tomado notas. Es hermosa la jornada dedicada al retiro, máxime cuando se acercan las grandes fechas de mi devoción. Estar junto a Jesús es para mí gozo y fuerza.


Y ahora, las vacaciones plenas


En casa; ya tenía ganas. Hoy cumplo 19 años. Celebro el día junto a mis padres y hermanos. ¡Qué suerte verse querido y apreciado! Con paz y serenidad, busco los senderos para ser santo, seguir por el camino comenzado hace tiempo. Pasar largos ratos con Jesucristo en el Sagrario. Seré calamidad, pero no me apuro, porque con Cristo todo lo puedo. He de ahondar en mi propio conocimiento y continuar alegre. Cercenar mis defectos y no buscarme a mi mismo.


En vacaciones la vida espiritual me resulta más fácil que en el Seminario. Mi ilusión, estar con Jesucristo. Quisiera tener como norma pasar todo el tiempo posible junto al Señor. Espero así acercarme a la santidad. Veo claro que yo solo nada puedo. El Señor todo me lo va arreglando. Ha desaparecido aquel cúmulo de crisis que durante meses me enredaba. Después de la guerra, la paz. El que nunca ha estado perturbado por dentro no sabrá apreciar la paz. Me encuentro contento. Busco más a Dios y me pasmo al ver lo poco que por mí solo puedo, nada.


Me emociona el pensar que faltan solo tres años para las órdenes. Esto se va acercando. Entretanto, a entusiasmarme más y más por los problemas de la Iglesia, por ser apóstol, por ser santo sacerdote.


Llegan las fiestas de Estella. Ni siquiera he ido a ver tirar el cohete del comienzo. Nada de eso me interesa. Ahora la vida espiritual se me hace más jugosa. Pero no ha de ser esta mi causa para obrar, sino el amor a Dios, porque debo. En la sequedad y en la aridez. Estoy aburrido de estas fiestas tan ruidosas y superficiales. Yo solo quiero seguir mi ideal; el del sacerdocio y servir a Cristo. La felicidad que yo tengo no se la cambio a ninguno de estos que han pasado bailando y bebiendo y peor…


He de empezar por la humildad. Durante todo un mes he leído y he meditado con frecuencia sobre esta virtud y no hay que darle vueltas. Pido ser humilde y quiero trabajar para serlo. He visto durante el pasado curso que el Señor se ha dormido en mí como en aquella barca del lago con los Apóstoles. Y yo ya he visto lo poco o nada que he logrado por mí mismo. Tengo motivos para humillarme, y más aún si recuerdo mi vida pasada!


¡Sacerdocio, qué alegría pensar en él! De aquí a pocos años estaré ordenado. Y pensar en esto me ayuda mucho. Y en estos años difíciles de la juventud en los que todo se ve del color de rosa, llevadme, Señor, por el camino estrecho de la austeridad y del sacrificio; apártame de las vías ordinarias de la vida. Son a veces tan dulces y tan falaces… Por eso en lugar del amor de la Tierra sueño con el amor del Cielo.


Hoy, día de La Asunción. Día mariano. Renuevo mi consagración a la Virgen María. En la tarde serena de hoy he dialogado mucho con el Señor. Como de costumbre, me he preparado a esta fiesta con una novena de rezar el Oficio Parvo. Me ha parecido más humilde renovar el voto de castidad después de haber rezado esta devoción mariana y de consagrarme a Ella.

Estoy leyendo un folleto que me llega muy adentro, “Manolo Morales”. Es un joven no seminarista y está en un grado elevado de santidad, apóstol. Preocuparme como él de difundir de todas las maneras posibles e mensaje del Señor. Imitarle es lo que quiero. Animarme y ser cada día mejor, que mucho tengo en que corregirme. Con la ayuda del Señor lo conseguiré.

Y con mis amigos los seminaristas, muy a gusto. Juntos todos los días la meditación en el coro; juntos por la tarde, la lectura espiritual y visita; juntos también muchos días, el deporte. Pero quedan muchas horas para con gozo entregarme a solas con mi Jesús en el Sagrario.

Pequeñas salidas

Marcho unos días a Laguardia, el pueblo de mis abuelos a los que tanto quiero. Es muy recordado para mí el Sagrario de San Juan porque allí quedan grandes secretos de mi corazón. Voy a mi rincón preferido, junto a Jesús. Paso mucho rato en esta iglesia y en la de Santa María. Mi fervor es inexplicable.

Y releo en el paseo de “El Collado” algunos folletos de la Joc, de esos jóvenes militantes tan valientes. Nos dan ejemplo. Y, por supuesto, me hace mucho bien el grupo de Seminaristas: Julián “el Rubio”, Antonio y Andrés.

Ha venido a Laguardia un nuevo coadjutor, don Guillermo. Ha cantado misa hace pocos meses. Pero ya tiene 40 años. Creo que padece del corazón. Disfruta de una gran calva, fruto de su madurez; y es de presencia muy agradable. Se ha ganado a todo el pueblo. Nos habla y viene con nosotros. Es muy espiritual; ayuda y estímulo para todos.


Cada día más me llama el Señor a una vida de mayor perfección. Lo noto y quiero ser generoso. Todavía me acucia mucho la pasión por la mujer. Mi alma sin embargo se encuentra desligada y pura. Pero la lucha es muy fuerte. Siento que el corazón se quiere escapar. Pero he de tener valor y fortaleza. Espero salir victorioso con la ayuda de la Virgen.


Quiero ser un terreno en el que labore el Espíritu Santo. Quiero darme a Él. Concretando: cada día procuro llevarle al Señor en el momento de comulgar alguna cosa que me cuesta. Deseo ahora ofrecerle mi sensibilidad, traerla a raya. A eso pues me voy a encaminar. Son sentimientos que he de dominar. Con decisión, con voluntad fuerte; de ello quizás dependa la generosidad completa que exige de mí el Señor.


El apostolado me ha de acompañar toda mi vida. Comentar el Evangelio es una manera bonita de hablar con Jesucristo y de salir con facilidad del marco de la conversación vulgar. Hoy lo he hecho con José Luis Vega, y frecuentemente lo comentaremos.


He mantenido un debate con un amigo: yo defendía al obrero; el compañero miraba otro punto de vista. Total que estoy convencido cada vez más que es mejor no discutir de esa manera. A caminar en santidad por las rutas del sacrificio. Algunas veces le pido al Señor que me anime con este sentimiento hacia la santidad; que me dé cada día más fuerza. Por ahora estoy contento. No tengo nada que lamentar.


¡Qué bueno es el Señor que me inunda con su gracia! Ni chicas, ni chicos ni nada: Tú Señor. El afecto sensible no se quita generalmente, pero eso no importa. Por la tanto, para Ti, Señor; quiero ser tuyo.

Sigo con los cuatro Evangelios en mi bolsillo. Hoy he ponderado en la peluquería este libro. Tengo ilusión por hacer el bien. Quiero que todos amen a Jesucristo; que todos le amen con ardor. El Señor quiere en mí un “hombre de Dios”, por completo, sin rodeos ni remilgos.

Poco a poco, las vacaciones terminan. Faltan siete u ocho días. No importa: una por una, pasarlas como Dios manda. Quiero ser humilde con calma y paz, sin zozobras. Ahora a continuar la preparación para cuando vaya al Seminario. Sin embargo siento potente la lucha interior: me veo débil, y con solas mis fuerzas no podré salir victorioso de esta crisis de corazón. Pero como nos decía Conget: “Cristo y yo, mayoría aplastante”.


Regreso como hombre nuevo


Estoy cerca de la puerta del Seminario. Un compañero se ha desahogado conmigo; procuro contagiarle mi paz y seguridad. La paz reina en mí y estoy contento, mas el corazón se resiste a la renuncia; por lo que veo también les sucede esto a mis amigos. Cuesta la mortificación de los sentidos, pero en comparación con la del corazón es nada. Tú, Señor, nos has dado este corazón para amar fuerte y de veras. Es grande el sacrificio de dejarlo todo.

Bien, el primer día de Seminario. Me ha faltado algo de las vacaciones, la visita larga al Sagrario: ya buscaré medios para suplir con la intensidad lo que no puedo lograr


Dan comienzo las clases. Buenas impresiones. Parece que este año todo es materia menos difícil y muy bonita. La Historia Eclesiástica la damos en dos años; y dos cursos juntos, nosotros y el de primero de Teología. Me agrada estudiar esta asignatura, es propia de la carrera sacerdotal.


Don Luis Gómez, profesor de Filosofía, Sociología e Historia de la Filosofía, llena la mayor parte de nuestros días lectivos. Diría yo de este maestro que era el perfecto caballero. Antes que cristiano y sacerdote hay que ser hombre. Él lo es. Me hace mucho bien este profesor; además me aprecia mucho; me estimula diciéndome que soy muy bueno de inteligencia sobre todo para buscar relaciones.


No sé qué cuerda vibra en mí a veces de una manera intensísima. Es la cuerda de un amor humano muy fuerte. He tenido que salir a Pamplona y he estado un momento fortuitamente con una chica. He hablado poco con ella; y a pesar de que era mayor que yo, me encantaba; sentía una dulce emoción. ¡Qué atractivo tiene el amor humano! Y eso que solo he hablado lo imprescindible.

Luego he vuelto al Seminario con el corazón impresionado. Se me hacía duro el pensar que tengo que renunciar por siempre al amor humano. En el estudio, normal. Luego, el rosario. Solo tenía ganas de desahogar mi corazón. He pensado con paz y serenidad. Le decía al Señor que sí; que ella era muy guapa, pero Él es la belleza infinita, y nunca se marchita.


La lectura espiritual: es inmenso contemplar al hermano Rafael en su libro “Un secreto de la Trapa”, enamorado por completo de Dios. Es grande sentirse llamado por Dios. Hoy mismo he pasado yo un día muy lleno de Dios. Dios ha sido mi ilusión, como de costumbre, hasta hace un rato en que parece que se ha nublado el sol.

Leo también “La locura de Cristo”. Y no podía más. Hubiese querido estar solo en mi habitación en un Sagrario abandonado para desahogarme con mi amigo Jesucristo. “La locura de la Cruz”, Cristo muerto y resucitado…


Los Ejercicios Espirituales


Los Ejercicios Espirituales son todos los años aliento para seguir madurando mi vocación sacerdotal. Hoy, el segundo día, he escrito los pros y contras que tengo para ser sacerdote. Se lo pienso enseñar al padre espiritual. Pesan mucho más los pros que los contras, en proporción de 44 por 16 y aún será mayor la proporción. De todos los modos lo que me hace falta es generosidad; darme aún más al Señor. Yo le pido a Dios que me ayude. Pienso a veces en lo apasionado que soy. Y me viene a la memoria lo de San Pablo que supo entregarse al Señor con locura de amor.


Una por una avanzar en la vida espiritual que es lo único que interesa. Lo demás vendrá después. Y darme a Dios por completo. El día de hoy ha sido en este aspecto bueno. Y espero con la gracia de Dios vivir con este fervor de continuo. Mi mente puesta en Dios. Paz como de costumbre. Estoy incluso contento en el Seminario. Cada vez entra más a fondo en mi corazón el ideal grande de Dios: Cristo, sacerdocio, apostolado. Y con estos sentimientos termino mis ejercicios.

Me toca por turno ir al padre espiritual, Don Carmelo Velasco. Me ha asegurado que tengo vocación para sacerdote. Deo gratias. Y por lo que se ha expresado, mi vocación es clara. Paz y ahora a continuar con más ilusión en mi labor formativa para alcanzar la santidad que necesito para el sacerdocio. Lo que va después de los Ejercicios es formidable. Faltas ha habido, pero han disminuido. Estoy contento. Creo que el Señor me bendice. La generosidad, el enamorarse plenamente de Jesucristo aunque el mundo se ría. Ser santo.

Nos estimulan las conversaciones espirituales


He hablado con Resa. Ayer también me tocó con él en el comedor. Me ha dicho una cosa que se me ha quedado muy grabada: Zubieta siendo seminarista se pasaba en la iglesia los domingos desde las 3 de la tarde hasta las 9. Yo no estoy ni la mitad; tengo que imitarle. En el Sagrario encontraré la fuerza. Es una especie de obsesión suave la que se ha despertado en mí hacia la santidad. Ser un sacerdote santo. Naturalmente me parece absurdo abrazarme a una vida de renuncia y luego ser un vulgar.

Siempre busco las conversaciones espirituales o de apostolado. Me doy cuenta de que esta gran ilusión por la santidad ha aumentado. Y es lo único que me interesa; lo demás es secundario: Dios, solo Dios, y a Dios por Cristo, y a Cristo por María. Y estamos en el Año mariano. Ya señalé mi postura: crecer en el amor y devoción a la Virgen María. Ella me llevará a Jesús con una vida sencilla dentro de la alegría. “¿Cómo no he de amarla si es mi madre?


La paz inunda mi alma


Es indescriptible el gozo y paz que se siente por la noche. La habitación sola. Silencio por todas partes. Los libros reposan para volver a abrirse al día siguiente. El crucifijo en la mesa y la imagen de la Virgen; una estampa de la Misa. Lo que siento dentro del alma no se cambia por las juergas y barullo: alegría íntima, sencilla, inexplicable. Es que el Espíritu Santo habita en mi alma. Es la paz de Cristo.

Dios y solo Dios. Sin detenerme en ninguna criatura. Dios y solo Dios. Y alegría siempre porque con Dios no se comprende ninguna tristeza. Entrega y dar gloria a Dios; cumplir así el fin para el que he sido creado. Y todas las demás cosas, sin detenerme en ellas. Ridículo por lo tanto el apego a ellas y el apego a la fama y la honrilla. Dios y solo Dios. Y le pido a san José: Esposo de la Virgen, custodio del Señor, llévanos a María y por María a Dios… Siento hambre de amor, Señor, y mi amor lo pongo en Ti.


A veces siento ansia de felicidad, de una felicidad enorme. Es inútil buscarla en las cosas; es contraproducente y aumentan las ansias. Amor. Siento en mí esta indigencia; el corazón no puede estar vacío. Y me vienen pensamientos, son vaguedades, pero las quiero eliminar. Y de nuevo veo que el Señor me acoge y colma mi alma de paz.


Las vacaciones de Navidad son peliagudas


En las vacaciones de navidad, la he visto. Me he quedado mirándola; pero no le he hablado. ¿No será esto coger las migajas y dejar el pan? Es guapa y piadosa; estoy romántico. Me entran ganas de llorar. Providencialmente sale del confesonario Don José María Conget. Me pregunta a ver si voy a confesarme. Le digo todo, que me siento enamorado. Me dice que el sacerdote es hombre como los demás. Me decía muchas cosas: ¿A que no es ligera? ¿A que es piadosa? Exacto. Todo lo que me ha dicho, me lo sabía, pero me quedo muy ancho; me he desahogado.

Luego, en la visita, me ensimismaba absorto en el Dulce Huésped del alma.

Soy muy apasionado, pero resisto. He estado tranquilo una vez que ha pasado la primera impresión. He visto claro el camino de la generosidad, de la entrega total. Paz en la tierra. Le he pedido al Señor que me ayudara, y le he prometido no fumar esta tarde para reforzar esta súplica.

Ir a Cristo por María. Es terrible el martirio del corazón. He de seguir los senderos del heroísmo. Con la vista fija en el ideal.

Hasta me sabe malo que esta chica hable con otros chicos. Esto tiene que servirme para humillarme. Y ahora viene a cuento la práctica de la mortificación. Me voy a la iglesia. Voy a desahogarme con Cristo. De todos modos, cuando he hablado con ella he fingido indiferencia aunque sin brusquedad. Siento hambre de estar con el Señor en la iglesia. Él me santificará. Él me hará apóstol fervoroso y ayudará en todas dificultades, Con Él todo, sin Él, nada.

Él me ha ayudado en esta crisis de corazón, han sido fuertes los achuchones de estos días. Con solas mis fuerzas no hubiera podido superarlos; aún duran pero sin aquella obsesión. Creo que Cristo lo calmará todo, porque soy de Él, sólo de Él. Tengo ganas de ser sacerdote. Se me hace fácil la vida espiritual en vacaciones, más que en curso. Es duro regresar a la disciplina y al estudio; cuesta mucho la ofrenda de la libertad.


Terminando la Filosofía


El Seminario no es un fin, es medio para el sacerdocio. Saludo a todos. Afortunadamente quiero a todos mis compañeros con sinceridad. Rosario; antes hemos estado algunos en la catedral viendo el Rosario de Esclavos; espectáculo bonito. Después la casa del retiro sacerdotal; daban ganas de quedarse allí.


Ahora, intensificar mi vida interior. "Recogimiento. En esto voy avanzando bastante. Paso el día como envuelto en Dios, con el pensamiento en él. Mi hambre solamente se saciará con Él. Enfocar mi total afectividad hacia Cristo. Así seré más feliz."

Por temperamento me gusta estar regulado, pero me cuesta cumplir el reglamento; así soy. Siendo fiel a esta disciplina me entreno para, en un futuro, regularme mejor por mí mismo. Amo la libertad y por eso me atosiga tanto precepto. Y he de someterme con humildad. Es la voluntad de Dios. Es el camino por que Dios quiere ahora que me santifique. Prepararme para el sacerdocio.

Compro el libro “Historia de un alma”. De él pienso meditar mucho; cada vez estoy más entusiasmado con este ideal del sacerdocio. Y pasan las semanas.

Día de Jesús obrero. Una emoción grande me ha inundado; ha sido por la tarde, después de la ponencia de un capuchino y de Antonio Sagaseta de Ilúrdoz, un mozo, el presidente de la JOC de Pamplona ha hablado; son solo diez jocistas en la Ciudad. Joven con el ideal obrero y con el ideal de Cristo muy metido en el alma; ni de niño ha estado en la escuela, es autodidacta. Hace falta valor para subir al escenario y hablar a los seminaristas.

Es verdad, yo hablo conversaciones espirituales, llevo en el alma el ideal de Cristo, pero me gustaría hablar con este fuego, como el chico. El ideal, lo demás perece. Cristo, Dios, amor, apostolado. Ser santo, darme más a Jesucristo.

Antonio Sagaseta de Ilúrdoz, este compañero seminarista, ingeniero de 35 años, influye mucho en nosotros y nos habla sobre los grupos de apostolado y de amistad sacerdotal. Yo he pensado ser del grupo obrero.

“Con gran ilusión continúo con los estudios. Todo va muy bien. Mi inteligencia se desarrolla y asimilo todo de maravilla. Las calificaciones parciales, óptimas; casi todo sobresaiente.” – escribía a mis padres.


Un susto del padre espiritual

El padre espiritual, Don Carmelo Velasco, después de haberme asegurado hace pocos meses que tengo vocación, me dice casi al finalizar el curso que lo piense. ¡No lo entiendo! Hoy después de la comunión me salían lágrimas pensando en la posibilidad de dejar la carrera. No puedo imaginarme yo en el mundo; vida más libre, pero mi vocación, mi sueño dorado siempre ha sido el sacerdocio.

Estoy con Don José María Pérez Lerendegui, el santo prefecto de disciplina. Cuánto me alegro de haber tenido este prefecto de disciplina en Filosofía; me ha querido como una madre. Hoy me ha infundido mucho ánimo: que me ponga en las manos de Dios plenamente, que confíe en su Providencia. Él me conoce bien. He charlado de esto también con mis mejores amigos.


Tengo un alegre presentimiento. El papel que hoy he pegado en esta hoja lo puede indicar. Dos años de pruebas grandes, noches oscuras, no se veía el sol. He de obrar racionalmente. Que sea lo que Dios quiera, tempestades, borrascas, cierzo.


Siento que viene el Espíritu Santo, que quiere permanecer en mí plenamente. Ven, Espíritu Santo, ven y llena mi alma. Te espero; la aurora va a empezar. Siento una profunda alegría; todo va a acabar. Quedará un recuerdo grato de tu bondad. Confío en la venida del Espíritu Santo. Paz, sacerdocio, Eucaristía, confío.


Y en los días últimos de curso, de nuevo me recibe el padre espiritual y da su visto bueno a mi vocación. Muy bien y con paz completa. Aún me hace falta más comedimiento exterior y refrenar mi algazara llena de alegría. Paz como el río que marcha lento, pero seguro siguiendo su cauce.


Sigo profundizando en el libro favorito de mi padre espiritual y mío, en la "Vida Interior" de Tissot. Ahí encontró su venero Carmelo Velasco para darnos pláticas. Le encaja el tema como anillo al dedo. Todavía desnudaba más de sentimiento al famoso libro. He leído yo varias veces esta obra fundamental. La medito y pienso seguir con ella. Para dar un poco más jugo a mi vida espiritual, me acompaño también en la oración de "Historia de un alma", de santa Teresa del Niño Jesús. ¡Flores! Ofrecer flores como ella. Cariños al Amor de los amores. No buscar a la criatura, sino a Dios. Quiero ser una flor del jardín de Dios; estar oculto, como la flor silvestre.


Ya, en la facultad de Teología


Las vacaciones han terminado, con una paz profunda y serena que estoy adquiriendo poco a poco. Es la mano de Dios que me quiere conducir al sacerdocio. Veo en las crisis de Filosofía la Providencia que escribe derecho con líneas torcidas. ¡Qué bueno es Dios!. Cantaré por siempre las misericordias del Señor. Mi ilusión ha sido darme al Señor, inmolar mi corazón y amar a Dios y su gloria: trabajo difícil que por mis propias fuerzas no puedo; pero del Señor todo lo confío.


¡Teología! Por fin ha llegado. Y la ilusión más sana ha invadido mi alma. Entraba en el Seminario con alegría grande. Voy junto a mis amigos y compañeros de Estella, Miguel Ángel Pérez de Zabalza y Fidel Armañanzas. Estos corredores han de oír mis últimos pasos por el Seminario. Por ellos marcharé feliz en los días de las órdenes menores, del subdiaconado, diaconado y del sacerdocio. Por ellos derramaré plegarias y actos de amor; en ellos trazaré planes de entusiasmo para mi sacerdocio.

Veo la campana diminuta de sonido argentino: me despertará todos los días en la última etapa del Seminario; el cuarto de Don José María Pérez Lerendegui… le digo que estoy contento en Teología: poco a poco voy acercándome al sacerdocio. Y llego a mi habitación, en el tercer piso; mañana veré salir el sol.


En el rosario miro al Sagrario con amor. Pasan lista en la capilla: “adsum”, respondo al Señor cuando llega mi nombre: aquí estoy en el último paso para el sacerdocio. ¡Qué bueno es Dios conmigo! Parece ayer cuando entraba en el Seminario con aquella chaqueta verde jaspeada, con lágrimas furtivas al verme lejos del hogar. Hoy hubiera llorado de emoción. Por fin soy teólogo; visto mi fajín negro. He comprado el birrete para las funciones litúrgicas; me sienta bien. Las luces se apagan. Mañana, día primero.


Ahora afianzar una vida totalmente entregada a Él, sin cortapisas ni medias tintas. Vida llena y más feliz que nadie, pero yo no voy al sacerdocio para ser feliz en esta vida. Dar gloria a Dios salvando almas. Este es el fin que intento. El Señor me dará la fidelidad de sacrificio.


Estudios propios del sacerdote

Es grande mi ilusión al comenzar a estudiar disciplinas del todo sacerdotales. Las que en el ministerio he de manejar y aplicar. Me llama la atención sobremanera la Teología Fundamental.

Existen en mi vida gracias actuales extraordinarias: ejercicios espirituales, mis años de conversión en la adolescencia, pláticas que calaban hasta el fondo de mi alma, lecturas, amistades con compañeros virtuosos, ambiente familiar sano, superiores que me han querido y animado. Tal vez la más importante haya sido el estudio de la Teología Fundamental.

A lo largo de mi vida, en los momentos en que me he visto tentado en mi fe, además del criterio formado por el estudio de esa disciplina, he repetido esta frase que la recuerdo del Tedeum: "En ti, Señor, he esperado; jamás quedaré confundido". Me ha ayudado a confiar.


La fe depende de muchos factores, y, a través de ellos, Dios ilumina con su don. Uno de los principales ha sido en mí la inteligencia bien formada con el estudio de la Teología Fundamental.

Y pude disfrutar de algunos éxitos: en lo académico en estos años de culminación de mis estudios me fue muy bien, con un promedio de meritíssimus. Para redondear obtuve el premio del trabajo de verano, con el tema "El Derecho de Propiedad en los Evangelios". Sin embargo no todo fue una corona de laurel. Los últimos ramalazos de las crisis, que en capítulo aparte narraré, me llenaron de angustia. En cada momento hemos de llevar nuestra cruz.


Grupos y conferencias

Yo me afilié a los grupos obreros: "Me han elegido tesorero". A ver si despiertan en mí ideales de apostolado y santidad. Allí estaban tres amigos con fervor inigualable: Antonio Sagaseta de Ilurdoz, el ingeniero que se metió cura; Benito, el impresor seminarista; Buzu, el que llamaba la atención por su empuje, entrega y auténtica vida de piedad". De Buzu tengo especial recuerdo. Era exquisito en su relación con Dios. Llevaba en el bolsillo superior de la bata gris un folleto lleno de frases que leía con devoción y meditaba en los trayectos de pasillo que recorríamos en silencio. Él me enseñó aquel método sencillo de oración en cualquier momento: rumiar sentencias de la Biblia o de personas santas. Aquello ayudaba a centrarse del todo en la vida interior.

Intercambiamos visitas con otros centros de formación sacerdotal. Ahora me viene a la memoria los encuentros con los estudiantes mayores capuchinos. Disfrutábamos con aquellas uniones de ambos cleros.

El día de Cristo Rey canta nuestra scola en la catedral; de ella tomo parte como tenor segundo. En esta misma fecha ingreso en la asociación sacerdotal “La Unión Apostólica”. - Sirve para ayudarnos en la vida interior. Lo esencial es enviar todos los meses a un sacerdote o al director espiritual una célula con el cumplimiento o no de una serie de ejercicios de piedad que se consideran esenciales para la espiritualidad.

Oigo una charla de don Jesús sobre el Mundo Mejor del padre Lombardi. Me parece un movimiento muy importante; viene directamente del Papa y con mucha fuerza. He de seguirlo con empeño y presteza. También nos visita Larreta que fue seminarista en Gramática y ahora es un joven estudiante muy lanzado y apóstol. Hablamos sobre el plan nuevo de aspirantado de Acción Católica. Lo estoy copiando. Esto me llena de entusiasmo: el apostolado, hacer el bien, predicar a Cristo.


Formamos un grupo de amistad sacerdotal: Jesús Fernández, Pedro Ibáñez, Paco Macaya, Miguel Idoate y yo. Contentos. Hoy tenemos nuestra primera reunión. Lo pongo todo en manos del Señor. Nosotros a corresponder a la gracia. Tal vez cuando lleguemos al Ministerio lo tengan en cuenta nuestros superiores y podamos los distintos grupos vivir en pequeñas comunidades. Sería estupendo.

Había que dar oficialidad a nuestra amistad. Redactamos un pequeño reglamento de régimen interno, y todas las semanas nos reuníamos para tratar asuntos de vida espiritual: nos comunicábamos las impresiones de la lectura.

¿Conseguiríamos, una vez en el ministerio, trabajar juntos? ¿Nos serviría de algo todo aquel plan de academias de apostolado?


Mis impaciencias


Tengo ganas de ordenarme y comprometerme con el celibato. Me molesta la posibilidad "eterna" de elegir. Una vez comprometido no podré volverme atrás. Con este pensamiento acudí en una ocasión a mi director espiritual. Con gran sabiduría añadió él:

- Después, el problema es mucho mayor: la imposibilidad de cambiar de estado; este pensamiento puede llegar a provocar una enfermedad mental.

¡Qué razón tenía! Aunque entonces yo no llegaba a entenderlo.


A la noche siento nostalgia; me quedan dos años para las órdenes menores y lo miro con emoción. Hay que entregarse a Dios por completo; hay que mantener con fuerza la lucha del corazón. ¡Señor, que seas la única esperanza de mi vida, el único ideal!

No miro el sacerdocio con el criterio de pasarlo bien, ni de hacer carrera; y puesto que quiero ser sacerdote lo he de ser para mi Señor, para su gloria. No importa que sangre el corazón. Quiero pensar en el Cielo: allí para siempre. ¿Qué importa sufrir en esta vida? Voy enamorándome del Señor hasta las últimas consecuencias. Todo entero. ¡Qué absurdo una medianía de sacerdote!

La crisis de escrúpulos


Desde niño he tenido problema de escrúpulos de conciencia. Pero el ramalazo fuerte comenzó en los ejercicios espirituales de este año. ¡Cuánta intranquilidad, turbación y escrúpulo este año! Me ha puesto ya el padre espiritual en la disyuntiva de tener que dejar la carrera, si no consigo controlar esta tendencia obsesiva.

Me ha propuesto una lucha indirecta, basada en la obediencia. La regla de oro está tomada de un libro de Eymieu "La obsesión y el escrúpulo”: "Para mí, ya se trate de pecado mortal o venial o de una simple imperfección, únicamente podré decir que los he cometido, cuando tenga de ello perfecta evidencia." Lo tendría que ver tan claramente como dos y dos son cuatro. Sin necesidad de reflexionar, sin darle vueltas a la cabeza. Y me decido a hacer el último esfuerzo de abandono en Dios. En Él confío plenamente. Un esfuerzo de paz.

Tal vez el día más amargo de mi carrera pudo ser en aquel año: una tarde en que el profesor Nagore, el de Derecho Canónico, me preguntó la lección, me quedé en blanco. No supe decirle ni los días de la semana. Por fortuna él se dio cuenta de mi estado de ánimo. Me excusó. Y es que no podía ni estudiar a causa de la obsesión escrupulosa. Aquello fue algo que me dejó hundido de tal manera que durante algunos días pensé tendría que abandonar la carrera. La frecuente visita al padre espiritual y a don Josemaría Pérez Lerendegui me ayudaron mucho.

Días más tarde escribía en mi diario: “Quiero hacer hincapié en lo referente a la paz interior. Este mes ha sido algo revuelto. Tengo que dominar mi imaginación. Y sobre todo pensar en la bondad de Dios que es Padre. Confianza en Él. Sumisión más completa; ya está trazado el plan para este mes”.

No cuidarme de mí, no preocuparme en nada de mí. Abandonarme en las manos del Señor plenamente. Ocuparme de su gloria. Mi salvación en sus manos, mi vida en sus manos. Obediencia ciega al director espiritual. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.


En medio de todas aquellas tinieblas, vi la luz. La solución, la gracia actual fuerte me inundó un 3 de febrero durante el retiro espiritual. Tomé la resolución de no mirar hacia atrás ni tampoco hacia el futuro. Sólo el presente. Y aun en esta misma resolución me abandoné en Cristo Eucaristía, mi amor eterno. "Todo lo puedo - me repetía con San Pablo - en Aquél que me conforta".


El Padre espiritual apoyó mi resolución. En marzo podía escribir, triunfante: "La cosa va bien. Y no lo digo por el afán de autosugestionarme. Me he abandonado en los brazos de Dios y vivo feliz. Siento fuerte tendencia hacia la inquietud, pero los nubarrones se han esfumado para siempre."


No desapareció todo como por arte de magia. La lucha seguía con táctica bien estudiada. Si alguna vez me entretenía por pura tendencia en pensamientos de escrúpulo, los abandonaba en cuanto lo advertía y ni siquiera me preocupaba el haberme entretenido alguna vez. La solución total llegó lenta, pero día a día mejorando, aunque había baches. A lo largo de mi vida, todo me ha servido de estímulo para ayudar a los que sufren.

¡Cuántos años con este problema coleando! De niño, el lío de las confesiones. Seminario menor y el tiempo de Filosofía, supieron mucho de mi drama obsesivo - moral. Al fin, en los primeros cursos de la Teología quedó zanjada por completo la cuestión.




Se afianza en mí la paz


Paladeaba al comienzo de las vacaciones el sabor inefable de la paz definitiva. Mi examen particular iba enfocado hacia la confianza en Dios. Ya nunca me apuraba por el porvenir. El pasado lo dejaba en manos de la Misericordia de Dios; el futuro, en su Providencia. Este ideal lo he de alcanzar hasta las últimas consecuencias. Los sufrimientos que vengan del amor propio herido y humillado, ofrecérselos al Señor alegremente. Quiero enamorarme cada vez más de Jesús Eucaristía.

Me entrego en los brazos del Padre. Las ideas perturbadoras no por eso desaparecen, la obsesión y el escrúpulo los siento, pero los controlo y me apoyo en la misericordia de Dios. Él lo irá haciendo todo; yo tengo que poner mi pequeño esfuerzo. De qué manera tan distinta se vive con esta paz.

Y el examen particular lo llevaré sobre la confianza en Dios, he de intensificar la confianza en el Señor. Fijarme también en los exámenes y confiar en Él. Un nuevo empujón. Darme al Señor plenamente, aunque sienta sequedad.


Mi ideal sacerdotal se perfila poco a poco


Un verdadero diluvio de iniciativas enardecía nuestro entusiasmo juvenil. La Unión Apostólica era una asociación con la finalidad de conservar el orden y el hábito de las prácticas fundamentales de piedad que mantienen el fervor del alma. Diariamente había que anotar el modo de esfuerzo en la Misa, Rosario, lectura espiritual. Todos nos inscribimos.


El Seminario de Vitoria era piloto en toda España. De él surgió la idea de agruparse en equipos de amistad sacerdotal. Su objetivo consistía en transformar la amistad natural en solidaridad apostólica y vida interior. Cuantos formaban un núcleo, más tarde marcharían juntos a la misma zona, vivirían bajo un mismo techo, de allí irradiarían su acción sacerdotal a los pueblos circundantes. La novedad parecía extraordinaria. La soledad se eliminaba. ¿Qué mejor garantía para estimularse que vivir unidos unos compañeros con los mismos deseos de santidad y apostolado?

La devoción a la Virgen se acrecentó mucho. Con ocasión de celebrarse el año mariano, los padres espirituales lanzaron la campaña de la "esclavitud mariana". Casi todos nos ofrecíamos como siervos de la Gran Señora, María.

Mi vida interior se refleja un poco en estas líneas: "Hoy he recibido una humillación. Tengo que ir despegándome de mí mismo. ¡Señor, que quiero acercarme a ti! Para mí las escorias, para ti la gloria. Quiero limpiar de mí tanto barro..."

He de procurar permanecer pasivo y activo en mi relación con Dios. Como los árboles ante el sol, la lluvia y el viento. Dar muchos frutos. ¡Átame, Señor, Tu ves todas las pruebas por las que he de pasar, todas mis tentaciones. Morir antes que cometer un sólo pecado mortal.



Estímulos de fervor

Los compañeros de Comillas eran ejemplo para todos a causa de su vida fervorosa. El Padre Nieto les encendía en amor a Dios y a la Eucaristía. No olvido a Javier quien, después de comulgar, traslucía su fervor en su semblante, como transportado; si uno podía verse tentado en la fe, el rostro de aquel muchacho le habría hecho reflexionar. Recuerdo que hablaba de la Virgen y decía que el mundo era como el mar; María la barquilla en que navegábamos seguros.

Digno de veneración, Don Jesús García, profesor de Pedagogía catequética. Solamente recuerdo una frase de él: "Que los niños vean amor." La repitió tantas veces que en mi mente se grabó como la suprema norma educadora. Y creo que con razón. Probablemente lo único que todos los compañeros recordarán de él será la frase mencionada. Ahora que mi profesión se desarrolla totalmente entre los niños, pienso que por muchas técnicas que usemos, si no llegan los pequeños a intuir que se les quiere, habremos fracasado en la tarea pedagógica más elemental.

Me impresionó ver a los compañeros seminaristas del curso superior convertidos en clérigos. El próximo año también nosotros subiremos las gradas del altar. Mis ideas se agolpaban llenas de emoción y certidumbre: Me parece mentira que pueda llegar para mí esa hora y que esté tan cercana. Ahora somos los seglares mayores del seminario. Siento alegría. Creo que el Señor me quiere sacerdote. Todos los de mi curso estábamos emocionados. A cada paso nos repetíamos: - El año que viene, nosotros.

Digno esfuerzo a partir de diciembre en la vida espiritual. Control meticuloso. Escribí desde aquel mes todos los días en mi diario los siguientes apartados:

- Plan general o idea central sobre la que gira toda mi vida espiritual en la temporada.

- Impresiones, movimientos, afectos en la meditación.

- Incluir nota sobre el examen particular.

- Rendimiento y comportamiento durante el día.

- Impresiones de la lectura espiritual, ideas que me han movido en una plática...

Con meticulosidad constante cumplí durante todo el curso este trabajo interior y lo plasmé en el diario.


Mi oración, muy afectiva: "Estoy viviendo unos días muy felices en todos los aspectos. Para la meditación utilizo un librito, "Camino sencillo y corto para hacerme santo." Son ideas que calan y me uno a Dios con todo el afecto de mi alma. Vivo de lleno mi consagración al Corazón de Jesús. Mi comportamiento resulta cada vez mejor, aunque siempre he de seguir superándome." Frecuentemente me preguntaba: ¿Dónde está mi corazón? Agradecía al Señor las cosas agradables y también las molestas. Con esta práctica conseguí sentirme feliz hasta en medio de las circunstancias más ingratas. Ahora sigo trabajando en el mismo sentido. El camino nunca termina…

Después de la formalidad de nuestra reunión con los capuchinos, he hablado privadamente con cuatro o cinco, alguno de ellos, ya sacerdote. Un cambio de impresiones de media hora, estupendo. Se me ha hecho breve. En poco rato hemos hablado mucho sobre el Mundo Nuevo, el Mundo Mejor. Alegría en el alma. Señor, quiero ser sacerdote santo; en Vos confío.


Ideal apostólico, misionero, espiritual


Las misiones me llegan al alma. Quiero ser ahora, desde aquí, misionero, como Teresa del Niño Jesús. Hoy hemos celebrado la clausura de la semana misional. La dirigía don Ángel Sagarmínaga que ha estado sencillamente formidable. Durante estos días ha ido fraguando en mí la idea misional, la catolicidad de la Iglesia. Sentir con la Iglesia y entusiasmarnos con la obra de Cristo. Ideas universalistas.


Quiero entusiasmarme y amar mucho a mi madre, María. Mi devoción a la Virgen intento no sea meramente racional; quiero amarla y sentir ese amor Y amar la humillación y el espíritu de penitencia. Dame, Señor, espíritu de mortificación porque tengo que desprenderme del apego a las criaturas y no podré hacerlo si no amo el sacrificio. ¿Para qué los placeres? Mi alma solo se llena con Dios. Quiero, Señor, llenarme de Ti para darte gloria y entregarme a todos, para que todos te amen. Gloria a Dios, honor a María Inmaculada, la Madre de Dios.

Suelo quedarme unos 20 minutos en la capilla después de comer a hablarle al Señor y decirle que quiero amarle mucho, adorarle y pedirle fuerza para mejor cumplir su voluntad. No puedo estar junto a Jesús tanto tiempo como en vacaciones.

He tenido una pequeña ponencia en la reunión de curso, sobre el modo de hacer la vida más agradable a los demás. Ha durado unos diez minutos. Después me han dicho que ha gustado, que ha estado interesante. Además lo he sacado todo de mi fichero, eso me ha dado más satisfacción. Aparte de la ilusión por poder decir algo de lo que llevo dentro, me alegra entrenarme para mi futura vida de apostolado.

Me encanta poder hablar con mis compañeros de temas espirituales. Esta noche he tenido una conversación espiritual y me he confirmado en que estas conversaciones animan mucho. Tengo que hacer campaña y animar y hablar y llevar esta inquietud al grupo de amistad sacerdotal. Pero sufrimos todos los del grupo con tristeza porque nuestro amigo Idoate ha dejado la carrera. Ha sido muy duro; hablamos después con él cuando nos visitó, pero quedó gran pena en nuestro corazón. Miguel era bueno, silencioso, trabajador. ¿Qué le habrá pasado?


Aquellas últimas vacaciones de seglar

Me integro del todo en los grupos parroquiales. Hoy he avisado a unos cuantos para ensayar en el Centro Parroquial la aurora de San Juan Bautista. No han acudido. Y yo venga esperar. Ni siquiera he tenido tiempo para hacer la oración vespertina. Consecuencia, me he sentido algo desanimado; después me he sentido feliz porque he puesto lo que estaba de mi parte.


Otra vez mi santo. Día 22 de julio, y 22 años. Cuando era niño me parecía imposible que llegara el 22 con 22 años y se juntan el día del mes con el número de años. Pero ya ha llegado. Ya estamos. Hoy he pensado que precisamente en esta edad recibiré la tonsura, órdenes menores y subdiaconado. Tomaré estado. Confío en el Señor que todo vaya bien. Me abandono en el Señor y seguirá todo con paz. Y hoy ha venido ordenado de sacerdote, Fidel Armañanzas, mi compañero. ¡Qué poco me falta a mí! Dos pasos. Estoy tocando. Emoción.


Ilusión y entrega en las órdenes


Voy a gusto al Seminario. Las circunstancias lo exigen. El penúltimo curso de la carrera, a menos de dos meses de las órdenes menores. Esto se acerca. Al llegar, visito a Jesús antes que a otros, media hora con Él. Le hablo del paso que me queda para mi ingreso en el clero, le pido fuerza.

Pocos días más tarde, a Palacio. Examen de órdenes, requisito indispensable. Curioso control: traducir algo del Catecismo de San Pío V; Teología Fundamental, y Moral. Lo aprobamos todos; por eso, todos habíamos de pasar hacia la sagrada tonsura.

Otro requisito: estar con el Padre Espiritual. Poco a poco se han ido disipando los nubarrones psicológicos. Velasco me da el plácet. Con Don José Mª Pérez comento los acontecimientos que se avecinan; le agradezco todos sus desvelos. "Dale gracias a Dios", me decía con humildad Lerendegui.

Y... ¡a escribir la instancia al Señor Arzobispo! Aquel fue un día importante. Le suplico me admita para ser clérigo de la diócesis.

Preparación intensa. Los ejercicios espirituales. Son canónicamente obligatorios. Me acordaba entonces de Santa Teresa del Niño Jesús, cuando se preparaba a la primera Comunión. Y mi idea fue feliz: recortar unos papeles; cada uno es un día; en el reverso anotaré lo que hago de especial; que sirva de ofrenda al Señor para mi tonsura. Me amó Jesús; se entregó por mí. Este pensamiento hará de mí un místico, que arde por amor a Jesús.

Mis comuniones han de ser más calientes; mis propósitos de Ejercicios, constante empeño en la mortificación; observaré este examen al menos una vez al mes; revisión completa.

En el Día del Domund me entregan la sotana nueva; la que vestiré en la tarde de mi tonsura; de mi entrega al Señor. Me acompañará como símbolo; como nos decía aquel sacerdote: "Todas las mañanas beso con devoción el santo hábito que me ayuda y protege en las dificultades de la vida."

Tonsura y primeras órdenes


Y ha llegado el 24 de noviembre de 1956: El día de los sueños de mi vida. El día de mi ilusión. Alegre sonaba la campana; alegres los primeros momentos. Estaré en retiro hasta las cinco, y a las siete recibiré la tonsura clerical.

Saboreo en estos momentos la intimidad con Jesucristo. Amarle, como Pedro después de su caída: Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo. Y que mi amor al Señor se traduzca en obras. Confiar en Él plenamente.

El Señor va a ser la parte de mi herencia; ¿qué me importa el mundo? Darme al Señor por completo "¡Estos recibirán la bendición de Dios!" Estos eran mis sentimientos minutos antes de la tonsura. Después, me desbordaba la ilusión y el gozo.


¡Cuántos años esperando este momento sublime; cuánta lucha; cuánto trabajo! Y escucho pronunciar mi nombre en latín; y doy la respuesta con una sola palabra: "adsum"; aquí estoy. Pronuncio con el señor Arzobispo las frases en latín: "El Señor es la parte de mi herencia; Tú, Señor, el que me devolverás mi herencia". Y me envuelve como un halo del Espíritu Divino al recibir la sobrepelliz blanca del hombre nuevo, mientras suena la canción mariana de la entrega: "Madre del alma mía, Reina del Cielo... Llévame, Virgen María, al Señor en estos primeros pasos de la clericatura.


Se va perfilando el sacerdocio y le hablo al Señor con el alma y el corazón: No soy digno. Pido que su nombre sea conocido y honrado por todo el mundo. Peticiones universalistas. Después me he ido acordando de todos los familiares, Iglesia, de todo. Sé que estas cosas son externas y lo de verdad importante es lo espiritual, lo interior, lo profundo.

Los del grupo de amistad sacerdotal hacemos nuestra consagración a la Virgen María. Queremos durante toda la vida permanecer amigos y ayudarnos. Después de comer, en un acto sencillo y emotivo, pedimos en nuestra visita a Jesús que seamos santos, que tengamos preocupaciones universalistas, que nos amemos y permanezcamos unidos, que amemos a Cristo Eucaristía y a María; esas han sido nuestras peticiones. Y nuestro recuerdo especial para Miguel, el amigo que salió.

Llegan los días iguales, pero no me acostumbro. Mi alma está llena de gozo. Me motiva todo lo relacionado con el sacerdocio y la evangelización. Don Luis Navarro viene a mi cuarto a raíz de la carta que le escribí y me cuenta los orígenes de la Academia Misional de este Seminario para darme datos para el trabajo que realizo sobre este asunto. Con ilusión elaboro un estudio amplio y lo expongo ante el seminario en una sesión. Aquí se quedará este documento para posibles trabajos de investigación.

Muy pronto, sacerdote


He estado con el padre espiritual para pedirle autorización para ordenarme de subdiácono. La instancia que escribí el otro día la he firmado hoy. Un paso definitivo. Antes de firmarla he rezado un avemaría a la Virgen María con confianza e ilusión. Espero con la gracia del Señor no arrepentirme nunca de la firma que hoy echo para solicitar el subdiaconado. En manos de Dios, en manos de María.


Y pronto llegan los ejercicios espirituales del subdiaconado. El voto de castidad; el breviario; más cerca del altar; el paso definitivo. Miro todo esto como predilección del Señor que me ha elegido. La castidad no es algo negativo - así nos lo han afirmado repetidas veces - es un darse a Dios sin reservas, un darse a las almas. Quiero dar el paso firme; un paso hacia la santidad, hacia la unión con Dios. Vivir para Dios plenamente. Y para darme a Dios, tengo que desasirme de las cosas creadas. He llevado varios años el examen particular sobre la confianza en Dios. Por eso ahora he de entregarme a la mortificación, con examen durante varios años.


Recuerdo perfectamente que la noche que precedía al subdiaconado dormí mal. Mi entusiasmo y afán místico de entrega eran inmensos. Mi preocupación con relación al celibato, enorme. ¿Sería capaz de vivir feliz mi soledad consagrada? Me lancé en el vacío; confié. ¡Quién me iba a decir entonces los cambios que iba a experimentar mi vida!


El día de la ordenación de subdiácono, salgo de mi habitación alegre, revestido. Fuera aguardan mis familiares. No los esperaba. Han estado durante toda la ceremonia. Se emocionaban. Son las doce, y enseguida marchamos para Estella. Por la tarde, al Puy; a presentarme a María. Que me ayude


Al día siguiente del subdiaconado, el 22 de julio, cumplo 23 años, primer día de obligación de breviario, el rezo de las horas canónicas. Lo recito con gusto. Mi fiesta ha sido alegre y sencilla. Toda la jornada, en pura acción de gracias a Dios porque me creó y eligió como servidor. Y dentro de estos 12 meses siguientes, recibiré el diaconado y el sacerdocio. Quiero entregarme por completo a la causa de Cristo. Quiero enamorarme por completo de mi Dios, de mi amor. Él me ofrece todo su ser, su cariño, su vida en la Eucaristía. Los enamorados aprovechan la tarde del domingo para estar con su amada, a gusto y no lo consideran pérdida de tiempo. Yo también lo he de procurar. Jesús, hecho hombre por mí, bajo la figura de pan. Darme al Señor.

El día de Santiago oficio en la Misa Mayor de subdiácono. ¡Profunda emoción al purificar el cáliz, al encontrarme tan cerca de Jesús, casi tocándolo con mis manos!


El último curso de la carrera


Mirando hacia atrás parece mentira. Cuántos soles, cuántas lunas, ¡cuánta agua ha corrido por el río! Hay que animarse y luchar contra la pereza. Es el último peldaño de la escalera; el último eslabón de la cadena. Ya no se volverá a repetir el traslado del baúl; el ordenar la ropa y los libros en el armario rústico. Adorno mi habitación con esmero. Hasta doy cera en la tarima, y coloco unos cuadros, que me recuerdan la primavera.

Abro las hojas de la ventana. Debajo juegan unos niños. Probablemente habrán ingresado por vez primera a la Casa Grande. ¡Cuánto tendrán que trabajar para asomarse desde aquí!

Lo nuevo, lo extraordinario de este año: todos los domingos, Paco y yo dirigíamos la Misa en las Escuelas de San Francisco. No querían los superiores darnos la libertad de repente. Un entrenamiento paulatino vendría muy bien, máxime si se unía con pequeñas labores pastorales.

Mi amigo y yo, felices, enseñábamos a los niños los diversos objetos de culto. Entregábamos las hojas multicopiadas para que siguieran mejor la ceremonia eucarística. Ensayábamos cantos; animábamos a vivir con esperanza el tiempo de adviento. Don Justo, el director, estimulaba nuestro celo.

"Cristo me espera en el sacerdocio y no tengo que estancarme. He de estar entrenado para la gran carrera. Examen particular, sobre la mortificación. Cada vez que cometa una falta, penitencia inmediata. Jamás protestar por nada que me manden. Hacer lo que hago. Atención en clase. Hacer la vida agradable a los demás. Unión y amor a mis compañeros. Conversaciones, elevadas. Plan de meditaciones, los ejercicios, el Evangelio, la Eucaristía y los sábados, dedicarlos a la Virgen."


El diaconado


21 de diciembre 1957. Ha llegado el día. Me revisto con los ornamentos de subdiácono. Subimos las escaleras del presbiterio y nos postramos durante el canto de las letanías. Y llegan los instantes de honda emoción y consuelo. Voy a ser diácono; imprime carácter en el alma. Siempre estaré sellado con este sacramento.

Mi amistad sincera, mi intimidad y fervor continuo, vigilante siempre ante el Sagrario. Señor, dentro de unos instantes voy a recibir al Dulce Huésped del alma. Quiero poseerlo siempre; que no sea el familiar aislado, sino el huésped feliz del hogar caliente, de la conversación íntima, del amor sincero. Señor, que viva los criterios sobrenaturales, mi vida toda bajo este prisma de belleza. El Pontífice nos impone su mano derecha - materia del sacramento. Al notarla sobre mi cabeza, aprecio un estremecimiento interior; bajo del altar recogido profundamente; momentos de intensidad sobrenatural. Bulle mi alma en gratitud. Cristo, el gran amigo, se me da por completo. No sólo recibirlo, sino darlo a los demás. Distribuirlo como alimento. Salimos llenos de felicidad. Fotografías junto a la Virgen. Junto a ella toda mi vida.


Y mi primer acto de diácono, por la tarde, en el convento del Servicio Doméstico, la Exposición del Santísimo Sacramento. Allí, al abrir la puertecilla, frente a frente con Jesús. ¡Qué dicha! Palpita mi corazón. El mismo que andaba por los campos de Palestina, cara a cara conmigo. La ilusión largos años soñada ha llegado a ser realidad. Adoro a Jesús Sacramentado, el Amor de los Amores. Cara a cara con Cristo. Jesús en mis propias manos; lo expongo en la Custodia resplandeciente. Y pienso y pido: dadme esa humildad de que estás lleno; a mí que sólo sé protestar. Me confundo.


Termino el día ante Jesús Hostia en la Adoración Nocturna, también expuesto por mí. Sábado había de ser el día; regalo de la Virgen. He abierto al fin el querido Sagrario de mi parroquia de San Juan.

En la Misa del Gallo de la Navidad canto el Evangelio. Quería hacerlo con el espíritu de San Francisco de Asís, precisamente en la Noche Buena. Y sigo durante todas las vacaciones distribuyendo el Cuerpo de Cristo. En un solo día repartí más de mil comuniones. Y es que la iglesia de San Juan de Estella era pionera en Navarra en la frecuencia a la Eucaristía: alrededor de 250 mil al año.


Año 1958, el sacerdocio


Comienzo en enero del 58 a anotar en un papelito - calendario los obsequios que iba haciendo al Señor, como preparación inmediata del sacerdocio. Pocos meses más tarde me examinaba de Teología. Paco y yo comenzamos a preparar en la sala "ciclostil" (multicopista), los exámenes de Moral, previos a la ordenación. Allí permanecíamos horas y horas repasando juntos las cuestiones de ética cristiana.

El sacerdocio se acerca; tres meses y medio es muy poco tiempo. Me tengo que preparar, acrecentando el fervor.

Por aquel entonces comenzaban los cursillos de cristiandad. Eran como una máquina de conversión, de hacer santos. Parecía la panacea universal. Aparecían cristianos buenos en serie. En tres días, una transformación completa, y el índice de perseverancia era elevado.


Pero vivíamos muy despiertos. Nos dábamos cuenta desde hace tiempo del gran problema de la Iglesia navarra y de otras muchas de España: cientos de sacerdotes sin saber qué hacer; sin poder realizarse; enterrados de por vida en un villorrio sin esperanzas ni perspectivas de salir. ¡Qué pozo, si no se adquiere una vocación contemplativa, cuasi eremítica! ¡Pobre clero rural! Un sarcasmo puede resultar para ellos la frase tan cacareada entonces: "Celibato de por vida para una dedicación total al ministerio!" Me inquietaba el pensamiento, pero era mayor la fuerza de mi vocación sacerdotal que la obligación impuesta del celibato. Si mi vocación es el sacerdocio, Dios me ayudará. Yo pondré todos los medios. Pero de ninguna manera habría de entretener la escasa labor pastoral con el cuidado de unas colmenas, con la afición a la caza o la pesca; y menos aún, echando todas las tardes una partida de mus con el boticario y el médico.

Ya a dos meses de mi ordenación. Escribo la instancia al Arzobispo. Antes de firmarla rezo de rodillas, un avemaría. Y digo “Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío”. Y la firmo también de rodillas. Estoy en los brazos de Jesús con amor y de María mi madre, pongo mi futuro sacerdocio.


El mayo final

Mi último mes de mayo en el seminario fue de ensueño. Viví unido a la Virgen María como nunca. Al atardecer, todos los días, nos reuníamos con el maestro de ceremonias. La santa Misa exigía un aprendizaje minucioso. Con el corazón hirviendo de ilusión, hacíamos nuestros todos los ritos sagrados. Dentro de ellos se iba a contener la alegría de nuestra vida; traer todas las mañanas a Jesús al mundo.


Por fin hoy, último día de clase. La meta ha llegado. Ha terminado el período oficial de discencia. Y he sido el último del curso a quien han preguntado la lección. Nos habla el señor Arzobispo a los de cuarto: "Luces y sombras del sacerdote joven." Nos decía: - Si os toca una parroquia pequeña, nunca estéis ociosos. Combinar el trabajo espiritual y pastoral con el manual. Respetad a los sacerdotes mayores. Si no fuera por ellos, ¿estaríais vosotros aquí? ¡Cautela en el trato con las mujeres piadosas! Sed optimistas, no esperéis que vengan a vosotros, id...” A mí no me cabe en la cabeza eso de dedicarme a otras tareas no sacerdotales. Pero los sacerdotes en Navarra son muchos y los pueblos pequeños.

Cálices, casullas, recordatorios, esto llenaba el ambiente de los últimos días pasados en el seminario. "Desde hoy, soy sacerdote para toda la eternidad", así rezaban las estampitas que había mandado imprimir para la fiesta grande de mi ordenación. Temblaba de emoción ante aquellas realidades, ya a la vuelta de la esquina. Y mucho amor a la Virgen María en el último mes de Mayo.


Se acerca el día grande


Y el 19 de junio, acabo mi carrera. ¡Gracias a Dios! Y la termino con un examen escrito de Derecho Parroquial. Marcho a la capilla para agradecer a Dios tan gran beneficio. Lo celebro con un Tedeum, y una conversación íntima con Jesús. Me veo en aquellos días en que por primera vez pisaba el Seminario, vestido de chaqueta verde - jaspeada... los años de crisis profundas... todo va pasando en aquella visita de amor agradecido.


El 13 de julio dan comienzo los ejercicios espirituales, último requisito para subir las gradas del Altar. Me encuentro impotente, porque en mi vida he hecho muchos planes de santidad, pero ¡qué lejos todavía! Y lo de verdad importante es servir a Dios. Lo demás, secundario.

He de marchar con ilusión hacia la santidad. Cristo me espera en el sacerdocio y no tengo que estancarme. He de estar entrenado para vencer en esta carrera. Oración y mortificación unidas. Mortificación a ojo. Examen particular sobre esta virtud. Dirección espiritual mensual. Avemaría, visita al Santísimo Sacramento, privación de algo que me agrade. Jamás quejarme ni protestar por nada que me manden. Empeñarme en hacer lo que hago; con mucha atención en clase. En el estudio, ante todo estudiar, antes que leer.


Amor a mis compañeros y a todos que entren de alguna manera en contacto conmigo; pedir por todos. Ayudarles a ser mejor con el ejemplo. Conversaciones altas; hacer la vida agradable a quienes me rodean; conocer más a Cristo. Y acoger el sufrimiento, humildad y humillación. Rechazar criterios mundanos. Oración sentida; oración a María. Celo por la salvación de las almas en mis obras. Leer esto todos los días después de prima. Los sábados hacer algún obsequio a María. Estos deseos y propósitos llenan mi alma en esta recta final hacia mi sacerdocio.


Estar siempre en pacífica tensión interior sea cual fuere mi situación íntima. Estoy consagrado a Dios y si no me doy por entero a Él no soy feliz ni hago nada de provecho. Para quien ama a Dios todo coopera para el bien.



Comienzo mi sacerdocio


Día 20 julio 58, domingo. Desde hoy soy sacerdote para siempre. Y en Estella, mi pequeña ciudad, celebramos este gran acontecimiento. Damos gracias a Dios. ¡Aleluya! Me despierto enseguida. Pasa la aurora, emocionando con su melodía a toda la ciudad. Mi alma esponjada. Marcho a la iglesia con ilusión. Señor, dentro de unas horas seré sacerdote para siempre; de tus amigos, de tus ministros. Seremos dos los neo sacerdotes: Larráinzar y yo. Salimos desde la casa parroquial en procesión con el obispo Monseñor Larrañaga, misionero en China, hacia la iglesia de San Juan Bautista. La gente se apiña a los lados para vernos pasar. Las letanías son de un fervor extraordinario. Postrado en tierra, tumbado rezo desde lo más profundo de mi ser. Llega el momento trascendental: la imposición de las manos del obispo: sellado para siempre con marca indeleble. Las palabras del prefacio, forma de la ordenación caen sobre mi alma como rocío fecundo. Me estremezco de la alegría del Espíritu Santo. Estoy envuelto en Dios y lo noto. Alegraos todos conmigo, porque la ilusión de mi vida ha llegado a ser realidad. ¡Aleluya!

La estola queda cruzada delante de mi pecho. Me miro. Parece mentira. Soy yo. Y Jesús conmigo. La unción de mis manos consagradas para siempre, manos que serán cuna de Jesús hecho hombre, Pan de amor. Con óleo de los catecúmenos unge el obispo mis palmas. Y mi hermano mayor las ata, símbolo que me recuerda el mimo con que he de guardar mi unción sacerdotal. “¡Señor, unido a ti, darme a las almas”, así rezan las letras con que mandé bordar la cinta inmaculada!

Y luego, la potestad de celebrar Misa. Me sobrecoge. Comenzamos la concelebración con el mismo obispo consagrante. Mi primera consagración del Pan y del Vino. Aquí está Jesús. Señor, yo pecador... y te mando bajar al Altar. Y me abrazo en intimidad con Cristo en la Comunión. ¡Que tenga una fe siempre viva. Castidad. Mis padres, tan buenos, ayúdales. Mis queridos abuelos ya difuntos. Mis hermanos; mi hermano mayor que pasado mañana se casa. La gloria de Dios; las almas; mis futuros feligreses. El reino de Dios. Todo esto pedía al Señor y muchas más intenciones. Llega otro momento solemne: el poder de perdonar pecados; de levantar almas caídas. Y al final, el ósculo de paz, junto a la promesa de obediencia.

El besamanos fue largo; la primera bendición a mis padres y abrazo a todos los familiares, indescriptible. Gozo, júbilo, sacrificio, entrega. Amigo de Cristo; predilecto del Señor. ¡Que siempre esté yo con Él! Enhorabuenas sin cuento

Luego, subo al Puy con mi madre a visitar a la Virgen. La Virgen que me ha guardado en las batallas. Y... mi primera función sacerdotal: procesión del Santísimo alrededor de la Iglesia. ¡Qué grande, cara a cara con Dios! Le hablo con el corazón. Es mi amigo. Bendice a tu pueblo, Señor. Después un viático. Me acompaña Don Miguel. Dar a Cristo a los demás va a ser misión mía para siempre.

Mi primera Misa con hambre de Dios, el día en que cumplo 24 años, 22 de julio. ¡Qué grande y qué pequeño me siento en el momento de la consagración! Elevo el Cuerpo de Cristo con lentitud y con los mismos sentimientos de Lope de Vega en el soneto: "Cuando en mis manos Rey eterno os miro..." Cristo entre el Cielo y la tierra, mediador del universo, sostenido en mis manos. El Cuerpo y la Sangre de Cristo aplacando al Padre Celestial. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Unos pocos días de Cielo


Días de belleza espiritual, llenos de ilusión. Celebro el 27 Misa en las Adoratrices de San Sebastián, en el convento de mi tía Enriqueta. Lo preparan todo con mucha solemnidad. Asisten además de Concha, Paco y sobrinos, mis padres y tío Julián y otros amigos de aquí. Luego nos sacamos fotos. Este Sagrario de las adoratrices, esta capilla, este colegio… me dicen tanto… Mi tía está llena de gozo.


El primer día de agosto celebro la Misa en la Basílica de Lourdes, muy consciente, lleno de fe y gozo y con gran paz. En la gruta rezo con fervor. El Vía Crucis es impresionante y lo hacemos en medio de un gran calor y fatiga, acompañando a Cristo en el Calvario.

Días más tarde, cojeo mucho; y no se me cura la lesión infectada del pie producida por el calor. Celebro la Misa con mucho fervor y me parece increíble que ya sea sacerdote de Jesucristo. Tranquilo, en una sombra, esta mañana repasaba nominalmente a cada uno de mis superiores y profesores. Malos, ninguno. El mejor, Don José María. Pérez Lerendegui, porque demostró siempre y hacia todos los compañeros mucho amor, se preocupaba de todos, e incluso a veces hasta se anticipaba a nuestras necesidades. Sus consejos, siempre sabios y prudentes; la formación impartida era transmisión de cuanto ellos habían recibido de otros jerarcas más altos.


Pero una vez acabado el período de formación, ya nadie se preocupó directamente de nosotros.





III El ministerio sacerdotal


El primer nombramiento


Me quedo contemplando con honda alegría el pueblo pequeño; lo miro desde la carretera, llena de baches y polvo; la iglesia, mi primera iglesia, en la parte alta. Está nimbada, con unas nubes blancas y doradas por el sol que se esconde. No la podía soñar de otra manera. Mis ilusiones se van cumpliendo. Hace calor. Resulta majestuoso. Medito junto a mi bicicleta. Estoy en Rual, el pueblo que estrena mi sacerdocio.

Al fondo aparece un hombre robusto y de pelo blanco. Por las señas que me han dado parece el alcalde. Me saluda y voy a su casa. Viene Ciriaco, el cura del pueblo vecino y me da un abrazo. Me acompaña a la iglesia, el calor allí resulta sofocante. “Como se muera alguien esta noche - le digo a mi amigo - ¿cómo le doy la unción, si ni sé, ni tengo un libro que me indique”. Ciriaco me calma y se ríe.

- No te apures, hombre. Que aquí nunca se muere nadie. El pueblo es muy pequeño. Pero me muestra un librito de la sacristía, por si acaso.

El pueblo vecino está en fiestas, Arnases se llama. ¡Dios mío, qué noche aquella de insomnio y calor...! Mi hermano mayor me acompañó a este mi primer destino. Me dice muy solícito: - Pon las manos entre las rodillas y te dormirás. Él y yo pasamos la noche en una misma habitación. Me cuesta dormir.

Mi presentación al pueblo. Madrugo para preparar mi primer sermón. Les hablo con el corazón. La gente atiende muy bien. Es grande ser pastor de almas aunque estos pueblos sean tan pequeños. Con mi sotana y en medio de tanto calor me encamino después a los otros dos pueblos. Sudo. He de ir casi en ayunas; y menos mal que se nos permite a los sacerdotes que tomemos algún alimento líquido. Siempre en mi bici, claro. A dormir, a Rual, a casa del Alcalde, porque nadie se compromete a hospedar al cura. Esperamos solucionar este problema.


Días más tarde regresé con mis padres en una furgoneta alquilada. Transportaba una mesa, un sillón, unas cajas de libros, un baúl con ropa y algunos enseres más para rehabilitar mi despacho. Lugar sereno, donde la paz y el silencio reinaban más que en un monasterio. Allí pasaría mis largas horas de trabajo intelectual.

- Si yo fuera el señor obispo - decía mi padre al despedirse - les echaría la bendición.

Fue una de las últimas veces que le vi.


Los domingos resultaban pesados: tres pueblos encomendados a mi pastoreo. Una bicicleta para andar por aquellas carreteras polvorientas no resultaba el mejor medio de locomoción. Pensaba adquirir una motocicleta, pero ¿el dinero? Quince mil pesetas era una suma considerable. He oído que en el obispado facilitan crédito para esta necesidad. Dios proveerá.


Una "Lambretta" comenzó días más tarde a surcar los caminos vecinales del Valle.

En conversaciones largas con Ciriaco, el cura amigo de Dauta, practiqué la elementalísima pastoral rural que no nos enseñaban en el Seminario. Tal vez lo peor sería la falta de estímulo de superación: nada organizado en común. Mi celo era el único programa.

¿Dónde quedaban los proyectos de amistad sacerdotal? ¿Cómo irradiar el grupo de compañeros nuestro fervor a toda aquella zona? Para nada se tuvo en cuenta nuestra aspiración ni nuestro grupo de amistad sacerdotal.

Mis amigos, lejos


Mi amigo Paco marchó a la Ribera. Pedro, a la Valdorba. Jesús Fernández, el más próximo, a treinta kilómetros, pero en distinto cabildo. Al menos podría verme de vez en cuando con él en los retiros.

Polvo, moscas a millares - ¡las recogían con pala todas las mañanas en la cocina! - malas condiciones sanitarias, hicieron mella en mi cuerpo. Mis ojos enfermaron de tal manera que hube de abandonar temporalmente mi parroquia, y marchar a la casa paterna para recibir tratamiento médico. No podía leer ni siquiera el breviario. Dos semanas de paciencia en la casa paterna devolvieron la normalidad a mi vista.


Mi padre se nos va


Mi padre asistía con fervor a las misas de su hijo. Deseaba servirme de acólito. Aquel hombre que en su infancia y juventud carecía de religión, se emocionaba, lleno de fe en la Eucaristía, junto al altar. ¡Qué consuelo para mí! Se curaron mis ojos y hube de marchar al pueblo de mis primeros fervores. Besé a mi padre con especial afecto. No volvimos a besarlo más.

El día de Cristo Rey Dios lo llamó con muerte súbita. Mucho quería yo y admiraba al autor de mis días. No acertaba a separarme de su lado. No me hubiese movido de allí. Mi llanto era sereno y confiado. Nunca más en este mundo volveré a verlo. Él aguardará en la mansión del cielo, sin prisa, nuestro retorno. Mientras contemplaba al oscurecer su cuerpo yerto, mi pensamiento caminaba con él por los senderos en que gozábamos juntos de la naturaleza. Lloré mucho, con enorme congoja. Y tuve el consuelo de poder celebrar la Misa exequial. El tributo lo pagué aquella segunda noche de insomnio.

Mi pequeña pastoral


Todo era pequeño: mis pueblos no llegaban entre los tres a doscientos habitantes; mi experiencia casi nula; mi salud, precaria; mis medios, rudimentarios del todo. Ni siquiera un proyector de filminas. Mi hermano, el pequeño, me construyó uno en plan casero. Las tardes de los domingos apasionaban a los chavales, cuando contemplaban las filminas en blanco y negro de temas religiosos. Para ellos se trataba de auténtico cine. Aprovechábamos las pocas horas de luz eléctrica. A medida que avanzaba la noche invernal, la escasa agua de la presa se agotaba, hasta dejar las lámparas con la intensidad de luz de un candil. En ese momento cada niño regresaba a su hogar. Yo permanecía en mi despacho. Al fin, la oscuridad se adueñaba por completo del recinto. Murió entonces el Papa Pío XII y nuestras filminas del cónclave gustaban incluso a mayores.


Rual, Arnases y Darle. Tres pueblos en los que debo depositar toda mi inquietud sacerdotal. Residía en el primero, el de mayor vecindad: veintidós familias, unos cien habitantes.

La predicación, unidos los dos compañeros de cabildo, la enfocamos en la vivencia de la Santa Misa. Había que procurar que todos participaran activamente en la Eucaristía. Creo que tras varios meses de campaña, algo se consiguió. Pero la formación que imparto procuro que sea total, no solo la misa: Dios, mandamientos, sacramentos y sobre todo amor y salvación porque Jesús vino a salvarnos.

Estoy visitando a todas las familias del pueblo, interesándome por sus problemas. Cuando algún enfermo permanece varios días en cama, lo acompaño un rato todas las tardes si la enfermedad tiene algún peligro. La mujer del pastor sufre carbunco, enfermedad rara y muy contagiosa que al parecer la transmiten las ovejas.


Muchos días me preparo la predicación con la obra que adquirí de La BAC, “La Palabra de Cristo”. Tiene textos buenísimos, pero he de buscar cada domingo hechos de vida que puedan interesar a la gente.

Soy fiel a mi decisión de permanecer mucho rato en el confesonario, quiero imitar al cura de Ars. Pocos fieles llegan a la sede del perdón, y siempre son los mismos. Nunca aumentó la concurrencia, porque donde no hay personas, no pueden aparecer. La lectura espiritual y el breviario los realizo en este pequeño habitáculo.


He ido a Pamplona para casar a una chica que es feligresa mía de Rual. El cura anterior, Don Gregorio viene conmigo. Él conocía muy bien a las familias y le han invitado para que celebre la boda, yo la Misa. Preparé mi primer expediente. La ceremonia ha sido en la Iglesia de los Paúles, la Milagrosa. Me he revestido con casulla azul, como en el día de la Inmaculada. Este color de casulla existe en muy pocas iglesias. El rito del matrimonio es muy bello; para otros; yo ya he elegido el celibato clerical.


Juventud y niños


Me preocupaba la juventud. Ellos se habrían formulado el problema religioso, y probablemente no llegarían a darle solución. Pensé que no habría mejor temática que la encaminada a razonar la fe. Imparto en la escuela nocturna a los jóvenes una serie de charlas que les oriente sobre el porqué la Iglesia católica es la única verdadera. Para ello me sirvo del libro “Breviario apologético” del que fue mi profesor de Teología Fundamental, don Fernando Lipúzcoa. Voy a estudiarlo a fondo y después explicarlo de una manera inteligible a estos chicos y chicas. Durante más de un mes en invierno, en el aula escolar, nos reuníamos alrededor de veinte muchachos. Escuchaban con gran atención, aunque resultaba imposible suscitar al diálogo. Algunas encuestas ayudaban a aclarar conceptos.

La escuela del maestro, Don Jacinto, servía para todo: vacunas, concejos, clases de niños y niñas, cofradías. Allí explicaba yo religión a la docena de chavales que componían la matrícula. A conciencia preparaba mis catequesis con el manual de Daniel Llorente. Siete críos en Arnases, ninguno en Darle. No existía la posibilidad de dividirlos por grados. A la explicación general todos estaban atentos.


Los niños suelen venir los sábados a confesarse; les hago una preparación en conjunto. Después me quedo un buen rato junto a Jesús: le pido su gracia y fuerza de voluntad para ser buen hijo suyo y buen hermano de mis semejantes.


Mi primer bautizo fue un niño. Solo recuerdo que le impuse el nombre de José Luis.


Intimidad con Jesús


Mi sacerdocio recién estrenado gozaba de la intimidad con Jesús. Horas y horas transcurrían serenas junto al Sagrario de mi pequeña iglesia románica. Allí yo mismo había colocado a Cristo. Con Él trataba mis proyectos y la ilusión de mi vida consagrada. Le pedía nominalmente por todos y cada uno de mis feligreses. Recordaba la vida del cura de Ars. Él también se dedicaba a la oración para transformar su pueblo.


El libro “Vive tu vida” de Arami lo había leído en el Seminario y lo estoy repitiendo. Es hermoso vivir nuestra vida interior a fondo. La gracia de Dios, el Dulce Huésped del alma, la inhabitación de la Santísima Trinidad. Junto a esto, el Sagrario. Mis visitas al Santísimo Sacramento son muy fervientes y sentidas. Me recuerdan las que hacía en el Seminario después de comer durante los últimos años. Son vivas, con mucha fe, adoración, dar gracias, pedir por mis almas. Ya soy pastor de almas.


Funerales y retiros


Los funerales se celebraban en la zona como en siglos pasados. Todavía no se habían suprimido las clases en las exequias. A veces nos reuníamos en el pueblo del óbito hasta trece sacerdotes. Durante toda la mañana se iban celebrando misas rezadas; a las doce tenía lugar el solemne funeral y el entierro. La familia había de procurar comida a los muchos invitados y al clero. Me daba vergüenza. Aquello parecía más una boda que un duelo. Los curas, una vez terminado el almuerzo, jugaban a la baraja hasta la hora de regresar a los pueblos. No me gustaba; ni siquiera tomaba yo parte en el mus, pero permanecía unos minutos viendo el desarrollo; después marchaba en el momento oportuno.

Afortunadamente han desaparecido estas costumbres. ¡Pobres familias que, al dolor de la separación de un ser querido, tenían que añadir el espectáculo de un clero y unos parientes lejanos disfrutando del buen comer! "El muerto al hoyo, y el vivo al bollo".


Los primeros lunes de mes solemos tener retiro en Arselles. El arcipreste se apellida Azcona. Es majo. Viene un cura o fraile de Pamplona a darnos el retiro y después comemos juntos. Nos reunimos más de veinte sacerdotes. El de Alduna es mayor; es muy comunicativo. Hoy me ha dicho que todavía se despierta asustado muchas noches recordando cuando le llamaban, el año 36, al puerto de montaña para confesar a quienes iban a fusilar. Decía que casi todos lo hacían con mucha fe. Y lo más trágico: una noche se le presentó un fusilado herido; él lo acogió y le curó, pero temiendo que muriera avisó al médico. Después vinieron los “nacionales”, lo sacaron y lo remataron. Piensa que alguien lo habría denunciado. ¡Horrible!

Nos reuníamos todos los sacerdotes del arciprestazgo en asamblea semi rutinaria. Allí veía invariablemente a mi amigo Jesús Fernández. Por la tarde, los aficionados a la baraja echaban una partida al mus ilustrado.


Finaliza el año de mi ordenación


Ha terminado el año. Durante el día he dado gracias al Señor. Siento no poder organizar aquí una Adoración Nocturna como despedida. Algo hemos hecho en el rosario. Me voy a la cama antes de escuchar las últimas campanadas. En el pueblo no existe todavía la radio, porque estamos con la luz de carburo y se ve poco. En el otoño no ha llovido mucho y desaparece pronto la luz eléctrica.

Comienzo 1959 con ilusión. Con la moto asisto a los tres pueblos y les felicito en la misa el año nuevo. En Darle la señora, ya mayor, de la casa principal, casa “El Sastre” la llaman, me prepara un desayuno líquido. Es una ventaja para quienes celebramos varias misas los días de fiesta. Disfrutamos de la nueva ley del ayuno eucarístico.

Le digo a Jesús con el villancico en un rato que estoy con Él: “Cuando van al portal de Belén los pastores, a adorarte, Señor, yo quisiera cantar…”

En mi despacho estoy muy caliente con una estufa de leña que me colocaron. Una vez al mes marcho a Estella dos o tres días para visitar a mi madre y hermanos. Es muy dura la viudez.

Los pueblos adjuntos

La Novena de la Gracia resultaba familiar. El castillo de Javier se erguía tras la vecina sierra de Leyre. A él se dirigen los mozos navarros el primero o segundo domingo de marzo en afán de fortaleza y de piedad viril. Los míos también acudieron, sin su párroco, que no podía abandonar la Misa dominical del resto de sus fieles.


La vivencia religiosa de la gente sencilla no se podía fácilmente transformar con la profundidad deseada. Raras personas llegaban a barruntar la intimidad con Dios y el gozo de la caridad y de la entrega. Tropecé con la realidad. Hice lo que pude.

Don Ciriaco, párroco de Dauta, y yo, servíamos todo el valle, adornado con el gris de la toba y de las margas. Pertenecían a nuestra jurisdicción, Arias y Barral, dos lugares sin carretera, y con tres vecinos poblándolos. He estado en Barral; solo hay dos familias y se ponen contentos cuando voy. Los domingos bajan a misa a Arnases, a dos kilómetros, andando. En Arnases suelo almorzar en casa del señor Mateo, un hombre santo que va orando siempre sobre el caballo.

Conservo fotografías de los pueblos y de sus gentes; al contemplarlas, parece que los años no han pasado. Desde la torre parroquial de Rual se divisa un paisaje sobrio, y al fondo la pradera del "Soto". Preocupación de todos los párrocos era convertir aquel bien comunal en parcelas de hortaliza para beneficio de los vecinos. Las familias más necesitadas se aprovecharían sobremanera. La abadía era propietaria de unas parcelas de secano que daban muy pequeñas ganancias. En nada solucionaba el problema económico del clero.

Mis soledades


Mi despacho por nadie era frecuentado. Parecía una isla de soledad. Allí, junto a la estufa, consumía las horas enfrascado en la lectura, estudiando y preparando mis sermones y catequesis. Muchas tardes bajaba a Dauta a hablar con el amigo Don Ciriaco, lleno de filosofía popular. Dejábamos el vehículo en la orilla de la carretera, y nos internábamos por el camino.

- Pronto marchamos a San Pedro de Darle en romería.

- ¿Dónde está la ermita?

- Ahora la vamos a ver. Cerca del río. Entretenidos paseábamos contemplando la naturaleza pródiga en la belleza en aquel rincón navarro.

- De cada pueblo salen en procesión, cantando las letanías, precedidos por la cruz parroquial.

- He visto en la sacristía vieja cruces grandes de madera. ¿Sirven para la rogativa?

- Los mozos que lo desean la llevan sobre sus hombros.

- El día tiene que resultar fabuloso.

- Sí. Pero hay que vigilar. Desde primeras horas de la mañana observarás que en todas las curvas del camino los chicos miran a las chicas. Después de comer es el momento más peligroso. Conviene que nos fijemos.

Me parecía excesivo tanto celo. ¿Qué cosa más normal y natural que las miradas atractivas entre ambos sexos?

Mis amigos Jesús y Ciriaco


Jesús Fernández, mi amigo de siempre. Tuve la suerte de que los dos disponíamos de moto y nos relacionábamos mucho. Permutaba con él para la confesión pascual y otras solemnidades. Era muy grato charlar con el amigo del seminario. En la primavera marchamos varios compañeros al monasterio de la Oliva. Gozábamos de la reunión grata en la paz de la campiña. Mi amigo me obsequió con un rosario de semillas, adquirido en el Císter. ¡Cuánto agradecí aquel detalle!


Llegó el buen tiempo. Cada quince días marchábamos en moto de excursión por los valles cercanos. El otro amigo, Ciriaco, era ya una institución en el valle.

Disfrutaba yo mucho saboreando la libertad. Preso voluntario en el seminario durante doce años, la salida de la cárcel dorada me llenaba de placer: ¡Pensar que ahora los seminaristas estarán en clase...! No me acostumbraba a tanto gozo. Nadie que no se haya visto privado de libertad sabe qué supone determinarse por sí mismo.

- Ahora salgo a pasear, porque quiero. Hoy estudiaré tres horas. Después de la tarea pastoral, una hora ante el Sagrario. Parece imposible que decisiones tan elementales puedan resultar fuente de gozo.


Retiro en Leyre


Porque quise; porque lo decidí por mi cuenta, me dirigí la semana pascual a Leyre para practicar yo solo retiro durante seis días. El domingo de Resurrección lucía el sol, que rimaba con el acontecimiento. Al encerrarme dentro de aquellos muros, parece que se eclipsó. Los siguientes días ampos de nieve posaron su blancura en los árboles y aledaños del convento. El ambiente frío redundó en la frialdad de mi alma. Decididamente la soledad absoluta no era para mí. Me encontraba triste. No descansó mi alma en la paz del monasterio, ni mi cuerpo del bregar de la cuaresma. Al menos podía libremente asomarme a la ventana y gozar del paisaje nemoroso en suave melancolía.


Me sirve de referencia para mis ratos de meditación y oración el libro de Tissot, “La vida interior”. Es muy bueno, aunque seco. Pero cala en mi espíritu y nunca lo pienso dejar de mi lado. Veo el fervor de algunos frailes. Me llama sobre todo la atención el padre Fortún, cómo celebra la misa.

“Las confesiones” de San Agustín es un libro que tenía ganas de leer. Me gusta y es de auténtica espiritualidad, aunque tiene también capítulos filosóficos bastante rollos. Me está sirviendo también en estos días de retiro.


Leo y me anima en los ratos de lectura espiritual el libro que ya en el Seminario me era conocido: “La alegría de la fe” de Enrique de Cabo. Lo voy meditando por capítulos sueltos, siempre con provecho y con ganas de vivir con gozo mi fe. Es un libro que medito con frecuencia; no lo leo de seguido; y espero me siga siendo útil a lo largo de mi vida.


Me gusta pensar


Tengo que ir poco a poco fijando mis criterios. Hoy mi pensamiento marchaba por estos derroteros. Nosotros los fieles, clérigos o no, somos los “discentes” en la Iglesia, sí, pero no como ovejas mudas: somos parte esencial también de la Iglesia, necesarios, con inteligencia, con voluntad, personas cabales. Podemos y debemos ser críticos con el que manda: siempre con respeto y educación decir lo que nos parece mal. Y es que estamos aburridos de muchos aduladores y trepadores.


Dentro de mis reflexiones hoy pienso en cuánto se ha abusado con la frase “En nombre de Dios”. Es muy distinto pedir por amor a Dios, que exigir algo en nombre de Dios. ¿Quién puede exigir algo en su nombre? Pienso que sólo se puede pedir en su nombre lo que Él nos ha dicho. Sus mandatos. En nombre de Dios podamos también pedir que se cumpla su voluntad, sus mandamientos, pero con mucho cuidado, porque con facilidad tendemos a identificar nuestra propia voluntad con la de Dios.

Compré en el Seminario el libro “Existencia sacerdotal”. Tenía fama entre el clero y nos lo recomendaban. Lo he leído a duras penas, a trancas y barrancas, y no me ha llenado. Es un ensayo sobre la existencia rutinaria, dramática, quejumbrosa de sacerdotes. También se regocija en el sacerdote bueno, cumplidor y santo. Yo esperaba otra cosa. Ojalá que si lo vuelvo a leer, con la edad me guste más.


En nido ajeno


La señora Esmeralda me acogió en su casa. Familia numerosa, de buen corazón. Cuatro hermanos varones muy madrugadores en verano y primavera, sacaban a flote la hacienda doméstica. En medio de aquella estirpe masculina, emergía tímida una florecilla de veinte años: Rubí la llamaban todos.

"No hay veinte años feos", dice un refrán. Zagalilla del hogar, ella se encargaba de proveer de agua a la casa desde la lejana fuente. Belleza rural, destellaba delicadamente por callejas, caminos y muros en ruinas. Casi resultaba imposible no tomarle cariño. Fina; un poco reservada, suavemente coqueta. A mediodía, a mi vuelta del pastoreo espiritual, la encontraba descansando del rudo laborar, leyendo en el periódico ecos de sociedad. Las bodas era lo único que le interesaba del diario.


Terminaban las fiestas de Navidad. Aquella chica joven ocupaba ya mi corazón con amor grande y sencillo a la vez, que advertía yo en progresivo crecimiento. Me preocupaba. Ella, tan atenta siempre conmigo... Yo dirigía contento su espíritu. Veía en ella un alma angelical. Y en marzo crecía mi cariño.

Deseo poner remedio: intensifico mi vida espiritual. Dedico todos los días un rato largo a estar con Jesús en el Sagrario. Lo veo necesario. La casa parroquial está muy cerca de mi iglesia que siempre la tengo abierta. Rara vez hay alguien, pero aquí estoy con Jesús muchos ratos. Le digo que me guíe; dejarme llevar por Él y vivir en plenitud.


Aquello debería descubrirlo a alguien. Lo comuniqué a mi amigo Ciriaco, el párroco del pueblo cercano.

Yo sentía profundo amor por Rubí; pero nunca se lo declaré. Casto del todo era mi sentimiento. Pero a un sacerdote le están prohibidos hasta los castos amores. De ellos a la carne, dicen que sólo hay un paso.


Mala jugada de ajedrez

A finales de abril me dirigí al Arzobispo y le conté todo, como un hijo a su padre amigo. Me prometió que me cambiaría de parroquia. Así viviría con mi madre en un pueblecito cercano a Estella.

- Entretanto, me decía el prelado, baje todas las tardes a pasear con el cura del pueblo vecino. No se preocupe. Todo se va a solucionar. Alabo su sinceridad.

Pasan los meses. Recibo carta de secretario de Cámara, Don Sixto. Me comunica que de párroco, nada. Vuelo a entrevistarme con aquel señor que se permitía jugar al ajedrez con los sacerdotes, considerándolos como piezas, como peones del juego.

- Ya me ha dicho el señor Arzobispo tu problema. Por ahora no te podemos dar parroquia, sino solamente serás coadjutor.

- ¿Es posible que le haya contado el prelado lo que confidencialmente le expuse?

- No te preocupes; el secreto no saldrá de nosotros.

- Pero es que me prometió una parroquia. Necesito una casa para vivir con mi madre que se ha quedado viuda.

- Tú irás de coadjutor a Oteiza. Si después de algún año, el párroco nos informa bien de ti, más adelante te ofreceremos un curato.

- ¿Qué hago con la moto que la tengo sin pagar?

- La vendes; y cancelas la deuda con el importe.

- Que conste que en esto no habíamos quedado el Arzobispo y yo. He sido sincero y noble. ¿Por qué me dice: "Si el párroco nos informa bien de ti?"

- Marché con ira. Lloré de rabia. En adelante no lo diré al obispo si algo parecido me ocurre. Jamás se enterarán estas gentes.

Había que buscar solución indirecta y la encontré. Don Miguel Sola, el de San Juan de Estella, era persona influyente. Le conté lo sucedido. Marchó al Arzobispo, y deshizo aquella mala jugada de ajedrez. En las curias no triunfaba la razón y la nobleza. La recomendación y la amistad solían estar mejor cotizadas.


Empezaba a sentir el aguijón del amor esponsal. No imaginaba antes tan duro el sacerdocio. Barruntaba que la vocación de célibe no era para mí. Mi ser entero se adhería al sacerdocio. Mi persona íntegra se abrumaba con el celibato.

Del seminario salí sin criterio propio


Mi modo de pensar se adecuaba al de los superiores. Al menos los escrúpulos de conciencia no volverían a anidar en mi alma. Aplicaba la teología moral en el confesonario sin ningún quebradero de cabeza. Por supuesto que nunca opinaba por mí mismo, sino imbuido por ideas ajenas tomadas de libros. Pasarían dos largos años hasta desasirme de las muletas del entendimiento, y comenzar a pensar por mi cuenta. Yo era un sacerdote estándar. El seminario resultó una máquina de hacer curas. La vida nos fue transformando en personas.

Dejé los muros de la cárcel dorada, ansiando volar libre. Una vez en el aire, tenía cortadas las alas. Abandoné el seminario sin madurez psicosexual. En teoría sabía todo. En la práctica todo lo ignoraba.


Ahora no había remedio: las naves estaban quemadas. Pasaba horas enteras en oración ante el Sagrario de mi parroquia. Allí estaba Él. Sé que me comprendía. La postura de mi plegaria era como la de Cristo en el Huerto: postrado en tierra; tumbado. Le pedía amor a Él solamente; vivir en virginidad, alegría en mi entrega. Procuraba acompañar mi oración con sacrificios. Luego, en casa, me encontraba con Rubí. Pero siempre huía yo de la ocasión de verme a solas con ella, porque tal vez...


Jesús, le digo en la Eucaristía: Que Tú crezcas, Señor, como protagonista de mi vida. Que nadie hay importante, sino Tú, Señor. Mis hermanos también tienen importancia, porque Tú eres el Padre común. Enséñame a amar a todos, porque soy tu hijo y Tú los amas; que los sienta hermanos.


El nuevo nombramiento

Llegó julio y primeros de agosto. Ya tenía el nombramiento; pronto cambiaría de destino. Mi corazón lloraba; sangraba. Una tarde me encontraba solo en el despacho parroquial. Embalaba mis escasos muebles y equipaje, para transportarlos de aquel lugar, que había visto mis primeros fervores sacerdotales. Llamaron a la puerta. Horas calurosas del estío. Los pájaros revolotean en torno al campanario. Rubí entró con su madre para ayudarme a preparar. Los hombres somos un poco zafios en estos menesteres.

Al día siguiente en la Misa, le dije a Jesús con la mayor devoción: "Señor, no soy digno de que entres en mi pobre morada... No permitas que jamás me aparte de ti." Fue mi última misa en el pueblo de mi luna de miel sacerdotal.

Por la tarde abandoné mi primera parroquia. La motocicleta me trasladaría de aquel pueblo bendito. Solo me marcharía; como ave sin pareja. La carretera de todo el trayecto era regada con lágrimas de dolor. ¿Qué será de mi vida? He triunfado huyendo del amor. ¡Ojalá triunfe más abrazándome al gran Amor! Desde la altura de la montaña de Arcilla divisé por última vez, perdido cual caminante en el desierto, aquel pueblecillo. Allí quedarían las golondrinas, vigías del aire, custodiando el secreto de mi oración, que al partir dirigí al Padre.

El Valle Nuevo


Ya estoy en mis nuevas parroquias: Almarro y Murrilade como anejo. Vine el sábado, y ayer domingo me presenté. Llego con ilusión, yo solo, nadie me acompañó. Llamé en una puerta de Rumos, y apareció un hombre tullido a causa de los años y de la enfermedad. Sonrió sincero y me mostró la casa del cura del pueblo, Don Luciano, que debe de andar pescando.


Me informa hoy mismo don Luciano, el párroco de Rumos, sobre el Valle que poseía mala fama. Decían que enviaban a él a curas castigados. Pero este cura es ecuánime y me dice: - Almarro es frío en la práctica religiosa. A Misa, sí, acudirán. Celébrala muy temprano. La mayoría son carboneros, y han de subir al monte de madrugada. - ¿Hay problemas de odios y enemistades? – le digo yo. - Como en todos los pueblos. Pero aquí en la guerra a nadie se fusiló. Tú prepara bien la predicación y te escucharán con gusto. La gente es distinta de la de los pueblos en que has estrenado tu sacerdocio. Viven del monte. Su temperamento resulta bastante cerrado pero muy buena gente.


El mismo sábado pregunté por el alcalde para buscar patrona. - Yo no le puedo tener en casa. Soy el alcalde, pero una de las personas más humildes en lo económico. - Necesito patrona tan sólo durante unos meses. Mi madre vendrá conmigo. Hoy me hospedo y para unos pocos meses en la familia Rubial. Buena familia. La habitación; sencilla, aunque la más elegante de la vivienda. Subiré a la casa parroquial durante el día a mi trabajo y lectura. La iglesia está tocando. Visito largo rato a Jesús y le pido fuerza en mi nuevo destino. Espero estar feliz en mi sacerdocio.

Está comprobado que a los curas nadie desea hospedar. Hoy ni lo hubiera intentado; creo que me hubiera arreglado yo solo con frigorífico, microondas, pequeños restaurantes en gran parte de los pueblos. ¿Qué necesidad de "patrona" teniendo casa parroquial? No nos enseñaron en el seminario a valernos por nosotros mismos. Mirando todo con la perspectiva de los años, me parece normal la falta de acogida en un hogar. El cura puede resultar una compañía desagradable: no trabaja; siempre está metido en casa. Si el hospedero tiene hijas jóvenes, habrá motivo de crítica.


Mis nuevas parroquias

De momento se avecinaba el problema económico. Serviría dos pueblos. Murrialde, el segundo, no tenía nómina asignada del obispado por ser anejo. El concejo ofrecía una exigua retribución. Pero lo que de verdad me preocupaba era el bien de aquellas almas. Tan sólo dos personas comulgaron el domingo de mi entrada. En el sermón me presenté con el sincero deseo de serles útil, de ayudarles por el paso de la vida.

Delante del Sagrario pensaba que mi pueblo se parecía mucho al de Ars. ¡Si yo llegara a ser como el santo cura! En la amplia iglesia las horas transcurrían veloces en oración amorosa junto al Señor. Allí proyectaba mi táctica pastoral. Al menos aquí tenía doscientas almas.

Celebro la Misa con fervor y con mucha fe: Me hago presente en el misterio. Te veo junto a mí, Señor. No permitas que te traicione obrando o hablando mal contra nadie. Deseo servirte en mis prójimos. Ven en mi ayuda. Y le repito casi todos los días a Jesús del Sagrario: deseo que todos se convirtieran en óptimos cristianos. Por mi parte no ha de quedar. Intentaré laborar en la parcela de la juventud masculina. Les explicaré temas formativos en la escuela nocturna. Profundizar más y más en tu presencia eucarística, de manera que todas las demás presencias de Jesús manen de aquí como de su fuente: presencia en los hermanos, presencia en el alma en gracia, presencia en la reunión de dos o tres en tu nombre, presencia en la Palabra. Vivir con amor este gran misterio.


Orar para preparar mi pastoral


El oficio Parvo de la Virgen. Lo recuerdo también en mi sacerdocio. Veo que está incluido en el Breviario. Me gustan las antífonas. Me alegra haberlo rezado tantas veces en filas en gramática. Poco a poco se fue creando en mí una tierna y profunda devoción a la Virgen María. Y le digo a la Virgen: llévame a Jesús.

Pienso mucho en que Dios se ha hecho uno de los nuestros, se ha metido en nuestra naturaleza humana. Se ha quedado en la Eucaristía por siempre entre nosotros. Agradezco a la Santísima Trinidad tanto don y deseo con su ayuda vivir en adoración y presencia divina. Estos han sido mis sentimientos en la oración y durante horas.


Deseo renovar

La comunidad necesitaba un salón parroquial para reunirse en grupos. ¿Cómo construirlo? Le decía a Jesús que no disponía de un céntimo. Mi tesoro personal ascendía a doscientas cuarenta pesetas en la libreta de ahorros. Los bienes de fábrica no eran mucho mayores.

Se me ocurrió exponer el caso a una revista. Una sola persona me contestó enviándome varias direcciones que me podían ayudar. Escribí muchas cartas. En total conseguí seis mil pesetas. Ni siquiera lo suficiente para demoler tabiques. Invertí el dinero en comprar media docena de pequeños bancos para alguna reunión en la sacristía, y dos casullas nuevas; la ropa litúrgica se encontraba en pésimas condiciones.

Hallé dentro de un armario algo extraordinario: un proyector de filminas. A pesar de ser antiguo, lo utilicé muchísimo. El señor Casanellas nos prestó una gramola de las de cuerda y numerosos discos. Las tardes domingueras transcurrían felices.

El templo parroquial lo preside una bellísima imagen de San Lucas; nos recuerda al Moisés de Miguel Ángel. En el sagrario de mi nueva parroquia paso muchas horas. Tengo mucha confianza en que Jesús me ayudará. He huido del peligro y Él está muy cerca de mí. Gloriarme también como el Apóstol en mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Estoy repasando como lectura espiritual un libro que leía mucho en el Seminario sobre las órdenes. Me da ilusión.


He comenzado a bajar a la escuela para impartir la catequesis, y tres veces por semana marcho a Murrialde; celebro allí Misa y después a la escuela a dar el catecismo a los niños. Atienden muy bien. La maestra de Almarro se llama doña Lucía. Es muy solícita conmigo y vive muy cerca de la casa parroquial.


El 18 de octubre se celebran las fiestas del pueblo. El ambiente se caldeaba en esos días. A mí, cura célibe, me molestaban esos festejos de baile y más baile. Pensaba que el demonio se encarnaba.


Todos los meses hablaba a las hijas de María; asistían con fidelidad. Durante la cuaresma, yo mismo daba conferencias sobre el matrimonio y educación a personas casadas. En todos los pueblos asistían la totalidad y agradecían este detalle espiritual y formativo.

Organicé tandas de ejercicios. ¡Gente curiosa! No decían ni sí, ni no. Se intuía un poco la afirmación. Cuando llegaba la fecha, se volvía atrás.

- No me va bien ir. Nada le había prometido.

Con los mozos he comenzado en la escuela nocturna a impartir charlas sobre religión y razonar nuestra fe. Hacen pocas preguntas, pero más que en Rual. Hablo con ellos pero no acudo al bar. Intenté laborar en la parcela de la juventud masculina, siempre difícil. Les trato con simpatía y en particular les saco conversaciones de temas formativos, humanos y religiosos. Pronto se cansaron de acudir a las charlas.


¿Por qué harán tan poco caso, Señor?

En parte podía servir de explicación el diálogo que sostuve con don Narciso, maestro que ejercía en un pueblo de la Rioja.

- Encuentro fría en el aspecto religioso a la gente de este valle. Me esfuerzo. Apenas consigo nada.

- Demasiado buenos son. Conservan todavía la fe.

- ¿Sabe usted algo? Parece que conoce la causa.

- No sé qué pasa. Mandan aquí curas castigados. Han pasado varios homosexuales. (Así me lo afirmaba con seriedad un viejo maestro).

- ¿No serán habladurías y calumnias? – le decía yo.

- No. No. ¡Conmigo, conmigo...! Siempre me ha gustado charlar con los sacerdotes. Un día, estaba sentado, hablando con uno a la orilla del río, y observo que comenzaba a tocarme. ¡A patadas tuve que desasirme de él!

- Y no se trata de un solo caso, añade. ¡Si yo le contara! ¿Tendré algo yo cuando tantos se meten conmigo?

Siguió narrándome casos de clérigos de allí y de otros lugares.

- La gente sabe todo esto y ¿cómo quiere que aprecie al sacerdote y acuda indistintamente a todas las reuniones?


Finaliza mi primer año en el Valle Nuevo

Procuro vivir junto a Jesús y le digo: irradiabas en Nazaret y ahora irradias en la Eucaristía. Haz mi corazón semejante al tuyo de tal manera que obre el amor y caridad hacia mis feligreses, que no me contente con ser orante, sino amigo de los hombres, buen cristiano

Los niños y niñas acuden muy bien a las filminas de los domingos y escuchamos música con la gramola (de cuerda) que nos prestaron.


En la Noche Buena hemos cantado con los niños villancicos. La cena en casa de la patrona, un poco seria; y pronto se han retirado todos a dormir. Antes de las doce; yo también. Estoy viviendo este adviento y navidad con mucho fervor espiritual. A la gente les hablo del sentido de la Navidad y creo que lo asimilan. Las mujeres comulgan más que cuando vine. Los hombres van a Misa todos, pero son muy pocos los que comulgan los domingos, normalmente uno que se llama José.


Y así, con ilusión y cierta melancolía por mi angustiosa soledad, está terminando el año. Mi balance es positivo: he salido de Rual por voluntad propia al haberme enamorado de una chica. Estoy con mucha ilusión en el segundo nombramiento. Practico oración abundante y visito largos ratos a Señor en la Eucaristía.


Leí varias veces, la primera en el Seminario, el libro “Cómo ganar amigos” de Dale Carnegí. Libro americano que hizo furor y para mí siempre tiene valor. Ayuda a saber tratar a la gente. Lo estoy leyendo de nuevo. Saber pasar ratos con la gente a gusto, y siempre con el deseo de serles útil, de ayudarles a ser mejores, de quererlos.

Hacia la Pascua

Y pronto se aproxima la cuaresma. Estoy repartiendo las bulas de la santa cruzada: es algo tradicional que conozco desde niño. A quienes dan una limosna – los pobres están dispensados – se les concede el privilegio de no ayunar más que el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo y algún otro día puntual. La ley general es de mucho ayuno en cuaresma. Nos conceden el 2% de lo recaudado a los curas que las administramos. Me supone muy poco, menos de 100 pts. Pero yo me pregunto ¿cuánto corresponderá al obispo, pues según parece es el mismo porcentaje y de toda la diócesis? Cuando pienso en estos privilegios por dar limosna, en virtud del esfuerzo por la Reconquista, me causa una indefinida sensación desagradable.

Me suscribo a la revista sacerdotal “Incunable”. La conozco desde el Seminario y me gusta. La leía ya con ilusión y pienso escribir algún artículo en ella. Me gusta escribir.

Pascua de Resurrección. Aleluya. Después de una Semana Santa llena de fervor, gozo con la alegría pascual. Hoy he procurado transmitir en mi predicación el sentimiento de fe, alegría y paz en estas fechas centrales de nuestra vida espiritual. Y le digo al Señor en mi oración “quejándome” del poco fruto de mis buenos deseos e intentos: ¿Por qué harán tan poco caso, Señor?


Mayo tiene siempre su hechizo


En este mes de mayo procuro vivir muy unido a la Virgen María; hago con piedad y devoción el mes de las Flores. Y le digo a mi madre: Virgen María, Tú fuiste llena de amor a Dios y a los hombres. Ayúdame a alcanzar del Padre, por medio de tu Hijo, la gracia de amar y de despojarme de toda tendencia al mal y a los placeres no lícitos o inútiles


Practicamos con gran fervor en la parroquia el mes de las flores. Me dicen que asiste más gente que en años anteriores. Yo me alegro mucho. Las Hijas de María cantan bien pero muy estilo pueblo. Seguimos con las catequesis y las charlas mensuales a las chicas. Los chicos ya han terminado hace días la escuela nocturna y mis charlas semanales. Yo, con la ayuda de Dios, seguiré en la brecha.


Mi piedad se intensifica. Siento dentro de mi alma compunción de corazón. Y le digo al Señor: "Señor, si Tú quieres puedes limpiarme". Y escucho tu voz que me dice: "Quiero, queda limpio". Con estos sentimientos acudo al sacramento de la Penitencia cada quince o veinte días.


Romería a Santa Elena. Es tradicional en Almarro. El concejo pone pan y vino para todos. El alcalde, alguacil y el cura tienen la comida completa, hecha allí mismo.

Hemos partido del pueblo temprano. Al salir de la iglesia cantando las letanías, y yo con roquete y estola. Arriba, ya en la ermita, Misa con pequeño sermón. Nos ha costado llegar entre una y dos horas. Me han ofrecido subir en carro, y después, al bajarme, cosa curiosa, me sentía mareado, por tanto bote de las ruedas con las piedras…


Celebro con devoción y amor, junto a mis feligreses el mes del Corazón de Jesús. Y medito en estas frases que he copiado: Como la rosa exhala perfume, aunque nadie se acerque a ella, así el Corazón de Jesús en el Sagrario exhala virtud. Jesús en la Eucaristía estás amando, perdonando, alimentando siempre.


Cuando me encargan celebro Misa en la ermita de la Virgen del Sol, que está en el mismo pueblo. La gente le tiene devoción y el pequeño templo fue restaurado hace pocos años.


Señor, ¿por qué otra vez?

Me encuentro en una mayor soledad que en Rual. No tengo junto a mi pueblo un sacerdote amigo con quien dialogar. Don Luciano, el cura de Rumos, es mayor. Disfruta con la caza y la pesca. Es de otra generación a la nuestra.

Preparo los exámenes quinquenales a la sombra de los árboles. Marcho a Estella con cierta frecuencia. Se puede paliar con una moto la sensación de aislamiento.

Sincero y bruto me espeta un chico, Emi:

- ¿Cómo se pueden aguantar los curas toda la vida sin casarse, sin relación con la mujer? De verdad, nunca supuse que me pudieran lanzar tal pregunta. ¡Qué pena no ser oportuno explicarle con sinceridad todo lo que llevaba por dentro! ¿De qué iba a servir por otro lado?

- Mira, le digo, no es tan difícil. Durante doce años hemos estado preparándonos en el seminario. Tal vez a ti te pueda parecer insoportable. El Señor dijo: "Mi yugo es suave, y mi carga ligera". ¿Ves el breviario que llevo en la mano? No me pesa. Algo parecido ocurre con la castidad.

Al hablarle yo, no me convencían las razones que le daba. Seguramente él tampoco las daría por buenas. Pero, ¿qué otra cosa podía decirle?


¡Cuánto había rezado para desasirme del amor femenino! También usaba la terapia de la distracción, aficiones, lecturas... Busqué amigos próximos, pero no tuve la suerte de uno vecino, como Ciriaco o Jesús Fernández. El cura mayor del pueblo vecino, Don Luciano, era buen compañero. Incluso tuvo la atención de invitarme a predicar el triduo del cumplimiento pascual. Me alentó mucho su juicio óptimo sobre mi predicación. Tal vez a su estímulo deba en parte mi segunda vocación dentro del sacerdocio, los ejercicios espirituales.

- Soy muy raro para los sermones, me decía. Casi siempre me aburren. ¡Tú me has gustado! ¡Y mucho! Sigue así.

Florita, una hija de mi patrona, me clavaba los ojos un día y otro, cuando ningún familiar la observaba. Yo aguantaba. La víspera de la Inmaculada me convencí de que ella estaba enamorándose de mí. Me miró fijamente. Me sonrió como se sonríe a un novio. Nada le dije. Días y días volvió a sonreírme. Cada vez más. Era un año más joven que yo. En el fondo me agradaba. No abandoné la oración, pero mi corazón no aguantaba. Hubiese querido que entrara en un convento y rezara a Dios por mí. En abril venía mi madre a formar nuevo hogar conmigo. ¡A ver si así se soluciona!

La crisis y angustia más profundas

Tuve que hacer un viaje a San Sebastián. Recuerdo que allí desahogué mi angustia con un confesor capuchino. - No podré ya ser jamás feliz, le decía. Estoy enamorado y me resulta imposible el matrimonio. Pongo todos los medios para desasirme: atiendo a mis fieles con celo, practico la oración. ¡Nada!

- ¿Te distraes con los compañeros?

- Sí.

- Tal vez te convenga cambiar de pueblo. Verás cómo entonces pasa todo.

- Creo que no es solución. Allí también habrá chicas. Si me olvidase de ésta, otra cubriría su lugar. Es mi experiencia. Hace un año cambié de parroquia por esta causa. El problema, mi persona.

- ¿Ya practicas la oración, el estudio, el trabajo, la penitencia, la lectura?

- No sólo realizo con celo mis deberes, lucho indirectamente por todos los medios. No es cuestión de olvidarme de ella, mi problema es más profundo. Necesito el matrimonio, y jamás me podré casar. Esto me hunde. Si no creyera en Dios... me desesperaría.

- ¿Por qué no pasas al rito oriental? Ya sabes que allí los curas se pueden casar.

- Ya se me había ocurrido, pero todo está atado y bien atado. Allí contraen matrimonio antes de la ordenación. Por otra parte, el clérigo o seminarista que cambia de rito, deberá seguir sometido a la ley del celibato.

Por la Asunción, fiestas de Rumos, bajaba Florita al baile. Comencé a sentir celos. ¿Y si se echa novio? No me consolaba el refrán de "agua que no has de beber, déjala correr". Esa filosofía parecía ignorar las reglas del corazón. Lo que pedía al Señor días atrás me repugnaba. Y sufrí mucho en aquellas fiestas. Jamás podré casarme con ella. ¡Ni con ninguna! ¿No pensarán los jerarcas eclesiásticos en estos dramas sangrientos que provoca la ley?

El diecisiete de julio marché de ejercicios a Burlada. Me despidió Florita fríamente. ¿Se habría enamorado de alguien? Me esforcé por gozar ese día con la familia por el bautismo de mi nueva sobrina. Creo que nadie notó mi drama.

No logré solucionarlo en los ejercicios.

Me decía el viejo padre jesuita:

- Has quemado las naves. No tienes solución por los cauces del matrimonio.

- ¿Qué haré? ¿Qué le parece?

- Lo mejor es que consultes con un médico. Con medicinas podrás aliviar tu angustia psíquica.

Dentro de la lógica de entonces era el único camino: "Nosotros, los jerarcas, dictamos un día la ley. Arreglaos como podáis para cumplirla. Si no lo conseguís por los cauces normales, acudid al médico; el dormirá vuestros instintos". Cuando uno tiene hambre, existen muchos métodos para solucionar el problema: rezar por él; aconsejarle que busque alimentos; recetarle pastillas que reduzcan su apetito; que muera... Pero el único remedio eficaz es: que coma.


Mi madre viene


Mi madre detestaba los pueblos, pero más la soledad vacía. Mi madre comenzó a fijarse que aquella chica me miraba con ojos enamorados, pero mi mente no podía desligarse de ella. ¡Oh dulce obsesión! Creía de modo ingenuo que me olvidaría de tal afecto si ella se enamorase de otro. Y se lo pedía al Señor con sangre en mi alma. Juzgaba que así encontraría mi salvación, pero descubrí la angustia iracunda de los celos.

No podía deshacerme del cariño. Pero seguía luchando sin cesar. Comencé a sentir angustia hasta llegar a una profunda depresión. De cualquier manera jamás podré compaginar el amor a Dios con la intimidad del matrimonio prohibido para mí por ley implacable.


Se agudiza la crisis


El médico de Mencía me atendió; gozaba de gran prestigio en toda la zona. Le cuento al detalle todo mi problema y lo sigue con interés.

- La única receta que a usted le curaría es el matrimonio.

- Pero es imposible.

- He conocido varios casos de sacerdotes con problemas agudos; sobre todo en la guerra. Le recomendé a uno algo que le calmó: el electro shock. Es un poco duro el tratamiento, pero creo que merece la pena. Entretanto tome estas grajeas antidepresivas.

Nada solucionaron las pastillas.


Marché a Lequeitio. El padre Samuel, buen amigo, natural de Almarro, me brindó la ocasión. Él permanecería en mi pueblo, y yo le supliría en su capellanía de monjas.

Pensaba yo que este cambio veraniego me distraería de tal manera que podría tomar fuerza para olvidarme del todo. Resultó una experiencia gratificante: bañarme en el Cantábrico; estudiar sobre una roca mirando al mar; conocer aquella zona de Vizcaya; atender a las monjas, con problemas muy serios a veces.

Algún día olvidé en parte mi situación, pero la angustia seguía minándome implacable. Tedio de vivir. Nada hay que apetezca más mi naturaleza que el matrimonio Hubiese preferido morir para ir ya a Dios. Él será el único que llenará del todo nuestro corazón. ¿Por qué habría abrazado aquella ley inhumana?

Regresé de Lequeitio igual. No; peor. La chica seguía sonriendo y deshaciéndose en cumplidos. Yo no podía aguantar.

Tenía que luchar directa e indirectamente. Me quedaba el recurso del psiquiatra. Una noche, después del rosario estando yo solo, me caí en la sacristía, dentro de una crisis de angustia. No llegué a perder el sentido. Mi deseo era que nadie se percatase de cuanto me ocurría.

Tuve que ponerme en tratamiento psiquiátrico. Quería vivir feliz mi sacerdocio, pero no lo conseguía. Mi depresión era muy profunda. Hubo algo que me ayudó indirectamente en todo esto: Don Luciano, el cura de Rumos, iba a marchar pronto a Roncesvalles como beneficiado. Me encomendaron del obispado el servicio de aquel pueblo. Tenía una casa parroquial nueva, con salón para reuniones y todo; era un pequeño chalé. Poco tiempo me quedaba para residir en el pueblo de Almarro.


Con la perspectiva de más de cincuenta años no juzgo a aquella chica con dureza ¡pobre! En aquellos días no podía comprender su alma. Hoy la juzgo como llena de represiones y ¡cuánto tuvo que sufrir! A fin de cuentas, si ella llegó a quererme, había de renunciar también a un amor imposible.


En medio de las pruebas


En medio de mis pruebas le digo a Jesús junto al Sagrario: Jesús, me miras desde la Eucaristía; tu mirada es como en los tiempos de tu estancia en la Tierra: compasiva, de descanso, de posesión. Ten misericordia de mí y perdona mis pecados. Jesús, te adoro y amo hoy aquí y en todos los Sagrarios del mundo. Enfermedades, contrariedades, desengaños, no me quitaréis la paz, porque sé muy bien de quién me he fiado. Señor, que todo me eleve hacia Ti. Sensibilizar la presencia real en la Eucaristía con toda la fuerza de mi imaginación: que todo el día esté pendiente de tu amor, como los santos. Sagrario, amor encerrado e inmolado por nosotros, que siempre estemos con Espíritu de contemplación. Pero la depresión me dejaba pocos ratos de paz interior.

El Dr. Lagos que me atendía, calificó mi mal como depresión reactiva. Me impuso un tratamiento duro. Me excitaba más aún con aquella terapia. En una crisis hubo de asistirme el médico del pueblo. Entonces suspendieron aquel método y me aplicaron otro más relajante. ¡Drogas y más drogas! Los médicos mismos comprendían que la única solución era el matrimonio.


He estado un par de días en Santurce en casa del tío Luis. He contado a mi prima el problema que me acucia con la profunda tristeza que me acompaña. Le digo que me he metido en un callejón sin salida. Mi prima me consuela como puede. Ella tiene novio y se casará. Yo siempre solo, siempre soltero.


Llegan mis mejores amigos


Llegó Paco Macaya a visitarme en la parroquia. No le descubrí el problema que yo llevaba encima. A nadie fuera del secreto sacramental. El recuerdo del secretario de cámara, don Sixto, me obligaba a ser cauto. Después de cenar nos quedábamos Paco y yo, casi hasta el amanecer, charlando en íntima y agradable conversación. Jesús y Pedro también desfilaron por casa con ocasión de predicaciones extraordinarias. La tertulia con ellos se prolongaba hasta las dos de la mañana. Pero a ninguno manifesté mi problema. Mis grandes amigos de nada se enteraron.

Estos mismos sacerdotes y algunos más fueron pasando por mi feligresía como predicadores y confesores extraordinarios.

El segundo servicio


Era un pueblecito situado en la misma falda de la sierra Murrialde. Moisés, un seminarista que dejó la carrera, me ayudaba en lo que podía, en los actos de culto. Estudiaba magisterio y practicaba en la escuela rural.

Las nevadas en aquel lugar casi cubrían las puertas de las casas. Habían de acompañarme con una caballería y abrir camino en sitios donde la nieve se amontonaba con dos metros de espesor. Buena gente, fría y taciturna como el mismo monte. Acudíamos algunas veces, en el buen tiempo, a la cima para respirar el aire puro en paseo intenso. La sierra en aquellos años encogía mi alma por la excesiva soledad. Ahora me ocurre todo lo contrario.

Y unos meses más tarde, también me toca servir el pueblo de Nierva. Acudo como tercer servicio tres veces por semana a celebrar Misa y a dar la catequesis. Me extraña ver en la parte baja del retablo unos angelotes, desnudos en principio, pero con unos bombachos marrones, pintados por alguien. Por lo que he oído pasó por aquí, castigado, un cura homosexual. Y yo me pregunto ¿no los pintaría aquel cura para que no le vinieran tentaciones mientras decía la misa?




El párroco de Berilla

Llegó como párroco de Berilla, Miguel Armañanzas. Doce años mayor que yo, pero podía hablar con él; existía entre los dos una corriente de simpatía. Me escuchaba en confesión. Él me animaba y usaba la terapia de distraerme en algunas ocasiones. Subía a veces desde Berilla paseando para charlar conmigo. Me aconsejó que escribiera a un fraile entrenado en las lides de ayudar por correspondencia. Parecía que por medio de ejercicios corporales curaba enfermedades del espíritu. El religioso franciscano me recetó paseos de veinte minutos con respiración rítmica. Practiqué largo tiempo aquellos consejos. Pero el buen fraile no volvió a contestar a mis cartas; se había agotado. No sané, pero al menos algunas horas de alivio conseguí.


La vida interior


En mi vida espiritual siento dentro de mi alma compunción de corazón. Y le digo al Señor: "Señor, si Tú quieres puedes limpiarme". Y me parece escuchar su voz que me dice: "Quiero, queda limpio". Con estos sentimientos acudo al sacramento de la Penitencia, porque este sacramento perdona cualquier sombra de pecado que hubiere y da fuerza y alegría en las dificultades.

Pienso mucho en Jesús: tiene misericordia de tantas personas sin fe, de los pecadores, de cuantos han abandonado la práctica religiosa, de los apóstatas. Haz que siempre sea fiel a tus mandatos y no permitas que me aparte de Ti.


El Nuevo Testamento es fuente principal de mis lecturas y oración. Lo tengo cerca de mí. También disfruto con el breviario que procuro rezar con atención. Los himnos son difíciles pero en ratos libres los traduzco para gustar de ellos. Me viene muy bien además “La vida devota” de S. Francisco de Sales.

Y sigo con mi costumbre buena: todos los días media hora antes de misa me siento en el confesonario, para hacer la meditación y la lectura espiritual, fuentes de oración para mí. Si viene alguien a confesarse, le atiendo. Les he dicho en mis homilías que les aguardo. Algunas mujeres y niños ya vienen. Pero no muchos. ¡Quién pudiera ser como el cura de Ars!


También retiros


Celebramos los retiros en Villar de Anc. Nos juntamos entre quince y veinte curas del arciprestazgo de Los Parrales. El arcipreste es don Ramón a quien conozco desde Estella cuando estuvo de capellán. Este acto lo practico con fervor y me influye; procuro reducir mis distracciones al mínimo para más orar y más dedicarme al servicio del Señor en mis hermanos. Fomentar el espíritu de oración: Señor, dadme el don de oración, el don de abnegación y la perseverancia final; dadme también celo para la salvación de las almas. "Nada soy, pero todo lo puedo en Aquél que me conforta"; confío y me entrego.


Aumenta mi afición a escribir; tengo que redactar un artículo para Incunable sobre el clero rural que se atrofia por falta de trabajo. El clero rural palidece por falta de ilusión. Es necesario abrir nuevas perspectivas. Es necesario dar algo al sacerdote de pueblo. La hermandad de san Vicente de Paúl, solución parcial. Es una salida para quien se siente con cualidades de misionero popular. Es lo único que conozco, organizado a escala nacional. Puede ayudar a ampliar horizontes al cura de aldea. Se admite a todo sacerdote que se sienta con facultades para la predicación. También es bueno ser director de Ejercicios Espirituales; escritor, investigador, visitador de enfermos, anacoreta... Cada obispo debe atender y respetar en lo posible esta segunda vocación de su clero.

En la escuela de Ejercicios Espirituales


Me han admitido a un cursillo de dos meses que se celebrará en el seminario de Vitoria, dedicado a la formación de directores de ejercicios espirituales. Me conviene asistir a él. ¿Quién sabe si esta preparación pastoral me hará útil en esas ramas de apostolado de la palabra, y a la vez centrará mi estado de ánimo? Durará desde mitades de octubre hasta Navidad.

Doce compañeros de diversas provincias españolas nos reunimos en torno a don Joaquín Goicoecheaundía y don Ángel Suquía. Allí encontré a don Francisco Bujo, el cura de El Villar, que me acogió la noche de mi peregrinación a Codés. Él sería el padre espiritual del grupo. Pocos meses después, fallecía el pobre, víctima de accidente.

Javier Illanas, el padre Albizu (sacramentino) también estaban allí. Con ellos intimé. Pero el amigo principal fue Goyo.

Fiel a mi espíritu de no contagiar a nadie mi enorme angustia interior y casi desesperación, aparecía ante todos como el más alegre. Incluso, como reacción altruista, desbordaba alegría. Nadie podía sospechar mi drama interior.

Los días en el seminario de Vitoria transcurrieron con interés. Merecía la pena escuchar a aquellos hombres expertos. ¿Podría algún día yo dirigir una tanda de ejercicios? Muy buenas las clases sobre todo de Don Ángel Suquía sobre la técnica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Espero dedicarme a este apostolado, si Dios me da fuerza. La gran estrella es don Joaquín Goicoecheaundía, hombre enamorado del sacerdocio y alma y vida de todo el movimiento de la diócesis vitoriana. También imparten clases otros varios profesores de talla.

Celebraba yo misa todos los días en el coro de la capilla, como mis compañeros, cada uno en su altarcito; eran tiempos preconciliares. Me unía fuertemente a Cristo que tenía en mis manos. Le hablaba con lágrimas en los ojos: "No permitas que jamás me aparte de ti". Hubiese querido detenerme en aquellas Eucaristías; que no transcurriera el tiempo; permanecer junto a Jesús todos los días de mi vida. Pocas épocas he pasado con mayor fervor. Quería vivir tan penetrado con Jesús como la lámpara del Sagrario con el aceite. Siempre unido a mis compañeros en íntima amistad, pero sin aprisionar mi corazón en el amor humano.

En los fines de semana regresaba a la parroquia para atender a mi feligresía. Seguí sufriendo mucho con mi problema.


Aprovecho el cursillo para acudir al médico


Tenía que aprovechar mi estancia en la ciudad para consultar a un psiquiatra. En una primera visita me indicó que, para aplicarme el electro schock, era precisa la compañía de algún familiar o amigo, existían riesgos.

Mi depresión seguía en aumento. Me aplicaron dos sesiones de corrientes eléctricas, pero debiera recibir diez. Mi fiel amigo, Goyo, estaba junto a mí. Al colocarme los electrodos en las sienes, perdía instantáneamente el conocimiento. Una hora más tarde despertaba. Quedaba con la memoria obnubilada. Ni siquiera sabía dónde me encontraba. El tratamiento resultaba extremadamente duro. Me aterraba perder la conciencia de una manera fulminante y las horribles pesadillas de las ensoñaciones. Y no quise seguir. Solo me practicó dos sesiones.

Me recetó el doctor unas pastillas que inducían el sueño. La dosis creo que era excesiva, porque un día, después de tomar las grageas, caí al suelo dormido. Hubieron de llevarme a la cama entre dos compañeros.


Lloraba y gemía horas enteras cuando nadie me veía. Mi depresión era total.

Y así terminé el cursillo de Vitoria. A pesar de mis tormentos, trabajé con interés. Hasta fui capaz de redactar una tesina sobre el "Principio y fundamento" y el libro de Tissot "La vida interior".

El título que me otorgaron me capacitaba para dirigir ejercicios espirituales. Otro título logrado por mi sufrimiento interior me descubría la grandeza y miseria del corazón humano.


Bautismo de Ejercicios Espirituales


Pocos meses más tarde, el P. Albizu, compañero de la escuela de ejercicios de Vitoria, me invitó a dirigir una tanda a los estudiantes sacramentinos de Tolosa, de donde él era director espiritual. Fue mi bautismo de fuego. Observé que los jóvenes seguían con interés mis pláticas, consultaban sus problemas, lloraban sus pequeños pecados.

Al vivir las inquietudes de otros y tratar de solucionarlas, las mías quedaban olvidadas temporalmente.

Recuerdo la ingenuidad de un niño de doce años que me decía:

- Yo quiero ser sacerdote. Algunos dicen que dejan la carrera por las chicas. A mí las chicas no me gustan.

¿Qué sabía el pobre niño de 12 años de la fuerza de la tendencia amorosa - sexual?


Siempre vivo las necesidades y problemas del mundo, sin encerrarme en mí mismo. Desde el 29 de junio, la prensa habla mucho del Congo: los servicios secretos belgas desarticularon un intento de proclamación de independencia de la provincia de Katanga. En la fecha prevista, se proclamó la República Democrática del Congo, con Joseph Kasa-Vubu como Presidente y Patrice Lumumba como Primer ministro. Mi criterio es que debieran desaparecer las colonias y poco a poco preparar dirigentes indígenas y darles la libertad.

Y de vez en cuando, una boda. Preparo a los novios sobre el sacramento del matrimonio, creo que bastante bien, dentro de las limitaciones a causa del poco tiempo con que avisan. Acostumbran a invitarme a celebrar la ceremonia. Siempre regalo a la pareja la Biblia, para que la pueda utilizar como libro de familia. Nunca rehúso la invitación, además al ser los pueblos tan pequeños, o vas a todas o a ninguna. Pienso que si me llaman, agradecerán mi presencia.

Un cambio beneficioso

Don Luciano marchó a Roncesvalles, y por orden del obispado, me trasladé a Rumos. La casa nueva, pequeño chalé de dos plantas, influyó en mí favorablemente. Era el mes de mayo, el día de la Virgen del Puy cuando llegué.

Recuerdo que en el rosario cantaban una melodía que me emocionaba, y medio siglo después sigue conmoviendo mi alma: "En mayo hermoso, María, te ofrece el campo primores. Y en sus primicias la flores exhalan todo su amor”... La Madre me llamaba. Sentía renacer en mí una nueva primavera. Seguí durante un año tratamiento médico, dirigido ahora por el prestigioso Dr. Soto. Me aplicó una cura de sueño en mi propio domicilio. Dormía unas veinte horas diarias. Me levantaba para celebrar Misa; reposaba de nuevo hasta la hora de comer; interrumpía la siesta para tomar la cena. La noche cubría con su manto todas mis preocupaciones e inquietudes.

La gran noticia

Al finalizar el año, una noticia me dio gran paz. Creo que mi curación se debe principalmente a esta buena nueva. Oí, no sé a quién, que el Papa Juan XXIII en algunos casos concedía a sacerdotes dispensa del celibato. Podían casarse, pero no ejercerían después el ministerio. La idea de poder solucionar mi caso me calmó por completo. Gracias a Dios la enfermedad mental huyó de mí, después de dos largos años. He de decir: "Cantaré por siempre las misericordias del Señor".

Estaba en tinieblas. Lentamente fueron despejándose los nubarrones. La providencia obraba en mi vida despacito. Cincuenta años más tarde, alabo a Dios Padre que no me ha abandonado. Renacía en mí la alegría con intervalos. Sólo ha quedado la cicatriz de aquel mal, y el recuerdo de la experiencia más amarga de mi vida.

Escribía así en mi diario: "Veo a Florita casi todos los días, pero nada sé de su vida. Ignoro si continúa o no con el novio”. Comencé a no estar desesperado. La tristeza me invadía algunas horas al día, normalmente por la tarde. El llanto, con menos frecuencia.

En febrero del 62 dirigí una misión en dos pueblos de Treviño: Obécuri y Bajauri. Terminé feliz. A continuación, marché a Olleta con idéntico ministerio evangelizador. Regresé muy animado. Barruntaba que en el sacerdocio también se puede ser feliz ayudando a las almas.

Pero la curación no fue repentina y siempre con la esperanza de que ya no estaba metido en un callejón sin salida; Juan XXIII abrió las puertas. Otra vez los días iguales; con tristezas y esporádicas alegrías. Me animaba constatar mi facilidad para la predicación.


Con la ayuda de Francisco Morentin


En mayo conocí a Francisco Morentin, y entablé amistad con él. Francisco era afamado director de ejercicios espirituales, ya con nueve años de experiencia sacerdotal. Meses más tarde asistí como ayudante a una tanda que él dirigía en Estella. Me llenó del todo su estilo dinámico, la temática y el ambiente. Acudí no como ejercitante, pero el resultado fue una nueva conversión en mi vida. ¿No sería mi segunda vocación la pastoral de la palabra?


Comencé a dirigir tandas. Salía yo mismo transformado de ellas. Hacia el año sesenta y cuatro se iba haciendo habitual en mí una alegría serena. ¡Qué gozo ver transformarse las almas! No se podía cambiar esta dicha por los placeres del mundo.

"Todo lo considero como basura con tal de hacer el bien, escribía. Voy adquiriendo facilidad. Conozco el corazón humano por experiencia propia. Llevo dos años viviendo la alegría del sacerdocio, la felicidad de mi entrega al Señor... Pero pienso que mi vocación no es el celibato. No obstante no me voy a apresurar por salir del estado clerical para casarme. Si el Señor quiere para mí el matrimonio, me preparará el camino. Ahora, en esta paz del corazón puedo trabajar algunos años".

Arrimar el hombro y atraer

Preparé para el seminario a Ángel. Un año entero, mañana y tarde, estudiaba mi discípulo en el despacho cural, junto a mí. Ardua labor meter en la cabeza de aquel chiquillo, formal y serio, todo el primer curso de bachillerato.

Un hombre viejo habitaba en mísera casa contigua a la parroquial. Jamás nadie traspasaba el umbral de su puerta. Hacía muchos años que había roto con la práctica religiosa.

¿Por qué no intentar atraer a la "oveja perdida"? Le llamaban "Catachi".

- ¿Me recibirá en su casa? Le pregunté.

- Mi casa no tiene nada.

- No se preocupe. Ya procuraremos acomodarla un poco. Gestioné para empalmarle la luz eléctrica. Y le proporcioné una cama, pues dormía en el suelo, sobre paja.

- ¿Quiere que acuda por las mañanas a charlar con usted?

- No tengo inconveniente.

Al día siguiente me presento y le abordo:

- Ya sé que usted no va a Misa. Seguro que tendrá motivos muy serios. Probablemente habrá visto casos que le han indignado.

- Si todos fueran como usted...

- ¿No le gustaría que le contara lo que hablo a la gente cuando marcho a dar ejercicios lejos?

- Sí. Me gustaría escuchar.

Durante varios días, a la luz de la única lámpara que para su cocina conseguí, al abrigo de unos troncos que chisporroteaban en el fogón, fui hablándole de modo sencillo. A ratos "Catachi" escuchaba. Cuando notaba que le llegaba la fatiga, me despedía.


Cayó más tarde enfermo. Le acompañé al hospital. Un mes más tarde regresó.

- ¿Por qué no viene a visitar la parroquia? Verá qué bonita ha quedado después de la restauración.

Entramos juntos los dos.

- ¡Cuántos años hace que no piso esta iglesia! ¡Ni ninguna!

Yo le decía al Señor del Sagrario: - Tú lo puedes todo. Este es un hombre naturalmente bueno. Dale luz y fuerza para amarte.

No conseguí que regresara al redil. Serios motivos tendría. Nadie, ni él me los dijo.

Años más tarde moría en el Hospital de Navarra. Pidió un sacerdote que le administrara los sacramentos. Espero que Dios lo tenga en su gloria. La pobreza es uno de los mejores billetes para entrar en el cielo.


La televisión comenzaba a verse por la zona


Amigos y compañeros la habían colocado con notable éxito. Reuní al pueblo para dialogar. En principio el concejo adelantaría el dinero. Se colocaría el aparato en el salón parroquial. Yo me encargaría de cobrar una pequeña tasa por familia para la amortización. Poco tiempo después funcionaba el teleclub. Muchos días se llenaba el recinto. Los toros agradaban de tal modo que durante los sanfermines madrugaban para el trabajo los hombres, con el fin de presenciar la corrida a media tarde. También es apostolado crear lugares sanos de reunión.

Los seminaristas, mis amigos


Cuatro seminaristas mayores vivían en el pueblo, verdaderos compañeros y amigos: Los hermanos Felipe y José, Abel y Desi. Con entera confianza entraban en mi casa. Los veranos me recordaban mis vacaciones estudiantiles. Formábamos un verdadero equipo parroquial. Desi destacaba por su vida de piedad y sencillez franciscana. Pasaba largos ratos delante del Sagrario y cuidando el rebaño de propiedad familiar. Ahora es un misionero, siguiendo su misma línea de entrega.

En Navidad organizamos juntos una semana litúrgica. Ellos traían ideas nuevas del seminario, y actuaron como ponentes ante la admiración de familiares y paisanos. Otro año el cursillo trató sobre la vida de Jesús. Lo ilustraron con diapositivas. La pastoral del pueblo con su colaboración marchaba mucho mejor.

Éramos verdaderos amigos. Las tardes veraniegas marchábamos con frecuencia al río. Comentábamos con frecuencia temas de fondo. Recuerdo ahora un debate sobre el escándalo de “los buenos” o de los que parecían ser buenos. Y no los condenamos, porque tal vez cuando obraban así, pensaban que ofrecían a Dios un servicio. Y esto es lo más grave.

Cuando termina septiembre me da un poco pena; se marchan al seminario mis mejores amigos. No sé por qué pero este mes me parece siempre un poco tonto, siendo así que he de procurar vivirlo muy en intimidad con Jesús. Ayúdame, Señor, a sacrificarme un poco más en todo para purificar más mi corazón y siempre ser tuyo. Nada soy, Señor, pero todo lo puedo en Aquél me conforta: “Dirige en tu presencia mis pasos”.


Travesura y revuelo


Ángel aprobó el cursillo del seminario, y se unió al grupo de seminaristas, un poco como "pinche" por ser el menor.

Una tarde se encontraba el carpintero colocando en la iglesia las mesas - comulgatorio, que le encargamos. Como siempre, la nubecilla de niños le rodeaba, contemplando la labor del operario. Unos minutos hubo de salir nuestro ebanista. Aprovechan los críos la ocasión para su piadosa travesura. Ángel se constituye en jefe.

- Mira, aquí tenemos un berbiquí; vamos a hincárselo en el culo a los malos.

- Yo primero.

- Yo segundo.

Y taladraron un relieve de la caída de Jesús, porque los judíos le pegaban con látigos. Hasta la nariz de un sayón quedó destrozada. Se armó revuelo. Los padres restauraron la obra de arte con cera de diversos colores. La intención de los niños no era mala, pero ¡qué desastre hicieron!

Nuestro carpintero construyó el confesonario: Una especie de cajón hacía hasta entonces sus veces. En los Salesianos de Pamplona había visto yo unas sedes modernas y prácticas para sacerdote y penitente. Allí me dirigí con él. Buen profesional, tomó sus notas, y se informó perfectamente de su cometido.


Ya, nuevos curas

Felipe había llegado al sacerdocio el día de fiesta de San Pablo. Difícilmente volverá a recibir mayor agasajo popular. En el momento en que descendía del coche, comenzó el volteo de campanas; los músicos acompañaron al neo sacerdote interpretando un pasacalles; en el interior del templo esperábamos el pueblo entero. Entró bajo palio en la iglesia. Yo, revestido de capa pluvial, le ofrecí con el hisopo agua bendita, como a los señores obispos. Desde el presbiterio le saludé en medio de la asamblea, y lo hice con calor y emoción. El pronunció unas palabras e impartió su primera bendición.

Abel y José subieron las gradas del Altar un año más tarde. El pueblo hervía en fervor y alegría; verdadera renovación de espiritualidad.


Desi a todos nos dio un ejemplo sencillo y constante de vida de piedad bien llevada. Ayudaba a su padre, enfermo crónico, en el pastoreo del rebaño. Había de salir de casa muy temprano y regresar tarde. Él tenía las llaves de la iglesia, y podíamos observar a las 11 de la noche la luz encendida del templo.

Y este joven levita se ordenó en su misma parroquia, el último de los cuatro. La gente no cabía, porque además de los vecinos estábamos la familia, los amigos de siempre y los allegados. El Obispo consagrante era Monseñor Ángel Riesco Carbajo, auxiliar del Arzobispo de Pamplona, un hombre sencillo y santo, verdadero ejemplo de obispo. Fue un día gozoso, la única vez en que me ha correspondido imponer, después del obispo, las manos en una ordenación sacerdotal. Jamás lo olvidaré.


Los niños colaboran


Entregaban por las casas todos los sábados un sobrecito para la ofrenda en la Misa dominical. En la parte exterior cada familia anotaba su intención para ofrecerla en el Santo Sacrificio. En la función eucarística de la tarde, leíamos públicamente las peticiones. Ejercían otras funciones: todos los chavales eran monaguillos; y las niñas eran oficialmente las repartidoras de “La Verdad”, la hoja parroquial de la diócesis.

Suprimí los aranceles, es decir: se acabó de entregar cada familia dinero al párroco por bautizos, bodas y funerales. Llegamos al acuerdo de que en lo sobres de intenciones colocaran cada domingo uno limosna un poco más generosa. Se acabaron de una vez los funerales pintorescos y poco equitativos y no solo en mi parroquia, sino en toda la diócesis. De esas limosnas se ofrecía el congruo estipendio a los sacerdotes participantes.


Voy madurando


Me doy cuenta de que voy madurando; quedan lejos los días del seminario. Salí demasiado leguleyo e intransigente. Cada vez sospecho más de la intransigencia: juzgan con dureza, son el rigor de la justicia. La intransigencia no es una postura de edad sino de mentalidad. No es defecto de viejos; también de gente joven. La intransigencia se funda en una pura especulación, para nada existe el sentimiento ni las circunstancias. Desconoce el corazón humano. Es vicio de quien no se analiza a sí mismo. Aprecio la radicalidad; se aferra a los grandes principios eternos y obra en consecuencia. Es propia de hombres de talla que no se arriman al sol que más calienta. Pero cuando se trata de aplicar los principios a personas concretas: moderación, comprensión, compasión.


He meditado estos días sobre la humildad. En nuestros tiempos de Seminario aconsejaban buscar humillaciones, o al menos desearlas para lograr ser humildes. Nos decían que los santos incluso disfrutaban cuando eran humillados; que Jesucristo sufrió muchas ignominias y habíamos de parecernos a Él. Yo nunca he conseguido asimilar estos principios. No me parecen lógicos. Y me viene ahora a la memoria el caso de santa Matilde – creo que era - a la que el Señor en una aparición le ofreció llevar sobre la cabeza una corona de rosas u otra de espinas; que desde el punto de vista de la gloria de Dios era lo mismo. La santa tomó la de espinas, por parecerse más a Jesucristo. Tampoco lo llego a entender. A mi manera de pensar, lo mejor hubiera sido la indiferencia: lo que la Providencia quiera.


Me parece distinguir la mirada de Jesús: como una sensación de descanso, de paz; soy su sacerdote; una mirada de apacible posesión: yo me dejo amar, me dejo poseer, le amo, me siento contento junto a Él y le pido fuerza para ocuparme más y mejor de todos cuantos estén cerca de mí. Paso lista delante de Jesús en el Sagrario y nombro las personas de mi parcela y pido por las misiones, los alejados, los pecadores.

En el tiempos del Concilio


Así, con esta brevedad, anunciaba en mi diario: Día 11 octubre 62, jueves. “Hoy comienza la primera sesión el Concilio Vaticano II. Rezamos y esperamos que sea para actualizar la Iglesia. La idea de Juan XXIII se está cumpliendo. Más de dos mil obispos han acudido. Lo iré siguiendo por la Gaceta del Norte, periódico al que me suscribo. El reportero va a ser Martín Descalzo. Espero que algo salga para solucionar mi problema acuciante. Estos son hoy mis deseos más fervientes: que se derrame en nosotros el amor de Dios”.

Eran los años del Concilio y nuestro arzobispo no podía realizar la visita pastoral. Vino su vicario general, Don Juan Ollo, revestido de ornamentos "canongiles" a la visita canónica. En más de doce años de ministerio no me ha cabido la suerte de recibir a un prelado en mi casa. Ollo hizo sus veces. Se balanceaba "ceremoniosamente" en la iglesia nuestro Vicario durante el responso con ritmo de péndulo humano poco estético. ¡Qué calor el de aquella mañana de mayo! Las velas se doblaron reverentes hasta apoyar su cabeza sobre el mantel. Pasó rápido por el despacho el Gobernador Eclesiástico; firmó los libros todo campechano; fumó un cigarrillo y voló con su mensaje a otra parte.

¡El Concilio! Lo seguía yo con pasión día a día. "La Gaceta del Norte" diariamente editaba reportajes del aula conciliar. El tema que me interesaba, el celibato sacerdotal, se lo reservó el Pontífice Supremo. La misma decisión adoptó respecto al control de la natalidad. Paulo VI decididamente se cerraba; y me parece que sufrió por la decisión de su predecesor, el Papa Bueno, Juan XXIII que se abrió al matrimonio de los sacerdotes.

Segunda vocación

Ya en estas fechas estoy entregado al ministerio de los Ejercicios Espirituales. Mi arzobispo, don Enrique Delgado Gómez, cuando le indiqué mi deseo dijo textualmente: “Sí, salga usted cuando quiera; pero no deje a los pueblos ningún domingo sin misa; busque un sustituto”. Y así me dediqué al ministerio de la palabra, principalmente en los ejercicios espirituales.

En estos años anduve por las casas de espiritualidad de Estella, Pamplona, Burlada, Tolosa, Vitoria, Tudela y Andéraz.

Después, además de las anteriores, Ohárriz, Puente la Reina, Milagro, San Sebastián, Bilbao, Santiago de Compostela, León, Sevilla, Orihuela, Alicante. Se acercan a cien las tandas que dirigí durante los años de mi sacerdocio ministerial. Las últimas fueron precisamente para sacerdotes.

La misión de Sevilla merecería capítulo aparte. La preparamos concienzudamente. Los sacerdotes que íbamos a participar en ella nos reunimos en el seminario de Vitoria, todos los de la zona norte, para estudiar el temario y unificar criterios. En febrero dio comienzo la gran misión. El barrio "Cerro del águila" me correspondió en suerte. Fue una experiencia nueva y única.

Ya habían construido algunas barriadas, mas todavía existían chabolas en abundancia. Cuadros realmente patéticos contemplamos: matrimonio enfermo con cuatro hijos; ella en estado de gestación; un solo lecho. Los esposos y dos niños dormían encima, los otros dos pequeños, debajo de la cama. Y no se trataba de caso único. Abundaban los dramas de este género.

Un almacén, presidido por el paso procesional de la Sagrada Mortaja, nos servía de centro de misión. Se llenaba el local, pero muchas personas permanecían en la calle, sin participar en nada. Durante las horas libres de prédica, visitábamos enfermos y familias pobres. Hubiese querido tener las manos llenas de millones, aunque tal vez nada importante hubiera solucionado. Dolor fuerte en el alma al contemplar tanta miseria y sólo poder dar consejos. A veces era mejor callar y llorar con ellos.

En los barrios suburbiales de la ciudad no aparecía ningún fervor imaginero de cofradías. La concepción religiosa de extrarradio giraba en torno a un santo: Francisco Javier. Se veía en todas las casas. En puestos de baratijas se exponían multitud de cuadros del Apóstol de las Indias. Parecía cuasi supersticioso el afán por éste y otros santos.

Creo que calaba en las almas


En mis tandas de ejercicios creo que calaba en las almas. Allí palpaba la transformación de los espíritus por la gracia. Muchas cartas posteriores me llenaron de consuelo.

- Padre, gracias por aquellos días. Puedo decirle que desde que practiqué los ejercicios con usted soy otra persona.

- “Toda mi vida le agradeceré los días de Ohárriz. En ellos encontré a Cristo en mí. En estas jornadas me transformé. Quizás las personas que conmigo conviven no se percaten, y al no ver en mí cosas grandes, piensen que he regresado igual que cuando fui. Se equivocan rotundamente. Mi modo de pensar no es el de antes, pues ahora veo más a Cristo en los demás. Puede decirse que empiezo a pertenecer al Cuerpo Místico de Cristo.

Podía multiplicar las citas. Me consolaba ser como altavoz de Dios.

En la exposición de las meditaciones me transformaba. Sentía todo lo que decía, y me esforzaba por vivirlo. No en vano dice el adagio latino: "El pecho es lo que nos hace oradores". Posiblemente los gozos más puros de mi vida los he experimentado en las casas de ejercicios.

El día de las confesiones era cuando de un modo especial palpaba la gracia de Dios. - ¿Qué soy yo, Señor, - me decía- para que te hayas servido de mí? En el proceso de conversión, "Ni el que siembra es algo, ni el que riega, sino Dios que da el incremento".

Hubiese querido detener el tiempo de la Misa de despedida y que no finalizara jamás. A veces me embargaba la emoción tanto que había de esforzarme para que mis lágrimas no brotaran delante de los ejercitantes. Se grabó en mi corazón este canto de despedida: "El Señor hizo en mí maravillas: ¡gloria al Señor!", y me servía de melodía interior entre una tanda y otra. Sigo sintiendo confusión ante aquellos éxitos, y me doy cuenta de que hacían mucho más que yo las oraciones de tantas monjas por el provecho de aquellas almas.

Nunca me cansé de esta labor privilegiada de proclamar la Palabra en estas almas hambrientas de la voz de Dios. A veces el cuerpo se agotaba en el bregar de doce horas de trabajo ininterrumpidas, mas el alma vigilaba gozosa no queriendo despreciar ni un segundo. Hubo prostitutas que cambiaron de vida, al apreciar las maravillas del alma en gracia.

Pensaba que el Señor me había purificado con el dolor, para luego poder comprender a los que sufren, y animarles a no desesperar. Aplicaba a mi alma cuanto predicaba.

Al anochecer, a pesar de lo lleno del día, me sentía muy solo. Hubiese necesitado el calor de la esposa que me comprendiera y animara. "No es bueno que el hombre esté solo", dice la Biblia.


Trabajaba con ilusión. Con sinceridad pensaba que aquello duraría unos años. ¿Después, qué? Mi problema íntimo se paliaba; no se solucionaba. ¿No llegaría nunca a reconocer la Iglesia el matrimonio de los sacerdotes? Este apostolado, junto a una mujer preparada y con el mismo ideal que el sacerdote, podía enriquecerse mucho. ¡Tendrá que ir cambiando la mentalidad de los dirigentes!

Aprovecho ratos libres


Los pueblos van a menos. La gente se marcha. Yo los atiendo cuanto puedo. Los quiero a todos; son Cristo vivo; he de amarlos. Paso los días en paz y alegría tranquila. Y aprovecho el tiempo que me queda libre para estudiar.

Ya desde el seminario me ilusionaba la idea de poseer el título civil de magisterio. Y comencé a preparar por libre la carrera. Marcharía a Vitoria a las pruebas. Tal vez pudiera tratarse de mi porvenir.

Mucho me dolerá dejar el ministerio sacerdotal, pero sé que la vocación de célibe hasta la muerte, no podré realizar con paz. La experiencia me lo va demostrando.

Las orillas de los ríos y arroyos, la sombra de los árboles, la mesa de mi despacho junto a la estufa en las largas noches invernales, presenciaron mis horas interminables de entrega a los libros de texto. Ni un sólo suspenso, a pesar de presentarme como alumno libre, bastantes notables, y algún sobresaliente. Creo que es una buena cota.

Preciosamente en los primeros días de junio, en que realizaba mis pruebas murió el papa más amado, Juan XXIII. Todavía recuerdo los televisores de los escaparates de Vitoria cuajados de gente, presenciando el momento en que sus restos eran trasladados a la Basílica de San Pedro.

Poco tiempo permaneció entre nosotros aquel Pastor Bueno, humanitario, que tuvo el valor excepcional de enfrentarse a una tradición secular, que no permitía en ninguna circunstancia el matrimonio a los que habían sido ordenados sacerdotes.

El siguiente Pontífice, casi a la fuerza, hubo de regular jurídicamente la iniciativa del Papa Bueno.

En el contexto de la encíclica "Sacerdotalis caelibatus", se vislumbra con cuánta desgana actuaba Paulo VI. No demostró demasiado elegancia espiritual al aplicar palabras como "desgraciados", "deserción", y otras a quienes dejaban el ejercicio ministerial para contraer matrimonio.

Comencé a escribir


Me lancé a escribir en revistas clericales una serie de artículos que en aquellos años se consideraban avanzados. Dos de ellos me produjeron gran satisfacción: el relacionado con la dirección espiritual del clero, el que más. En síntesis pedía que varios sacerdotes se dedicaran en cada diócesis a visitar a sus compañeros, en plan de amistad, para ayudarles a solucionar sus problemas y crisis y avanzar en el camino de la virtud.

Este escrito mío se reprodujo en el aula conciliar por un obispo español. No leyó mi nombre. Por desgracia no se le ha hecho caso, con excepción del Opus Dei.

El otro artículo se refería a la segunda vocación dentro del sacerdocio. Lo reprodujo íntegro la revista mejicana "Criterio".

Conservo muchos de mis escritos archivados y digitalizados más tarde en el ordenador. En ningún momento me he considerado relajado. La obediencia siempre me ha parecido virtud necesaria. Pero es precisa la renovación para no caer en la rutina caduca.


Y, eso sí, todos los días dedico buen rato a la oración personal, la lectura espiritual y el breviario. Columba Marmión es uno de los autores que más aprecio. “Jesucristo en sus Misterios” me llega hasta el fondo del alma. Lo aplico a Jesús en el Santísimo Sacramento, mi gran amor, que me hechiza. Leo con verdadera fruición las elevaciones de sor Isabel de la Trinidad y deseo vivirlo con fervor. Que me adentre cada vez más en las profundidades de vuestro misterio.


Compañeros


Uno de los grandes valores es la amistad. Difícil es conseguir un amigo bueno. Más difícil todavía, conservarlo. En todo momento me he sentido abierto a este don de Dios. He disfrutado al tratar con personas en las que advertía una coincidencia de ideas, sentimientos o simplemente simpatía indefinida. El hecho de sentirse a gusto hablando con un semejante, lo considero el primer paso. Puede fraguar así la amistad.


Mimo con celo este don de Dios, no deseo quedar sumido en el aislamiento o en la ligereza del amigo ocasional. Es necio despreciar los amigos conseguidos, más que deshacerse de una fortuna. En los momentos alegres disfrutamos juntos de la belleza de la vida. Cuando llega la prueba, el amigo te acoge, escucha y anima. Sufro por las amistades iniciadas y pronto interrumpidas. Mi dolor es máximo ante la muerte de la amistad. Suele comenzar por una enfermedad grave: la incomunicación en cualquiera de sus aspectos; olvido mutuo por la separación geográfica o temporal; monólogo epistolar; dejar de hablar un idioma común.

Me refiero ahora a los compañeros de arciprestazgo, amigos de compromiso con quienes no conseguí la intimidad que pretendía. Ninguno del arciprestazgo me concedió la mínima importancia para nada, a pesar de que todos sabían mis andanzas por las casas de ejercicios. Jamás me invitaron a predicar en sus parroquias un triduo del cumplimiento pascual, ni un sermón extraordinario, fuera de don Luciano, mi viejo vecino que ya se marchó. Únicamente, por iniciativa mía, permutaba con algún compañero en festividades que exigían predicador y confesor extraordinario en ambas parroquias.

Si me hubieran echado una mano, se habrían suavizado mis profundas crisis. Procuraba que mi angustia íntima no trascendiera para no ensombrecer el ambiente con una actitud triste. Por altruismo o caridad me esforzaba en mostrarme jovial, incluso alegre y bullanguero. Únicamente mi confesor, y vecino párroco de Berilla, ya mencionado, me acogía con sencillez y cariño, don Miguel Armañanzas. De la zona fue, creo, el único que espontáneamente llegaba hasta mi casa para dialogar en fraternal conversación.

Mas la medalla tiene su reverso: los ejercitantes y religiosas colaboradoras apreciaban mi predicación. Me llegaban muchas cartas de agradecimiento.

No era yo de los que se encierran en su txoko a aguardar que vengan a buscarme. Eché lazos por todas las partes. Visité en sus pueblos a todos mis colegas de arciprestazgo, y a otros con los que había mantenido alguna relación. A veces no encontraba al inquilino en su morada.


Un cursillo de cristiandad


Asisto a un cursillo de cristiandad en Tudela. Me ha impresionado cómo personas de los pueblos cambian en tres días; incluso gente muy alejada. Se llaman rollos los sermones o conferencias que imparten tanto curas como seglares. El rollo sobre el sacerdocio lo ha pronunciado un compañero algo mayor que yo, Elizalde Arboniés. Me ha emocionado.


Dios escribe derecho con líneas torcidas. Los caminos del Señor no son los senderos de los hombres. Creo en su Providencia. Admiro la gracia en estos cursillos de cristiandad. Es admirable cómo va guiando a estos hombres a través del tiempo hasta llegar aquí. Creo que Él me ha de guiar por caminos tal vez distintos de los que a mí me parecen en principio los mejores. En Ti, Señor, he esperado, jamás quedaré confundido. Estoy seguro de que atiendes mi oración y desecho mis dudas como algo nocivo. Saber confiar, saber esperar.

Pensando en el traslado

Estoy mirando el traslado a otra parroquia más cercana a Estella. Llevo en este Valle más de cinco años. Un pequeño paréntesis en mis estudios de magisterio (pronto tengo los exámenes) para escribir unas líneas. Ahora estoy como Jesús de Nazaret: acumulando energías. Días iguales, pero horas muy calientes junto al Sagrario de mi parroquia. Dios es bueno. En medio de mis dificultades y angustias me da de vez en cuando grandes consuelos.. Llego a entender aquello de San Juan de la Cruz: “Oh llama de amor viva”.

Al finalizar los estudios de magisterio, asisto a un campamento por ser requisito indispensable para obtener el título. Por suerte me han nombrado capellán.

Se abre la última sesión del Vaticano II. ¿Habrá reformas grandes? Creo que no van a ser de mucho calado, al menos de momento. La ideología que tienen los padres, me gusta; van cambiando bastante los criterios todavía tridentinos. Lo malo, algunos teólogos provincianos que expresan ideas contrarias al dogma, al menos así son las consecuencias de quienes les escuchan.


Me encanta el libro “Remanso de peregrinos” que leo con asiduidad. Son sabrosos pensamientos de Gar Mar. Los han recopilado en un libro y los publicaba en la revista “El Mensajero” que tanto leía de seminarista. Me sirven para encontrarme cerca de Dios en cualquier momento.


Adiós al Valle Nuevo


Día 24 octubre del 65, domingo, con emoción me despido de mis parroquias del Valle. Les dirijo un sermón nada rutinario, cuyo esquema conservo. Me doy cuenta de que me aprecian. Yo también a ellos, pero creo que conviene cambiar; tengo 31 años y llevo aquí seis. Marcho a dar Ejercicios Espirituales a Puente la Reina; pasaré allí la semana y después a mi nueva parroquia.


De un modo sencillo. Sin protocolos, tomé el pequeño coche con mi madre en la mañana del lunes. Finaliza octubre. El paisaje se tiñe de policromía otoñal. Humean las chimeneas. Luce el sol. Algunas mujeres curiosas se asoman a la ventana. Los niños estudian en la escuela. No lloro como en la despedida de mi primer pueblo. Me siento ya hombre. He madurado "en este valle de lágrimas". Y me encuentro más joven que cuando vine. Y ahora durante cinco días dirigiré una tanda de Ejercicios Espirituales en un colegio apostólico.

¡Señor, llena de alegría mi juventud!


Mis últimos pueblos

Regreso de Puente la Reina donde he dirigido unos ejercicios espirituales a jóvenes seminaristas; tarde de Cristo Rey. Me espera José Miguel Gamboa, el cura amigo de la misión de Sevilla. Me va a acompañar a la toma de posesión de mi nueva parroquia de "El Buen Pastor" de Loroño. El pueblo espera dentro de la iglesia, llena hasta los topes, como en las mejores fiestas. Entramos con sencillez hasta el presbiterio. José Miguel lee el texto del nombramiento, y paso a la sacristía a revestirme para la función eucarística. Pronuncio unas palabras de saludo.

La gente aguarda, una vez terminado el acto, para el contacto personal. Encuentro muy distintas a estas personas con relación a las del Valle Nuevo; mayor apertura en el trato.

Al atardecer, me siento en el confesonario; durante tres o más horas escucho a los numerosos penitentes e imparto absoluciones. Pocos dejaron de comulgar el día de Todos los Santos. Marchamos a rezar responsos al cementerio. El párroco anterior hacía poco más de un mes que había muerto. Flotaba su nombre en las conversaciones. Todos quisieron rezar por él en aquella fecha.

Saludo a don Dimas, el cura del vecino pueblo de Rocín de las Viñas, con quien me relacioné muy bien. Saludo a los frailes de Bardín, capellanes de las Monjas. Ellos me suplirían en ausencias. Tenía suerte.

Al llegar al pueblo me encontré la iglesia parroquial cerrada. Me dijeron que, por si acaso, el cura anterior la mantenía así. Muy pronto en la predicación les hablé de que me gustaría que estuviera el templo siempre abierto para que pudiéramos en cualquier momento visitar a Jesús. Que como había gente cerca de la iglesia nadie se atrevería a entrar a robar. Yo pasaré varias veces a visitar a Jesús y a distintas horas. Espero que vosotros también lo hagáis.

La casa parroquial, no tan nueva como la anterior, pero por su amplitud, desvanes y bajeras merecía considerarse como una buena vivienda.

Junto a ella, en la parte sur, un pequeño patio de unos cien metros cuadrados. Decidí convertirlo en huerta. De ella obtenía verduras gran parte del año. Yo mismo cultivaba la parcela. Me servía de sano ejercicio.

En el piso alto de la casa, dominando viñas y olivares, se encontraba una terraza cubierta. Allí podía tomar el sol incluso en invierno, mientras leía o preparaba los sermones, pláticas o catequesis.

El portal me servía de garaje. A la izquierda y derecha, las antiguas cocinas y establos. Un pozo profundo me llamaba poderosamente la atención. ¿Habría armas de las guerras carlistas en el fondo? La gente decía que otros curas lo utilizaban para conservar bebidas y carnes en tiempo de calor. Nosotros acabamos de comprar el primer frigorífico.

El enigma se resolvió una tarde en que mi visitó mi sobrino con su amigo. Descendió éste a la profundidad. Allí no encontró nada. Tampoco había un paso subterráneo.


Y pronto se acerca la Navidad


Había mantenido contacto con la juventud en diversas charlas y coloquios. Ensayamos unos cuantos villancicos. El día de Noche Buena, al atardecer, recorrimos las calles del pueblo en alegre serenata. Regocijó la iniciativa a los feligreses.


Compramos televisión para casa y pudimos contemplar la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Es un gozo haberlo seguido por medio de la televisión. Lo relativo a nuestro tema se lo reserva Paulo VI para resolverlo él solo. Lo del “regalo” del Papa, reducir el ayuno eucarístico a una hora, me parece casi una broma. Decían que veinte años pasarían para que comenzara a ponerse en marcha la Iglesia postconciliar. Después de cincuenta seguimos casi igual, aunque ahora el Papa Francisco está dando pasos importantes.

Amenizaba yo las festividades grandes con unos altavoces colocados en el balcón que daba a la plaza. Allí mismo celebraban el baile en las fiestas patronales. No me ponía nervioso por la noche. Con tranquilidad tomaba una novela, y me quedaba leyendo hasta que todo el ruido cesaba.



Parecida pastoral


Visité a todas las familias durante las largas veladas invernales. Observaba que se reunían varios vecinos en la misma casa para charlar amigablemente. Les gustaba mucho hablar. Polo opuesto a los feligreses anteriores.

Como en todas las partes, mi felicidad la encontraba junto a la pequeña grey. Seguí con mis costumbres pastorales anteriores: los niños, mis amigos y colaboradores. También los premiaba llevándolos por turno a ver el cine a la ciudad. Coloqué una mesa con libros y revistas para fomentar la lectura buena. La gente los usaba. De algo sirvió aquella iniciativa. Me entrego del todo a la catequesis: que los niños vean el amor de Jesús y que me vean muy con ellos, que los quiero. Además no me cuesta. Cuesta más querer a los mayores y en ello estamos.


Junto al Sagrario coloqué un libro en blanco; en él anotaba todas las intenciones de mis feligreses y las mías. En la función eucarística dominical orábamos con aquellas frases, y muchas tardes, mi visita al Señor la dedicaba a leer aquella letanía de peticiones. Así no las olvidaba. Aquel manuscrito era una lámpara viva ante el Sagrario.

Higinio, el carpintero de Rumos, realizó la obra de disponer el altar para las celebraciones cara al pueblo. Quedó perfecto en las dos parroquias, y gastamos poco dinero. Trabajaron los hombres, ayudando con su prestación personal. Todo fue muy hermoso.


En este pueblo me visitaban más los amigos de siempre. Con relativa frecuencia pasábamos la tarde juntos. También con mi familia manteníamos mayor contacto. Un par de veces por semana habíamos de dirigirnos a la ciudad para proveernos de subsistencias.


En el buen tiempo paseaba por las eras situadas detrás de la iglesia; al atardecer rezaba allí el breviario con devoción. Contemplaba como fondo de trascendencia la Sierra Andía que saludaba al cielo en beso de alturas. A mis pies se deslizaba la carretera con circulación moderada. Este conjunto contrastado de naturaleza y vida activa, causaba en mi alma mayor paz que la soledad absoluta y silenciosa de las montañas. Del fondo de mi espíritu brotaba el mismo deseo de los discípulos del Tabor: "Qué bueno es estar aquí".

Dos sacerdotes hijos del pueblo acudían con frecuencia: Augusto y Manuel. Los dos eran hermanos; y los dos cayeron en cama con grave enfermedad: el primero flebitis; el segundo, operado de estómago. Todas las mañanas les visitaba para llevarles la Sagrada Eucaristía. Ellos fueron correctos conmigo.


Estos tres días tenemos las rogativas menores antes de la Ascensión. Los sábados las niñas y los monaguillos reparten por las casas unos sobres con un pequeño dibujo de una torre de iglesia y un cuadrito para poner la intención por la que se ofrece la misa. Dentro, colocan la limosna y de aquí se pagan los derechos de estola y quedan suprimidos los aranceles. Para los curas es un descanso y de una manera especial cuando se trata de funerales. De estos sobres copio en el libro del Sagrario las peticiones familiares.



Mendigos


Tengo preparada en la parte abuhardillada de la casa parroquial una habitación con una cama, para cuando venga algún mendigo o los visitantes no quepan abajo. Hoy la he ofrecido a uno, pero no ha querido y me ha dicho se iba a refugiar en el lavadero. Hace varios días le ofrecí a otro y tampoco quiso, a pesar de que iba a helar. Decía se iba a quedar al sereno. Le convencí y pernoctó en la iglesia. A la mañana siguiente muy temprano ya se había marchado.


En el Valle anterior venían mendigos y procuraba darles cobijo en el mal tiempo. En esta zona, más próxima a la carretera, abunda este triste fenómeno social. Ha venido hoy por Loroño y ha llamado a mi casa el mendigo a quien llevé al hospital de Estella. Me ha dicho que hace unos días le habían dado el alta; que había estado muy grave con tétanos. Iba muy bien vestido y con una muleta. He conversado un rato con él. Estaba agradecido. Le he socorrido y ha seguido su camino itinerante.


Me ha dicho que soy muy bueno, como el cura de Lerate. Conozco a este sacerdote, Don Jesús Ancín. Ya me gustaría ser como él. Tal vez por eso en estas fechas hay más mendigos por esta zona. Están haciendo tiempo a que llegue el invierno. Entonces se refugian en casa de este sacerdote. Acoge a todos los que llegan, en un edificio grande y les da de comer mientras ellos quieran estar. No les exige nada, aunque ellos voluntariamente cortan la leña que se necesita para el calor.


Sigo la obra de Ejercicios


Sigo con ilusión, los ejercicios espirituales. Esto no significa que el celibato me entusiasme; creo que en la elección me equivoqué. Entretanto se solucione el problema, deseo ser bueno y rendir a tope, aunque abrumado por esta cruz. Confío en Dios. Señor, si es tu voluntad, ábreme las puertas del matrimonio. Y si no, dame tu fuerza, alegría y, sobre todo, paz.


Amplié mi radio de acción en ejercicios espirituales. Algunas casas me resultaban particularmente gratas: Ohárriz, con sor Mª José como superiora, en pleno valle del Baztán. Allí la paz y la alegría serena nos envolvían. Tal vez porque de mi primera tanda salieron tres chicas con vocación religiosa, les encantaba invitarme a dirigir las jornadas de retiro total. En una ocasión asistieron como ejercitantes dos jóvenes de mi pueblo.

En San Sebastián, junto al domicilio de mi hermana, en las Reparadoras impartí también varias tandas. Disfruté de la presencia de mi sobrina. Salió de allí con verdadera ilusión cristiana. Espero que algo le quede de aquellos días dedicados al espíritu.


Empleo muchas horas para preparar los Ejercicios Espirituales; es como mi segunda vocación dentro del sacerdocio. Rezo, leo, medito sobre ello. Recibo cartas de gente que ha hecho conmigo los ejercicios y me da gran alegría que tengan fruto y que perseveren.


Ahora, una tanda de Ejercicios Espirituales a obreros en Burlada. Es una maravilla ver cómo actúa la gracia santificante a través de la palabra. Las confesiones bien hechas con sinceridad y dolor.

Una mañana de domingo, en las vísperas de Navidad, se presenta Jesús Lezáun en mi casa; me dice:

- Me habían encomendado una tanda de ejercicios a sacerdotes en Bilbao. Me va a ser imposible asistir. ¿Por qué no vas tú?

- Poco tiempo me das para prepararme. En principio me agrada la idea, ¿Qué clase de curas acuden?

- Creo que en gran parte curiales y profesores.

- Imposible. ¿Qué les voy a decir a personas tan sesudas?

- Lánzate, Josemari, has de tener buena acogida. Preséntate con sencillez.

Mi temperamento decidido junto con el deseo de hacer el bien, me animó a acudir a Begoña a la tanda más comprometida de mi vida. Saludo a los compañeros. Veo a uno que me inspiraba confianza especial: Juan Ángel Belda, fiscal general de la diócesis. Hablaba con el vicario general, José Ángel Ubieta. (El primero fue más tarde obispo de León).

- ¿Cuántos habéis venido?

- Algo más de treinta.

- Yo soy cura rural. Tengo experiencia de toda clase de ejercicios, menos de curas.

- No te preocupes. Lo difícil es darlo a seminaristas.

Nosotros te escucharemos con atención.

- Había pensado no rebasar de media hora la exposición de cada tema.

- Estupendo. Así nos dejarás más tiempo para reflexionar.

- ¿Vosotros habéis pensado alguna modalidad?

- Nos encantaría por las noches mantener diálogo abierto sobre cuestiones que podíamos preparar.

Se me quitó el miedo.

Agradables los temas que surgían al atardecer. Recordábamos el seminario de los años cincuenta; el celo apostólico de los equipos de amistad sacerdotal; el afán de espiritualidad. Aquellos hombres vivían con ilusión su sacerdocio.

Fui llamado por las monjas a Lequeitio a dirigir un retiro de diez días. Mi madre me acompañó. Se deslizaban el tiempo con pausa provecho. Yo observaba, escuchaba y hablaba tan sólo el tema de los ejercicios. A mi madre la atendieron muy bien.

A Puente la Reina acudía con frecuencia. Unas religiosas me llamaban a celebrar mensualmente el día de retiro. Preparé y comenté el decreto conciliar "Perfectae caritatis", sobre la renovación de la vida religiosa. Aquel pueblo me encantaba: recoleto, artístico, verdadero remanso de peregrinos de la ruta jacobea.


Me encendí con los ejercicios. Escribí a don Joaquín Goicocheaundía, mi antiguo profesor de la escuela de ejercicios, y le indiqué mi ofrecimiento para este ministerio entre sacerdotes. Me invitaron de puntos muy distantes de España. Mis mejores recuerdos sacerdotales los guardo de aquellas convivencias en el espíritu con compañeros. En ellas se palpaba la fe vibrante, y el esfuerzo por la entrega generosa.

Visitaba a todos por las celdas, ya fueran jóvenes, viejos o canónigos. En general el sacerdote deseaba hablar y desahogarse. Muchos manifestaban sus problemas interiores. Respecto al celibato sacerdotal mi opinión se formó, tras aquellas experiencias, de la siguiente manera: al parecer no son muchos los sacerdotes "liados"; tampoco abundan aquellos para quienes el celibato es una liberación; una gran mayoría ha de vivirlo como carga molesta, y que en lugar de liberarlos, los inhibe. Casados, se encontrarían mejor equilibrados.


Mucho le debió de gustar mi estilo al canónigo, director del colegio diocesano de Orihuela. Me pidió que en el curso siguiente, hacia noviembre, dirigiera tres o cuatro tandas a sus alumnos.

En un pequeño hotel junto al mar, confraternicé con aquellos muchachos. Era delicioso el amanecer. Pude contemplar emerger el sol de las profundidades del Mediterráneo. Parecía el espíritu que renovaba la faz de las aguas. Mi alma se unía a aquellos rayos de oro para elevarse al Dios dueño de toda luz.

He terminado de leer “El Abogado del Diablo” de Morris West. Una novela que como “Los Miserables”, me sirve para comprender el corazón humano. Pero lo que más me está ayudando a ello son los Ejercicios Espirituales. Aprendo mucho a conocer a la gente, a simpatizar, orientar y querer.


Rocín de las Viñas


Don Dimas, mi compañero párroco de Rocín de las Viñas, deseaba cambiar de destino. Residía en este despoblado barrio, entre Castillo y Bardín, y vivía solitario en un enorme caserón. Me parecía que aquella soledad debía de resultarle abrumadora. Él me consultaba una y otra vez si procedía salir. Juntos deliberábamos pros y contras de marcharse a una capellanía de monjas. Le costaba decidirse. Se hallaba en la madurez próxima a la ancianidad. Al fin marchó. Y por mandato del obispo me hice yo cargo de aquella parroquia.


Los dos pueblecitos me parecían llenos de religiosidad. Atendían siempre mis llamadas para toda clase de iniciativas: charlas, ejercicios, catequesis.

Un hermano religioso claretiano, dedicó parte de su patrimonio a imprimir estampas y troquelar medallas de la Virgen de Rocín de las Viñas. Se convocó a los pueblos circundantes a una jornada mariana en la que distribuyó las medallas. La asistencia fue masiva.


Cuatro veces por semana atendía esta parroquia con mi celo habitual. La iglesia y sus aledaños parecía un cenobio de monjes del Temple, en un pequeño rincón dentro del camino de Santiago. La portada era purísimo románico. La sacristía me servía de despacho parroquial. En ella tomaba mi desayuno al calorcillo de una estufa de butano.


El hermano Elías era un monje cisterciense que ayudaba a las religiosas en el convento de Bardín, junto a dos compañeros sacerdotes. Era un santo varón. Obraba sólo para Dios; en Él existía. Le llegó la enfermedad; muy grave por cierto. Ya no viajaba con su furgoneta a los recados del convento; ya no rezaba el rosario con sus acompañantes. Sus dos compañeros no querían hablarle del paso a la otra vida; me encomendaron esta misión. Le costó aceptar su situación. ¡Qué misterios encierra la suprema entrega!

¿Por qué el labriego sencillo lo aceptaba como algo natural? ¿Por qué el frailecico santo se resistía?


El Opus me visita


Me sentí por aquel tiempo "santamente" acosado. Un sacerdote joven llegó a casa para dialogar. No recuerdo ahora su nombre. Parecía simpático. En el curso de la conversación me dijo que pertenecía al "Opus Dei".

No pretendía que me afiliara a la Obra. Quise evitar desde el principio toda ambigüedad:

- Si lo que pretendes es que tarde o temprano pertenezca al Opus, creo que tus visitas van a resultar inútiles. Tú verás si quieres perder el tiempo.

- Por favor, no se trata de esto. Lo único que me interesa es dialogar contigo amigablemente.

- Eso me parece extraordinario. Precisamente escribí, no hace muchos meses, un artículo en la revista "Incunable" sobre la dirección espiritual del clero; que hubiera sacerdotes que visitaran a sus compañeros en plan de amistad, y les ayudaran en todo tipo de problemas. Si el Opus tiene estas miras me parece perfecto con tal de que respetéis las situaciones.

- Por supuesto que no voy a imponer nada. Si tú quieres, volveré; si no lo deseas, no.

- Por mi parte no hay inconveniente. Para mí supone una alegría poder conversar con un compañero. Nos encontramos demasiado aislados.

Unas veces él, otras un colega suyo, acudían a mi casa en visita pastoral. En ocasiones comíamos juntos, o salíamos a darnos un chapuzón hasta el pantano.

Por curiosidad pregunto:

- ¿Qué se precisa para pertenecer al Opus Dei?

- Simplemente comprometerse a una dirección espiritual semanal. Nosotros no exigimos que los de la Obra se vean obligados a salir de su casa para conseguir este servicio. Disponemos de suficientes sacerdotes para atender a todos los miembros en su domicilio. Te puedo decir que incluso si fuese necesario un desplazamiento en avión, un director espiritual puede usar de este medio.

- ¿No te parece mucho gasto? ¿No sería más sencilla en estas circunstancias una carta?

- Pensamos que es muy importante el diálogo personal. El dinero no cuenta.

Muchos meses recibí a estos amigos artificiales. No descubría a ellos mis problemas. Seguían, sin embargo, con tesón, su cometido apostólico. De hecho a estos curas del opus les vi fervor y buena intención. Creo que mutuamente nos enriquecimos en el espíritu. Otros compañeros y amigos llegaban por mi parroquia en visitas más naturales y agradables. La hospitalidad por parte de mi madre fue siempre acogedora y de buena cocinera. A todos recibía con cariño.


Mi pensamiento y vida interior


Algunas veces anoto algo de lo que pienso. Hoy mis elucubraciones iban en este sentido: Yo estoy convencido de mi religión, de mi fe católica. Pero vivo con los ojos abiertos y veo cómo pierden la fe muchas personas nacidas en el catolicismo. Y son pocas las cultas que abrazan nuestra fe. Yo no dudo de que el mal ejemplo de los cristianos es una de las causas disuasorias para ingresar en nuestras filas. Y dentro de nuestro mundo de creyentes, en general los obispos y curas no conseguimos o no nos proponemos mostrar una fe más amable y creíble. Aunque también hay sacerdotes y obispos santos.

Voy madurando en mi persona. Me guío por criterios propios. Veo ridículos muchos enfoques de moral. A pesar de todo, no me aparto ni un ápice de los principios de ética cristiana. ¿En qué cabeza cabe, por ejemplo, considerar la Misa bajo el aspecto de falta moral? Hasta diez pecados mortales se pueden cometer en la celebración eucarística por faltas de rito, según nos decía nuestro libro de texto de Noldin. Gozaba el autor de fama en los años cincuenta. También me parecía exagerado que obligaran bajo pecado mortal el rezo de cada una de las horas de breviario. ¡Hasta ocho pecados mortales si las ibas dejando una por una! Y yo jamás dejé ni por olvido el rezo. Algunos curas llamaban a este libro precioso “la suegra”.

El libro “El alma de todo apostolado” de Chautard, que leí en Teología, hoy me produce la misma impresión: entrega, fervor, oración, alma de todo apostolado. Cuando un sacerdote hace oración se nota. En mis Ejercicios Espirituales se reflejará el tiempo que dedico a la oración. En mi predicación y en mis catequesis, también. He de hacer hincapié en el examen general y en el particular para avanzar en la oración, en los deseos de perfección, en una lectura espiritual bien llevada.

Vivo la cuaresma con fervor: Señor, imprimid vuestro sello en mi alma, en mi ser entero, para que ofrezca mi persona y la consagre a Ti. Cubridme de vuestra santidad para que mi vida no sea sino una irradiación de tu vida. Estad, Señor, en mí para que sepa ser fiel adorador, reparador y mediador unido a nuestro Mediador y Sacerdote Eterno, Jesucristo. He procurado transmitir en mis homilías cada año la alegría y esperanza de la resurrección. Dame, Señor, un corazón nuevo: derrama en nosotros un espíritu nuevo.


Mi vida de piedad, centrada en la Eucaristía: la misa y la larga visita a Jesús. En el confesonario practico mi oración y lectura espiritual. Si alguien viene a confesarse, apago la luz y con mucha atención administro este gran sacramento del perdón. Practico el yoga todos los días; pero en la parte de ejercicio físico no tengo fuerza para realizar estos movimientos en su totalidad. Eso sí, la oración tipo mantra me va bien. Mi atención, mejor.



Me preocupa el problema eclesial

Algunos dicen que está superado en la Iglesia el problema de progresistas, conservadores y centristas. Nada más lejos, sobre todo si se trata de dialogar y dar cargos a los más conservadores y fieles al dogma revelado. Parecen "vitandos", o como muñecos que causan desprecio o risa. Yo creo que ahora es cuando más en auge está todo esto, después del Concilio. Espero que aterricemos bien. Aunque también es verdad que los ultraconservadores se pasan, sobre todo los leguleyos e intransigentes.


Desde el año 66 se observaba una revolución en ideas teológicas. No me cabía en la cabeza lo que me contó un muchacho de diecisiete años:

- Nos reunimos con los curas. Nos ponemos alrededor de una mesa. Sacan pan y vino, y todos comemos. Allí se discute hasta si hay Dios o no.

- ¿O sea que celebran misa allí?

- Algo así. Estamos aprendiendo cosas muy curiosas. La vida eterna no existe. El cielo y el infierno están aquí.

Probablemente los sacerdotes no les enseñarían doctrinas tan absurdas, pero ellos sacaban las consecuencias de las charlas que escuchaban. Esto es ya muy grave.

Informé por escrito al señor cardenal de lo que ocurría. No me contestó; y no vi que pusiera remedio. Estoy convencido de que hay que convivir con personas de otros credos, pero la jerarquía debe hablar claro y decir: el católico no puede admitir esas ideas como doctrina evangélica.

Me preocupaban de tal manera los rumbos nuevos que a veces hasta perdía el sueño. En mi predicación hablaba claramente a los fieles sobre el peligro de algunas doctrinas que circulaban como católicas.

Por mucho que algunos quieran democratizar la Iglesia, nunca podrán hacerlo en su constitución. La voluntad de Cristo quiso una Iglesia jerárquico – monárquica. Un Papa que la gobierne, sucesor de San Pedro, representante del mismo Jesucristo. Y en las diócesis, un obispo, sucesor de los Apóstoles; en comunión con el Papa y con sus compañeros forma parte de la Iglesia docente, de la jerarquía, del plan ideado por Jesús cuando fundó la Iglesia. En todo esto debe ser inalterable. Pero puede, y a juicio de muchos debe, modificar muchísimos preceptos y costumbres. El Derecho Canónico debiera ser revisado y muy a fondo, no solo unas cuantas cosillas. Dicen que lo revisarán, pero me temo que será parecido al actual, con pequeñas modificaciones.

Publico artículos


Publico en Incunable un artículo titulado “Párroco y coadjutores”. Porque veo que muchos párrocos dominan a sus coadjutores y se colocan en un plano superior a ellos. Y eso no parece correcto dentro de unas personas que aspiran a evangelizar en unión. También un original sobre la amistad entre sacerdotes. Observo que muchos compañeros viven en enorme soledad. ¿Cómo fomentar esta amistad? Ese es el problema que planteo y conviene solucionar. Incunable es la revista en que más me publican.

Sigo con ilusión mi sacerdocio y ha salido en la revista “Resurrexit” un artículo mío sobre los arciprestes como solución a muchos cargos y carguillos eclesiásticos. No es necesaria tanta comisión. Basta con potenciar la figura del arcipreste. Este artículo ha tenido buena aceptación.


He escrito también en Incunable un artículo titulado “No idolizar”. Me refiero sobre todo al clero. Con frecuencia una persona tiene cualidades óptimas y siempre queda relegado, en el olvido. En cambio otros mediocres se imponen porque saben ganarse la opinión y son como ídolos, pero de barro, sin cualidades dominan todo. Tienen hambre de poder y arrogancia de imponerse apoyándose en unos cuantos de su cuerda. Me dan la razón, pero siempre queda el interrogante: ¿Cómo incrustar a un desconocido dentro de las figuras? ¿No será más expuesto? Es la pega que ponen a mi artículo.


En la revista “Resurrexit” Sale mi artículo sobre la predicación. Se dan muchos rollos en las homilías como una lección aprendida, sin fuste, sin ganas de convertir o ayudar. Para que la palabra de Dios cale en las almas, el secreto está en hablar desde nuestra experiencia de fe, después de haber orado mucho. Incluso preparar nuestras homilías a la luz del Sagrario, a los pies del Señor.


He vuelto de las "Ejercitaciones por un mundo mejor", en La Granja de San Ildefonso. Ha conseguido mi alma un empuje notable. Allí encontré a mis amigos Goyo y José con quienes he convivido en hermandad. El principal ponente ha sido el padre Cubero, joven; nos ha ayudado a integrarnos en este moviendo creado por Pío XII y secundado sobre todo por el padre Lombardi. Me gusta mucho esta iniciativa que en España va logrando gran acogida.


Una Encíclica


Sigo pensando en la encíclica que me impresionó desfavorablemente, Sacerdotalis Caelibatus. Don Miguel Rázquin, mi antiguo párroco, se encontraba en la casa de Ejercicios como capellán. Él no sabe nada de mi problema. Él nunca tuvo dificultad en el celibato, pero no le gustaron aquellas frases hirientes de la encíclica papal. Comentaba: - Yo creo que el Señor mirará con inmensa ternura al sacerdote que noblemente sale para contraer matrimonio. Tendrá muy en cuenta el acto de generosidad que supuso su entrega, como padre que a su hijo pequeño ve esforzarse y, al no poder con el peso, le ayuda, quitándole la inmensa carga, y le muestra otro camino más en consonancia con sus fuerzas. Este comentario sí suponía una visión paternal, un concepto claro de Dios Padre Bueno. Siento gran pena por la encíclica y los insultos en ella vertidos.

En el contexto de la encíclica "Sacerdotalis Caelibatus", se vislumbra con cuánta desgana actúa este papa con relación a la dispensa de los sacerdotes que desean contraer matrimonio, muy distinto de Juan XXIII que tuvo la feliz idea. No demuestra el nuevo pontífice demasiada elegancia espiritual al aplicar palabras como "desgraciados", "deserción", y otras a quienes dejan el ejercicio ministerial (exigencia impuesta por él mismo) para contraer matrimonio. Mi decisión está tomada. Entregarme a fondo al ministerio mientras llega el momento de pedir la dispensa.


La Providencia me aguarda en Lizaso


Siento en mi alma coletazos de las crisis de depresión. Aunque la esperanza de que pueda casarme ha sido la causa principal de superar este lastimoso estado, de vez en cuando me viene un ramalazo. He de esforzarme, confiar en la Providencia. Jesús me ayudará.


Todo comenzó en un pueblecito navarro, Lizaso, reclinado en el Valle de Ulzama, pieza incrustada en inmensa esmeralda. Un nuevo colegio apostólico de monjas francesas, llamado Juan XXIII, me aguardaba. Allí encontraría la buena nueva que Dios me regalaría. A este joven cenobio fui enviado para dirigir unos ejercicios espirituales a un grupo de niñas que estudiaban su vocación a la vida religiosa. Asestaba sus últimos coletazos el verano del 66.


Gustó mi estilo a la superiora, Sor Mª Camille, y me indicó su deseo de que volviera por allí. Le parecía, al escucharme, percibir el mismo tono del famoso Evelly. Sería pura coincidencia: de él no había leído mucho yo. Aquel rinconcito del valle me cautivaba.

El 23 de enero del 67 acudí de nuevo a dirigir un retiro a las niñas. Toda la mañana la pasamos trabajando en las tareas del espíritu. De modo totalmente casual, conocí a la profesora seglar.

Me saludó: - ¡Buenas tardes!

- ¿Es el padre que ha venido a dar el retiro a las niñas, verdad? Oh... tenían muchas ganas de que viniera.

- ¿Sí? Pues son muy cerradas. Bueno, ya lo notarás tú que las tratas.

- Es que son unas crías.

- ¡Pero si algunas tienen diecisiete años!

- Yo les doy las clases... Estudié Filosofía en Madrid.

- ¡Mira! Pero si eres una cría...


Así conocí a la que algunos años más tarde sería mi esposa, María Ángeles. La Providencia me fue preparando el camino. Lo cierto es que me impresionó muy favorablemente. Varios días pensé en ella con intensidad. No olvidé el detalle de que me quería escribir.

Pasó un mes desde mi retiro en Lizaso. Me intrigaba la carta de aquella joven profesora tan abierta y simpática. Pensaba yo: probablemente no escribirá. Se habrá

resuelto por sí solo su problema. En aquellos años eran numerosas las cartas que recibía de antiguos ejercitantes.

A finales de febrero recibo una carta con su remite. Mi sorpresa fue grande. No planteaba ningún caso, ¡curioso! el mensaje que enviaba se reducía a reconocer y encomiar mi labor con las niñas y con todas las personas. La alabanza siempre estimula. Única vez en mi vida que alguien desinteresadamente se preocupaba por mí.

Fragua el amor


¡Cómo comprendía y compadecía a cuantos sufrían tormentos del corazón! Ojalá esta chica fuese la destinada por la Providencia para ser mi esposa, habrá que esperar; no descuidaré esta oportunidad. De vez en cuando mantengo correspondencia con María Ángeles.

En estos términos me escribía algunas fechas después: "Sí; también yo me siento pequeña ante mí y ante Dios. Pero esta pequeñez ante Dios no es con una sensación de vergüenza, de humillación, sino de enorme confianza; de mimo; de necesidad de protección de Él...

Después de varios meses de correspondencia epistolar, comencé a notar en mí ternura hacia ella. Veía un alma gemela a la mía. Pensé que nadie mejor podría conocer todo el drama interior, que sobre mis espaldas llevaba hacía ocho años. ¿Sería discreta para no revelárselo a nadie? Creí que llegaría a comprenderlo. Pero... ¿le haría daño?

Había conseguido que no se escandalizara de mi problema: imposibilidad de vivir sin un amor esponsal. Después de varios meses al fin se lo digo: le expresé todo mi sentimiento de amor. Le indico que hay una solución de matrimonio: pedir la dispensa. Hasta Juan XXIII el problema era insoluble. Precisamente, le afirmo, ya se ha dado algún caso de sacerdote navarro que ha pedido la secularización.


La generosidad de María Ángeles era grande. Estaba dispuesta a permanecer en la sombra, a ser el manantial oculto con sus escritos, sin esperar nada a cambio. En ningún momento quería forzar una decisión, que sólo a mí correspondía. Nunca olvidaré su amor desinteresado dispuesto al sacrificio. Esta postura me llenó de emoción. El amor existía.


Una encuesta que hace historia

Hemos acudido a la encuesta a los sacerdotes con más de cien preguntas. Se va realizando por grupos arciprestales. Hoy ha correspondido al nuestro. Los ítems se refieren a todos los aspectos de la vida sacerdotal. A medida que íbamos entrando en profundidad, se percibía mayor silencio; ni una tos. Cuando llegamos a las preguntas más íntimas, el vuelo de una mosca se hubiera oído. Eran de este tenor: - ¿Te cuesta guardar el celibato? ¿Has tenido problemas de castidad? ¿Te sientes con el corazón adherido a alguna mujer? ¿Lo sabe ella? ¿Piensas secularizarte? Esto es algo nuevo e inusual. Ignoramos con qué fin lo ha dispuesto la jerarquía de España.


Atiendo a mi madre


Atiendo a mi madre dentro de mis posibilidades. No me gusta dedicar horas enteras a charlas inútiles. Hablo con ella en el momento de las comidas y cuando es oportuno. Normalmente el tiempo libre lo dedico a la lectura y al estudio y voy preparando las oposiciones. No me decido a referirle mi problema interior; lo único que conseguiría sería preocuparla inútilmente. Por otra parte, yo no he recibido una educación tan abierta como para comunicar estas cosas con mis padres. Tarde o temprano, mi familia tendrá que enterarse de mi decisión. Es pena no poder encontrar una ayuda en los progenitores respecto a los problemas íntimos. Ellos no tienen la culpa: son hijos de su época.

Creo que un celibato no se puede realizar en todas sus exigencias dentro del ámbito familiar. Desde el momento en que uno depende de su madre, hermana, tía o lo que sea, no se siente liberado. Pierde en esos casos una de las finalidades más importantes de esa drástica ley. Por otra parte ¿no es peor estar casado con la familia, el dinero o el poder, que desposarse con una mujer?


Anotaciones


Estoy terminando de leer “Las sandalias del pescador” de Morris West. Dentro de las novelas que voy leyendo, esta me llama la atención, porque describe a un papa ruso, llano cuanto cabe, muy humano y privado de esa majestad de los papas, pero lleno de una dignidad sublime. Esperemos que alguna vez tengamos jerarquías de esta clase.


En el día de San Juan de la Cruz, veo en él la exigencia del desapego. Lo mismo Teresa de Jesús, para avanzar en la vida interior. ¿Cómo ando yo? Me examino en el amor. "Es lo que más ha de exigir el Maestro a su discípulo" dice San Juan de la Cruz. Dame, Señor, fortaleza para exigirme.


Aprecio mucha la virginidad por el Reino de los Cielos; pero con la coletilla que después añade Jesús: “Quien pueda entender que entienda”. Lo vemos al Señor muy liberal, lo deja muy a la opción personal, no aparece de ninguna manera como añadido a un estamento o profesión; y da toda la impresión de que se trata de casos muy singulares. Esa es mi opinión y de muchos más. Creo que nuestros mandatarios se han pasado imponiendo el celibato al clero occidental.

Lo único que llena mi existencia es el amor. El amor a Dios y a las personas, por supuesto, pero desde que amo a María Ángeles, mi vida se ha serenado. Señor, he intentado por todos los medios perseverar en lo que un día prometí. No puedo. Tú me quieres por otro camino; por algo será.

No me funciona bien el estómago. Devuelvo en ayunas jugos gástricos. Apenas le daba importancia, pero ahora me encuentro muy mal: dolores sordos e intensos me dejan sin palabra. Al fin he ido al médico, doctor Abascal, y me ha diagnosticado úlcera de duodeno; con un régimen riguroso cabe la posibilidad de curación sin intervención quirúrgica. Me someto al régimen.


Sigo preparando mi predicación con ilusión y con frecuencia cerca del Sagrario, sobre todo repasar el esquema y pedir fuerza al Señor. Cumplo treinta y cinco años, 11 de sacerdocio. Creo que he llegado a la madurez de la persona. Doy gracias a Dios. Atiendo con ilusión a los pueblos a pesar de tener que seguir estudiando. Muchos ratos paso junto al Sagrario de mi iglesia recordando al Señor las intenciones de mis feligreses escritas en el libro allí colocado. Pido fuerza al Señor para enfrentarme con tantas dificultades. Me preocupa el momento de decirle a mi madre mi salida.



Preparando las oposiciones


Varios años había dedicado a repasar los temas que entrarían en la oposición, temas que me dispensaron en la carrera. Lentamente y sin prisa, asimilaba conceptos que desde el seminario no había estudiado.

En el mes de junio del 69 se convocó concurso - oposición para cubrir plazas de maestro en toda España. Probablemente en enero comenzarían las pruebas. Disponía de seis meses para prepararme. Tenía que aprovechar todo el tiempo libre para este menester.

En aquel verano muchos días dedicaba al estudio hasta diez horas. Cargaba en el coche la mesa y la silla, y marchaba a una chopera junto al embalse de Bardín. El tiempo transcurría veloz. Bajo un techo de verdes hojas disfrutaba de la naturaleza, y las ideas penetraban lentamente en mi cabeza. Los árboles, gigantes fijos en la tierra, aplaudían con millares de diminutas manos movidas en suave sinfonía matinal. Es el único ruido que percibían mis oídos. Aquella melodía vegetal en nada perturbaba mi paz interior.

A mediodía, en la parte baja del embalse, me daba un baño que desentumecía mis músculos y refrescaba mi cuerpo.

Así desfilaban las jornadas veraniegas.

Por las tardes me asentaba en otros lugares: la sombra de un nogal o bellos rincones del paisaje. Llevaba conmigo a mi madre. Mientras ella hacía punto sentada en una silla rústica, yo caminaba con mi libro, en un aprendizaje peripatético. Por la noche todavía dedicaba unas horas al estudio en casa.

En el otoño e invierno, el promedio de labor intelectual era menor, ya que atendía mis obligaciones pastorales con la intensidad mayor.

Endulzaban mi duro trabajo las cartas de Angelines. Ellas me daban fuerza. Para todo sacaba tiempo. En el dedo índice de mi mano derecha me salió callo de tanto escribir. Nunca he disfrutado de profesor particular. Yo solo tenía que solucionar todos los problemas relacionados con las asignaturas.


EL Concurso - oposición

Llegó el mes de enero. El primer examen era para desanimar a cualquiera. Entre hombres y mujeres se cubrirían cincuenta y cuatro plazas. El hall de la escuela de la Escuela de Magisterio se encontraba a tope: alrededor de seiscientos opositores. ¿Cómo va a ser posible promocionarse entre tantos? Consistía el examen en contestar a cien preguntas breves. Muchas eran tan fáciles que quien mejor podía responder sería un maestro que había explicado quinto curso. Casi me indigné; después de tanto estudiar, aquella faena medio infantil.

Al volver a casa sólo recordaba los ítems a los que había respondido mal. Esperaremos. Alegría grande cuando me enteré de que mi calificación era 6,7. Ya no quedaba eliminado.

El segundo examen consistió en desarrollar por escrito un tema: "La enseñanza de la literatura". Ahí eché el resto; lo hice francamente bien. Sin embargo, la nota no subió de 6,9. Siempre estaba entre los cinco primeros, pues la máxima nunca fue mayor de 7,1.

En abril, la última prueba, la oral. El tema que me tocó en suerte fue: "La vida afectiva del niño". Pude escribir un guión que me sirvió de apoyo. Disponía de treinta minutos para exponerlo. Se comentaba que por muy bien que uno lo desarrollara, si no cubría al menos un cuarto de hora, quedaba eliminado.

Coloqué el reloj sobre la mesa, y con voz pausada, con entonación normal, sin interrumpirme, hablé durante veintinueve minutos. Al finalizar, confié que había superado la oposición.

Los resultados lo demostraron.

El horizonte del porvenir profesional se despejó. Angelines se hallaba en Madrid terminando la carrera, y se alegró mucho del éxito.

Hablé confidencialmente con Francisco Morentin, cuando finalizaban las oposiciones. Me comprendió y animó. Después de explicarle mi proceso le digo:

- ¿Qué te parece?

- Alabo toda decisión honesta de una persona que favorezca la libertad. Me tienes a tu disposición para lo que necesites.

- ¿No ves inconvenientes?

- Yo ninguno. Desde el momento en que lo has madurado, extraordinario.

Angelines aprecia el matrimonio total. De una manera especial la unión de corazones en un mismo ideal cristiano. Hubiese rechazado cualquier matrimonio si no lograba encajar en su visión trascendente de la vida. Nunca pensaba cerrase en sí misma. Quería darse a los demás a través de la enseñanza.


Un mes entero permanecí en la ciudad impartiendo clases por la mañana, y por la tarde asistiendo a unas conferencias absurdas (salvo honrosas excepciones). Salieron las listas definitivas, y mi nombre ocupaba el quinto lugar de la promoción. No está mal, sobre todo si se considera la turbamulta que participó en la contienda.

Durante el mes del cursillo comuniqué a Paco y a Jesús mi decisión de pedir dispensa. Les extrañó, dentro de lo posible, ya que eran muchos los que en Navarra ya habían dado este paso.

Mi amigo Goyo encuentra otra posibilidad de trabajar en la enseñanza en Vitoria. Se inauguraría a primeros de octubre el nuevo colegio de San Ignacio en el barrio de Adurza. Se entrevista con el director, el señor Egaña. Me admite. Me pareció hombre abierto y nervioso. En este nuevo colegio estrenaría mi trabajo seglar.

Últimos meses en Navarra


El último curso, a nivel de arciprestazgo, se organizaron cursillos prematrimoniales. Realizamos la campaña conveniente en todos los pueblos. Las parejas se reunían en la ciudad y recibían la formación elemental para contraer matrimonio. Como de costumbre (no me chocó el olvido) tampoco en esta ocasión se acordó nadie de que yo podía colaborar con mi experiencia que no era pequeña.


Procuré mantener el contacto con todos los sacerdotes del entorno. Únicamente Jesús Azanza, de una parroquia próxima, apreció mi cualidad de ejercitador. La última tanda de ejercicios que dirigí fue a unas monjas de su feligresía durante las navidades del sesenta y nueve.

Nunca he tenido un cargo importante; ni aspiro a ello. Cuando una persona llega a un puesto de relumbrón, observo que en los comienzos suele ser un encanto: parece que va a ser asequible a todos, que va a mirar por el bien común. Y si el dignatario es miembro de la Iglesia, parece que va a ser una maravilla de apóstol, lleno de caridad y sencillez. Pero poco a poco, si no tenemos mucho cuidado, el poder nos corrompe, endurece, incluso puede llevar a la injusticia, a la dictadura, a la prepotencia. Es necesario vigilar. Admiro y aprecio mucho a quienes han logrado no caer en la tentación. Los hay.


Cuando estudiábamos en el seminario ya nos causaban un como escándalo los que a todas horas jugaban a cartas, charlaban con los vecinos o perdían el tiempo miserablemente. ¡Pero de oración, nada! El caso, que muchos de aquellos siguen “fieles” a su sotana, y se rasgan las vestiduras cuando un compañero deja el ministerio para casarse.

En vísperas de abandonar la clerecía sigo muy preocupado y con mucho amor a la Iglesia. Además con espíritu crítico; y así estaba pensando. Los obispos son sucesores de los Apóstoles. Ahora bien, la principal misión de los Apóstoles era marchar por todo el mundo a predicar el Evangelio. Poco a poco, se fue paliando esta obligación. Aumentó el número de obispos, y a cada uno se le asignó su parcela. Hoy la misión del obispo es muy reducida: visitar las parroquias de vez en cuando, acudir a reuniones con sacerdotes, recibir en su despacho a quienes lo deseen. Algunos gustan de escribir cartas pastorales y artículos en su boletín o revista diocesana. Pero lo de misionar y evangelizar, en el sentido de atraer a la fe a quienes no creen, lo delegan en los sacerdotes, monjas y seglares que marchan a predicar a lugares remotos.


Angelines y yo hemos hecho planes espirituales. Nos hemos visto pocas veces y siempre con discreción. Tomamos como costumbre unirnos en breve oración todas las mañanas a las doce en punto. Lo cumplimos. Llegamos a pensar en serio marchar los dos a misiones, una vez casados. Pero lo veo difícil, porque a un compañero se lo negaron. Los jerarcas no se fían de nosotros. Es una pena. Espero que con el tiempo cambien, al menos muchos de ellos. Angelines aprecia el matrimonio total. De una manera especial la unión de corazones en un mismo ideal cristiano. Hubiese rechazado cualquier matrimonio si no lograba encajar en su visión trascendente de la vida. Nunca piensa cerrase en sí misma. Quiere darse a los demás a través de la enseñanza.


Vitoria, ida y vuelta

El dos de octubre de 1970 abría sus puertas el colegio de San Ignacio de Vitoria. Allí entraba yo tan despistado como un alumno de primero. El director a nadie me presenta en el primer momento de mi llegada. Me encuentro cohibido. Durante unos meses he de vivir una doble vida: aquí soy el maestro de un grupo de niños; visto de traje y corbata. En Loroño sigo siendo el párroco del pueblo.

Percibo la frialdad en el ambiente del Centro. Da la Impresión de que todos se conocen y por otra parte de que nadie se ha visto jamás. Todo respira profesionalidad frailuna, aire marcial. Los maestros ponen en formación a los niños con gritos militares: ¡Firmes! ¡Cubrirse! Esto no me va. No lo haré jamás.

Han colocado una sirena de estridente sonido, que recuerda una fábrica o la llegada de aviones enemigos. Subo a mi aula con niños muy pequeños, los de primero. No hay mesas ni sillas; el suelo está sucio; todavía no han limpiado las manchas de pintura.

Provisionalmente mi madre y yo vivimos con mi hermano hasta que encontremos piso. La vivienda es reducida, pero alegre y soleada, próxima al colegio. Nos acogen con calor. Tienen ya una familia constituida; son cinco.


El día de la Virgen del Pilar trasladamos los muebles. Poco a poco, sin cortes bruscos, agotaba las hojas de calendario del ministerio sacerdotal. ¡Qué distinta la actividad del párroco de la del maestro! Cada vez comprendo menos por qué no dejarán casarse a los sacerdotes. Todo se complica. Y menos mal que con mis 36 años me siento joven y con capacidad de acomodarme.

Un otoño duro para mí


El otoño se teñía de gris; compré una gabardina que me acompañó todo el invierno. Mi deseo principal era que nadie se enterase de mi condición antes de que yo la comunicara a la familia, cosa que retrasé hasta el límite. Pero el director, señor Egaña, lo propaló a los cuatro vientos. Parientes lejanos míos lo supieron por su boca antes que mi madre.

En la escuela, con los niños me lo pasaba bien. Aula soleada, caliente. Dentro de las paredes de clase creaba con aquellos pequeños ángeles un ambiente agradable de trabajo, que trascendió pronto a las familias, llenándome de prestigio. Allí me sentía sacerdote.


Los fines de semana, marchaba a la parroquia. Se me hacía duro despegarme del todo. Cerca de Estella colocaba mi clergyman sobre la corbata, y el maestro de escuela quedaba de nuevo convertido en maestro de Israel.


En la ciudad celebraba Misa a mediodía de modo privado en la parroquia del Buen Pastor. Mi amigo Goyo me había facilitado la hora. La única persona asistente solía ser mi madre que me acompañaba a diario.

El cambio me resulta muy duro. Aunque la educación de niños es lo más parecido al sacerdocio, me cuesta aclimatarme.





Preparando la secularización


Algo voy oyendo del proceso de secularización y pronto lo incoaré. La forma de hacerlo me parece inquisitorial, poco humana. Por otra parte supone una incongruencia. El canon 40 del Concilio de Trento, sesión IX (Dz. 964) afirma: "Si alguno dijere que por la Sagrada Ordenación no se confiere el Espíritu Santo, o que no imprime carácter, o que aquel que ha sido ordenado sacerdote puede de nuevo ser laico, sea anatema”. Podemos afirmar que todo el canon es dogmático. Y en los rescriptos de secularización se afirma que el orador queda reducido al estado laical. No llega a comprenderse todo esto a la luz del dogma definido por Trento. Y luego la cantidad de prohibiciones… Y es que el rescripto se da de gracia, no por castigo. ¡Ni como castigo, tanta prohibición!


No quise iniciar el expediente de secularización antes de tener solucionado mi porvenir. Me parecía del todo imprudente lanzarme al mundo sin oficio ni beneficio. Había oído casos de compañeros que andaban sin rumbo, con trabajos eventuales; incluso algunos descargaban camiones. Yo no hubiera podido soportar tal situación.


A primeros de noviembre escribí a Rufo Ayestarán, juez provisor del arzobispado de Pamplona, por indicación de don Miguel Sola a quien anteriormente había comunicado mi decisión. Me contestó con aparente simpatía: "No sabes cuánto siento tu tragedia personal, que la comprendo perfectamente; es un dolor perder como sacerdote a un hombre como tú, de buenas cualidades y bondad. Llegados a esta situación no podemos tener hacia vosotros más que sentimientos de profunda comprensión y amistad, y deseos de ayudaros en todo lo que podamos." Todo rezuma cariño estereotipado. Lo de "tragedia personal" me pareció desproporcionado.

Me explicaba Rufo después los trámites que he de seguir: Instancia al Papa pidiéndole la dispensa de todas las obligaciones inherentes al sacerdocio, incluido el celibato. Tenía que redactar una especie de currículum en el que apareciera toda la motivación personal para solicitar la dispensa. Escribí todo según se me exigía. Añadía al final: "Siento que la Iglesia pierda un sacerdote, pero si algún día cambia la legislación, pueden buscarme para el ministerio".

¡Qué ingenuidad la mía! ¿Cómo se me pudo ocurrir que vengan a buscarme? Eso ya son palabras mayores; supondría no ya un cambio de legislación, sino un cambio de mentalidad tan evangélica que sería necesaria la presencia de muchos hombres revestidos con las entrañas del mismo Cristo, Buen Pastor.


Lo más humillante es la segunda parte, la que me remitieron seis meses más tarde. Tenía que contestar por escrito a un cuestionario en el que se me exigía desnudarme del todo. He aquí los puntos: Examen judicial del actor: - Si se ratifica en la petición. - Si entró libremente al seminario. - Edad. - Motivos y solidez de la vocación. - Índole del actor y de sus padres. ­Estado de salud. - Qué estudios te gustan más. - Afectividad y sexualidad en cada época de la vida. - ¿Inclinación hacia la vida seglar? - ¿Conocías la ley del celibato? - ¿Experiencias y dificultades en la guarda de la castidad. - ¿Observabas los consejos del director espiritual? - ¿Qué dirías de la prudencia y solicitud de los formadores? - ¿Has sufrido coacción? - ¿Alegría en la ordenación? - ¿Qué ministerios has ejercido y cómo? - ¿Tienes algún título civil? - ¿Rezas el breviario, la Misa? - ¿Has cometido de sacerdote faltas externas contra la castidad? - ¿En qué manera han sido conocidas? - ¿Por qué deseas abandonar la vida eclesiástica? Creo que no hay derecho a formular ciertas preguntas tan íntimas en un proceso judicial. No llego a entenderlo.


Llamé por teléfono al secretario del cardenal para pedir audiencia. El eminentísimo tomó el aparato:

- Sí. El sábado puedo recibirte a las 12. Ten en cuenta que el paso es muy importante. ¿Lo has pensado bien?

- Es algo madurado durante años. No obro a la ligera.

Pronto llega el sábado. Así discurrió nuestra breve entrevista. Es la primera y última vez que estoy con Tabera.

Comienza él:

- Personalmente siento que un sacerdote dé este paso.

- Más que nadie lo siento yo mismo. Se debe a la ley del celibato que a nada conduce.

- El celibato es la joya de la Iglesia.

- Podría serlo, pero no lo es. En realidad pocos creen en la castidad del clero en su conjunto.

- Al abrir la puerta para que salga el que lo desee, se purifica esta joya de la Iglesia.

- Le voy a hablar claro. Salimos unos pocos de los que tenemos problemas con el celibato. Y muchos marchamos con la cabeza bien alta; sin avergonzarnos de escándalos ni malos ejemplos. Habrá otros que se queden y...

- Sí. Es una postura noble.

- Usted como cardenal tiene en parte las riendas de la Iglesia. Yo le recomendaría que, vestido de simple cura, en lugares en que nadie le conozca, marchase por las casas de oración a dirigir tandas de ejercicios a sacerdotes.

- Conozco el clero, y sé las dificultades con que tropieza.

- En los años de ministerio he dirigido número suficiente de tandas clericales para inducir que son pocos los sacerdotes "liados"; muy pocos los sacerdotes que viven el celibato como auténtica liberación; para la mayoría es una carga que, en lugar de darle alas para volar, se las corta. Sería muy útil para la Iglesia la vocación de sacerdote casado .

Calló el jerarca.


El problema económico

En lo económico partía yo de muy bajo; mis ahorros, a pesar de que no malgastaba el dinero, no llegaban a cien mil pesetas. Ni siquiera para la entrada de un piso.

Calculé que en mis doce años de sacerdocio el obispado había retenido de mi paga por segundos servicios, alrededor de doscientas cincuenta mil pesetas. Escribí al Vicario pidiendo no como limosna, sino en justicia, al menos parte, de lo que me habían retenido.

- Tenemos voluntad de ayudarte, me dice el Sr. Iraízoz, administrador. Pero ten en cuenta que no eres solo en la diócesis, hay muchos problemas.

- No vengo a pedir limosna; quiero que se me devuelvan de lo que se me retuvo; lo necesito.

- A los obispos el Estado les da una cantidad para que la administren.

- No me satisface la argumentación, pero tendré que aceptar lo que se me dé. ¿Qué otra cosa puedo hacer?

Días más tarde, recibía una transferencia de ochenta mil pesetas. Tendría que seguir ahorrando para disponer del dinero suficiente para la entrada de un piso.


La despedida

Dos domingos celebré misas en los pueblos después de iniciado el expediente. Me pareció que no podía continuar así más tiempo. Afortunadamente no me conminaron a salir.

Recuerdo que en aquella ocasión de mi despedida marché solo. No me acompañó mi madre. Dormí en Estella después de haber celebrado en los dos pueblos las misas vespertinas. Tomé el teléfono, y en aquella soledad, tranquilo, hablé largo con Angelines, desahogando la emoción que aquel día me embargaba. Dejé religiosamente sobre la mesilla el importe de la conferencia.


El día 22 de noviembre me despedí del ministerio sacerdotal. El ideal con el que había soñado en el seminario llegaba a su fin, tras doce años de pastorear pequeños rebaños. Pero seguiré siendo sacerdote durante toda mi vida. Lo he vivido y lo seguiré viviendo, porque la gracia dada por Dios nunca cesa. Para siempre.


Pensaba yo que la gente no me apreciaba. Pero me equivoqué. Recuerdo que en el sermón último les decía una frase del Evangelio: no juzguéis y no seréis juzgados".


Terminada la Misa, en la que a duras penas pude contener las lágrimas, pasé a la sacristía. Entraron la mayor parte de las mujeres para despedirme y manifestarme su agradecimiento. Aquello me emocionó; no lo esperaba. En el atrio me aguardaban los hombres y fui estrechando sus manos. La gente me quería más de lo que yo imaginaba. Estos espontáneos homenajes, para mí son los auténticos. Solo marché en el coche, y tardé veinte años en visitar de nuevo el pueblo que recibió mis últimos cuidados sacerdotales.

Parecida fue la despedida de Rocín de las Viñas. El padre Lorenzo, monje cisterciense con el que me unía la amistad, entró a la sacristía para confesarse. Mi última absolución, para un sacerdote amigo.


Por la tarde visité en Arbeiza a mi compañero de curso, y director del colegio del Puy, Ignacio, en función de arcipreste. Le entregué los libros y sellos de la parroquia. Preferí no descender a detalles en la conversación ni plantearle todo mi problema. Sentía mucho la marginación del colegio; fue total y constante. Allí entraban casi todos los curas; para mí nunca hubo lugar para nada. Treinta años más tarde, este sacerdote, bueno y humilde, en una reunión de curso me alabó públicamente e incluso pidió disculpas por la omisión que cometió conmigo. Hoy lo considero como un gran amigo. Pocos son capaces de lo que fue Ignacio.


Anochecía. Una fina lluvia mojaba la carretera. Me quité por última vez el clergyman; nunca lo he vuelto a vestir.

La noche anterior a mi despedida pasé largo rato junto al Sagrario de mi parroquia, en última meditación ante Jesús; Él había escuchado durante aquellos años mis esperanzas y luchas, mis peticiones y adoración. En la parte derecha del Tabernáculo guardaba un libro con las intenciones de mis feligreses y las mías propias. Mi última inscripción fue ésta: "Dirige, Señor y Dios mío, en tu presencia mis pasos". Estoy seguro de que lo va haciendo. Allí quedó mi escrito, junto al Sagrario mi corazón.


Y ya de regreso…


Me ocurría a la inversa que a otros compañeros que habían dado el paso. Yo no quería desligarme de amigos y noticias, de lo que durante treinta años había sido la ilusión de mi vida y seguía siéndolo. Escribí muchas cartas. Apenas me contestaban. Yo esperaba que me visitaran, que se preocuparan un poco de mí los amigos más íntimos... Sólo Goyo me visitó; y Paco también vino una vez y el padre Domingo. Yo sé que hubiera reaccionado de una manera muy distinta si ellos hubiesen vivido mis circunstancias. Fue muy duro para mí.

Aproveché para decirle a mi madre mi decisión el día de la fiesta del maestro, porque la acompañaría después todo el día y no la dejaría sola. Fue para ella un duro trauma psicológico. Había vivido con tanta intensidad mi ordenación... se había sacrificado tanto durante mi carrera...! Le recordé mis crisis, que algo conocía. Ha sido uno de los grandes dolores de mi vida.


Me he cruzado varias cartas con un sacerdote enfermo. Le contaba también lo mío: le decía que me iba a casar, porque enfermaba de angustia y depresión porque mi idiosincrasia no admite la soltería. Él no solo me ha comprendido, sino que incluso me encomiaba. Lo suyo es distinto: él sigue, pero no puede hacer ninguna labor pastoral, tal vez de por vida.




IV Dejo de ser clérigo: siempre seré sacerdote


Espíritu y realidad


Soy consciente desde primeras horas de la mañana todos los días de que estamos en tiempo de Adviento, de preparación para la Navidad. En este Adviento, Señor, quiero seguir tu inspiración, tu providencia que me guía por un camino distinto del clero. Contigo tengo una gran amistad, Señor. Por tu amor deseo y te pido amar a todos mis semejantes. Que me dé cuenta de que el amor de amistad con cuantos se acercan a mí, es verdadera caridad.


Los domingos se me hace raro. Antes era el día de mayor ocupación; ahora, no. Egaña, el director, me dice que vaya a ver a jugar al fútbol a los chicos del San Ignacio. ¡Menuda penitencia hubiera sido...! Yo no me aburro. Celebro la misa en privado y tengo muchas aficiones de tipo intelectual que me llenan. Además he de atender a mi madre, que vive conmigo. También salgo con el coche y me doy paseos. Los días laborables me relaciono con alumnos y compañeros y me llevo bien con todos.

Siempre la misma dualidad. Por una parte no poder vivir sin el amor humano, y por otra sentirme sacerdote, gustar del sacerdocio no sólo en su ejercicio, sino en su vida mística. ¿No se darán cuenta de que lo importante para el sacerdote no es ser célibe, sino ser santo?

Visita inesperada

Vino ex profeso un compañero sacerdote a decirme confidencialmente:

- ¿Qué razón de ser tiene el sacerdocio? No veo el fin específico de él. Tú lo has dejado: cuántos vegetamos... apenas se pude ya hacer nada.

- Amigo, ¿ya haces oración?

- Bah, la vida es oración. Cuando trato con el prójimo, trato con Dios.

- Creo que si uno vive en el sacerdocio, ha de procurar la intimidad con Jesús en la Eucaristía. Y eso incluso aunque el cura fuese casado.

- Pues yo no sé si dejarlo.

- Te aconsejaría que si tu psicología no puede vivir el celibato, lo dejes. Pero si se trata de ponerte a tono, practica con fervor unos ejercicios espirituales.

Aquel compañero pronto lo dejó todo. ¿Quién me iba a decir entonces que a lo largo de mi vida me iba a tocar ayudar a continuar en el clero o a secularizarse a tantos sacerdotes? Sin pretenderlo, ha sido mi especialidad sacerdotal posterior.


En la ola de frío


Una ola de frío azotó aquellas navidades a Europa. Temperaturas más extremas incluso que en febrero del 56. La nevada el día de Nochebuena era barrida de un lugar a otro por el viento polar. Llegó el termómetro a señalar - 21º. A pesar de la intensidad del hielo, ni un sólo día dejé de celebrar Misa. Tal vez, pensaba, serían contadas las veces que podría hacerlo. ¡Cuánto me iba a costar perder el contacto íntimo con Jesús! Con fe y esperanza decía: "Haz que siempre me adhiera a tus mandados, y no permitas que jamás me aparte de ti".

La víspera de Reyes amainó el temporal de frío y hielo. Unas gotas de agua dejaron el firme tan deslizante que era fácil resbalarse y caer. Marché en autobús a Pamplona para estar con Angelines. Hice noche en casa de mi amigo Paco. Parece que éste se resentía un poco menos de mi secularización. Siempre, mi amigo fiel.


A principios de año envié a la revista "Incunable" un artículo planteando el problema teológico de los sacerdotes secularizados, pidiendo una solución a quien compitiera. Se incluían en él quejas sobre la actitud del Papa Paulo VI hacia nosotros. Lamberto de Echeverría, el director de la revista que hasta entonces me había publicado todo, me devolvió el original. Le escribí dándole razones y buscando un diálogo con él, pero no me contestó.


De profesión, educador


Mi nueva ocupación, digamos que laboral, me sale del corazón, y sin esfuerzo quiero a los niños. Los padres y los mismos alumnos enseguida se dieron cuenta. Aquella sabia regla de nuestro profesor de Pedagogía Catequística: "Que los niños vean amor". ¡Qué aplicación más directa va a tener desde ahora en mi vida! Mi sacerdocio, aunque mutilado, lo ejerceré entre ellos. No me contento con enseñarles, he de educarlos como personas y como cristianos. Hermosa profesión. Mi labor educadora es lo más parecido al sacerdocio.


Me dice el director que prepare unas conferencias sobre la educación sexual en los niños. Con paciencia he invertido decenas de horas en leer libros enteros sobre el tema “sexualidad” y he redactado el número exigido de ponencias. El señor Director me dice una tarde: - Don Raimundo se va a encargar de todo. - ¿No habíamos quedado en que preparase yo el temario? (le digo yo) - Sí; pero ahora he decidido otra cosa. Mi ilusión por realizar actividades que fueran distintas a enseñar sumas y divisiones, me ayuda a pasar por alto esta falta de respeto y de formalidad, pues me ha robado muchas horas de trabajo. Intervendré en la semana de formación sexual en una sola ocasión. Con el tema más concreto e interesante para los padres: "Modo práctico de educación sexual a los hijos".


La misión mía es ayudar a cambiar el ambiente a mejor. Procurar hacer presente a Dios en la realidad de la vida. Me asocié a Cinefórum Vitoria. Desde mis años de seminario me atraía el séptimo arte. Poco a poco fui poniéndome al día en algo que me resultaba ajeno hasta entonces. Y comienzo con gozo el mes de mayo. En casa y el colegio hacemos el mes de las flores. Yo canto en el fondo de mi corazón: “Oh María madre mía, oh consuelo del mortal: amparadme y guiadme a la Patria celestial”.


El aviso de la dispensa


A principios de junio recibo una carta del juez Rufo; en ella me decía que la dispensa ha llegado; cuando lo desee puedo pasar a firmar el rescripto. No tengo ninguna prisa hasta que vaya a casarme.


El día del Corazón de Jesús recibo la contestación. Abro la carta después de decir la Misa. Todavía en mi casa humean la velas del sacrificio eucarístico que acabo de ofrecer. ¡Ya como si no fuera sacerdote! Me han borrado de las listas. Sólo Dios me tendrá en sus páginas, anotado como ministro suyo para siempre. Yo seguiré siendo sacerdote. Algunos compañeros, lo voy comprobando, dejan contentos el ministerio en el que no creen. Para ellos es una liberación verse borrados de las filas clericales. Para cuantos creemos, supone un castigo. Parece que estas disposiciones duras van precisamente contra los hombres de fe. Brota en mi alma la indignación, que procuro sofocar por respeto a la Iglesia que fundó el mismo Cristo, aunque representantes de ella me desprecien. ¡Qué pobres somos los humanos! Mi llanto supone amargura de la incoherencia teológica que recibo. ¿Dónde está el carácter sacerdotal definido en Trento? ¡La ortopraxis!


Los altos curiales deciden todo: quitan, ponen, modifican. Si somos lógicos hasta las últimas consecuencias, hemos de cumplir, a no ser que nuestra conciencia nos lo impida. ¡Qué responsabilidad la de estos señores al meterse con tanta frecuencia en el fuero interno de las personas! No es extraño que muchos no les hagan caso.


Voy a firmar el rescripto

El sábado 19 marcho a Pamplona a firmar el rescripto. ¡Este sí que es deprimente! No es punitivo, sino de gracia. A pesar de ello exige: - Que el sujeto no debe personarse en los lugares donde su condición sacerdotal sea conocida, aunque el Ordinario puede dispensar de este requisito.

- El Prelado ha de procurar que el matrimonio se celebre sin pompa, sin testigos o a lo sumo con dos testigos, y el acto del mismo se guarde en el archivo secreto de la curia. Si bien por cuestión de la fama y de los derechos económicos y sociales de los interesados, con cautela, se puede dar conocimiento del matrimonio.

- Al dispensado se le prohíbe cualquier ejercicio del orden, excepto la absolución en peligro de muerte; cualquier oficio pastoral; tomar parte destacada en la celebración litúrgica, donde se conozca su condición de sacerdote. No puede leer la epístola ni ayudar a Misa.

- No puede ser director de una escuela católica o profesor religión, aunque de esto puede dispensar el obispo en casos particulares. Se coloca al secularizado en condiciones inferiores a cualquier cristiano.


Llamo al despacho del juez – provisor, antiguo compañero de seminario:

- Sí. Lo tengo preparado. Firma aquí; en latín. Léelo antes. - No hay derecho a esto: ni ayudar a Misa, ni explicar religión, ni leer la epístola. Esto es injusto.

- Ten en cuenta que hay muchos que han perdido la fe.

- A estos no les importan las prohibiciones. A nosotros sí; a los que tenemos fe, y podemos ejercer un papel en la Iglesia.

- Tú puedes en tu escuela con toda tranquilidad explicar religión. No te preocupes.

- Rufo, no voy contra ti. Tú eres un intermediario dentro del proceso. El verdadero responsable es el que dicta estas cosas. ¿Y con los curas que están dentro, no tienen fe y siguen explicando sus doctrinas, qué se hace?

- Precisamente ahora se les puede "de oficio" reducir al estado laical. (Jamás he conocido un caso semejante. Campan por sus respetos los predicadores de ideas cuasi heréticas). Antes de firmar, quiero entregar este documento que deseo lo guardes dentro de mi expediente. Así decía:

"José Mª Lorenzo y Amelibia, sacerdote de la diócesis de Pamplona, declaro al firmar el rescripto de secularización lo siguiente: 1º.- No renuncio a mi sacerdocio ni al sacramento del orden que recibí. El motivo de pedir la dispensa de mis obligaciones sacerdotales es exclusivo en mi intención al celibato, que por razones de salud mental lo he solicitado. 2º.- La Iglesia me exige que no ejerza el sacerdocio públicamente al liberarme de la obligación del celibato, seré fiel a este mandato, como lo he sido a todos los mandatos de la Iglesia. 3ª.- Estoy dispuesto a ejercer el sacerdocio en cualquier momento en que la Iglesia me admita o permita. 4ª.- Pido que se me autorice en algunas ocasiones al año celebrar la Misa en mi domicilio de modo privado." ¡Cuarenta y cinco años después, ninguna respuesta a este escrito! Quedará por siempre cubierto de polvo en los archivos. Poco después decidí estudiar a fondo el tema de la misa en el sacerdote secularizado.


Salí del despacho del todo libre para contraer matrimonio. Me indicaron que para casarme yo no necesitaba trámites burocráticos. Solamente ella había de presentar la partida de bautismo. El sacerdote que presidiera la ceremonia entregaría el acta de la boda en el obispado.

Salgo de allí con la sensación del peregrino: buscar, llegar, descansar poco pero con paz. No desatender mi misión, sino vivirla a tope como cristiano y como sacerdote, inmerso del todo en la realidad. Procurar hacer presente a Dios en la realidad.


Suena a revanchismo


Un señor distinguido, que no pecaba de exaltado, me decía comentando el texto del rescripto: "Suena a revanchismo".

Muchos han decidido no creer en todo esto. Lo peor es si después saltan todas las barreras de los dogmas. Por otra parte no veo lógico creer en Jesucristo y despreciar a la Iglesia por Él fundada.

Todos estos problemas bullen en mi mente. La opción ya está hecha. Me voy por lo seguro. Es lo más conveniente. Prefiero sufrir ignominias dentro que lanzarme a una aventura en la fe que me puede llevar a un desierto sin fin. La solución es clara: los hombres jerarcas se pueden equivocar en muchas cosas y se equivocan. Pero no cabe equivocación en la transmisión dogmática de la fe revelada. La ortodoxia, bien transmitida. En la ortopraxis, muchos fallos. (No existe la palabra “ortopraxis” en el diccionario de la Real Academia Española. Significa en el lenguaje eclesial la coherencia de la revelación, del Evangelio, del dogma con la práctica de tipo disciplinar o relacional. Y en esto hay muchos fallos; no hay más que mirar en la Historia).

¡Qué raro para mí asistir a Misa como simple fiel! También progresivamente me fui entrenando en este aspecto. Un amigo, muy piadoso, me contaba: "Durante un año o más, no pude ir a Misa. Me ponía enfermo. Rompía a llorar y no cesaba hasta el final". ¡Le comprendo!


Se acerca el matrimonio

A primeros de julio recibo a Angelines que viene de Madrid con su carrera acabada. Tenemos mucho que hablar: ultimar detalles. La boda que habíamos fijado para el mes de julio, la retrasamos, en gran parte debido a que Egaña no quería admitir bajo ningún concepto que faltara un maestro a las clases programadas para el verano.

Francisco Morentin me visitó más de una vez en toda la temporada de cambio. ¡Cuánto lo agradecí! Él sería el sacerdote que presidiría nuestro matrimonio.

Lo importante era preparar nuestras almas; darse cuenta del significado del matrimonio cristiano: unión de Cristo con la Iglesia; signo vivo del amor que Dios tiene a la humanidad. Pretendíamos sacar fuerza de nuestro amor para querer más a todos. De ninguna manera cerrarnos en nosotros mismos. Nunca una familia en que el amor se trocara en egoísmo en colaboración.

Espero hallar en María Ángeles una esposa que comprenda mi afán sacerdotal. He observado en ella un espíritu cristiano fuera de lo común. Me interesa mucho la cultura, pero mucho más aprecio poder caminar juntos hacia Dios con el ideal de vida interior que me había forjado. Entonces seremos dos en una sola carne, en un solo espíritu.

Y yo ¿qué cosa mejor le puedo dar a ella que compartir esta ilusión?

Mi madre me regaló una medalla de oro precisamente el día de mi santo de aquel año. Agradecí este detalle. Hacía años que deseaba llevarla.

Juntos fuimos Angelines y yo a encargar las alianzas. De todos los preparativos, para mí resultó el más emocionante.


Desposado al fin, y sigo siendo sacerdote


Unos días antes de la boda llega desde América Epifanio Echeverría. Charlamos largo y tendido. Él alababa mi postura de fe. Había presenciado la secularización de compañeros de una forma muy distinta. Angelines y yo nos confesamos con él antes de la boda.

Invité a la ceremonia solamente a mi madre, hermanos y sobrinos por parte familiar; y a los amigos íntimos sacerdotes. Epi concelebraría.

Habíamos decidido el lugar: la Iglesia de Sorauren. El 14 de agosto, a las cinco de la tarde, sería la ceremonia, en estricta intimidad. En un hostal próximo a la iglesia, nos reuniríamos para fraternizar, en una sencilla merienda.

Me encontraba tranquilo. Confiaba en Dios: el nuevo estado de vida me resultaría bien.


Ya está ataviada Angelines. A ella le van a acompañar su hermano como padrino; mi madrina, Ana Mari. Por parte de Angelines acuden su madre, tía Ángeles y Tere Contín, además de su hermano.

No hay órgano que toque la marcha de Mendelshon. Angelines y yo vamos a unir nuestras vidas; ha llegado el día tan deseado. La providencia de Dios nos ha ido guiando. Incluso en esta vida llegamos a comprobar, a largo plazo, la mano divina.

El mismo Dios que aceptó mi entrega en el sacerdocio, preside ahora nuestro amor. No contemplo un Dios rígido, con criterios de hombre feudal. Lo veo Padre que nos ama y mira con inmensa ternura mi generosidad grande y mis pocas fuerzas de resistencia.

Vírgenes llegamos los dos al matrimonio. Juntos fuimos descubriendo la maravilla del amor humano: experiencia muy distinta a la teoría de libros y novelas.

Dimos nuestro consentimiento con plena consciencia de que nos convertiríamos en esposos para toda la vida. Bebimos del mismo cáliz: nuestras alegrías y penas serían compartidas.

Y guardamos en triduo de Tobías.

El día diecisiete decidimos marchar de viaje a Galicia. Lentamente recorrimos toda la costa cantábrica con su monótono verdor. No podíamos dormir en hoteles, porque mi carné de identidad no lo había renovado; nos hospedábamos en pensiones particulares.

Pudimos contemplar mucho arte. Más bello resultó el espectáculo de la naturaleza en pintorescos paisajes de mar y bosque. No podíamos permitirnos el lujo de restaurantes, pero resultaba con sabor dormir en un pueblo de Orense, escuchando el bucólico sonido de los cencerros.

Comenzamos el curso


En Vitoria no pudimos conseguir trabajo para Angelines. Se colocó en Legazpia con tres días de clase por semana. Aquel primer año nuestro domicilio nos sirvió de dormitorio.

Y yo todo aquel curso di clases en Maestu. Visité al párroco; me ofrecí para colaborar en la catequesis, y le propuse que me llamara a alguna reunión. Pareció que la idea le agradaba, pero nada me avisó. ¡No pertenecía ya al gremio! Es más invadió él mi aula para explicar doctrina cristiana. Y, poco constante, dejó un mes más tarde la obra emprendida con los niños. Yo suplí contento sus ausencias.


La vida es lucha y es hacer camino, verdadera peregrinación hacia la meta, pero con los pies en el suelo y en la realidad de cada día.

Nuestro matrimonio llegó a la plenitud


Mi esposa se encontraba en estado de buena esperanza, seis meses más tarde. Al principio nos parecía imposible. Mi instinto paternal todavía no se había desarrollado.


Con mimo Angelines confeccionaba alguna diminuta prenda de vestir y hacían lo mismo mi madre y la tía.

Los últimos meses adquirimos todos los vestiditos y aderezos de los bebés. Al finalizar el plazo de espera compramos la cuna. Me gustaba fuera limpia, amplia, con un dosel regio y de acero inoxidable. Esta sería la atalaya desde donde nuestra futura hija vería por primera vez el mundo.

Lenta la preparación de nueve meses para acoger un nuevo ser; sabiamente dispuesto por Dios este tiempo. Necesario no sólo para la gestación, sino también para la preparación psicológica de los padres. Juntos íbamos a Misa y pedíamos al Señor que todo resultara bien. Mientras Angelines laboraba la prendas para nuestra hija le iba leyendo libros de profundidad espiritual, los de mi mayor preferencia. Nos compenetrábamos en nuestra unión común con la lectura espiritual.


Me suscribo a la revista “Vida Nueva”; la veo muy buena y abierta y va cogiendo mucha fama. Vivo la liturgia cuaresmal. Y medito en esta oración de la Misa: “Que restaurada la integridad de la persona, podamos gloriarnos de la plenitud de tu salvación”.



Soy padre


Con toda la certeza se acercaba el momento. Comimos rápidamente y nos dirigimos a la clínica. Habíamos solicitado parto sin dolor. La primera noche yo no podía dormir. Estaba pensando en qué nombre te pondríamos. Pensábamos como posibles: Ruth, Sara, Miriam, Elena... No nos habíamos decidido. Entonces se me ocurrió que el mejor nombre sería Paz o Irene, que significa lo mismo. A la mañana siguiente nos decidimos por Irene.


Me doy cuenta de que ser padre es algo que solo puede comprender del todo quien lo sea; participo de una manera muy directa en la obra creadora de Dios y me siento agradecido. Siento agradecimiento a mi hija. Antes de ser padre pensaba yo que solo los hijos éramos deudores. Ahora mi opinión ha cambiado. ¡Es tanto lo que nuestros hijos nos regalan! Uno de los gozos más puros de la vida se encuentra en la paternidad consciente. El sacrificio por nuestro retoño es hontanar que desborda de alegría. Vendrán con el tiempo problemas… que no han llegado nuestros vástagos tan alto como era nuestra pretensión. Pero la paternidad siempre es un don, una experiencia de gozo y generosidad. Y… ¡por supuesto la maternidad! Mi esposa se siente muy gozosa y realizada como persona.


Con nuestra nena pequeñina, preparando su bautismo, llenos de ilusión. Le digo al Señor: Haced Padre, Hijo, Espíritu Santo de su alma vuestro cielo para poder contemplaros. Y nuestra hija será así pronto también hija de Dios por el Bautismo. ¿Qué es lo de aquí abajo comparado con las realidades del futuro? Hemos de trabajar en su porvenir de persona, y sobre todo en su alma, que viva la realidad de su fe.


Llegó el día 12, la fiesta del Pilar, el que elegimos para que recibiera Irene las aguas bautismales. Yo tenía mucha ilusión por este día. Ser cristiano es maravilloso, es ser hijo de Dios, amigo de Dios, miembro vivo del Cuerpo M. de Jesús. Elegimos para que te bautizara un amigo mío, Goyo.

Día grande y hermoso. Tomo en mis manos a mi hija después de ser bautizada y la beso, diciendo estas palabras que pronunciaba San Luis, rey de Francia: “Hasta ahora eras solo hija mía y de tu madre, desde ahora eres hija de Dios”. Después de recibir este sacramento hemos ido con la nena Irene al altar de la Virgen María y se la hemos ofrecido con el acto de consagración: “Oh Señora mía, oh Madre mía yo me ofrezco todo a Vos...”


Ocupaciones distintas

Me nombraron por aquellas fechas presidente de Cinefórum Vitoria. No me hizo ninguna ilusión, pero me pareció una ruindad no aceptarlo: me estaba aprovechando de esta asociación para mi afición cultural. Alguien definió así la presidencia de Cinefórum: "Ser criado de todos, y agradecido de tres o cuatro." Angelines tenía el cargo de secretaria. El primer ciclo lo dedicamos a Antonioni. Conseguimos no pequeño éxito, aunque para mí era un rollo impresionante. Iniciamos una serie de contactos con cineclubs de la zona, y acudimos periódicamente a las reuniones de Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Decidimos una programación conjunta para todos los salones vascos.

Los miembros de la junta realizábamos una labor silenciosa, pero eficaz.

Me invitaron a ser miembro del jurado en el certamen internacional de cine amateur, organizado por la Diputación. A pesar de mis protestas, de nada me sirvió. Tuve que aceptar. Así se acostumbra a obrar: con el absurdo de que por el hecho de presidir una entidad, se capacita a una persona para deliberar sobre cuestiones poco conocidas. Desde las tres de la tarde hasta las once de la noche permanecimos enclaustrados varios días para contemplar el abundante material fílmico, que de distintos puntos de España habían enviado. Menos mal que dispuse de un buen técnico para consultarle.

Me relacioné con bastante gente a causa de mi cargo. Incluso en varias ocasiones me llamaron a la radio. En otra circunstancia también participé en una mesa redonda para dar mi opinión acerca de la película "Jesucristo Superstar". Me hubiera gustado más organizar y predicar en una misión.


Aprendiendo a ser sacerdote casado

Todos los meses Angelines y yo practicábamos una tarde de reflexión o retiro. Cuando Irene tuvo nueve o diez años nos acompañó. Es algo que nos ha unido mucho y han sido momentos para dialogar de temas espirituales y de mutua formación.

Han organizado un plan diocesano para reciclarse durante dos años los sacerdotes y quienes lo deseen, sobre todo catequistas y profesores de religión. Vivo con inquietud los cambios del Concilio, porque ciertos teólogos me parece que se están pasando. Una diplomatura intensiva de actualización teológica para sacerdotes y personas bien formadas. Me he matriculado. Son tres cursos completos. Nos darán una diplomatura a quienes lo terminemos, previo examen o tesina de los cuestionarios que se realicen. Dos sesiones por semana. Tendrá este año dos partes el curso: Cuestiones teológicas y formación catequética.


No se puede vivir de las rentas. He intentado obtener el credo completo de la Iglesia Católica y no lo he conseguido. He preguntado a distintos teólogos y no me han sacado de apuros. Porque en nuestra Iglesia Católica no existe un Credo completo manejable. Sí existe un libro entero, pero con él no se aclaran ni siquiera los estudiantes teólogos: me refiero al tomo de más de 800 páginas, titulado “Enchiridion symbolorum”, (Enquiridión significa Libro manual) normalmente conocido con el nombre de Denzinger.


He adquirido el “Nuevo Catecismo para adultos” también llamado El Catecismo Holandés. Tiene fama de ser muy progresista. Lo voy a ir leyendo y lo consultaré a menudo durante los cursos de actualización teológica. Espero poder discernir bien.

Nos indican más libros que hemos de leer, uno de ellos es “Jesús para ateos”. Porque muchos que no creen en Jesús como Hijo de Dios, creen en él como hombre insigne; lo admiran como “rebelde”, como luchador contra la miseria, la enfermedad, la hipocresía, el fariseísmo… e incluso como modelo. Ahora estoy con “Jesús, hombre libre” de Duquoc. Existe un movimiento cristiano “retorno de Jesús”. Siempre quieren descubrir algo nuevo. Es sí, posible, pero lo más importante es amar a Jesús, amar lo que Jesús ama, es decir, a los hijos de Dios, a los más pobres.


Cuesta acostumbrarse


Todavía no me acostumbro a que los domingos sean el día de descanso total: atender a la familia, a mi vida espiritual, vivir la misa. Quiero ocultarme a mí mismo con Jesús en el Sagrario, ocultar mi amor propio, mi orgullo y ser manso y humilde con Jesús. Estos sentimientos llevo en mi corazón, pero luego, a la hora de obrar, se me olvidan y caigo en las mismas faltas de siempre.


Practico, sobre todo los viernes, el viacrucis y más en cuaresma. "Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. Sálvanos, Dios, de Israel de todos los peligros" (S. 24). La liturgia de este tiempo es muy rica en sentimiento de penitencia y compunción de corazón. Mi fe he de ejercerla de cara a los demás con el amor y la equidad y justicia. Ser cristiano es también vivir en la realidad de cada día, no separarme sino unirme al bien de los demás.


Han llamado a casa los Testigos de Jehová. Es difícil dialogar con ellos, porque se cierran en unos cuantos textos y de ahí no salen. Pienso que, vayan por donde vayan, es preciso recordarles el Primado de Pedro que ellos no admiten y está en el Evangelio. Admitir su buena voluntad y celo. Decirles y hacerlo: pedir por ellos al Señor. Es lo que se me ocurre, pero creo que convencerles por la razón no es nada fácil. Están muy adoctrinados en cuatro cosas y de ahí no salen.

En estos días de Pascua mis visitas al Santísimo son con mayor fervor con mayor alegría y agradecimiento. Tiene tiempo la gente para todo, menos para visitar a Jesús. Adorarle en reparación de tanta ingratitud, profanación y sacrilegio. Imponerme alguna penitencia satisfactoria. Unirme a la propiciación de Jesús y de María.

Estos días hemos practicado juntos Angelines y yo los ejercicios espirituales en el colegio de la Presentación. Días inolvidables. Agradezco a Dios haber conseguido una mujer que puede rimar conmigo en el aspecto espiritual y religioso.


Me relaciono con padres y sacerdotes


He hablado con don Jesús, el párroco de San Ignacio. Este cura es muy bueno en todos los aspectos. Entre otras cosas me ayudó a buscar trabajo para Angelines cuando nos íbamos a casar. Tiene mucho sentido común y está conforme conmigo en que la Misa ha de ser celebrada con ornamentos y no como hace un cura en el colegio, que la celebra con vestido del todo corriente y seglar. Afirma el clérigo que a los niños no les dicen nada los ornamentos. ¿No? ¡Pues se les explica el sentido litúrgico y trascendente de los mismos! Le digo.


Este año ha venido el padre Alfredo como capellán del colegio; es marianista. Deseo trabajar y colaborar con él. Le he propuesto preparar una capilla en una parte del salón de usos comunes como se estila en algunos colegios. Dice que lo estudiará, pero no le veo muchas ganas. Pretendo convencerle para que ponga Sagrario en este lugar. Ningún calor por su parte en la iniciativa. Una campaña eucarística tampoco la aceptó, diciéndome que antes habría que preparar el ambiente; me temo que ese ambiente llegará por su parte. Una pena: cuánto podía hacer yo aquí como sacerdote. Oh el celibato… Al menos admite que dé yo Ejercicios Espirituales a los de 8º.


Reunión con los padres de alumnos. Solemos tener dos o tres por lo menos cada año. Me animan los compañeros para que las dirija yo y les dé una charla o consideraciones sobre la educación de los hijos. Me he preparo con el libro “Psicología de la edad evolutiva”, es muy bueno”. Al final, diálogo, y hacen preguntas.

En ocasiones tropiezo en el Colegio con problemas familiares muy agudos. Procuro orientarlos de la mejor manera posible. Hasta la fecha me cabe una gran alegría: los padres han comprendido mi ilusión y entrega vocacional y me han sabido apreciar. Jamás he tenido choques, disgustos, enfrentamientos con la familia de mis alumnos. Esto también me ha llenado de satisfacción. Para prepararme mejor a mi tarea educadora en el aspecto religioso, voy tomado parte en los tres cursos de actualización teológica y pedagogía de la fe. Me han ayudado a comprender mejor la figura de Jesús de Nazaret, y a renovar mi ilusión sacerdotal. Y lo más importante es transmitir mi fe y el mensaje del Evangelio en mis clases, en mi ejemplo en mi vida. Preparo lo mejor que puedo todas mis clases; las de religión con un cariño especial: formar hombres cristianos.


En la parroquia de los Ángeles de Vitoria, todos los meses del curso pasado he dirigido un coloquio a chicos y chicas que se preparan para el sacramento del amor. El tema que desarrollaba es "Misión y espiritualidad del matrimonio". Terminado el curso el fraile ha dejado de llamarme; me imagino que por considerarme demasiado conservador. ¿Tal vez por no compartir con él lo relativo al mal uso del matrimonio? Él lo veía como mal menor, exento de culpa. Yo sigo la doctrina de la Iglesia.







V Mi día a día por la década de los setenta

Mi horario diario: Misa, clase, baño, comida, casa, oración, lectura, paseo o reunión. Así van discurriendo los meses. De vez en cuando, una charla a los padres de alumnos, teléfono y cartas con amigos dispensados. Todos los días, también los laborables, acudo a la Misa de 12 de la catedral. Voy con el coche y llego cuando están en el ofertorio. Mi madre siempre se encuentra allí. La Eucaristía es la obra más divina de la tierra y la más empapada de amor. "¡Sois mis amigos!", nos dice. ¡Cuánto le agrada que nos acerquemos a Él! Procuro siempre atención y devoción en la Misa y fervor en la comunión.


Yo ahora no celebro la santa Misa, pero procuro vivirla desde mi banco. Además, desde que un cura me llamó en la catedral para hacer las lecturas estoy mejor. Y he comenzado a investigar para redactar una tesis sobre la misa en el sacerdote secularizado. Consulto libros de historia, moral y derecho. Sin prisa espero llegar a una conclusión importante.


En Santa Cruz de Campezo he tomado parte, junto al amigo cura José en charlas de preparación para el matrimonio. Tal vez sea éste uno de los apostolados más en consonancia con mi doble condición de sacerdote y casado. Angelines me ha acompañado y participado en los coloquios. Orbiso, Bernedo, Lagrán, en fechas anteriores, han escuchado mi palabra en diversas épocas. Nunca omito una actividad por desidia. Al finalizar mi actuación siento una profunda alegría.


Me toca hablar con frecuencia con un compañero ateo. Ante todo merecen todo mi respeto las personas que no admiten a Dios. Pero a la vez me inspiran pena por ellos mismos. Yo veo con evidencia la existencia de Dios Creador, pero existen ateos científicos. Suelen ser tremendamente racionalistas; incluso llegan a afirmar que creerán en Dios, si lo llegan a demostrar con la razón, o si de una manera sin lugar a dudas, se les revela a ellos mismos. Por razones no se convencen. Procuro más hablar de forma testimonial.


Todos los años celebro con gozo el aniversario de mi ordenación sacerdotal y todos los días de mi vida me siento sacerdote, cada día más. Lejano queda ya aquel día que grabó mi alma con sello indeleble. Su señal permanece en mi espíritu con la misma frescura recién acuñada. Sentado hoy cerca del Sagrario de mi antigua parroquia de San Juan de Estella, recordaba las horas íntimas junto a Jesús en mis vacaciones de estudiante. Allí está el mismo Dios de entonces; el mismo tabernáculo que abría con temblor las primeras mañanas de mi diaconado. Permanece el mismo altar de mi ordenación. Le dije "sí" a Cristo. Lo renuevo con fuerza doble cuatro lustros después. Él me ha guiado por senderos tortuosos y por amenos valles, en días de sol radiante, en noches ciegas sin luna y sin ninguna estrella.

Educación humana y religiosa


Después de mucho pensarlo y de mucho leer he decidido suprimir todos los castigos a mis alumnos, previo aviso y preparación. Ha dado su conformidad la dirección del Centro. Organizamos la clase de tal modo que los pequeños se responsabilizan. Los viernes por la tarde, el delegado de curso, elegido por votación, presidirá la asamblea de alumnos, llamará la atención a los condiscípulos que peor se hayan comportado, tratarán problemas de la comunidad infantil, y verán entre todos la manera de solucionarlos. Esperamos que resulte positivo.

Este año y el pasado he dirigido a los muchachos de octavo que iban a abandonar el colegio unos ejercicios espirituales que les ayudasen a encauzar la vida adulta. Para mí supone mucho el poder dar algo que llevo dentro de mí mismo, mi sacerdocio. De vez en cuando, una charla a los padres de alumnos, teléfono y cartas con amigos dispensados.


Al finalizar el curso he enviado a los padres un informe de cualidades y posibles defectos de sus hijos. Invertía muchas horas en preparar este estudio individual.


Participamos del 18 al 20 de enero del 79 en el Congreso Nacional Educación. Nos acompañó Irene. Viajamos juntas once personas en un autobús pequeño. Disponíamos de tres mesas, bar y máquina de cine. Irene no se mareó, ni se aburrió. Durante más de una hora presenciamos en cine una serie de reportajes entretenidos. Este congreso estaba organizado por el Ministerio de Educación y Ciencia para preparar una reforma educativa. Mi deseo de evangelizar está siempre dentro de mí y de una u otra manera he de llevarlo a cabo. Esta es una buena ocasión.


En familia


Me esfuerzo en ambientar mi casa de manera que podamos convivir pacíficamente. No siempre resulta fácil la tarea, ya que la única persona familiar para todos es Irene. Tiene sus desventajas convivir con familiares. Nosotros decidimos vivir acompañados, porque por encima de la comodidad del matrimonio está la necesidad de personas que te lo han dado todo, como es mi madre para mí y su tía para Angelines.


Y seguimos con paz y gozo interior, eso sí, problemas no faltan. Pero procuramos salir de nosotros mismos; ir a los otros, sobre todo si vemos a alguien que necesita algo, ante todo en casa. Visitamos a un viejecillo del asilo. Se aprende mucho de estos hombres sencillos, que saben vivir y han llegado a una edad avanzada. Es mucho más lo que recibimos que lo que damos. Es un hombre agradecido, optimista, sereno y con una alegría sin algazaras, natural. Me gustaría llegar a su edad y ser tan optimista y saber vivir el presente.


Este verano hemos ido unos días de vacaciones a León. Pasamos los tres felices eta corta semana. Otros años también hemos salido y lo seguiremos haciendo. Nos acomodamos a nuestra hija para buscarle columpios y entretenimientos propios de su edad; también ella empieza a gustar del arte y de la piedad.


Mi formación literaria


Siempre tengo cerca también una novela, que voy leyendo a ratos perdidos. Dejé hace muchos años la afición a este género. En los últimos tiempos, por citar alguna “Grandes esperanzas” y repetido “Los Cipreses creen en Dios”. Son muchas las que he leído a lo largo de los años: también ayudan a conocer el corazón humano. Pero sobre todo las leo para aprender a escribir. Siento en mí necesidad de escribir, de relacionarme por escrito. Para mí es un modo de hacer el bien y evangelizar.


Me encanta Ortega y Gasset. Acabo de leer “Meditación del pueblo joven”. Expresa sobre todo el pensamiento del autor sobre América Hispana. La vida colonial, es algo digno de ser ponderado. Él lo hace y nos transmite con belleza su criterio, su filosofía, su experiencia sobre Argentina, Chile y otras naciones sudamericanas. De Unamuno leo “En torno al casticismo”. Abarca temas distintos, como la tradición, la casta castellana, el humanismo, la mística. Leo mucho. Novelas no faltan, pero rara vez dejan poso en mí como “Los Miserables” que nunca olvidaré. No menciono las novelas que leo, ni toda la Historia. Pero lo que más llena mi alma es la espiritualidad. Ahí siempre gozo y ojalá me aprovechara en lo único necesario.


Desde hace años tenía ganas de leer el famoso libro de Bernanos, “Diario de un Cura rural”. Lo acabé, porque hubo tiempos en que lo empecé y lo dejé. Casi la primera mitad es un rollo de mucho cuidado, estilo de Proust. Después va ganando agilidad. Cuando lo terminas produce la sensación de obra digna. El cura retratado es hijo de alcoholizada, enfermo él, pusilánime y lleno de fe. Muy humano y sobrenatural; ingenuo


Vivir las fiestas durante el año

En Adviento todos los años renuevo mi fervor. Que en este tiempo de Adviento me ayudes a limpiar, Señor, mi inconsciente de las tendencias sensuales que me atraen, del orgullo, la vanidad, el amor propio, el ansia de placer, el miedo al dolor. Ayúdame, Señor, a vivir aquello de San Juan de la Cruz: "Ni cogeré la flores, ni temeré a las fieras y pasaré los fuertes y fronteras".

En la gran esperanza de adviento digo al Señor con Jacob: "No te dejaré hasta que me des tu bendición". Virgen María, caminaste hacia Dios, y en estas fechas hacia el portal del Belén. Dame un poco de tu fortaleza para seguir yo me camino hacia el Señor. Jacob luchó con Dios y dirá: "He visto a Dios cara a cara. Y pudo exclamar: "Aunque me matara, creería en Él".

Todos los años recuerdo y hago oración con las antífonas “O”. Desde el Seminario las cantábamos; nos daban ilusión porque se acercaba la Navidad. Hoy también. Oh Sabiduría que saliste de la boca del Altísimo y alcanzas de un extremo al otro, disponiéndolo todo fuerte y suavemente! Ven a enseñarnos el camino de la prudencia.


La fiesta más importante de la Virgen María: la Inmaculada Concepción. Mis recuerdos de infancia, imborrables: la novena en la parroquia de San Juan, abarrotada de gente hasta la calle, para escuchar al predicador extraordinario. En mis años de ministerio, horas y horas confesando, fervor en la gente. Querían todos comulgar y antes purificar sus almas. La misa siempre, de gran devoción a la Señora; había iglesias en que se revestía el sacerdote con casulla azul. Hoy he de aumentar y fomentar mi devoción a María. La saludo de una manera especial al levantarme: “Atráenos, oh Virgen Inmaculada. Corremos detrás de Ti siguiendo el aroma de tus virtudes”. Todo el día unido a mi Madre y Madre de Dios.

San Juan de la Cruz. ¡Quién pudiera ser como él! ¡Cómo vivió su unión con Dios, cómo sufrió vejaciones, cárcel y desprecio de sus hermanos en religión y mientras tanto escribió el Cántico Espiritual! Murió a los 49 años. Yo he llegado a sesenta y cuánta diferencia… Pido con frecuencia al Señor el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo por la salvación de las almas.

La Navidad es mi fiesta entrañable. La celebramos en familia siempre con ilusión. Preparamos el belén sencillo que nos acerca a Jesús. Pero siempre me quedo poco satisfecho, en el sentido de un mayor fervor de adviento que en las misma Noche Buena. Me gustaría una fiesta sin comidas, más austera y con más oración. Pero he de acomodarme a la costumbre. Evangelio, y que sepa trabajar confiado en la misericordia de Dios, con la seguridad de alcanzarla. He escuchado con atención la palabra de Dios en estos días. Fijarme en concreto en ésta: "El Verbo se hizo carne".

El canto de villancicos me ayuda mucho. Durante el día repito muchas veces con melodía gregoriana los introitos de la misa de Gallo y del día. Sobre todo el “Dominus dixit ad me”.

Fin y comienzo de año: Estos últimos días del año procuro mayor recogimiento interior, pero me parece una ironía incluso pretenderlo, viéndome tan lejos de los que de verdad viven en un estado místico, como son los contemplativos. Leía sobre el recogimiento: “espejo de agua tranquila donde Dios se refleja con delicia”. Sin recogimiento nuestra vida interior será como árbol con raíces muy débiles.

Ayer en mi meditación de fin de año me di cuenta de que puedo muy poco; nada puedo sin tu ayuda, pero todo, si Tú me sostienes. Todos los años en este día me gusta hacer balance; vivir con recogimiento especial. Darme cuenta de cómo pasa la vida tan corriendo. He avanzado mucho en este año en mi hambre de Dios, en mis ganas de oración. Hoy es día de agradecimiento al Señor por tanto como me ha concedido. Me da alegría vivir con mayor paz interior, con ausencia de ira. La oración contemplativa se me hace difícil pero soy constante. Tengo que seguir adelante y pido fuerza al Señor.

Ha sido un año con mucha paz y gozo interior. Damos gracias a Dios por ello y pedimos perdón por nuestras faltas. En familia practicamos el retiro como todos los meses, hoy con un signo especial, en mi fuero interno procuro hoy vivir con este recogimiento propio de final de año, haciendo el balance espiritual

Ayúdame en este año nuevo a cumplir mis dos propósitos: Misa dominical bien preparada y con gran atención e interés; caridad positiva con todos y en el aspecto negativo, librarme de la crítica destructiva.

La Epifanía del Señor. No me distrae la fiesta infantil ni la murria de mis años de formación. Juego en familia con nuestra hija y le hago ver el sentido de los regalos. No hemos querido mantenerla en la creencia de que son los Reyes quine echan los juguetes, sino los padres en recuerdo de los obsequios que recibió Jesús. Leo este año con gran ilusión y fervor el libro de Juan Esqueda Bifet “Hemos conocido el amor. Lo importante es vivir según el Espíritu, conforme al estilo de vida de Jesús, que es perdón, esperanza, unión con el Padre y dar la propia vida la propia vida por los hermanos…


En este tiempo de cuaresma he de ejercitarme más en la mortificación. En Ti, Señor, confío en mi vida interior y en la salvación del mundo. Porque no es ni el que planta ni el que riega, sino Tú que das el incremento. Pero a la vez exiges nuestra colaboración firme y constante y llena de fe. Purifícame en esta cuaresma de mis pecados, de mis vicios, de todo mal. Agua del costado de Cristo, lávame. Renuevo el propósito del año en el comienzo de la primavera: caridad, amor a Dios que se traduzca en amor al prójimo en obsequio a Dios. Misa deseada, participada, vivida.


Vivo la Semana Santa en recogimiento interior. Hoy, Viernes Santo, en comunión con Jesús en el Calvario. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo. “Si sueltas a Ése, no eres amigo del César”, dice el pueblo a Pilato. Y el gobernador teme. Y manda azotar a Jesús para, al fin, condenarlo a muerte. Yo pido fuerza para no nadar entre dos aguas, para seguir a Jesús con fidelidad y compromiso.

Pascua. Alegría pascual con María, la madre de Jesús, y con la Magdalena, la convertida y gran amante mística de Cristo. Nos alegramos contigo, Virgen María, porque tú, la más hermosa entre las mujeres, te has encontrado con el Hijo más amado, el que nació de ti por obra y gracia del Espíritu Santo. Jesús está aquí abajo con nosotros, gracias a su naturaleza humana, que resucitó para nunca jamás morir, y decidió acompañarnos para que siempre estemos felices, porque la Pascua Inmolada, aleluya, es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.

Con la alegría pascual en mi alma estoy leyendo con verdadera avidez la biografía del obispo a quien conocí y hablé en dos ocasiones, Don Ángel Riesco Carbajo. Han introducido su causa de beatificación. Me llama la atención su piedad, su humildad… recuerdo cuando me dijo “Yo también soy un pobre cura”, al presentarme a él con ese título. Sufrió mucho de marginación, llegando a vivir en Tudela como auxiliar del administrador apostólico de Tudela. Recuerdo que en la procesión de las fiestas de Tudela, según contaban, el obispo titular no le permitió presidir, sino acompañarle en el recorrido.

En este día de la Ascensión propongo vivir con mi corazón en el Cielo, y con los pies en el suelo.


Pentecostés. Me gusta todos los años preparar la fiesta de Pentecostés, el final de la Pascua. Por el Espíritu Santo tengo el deseo de perfección; ansío lavar mis culpas; vivo con paz interior. Ven, Espíritu Santo, llena mi corazón de amor. Leo en Ezequiel 36, 126: "También os daré un corazón nuevo y pondré dentro de vosotros un espíritu nuevo".

En este día de la luz, enciende en mí, Señor, la llama de tu amor. "Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”. Acompaño a María en el día de la presentación de Jesús en el templo.

Sigo celebrando durante la semana la Venida del Espíritu Santo. Espíritu de Verdad, Él que da testimonio de mí Jesús… Conserva, Señor, en mi alma el espíritu de conversión, la compunción de corazón, el deseo de servirte con amor a Ti y en mis prójimos.


De la Santísima Trinidad. Durante el día repetir varias veces el acto detenido. El que aprendí con el padre Latasa de seminarista.

- Creo en Dios Padre; creo en Dios Hijo; creo en Dios Espíritu Santo.

- El Padre engendra al Hijo por vía de conocimiento. Del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo, por vía de amor.

- Todo esto sucede ahora dentro de mí, pues soy templo vivo de Dios. Y digo con gran amor: - Me entrego a ti Dios Padre; me entrego a ti Dios Hijo; me entrego a ti Dios Espíritu Santo.

- Amo a Dios Padre; amo a Dios Hijo; amo a Dios Espíritu Santo."


Fiesta del Corpus. Acudo como todos los años a esta manifestación religiosa, con devoción y amor. Pero cada año va menos gente. Pasan de mil, pero no llegan a dos mil. Lo comunico al obispo por escrito, pero nunca veo una propaganda verdadera para este acontecimiento eucarístico. Y año tras año sufro viendo que acuden menos fieles. Le escribo al obispo durante diez o más años, hablo con sacerdotes. Nada consigo, cada vez menos gente. Lo más duro, un cura, en una reunión me acusa de “integrista” por defender la procesión del Corpus. Es duro comprobar cómo baja. Exhorto a los niños en el colegio. Y lloro después, pensando que “No es amado el Amor”.


Corazón de Jesús que en este mes siga viviendo tu gran amor y se refleje en el amor a mis hermanos. Líbrame, Señor, de mí mismo; líbrame de mis males inclinaciones y egoísmos y pecados. Y que tu Corazón ensanche el mío para amar más a todos.

Corazón de Jesús por amor nuestro abrasado: haced que nuestro corazón sea en vuestro amor inflamado. Jesús callado en el Sagrario nos muestra su deseo de silencio en adoración profunda, en amor venerable, en confianza íntima con Él. Tú, Jesús, te has quedado con nosotros hasta la consumación de los siglos. Junio. Mes dedicado a Jesucristo, al amor de su Corazón.


Toda mi vida está junto a la Virgen. Me fijo en este mes de mayo más en la Virgen María. "Conservaba todas estas cosas en su corazón”. Hoy voy a estar tranquilo, en la presencia de Dios, junto a María conservando en mi corazón todos los misterios contemplados en la Pascua.

Me gusta visitar en mayo santuarios marianos. Hoy he estado en el de Nuestra Señora de Ibernalo, en Santa Cruz de Campezo. En otras ocasiones Ocón, El Puy, Angosto, Escolumbe. Son lugares muy recoletos, íntimos, y se puede llegar en coche. Es hermoso entonar la salve en un santuario mariano. Además tienen reserva del Santísimo Sacramento. Después, un breve paseo por el monte.

Es el día del Rosario rezo los quince misterios. He de esforzarme por quitar mi frialdad, por estar con Jesús en gozo y paz; él me da fuerza para amarle en mis prójimos. ¿Por qué será que siento necesidad de Eucaristía, tanta hambre de Dios y de oración, y luego me hallo frío? Ten compasión de mí; que soy pecador. Esta temporada voy mucho mejor en mortificación, pero ¡ni por esas! Seguiré con tu gracia echando las redes. Envidio a estos santos que tenían tal facilidad de oración. Me uno a los amigos que antes de que amanezca ya están junto a ti; también a aquellos que lo dejan para más tarde. Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.


El día del Domund. Todos los años pido de una manera especial en este día por los misioneros. Y cada vez más. Muchos misioneros han caído en la tentación de explicar el mensaje cristiano con criterios meramente humanos. Parecían avergonzarse de proclamar su fe. Y sin embargo, no es el cristianismo una ciencia del "bien vivir". Ese ha sido el fallo de la Teología de la liberación. Digno de encomio, sí, elevar el nivel cultural y económico de los pueblos del tercer mundo. Mas para ello no se ha de callar la verdad de nuestra doctrina total cristiana. Evangelizar es eso, difundir la Buena Nueva.


En este mes de Noviembre recuerdo siempre a los difuntos, a los que han pasado por la vida. Deseo, Señor, con tu ayuda vivir siempre esta realidad de la brevedad de la vida. Ayúdame a responder a tu amor con amor de privilegio. Dadme el don de abnegación, Señor, organizar mi vida en torno al servicio, a la mortificación.


El monte me sirve de oración, pues la mayor parte de las veces marcho solo. Previamente indico en casa el lugar donde aparco el coche y el itinerario más o menos, por si algo ocurriera. Me siento feliz en la naturaleza: Dios y yo en medio de so obra. Rezo el rosario con atención suma mientras camino. Contemplo el paisaje y siempre llevo conmigo los Evangelios o algún libro pequeño que me inspire en los puntos de oración. Algunas veces también me hago acompañar con un casete y su cinta que contiene lecturas enjundiosas de espiritualidad y me ayudan a unirme con Dios. Saco fuerza para seguir adelante; son días de verdadero retiro.

En la fiesta de Cristo Rey le pido: Corazón de Jesús sacratísimo, venga a nosotros tu Reino; Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia; Reino de justicia, de amor y de paz. Estamos hechos para glorificar a Dios, para amarte, alabarte y servirte. "Padeceréis tribulaciones, pero tened en cuenta que yo he vencido al mundo". Es tu profecía y nuestra gran esperanza

Sensible a tema eclesial


Mi fe es, por la gracia de Dios firme; y soy a la vez crítico. Un texto de Mateo nos va trayendo de cabeza, por la mentalidad que ha ido creando en el subconsciente de los más altos jerarcas. Se ha prestado a muchos abusos, a mi manera de ver. Está tomado de Mateo 16, 19 “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.” A San Pedro y a sus sucesores les da el poder de las llaves, poder espiritual grande, pero no absoluto. Pienso que han abusado mucho algunos papas a lo largo de los siglos. Por supuesto que no todos, ni siquiera la mayoría. Su magisterio ordinario ha sido fiel a la verdad y ha ayudado a mantener del todo el depósito de la revelación. Al ver muchos abusos creo que hemos de ser comedidos y no decir ser dogma todo lo que los papas dicen o hacen.

Mientras hoy paseaba en solitario mi pensamiento vagaba en estos términos: debieran desaparecer de una vez en los obispos mitras, báculos, caudas, birretas, capelos, colores… Es hora de que la autoridad sea servicio, amor y no distinción. Esperamos que lleguen a darse cuenta de que nuestra cultura no admite tanto perifollo. Y pensaba también en cuánto se malgasta en Navidad en caprichos y comilonas. Hago el propósito de dar más y gastar menos en cosas no necesarias.


No sé si nuestros predicadores imitan a Jesucristo mucho, cuando pronuncian sus homilías. Jesucristo no leía; hablaba con gran fuerza espiritual. Tal vez cuando predicaba en las sinagogas tomaría en sus manos algún legajo de las Sagradas Escrituras. Pero nadie quedaba indiferente ante su palabra. Algo emanaba de Él. Jesucristo, sí, era el Hijo de Dios; y es fácil escudarse en este hecho y decir que nosotros no lo somos. Pero creo que nuestros predicadores deberían examinarse y pensar cómo preparan sus homilías; si lo hacen como Jesús dedicando horas a la oración; si se esfuerzan en vivir lo que predican. Porque siempre será verdad lo que nos decía Cicerón: “El pecho es lo que nos hace disertos”.


Siguen mis pensamientos en torno al apostolado. En este sentido sí viene bien algún distintivo externo, o al menos que el interlocutor sepa que el visitante es persona de Iglesia, no solo católico. Y no basta escribir unos folios, darlos a la imprenta y distribuirlos en los círculos de estudio. Algo distinto es necesario hacer para vencer ese pudor que tanto nos ataca para la evangelización. En mi caso se agudiza por el temor a que encima me desprecien al ser un “fugitivo” del clero. Algunos ya lo van haciendo.

Formarme y reformarme

Me gustan los libros de pensamientos; los leo despacio y me quedo durante un rato meditando, orando en torno a ellos. Ahora tengo entre las manos uno de ellos: “Saber esperar”, de fray María Rafael, monje trapense. En puntos breve se va narrando la vida de esta alma privilegiada que esperamos pronto suba a los altares.

Cuando leo vidas de personas santas me siento un pigmeo; veo su generosidad, su amor a Dios y a todos. Pido al Señor un poco de eso. Me siento muy pobre. Si me lees, pide a Dios por mí aunque sea con una sola jaculatoria. ¡El don de una verdadera conversión y de la perseverancia! Gracias, si has llegado hasta aquí.


La oración matinal, todos los días, durante media hora. Y busco también la oración vespertina junto al Sagrario. A lo largo de mi vida estoy comprobando la fuerza de la oración. A veces no consigo lo que pido exactamente. Pero Dios me ha concedido algo que es mejor y más conveniente para su gloria y mi salvación. Mucho había rezado a Jesús durante mi carrera y después para que me mantuviera en castidad, una castidad contenta y generosa durante toda la vida. Sin embargo se me hacía insoportable hasta enfermar. Y hube de dejar el sacerdocio activo. Me he casado. Y recobré la paz en mi espíritu. Han pasado los años. Cada vez siento más hambre de Dios, de ser bueno, de santidad. Me doy cuenta de que Dios escribe derecho con líneas torcidas. De una manera indirecta ha trazado el rumbo de mi vida. Hoy me parecen providenciales todos los pasos que he dado.

Siempre me he sentido débil, aunque con buenos deseos. Sentí dejar el ministerio sacerdotal. Pero al igual que varios miles de compañeros, no hemos abandonado el sacerdocio. Lo ejercemos de otra manera. No ha sido un fracaso, sino un cambio de rumbo. Tampoco se trata de “francotiradores”, aunque a veces podamos parecerlo. Viene con frecuencia a mi alma el verso del salmo 16 de mis órdenes menores: "El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz; Tú, Señor, el que me entregará mi herencia". Han pasado los años de mi juventud. En su corazón misericordioso confío.


El movimiento de sacerdotes secularizados


Sigo con el estudio de la misa en el sacerdote secularizado. Vislumbro que sí, que se puede celebrar en algunas circunstancias, pero he de profundizar más en el tema. Unirme a Jesús sacerdote más plenamente.

Escribí un artículo largo: “El futuro de los sacerdotes secularizados” que envié seis años antes a "Incunable" y me lo devolvieron, lo presenté algo ampliado al concurso de pliegos "Vida Nueva". Quedó finalista, y lo publicaron año y medio más tarde, 1976, sin mutilarlo. A raíz de esto fueron apareciendo cartas en la misma revista, abundando en las ideas de mi original.

Comencé a trabajar en varios campos simultáneamente. Escribí a los compañeros que se manifestaban en la revista con talante abierto. Pronto fuimos ocho o diez los que nos carteábamos. Conseguí en Vitoria unas veinte direcciones de ex clérigos, y los cité a una reunión. Asistimos doce. Había diversidad de criterios: desde los que negaban muchos dogmas, hasta los que pensaban que el matrimonio y el sacerdocio eran incompatibles. No obstante seguimos reuniéndonos. Cada vez eran menos los asistentes.

Quedamos tres. Suficientes para formar un grupo junto con nuestras esposas.

El P. Gago me envió muchas direcciones de España. A todas escribí. Poco a poco fue engrosando el número de los interesados en el tema. Había que procurar coordinarnos todos los de España. En Valencia, Sevilla, Galicia, Baleares, había también compañeros que podrían ser coordinadores de zona.


Nuestra finalidad no es meramente la reivindicación del ejercicio ministerial, es sobre todo ayudarnos y animarnos a vivir nuestro sacerdocio en las circunstancias concretas en que nos hallamos.


A nivel nacional


Redacté el borrador de un manifiesto al pueblo cristiano, y a los pastores para recabar firmas, y entregarlas al Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Tarancón. Ochenta firmas se adhirieron al manifiesto. Todos ellos sacerdotes dispensados, ya que no admitíamos las de otras personas. Pensamos todos que debiéramos entregarlas a Tarancón en propias manos. Y decidimos que nuestro primer encuentro lo celebraríamos en Madrid el 17 de junio de 1978.

Los amigos de la capital de España organizaron la entrevista y el lugar de la reunión. Doce ex clérigos de distintos puntos de España coincidimos en el acto. Tarancón nos recibió bien. No esperábamos tal acogida. Confió en nosotros de verdad. En primer lugar di lectura al manifiesto. Comentamos los párrafos uno por uno. Reconoció que el celibato y sacerdocio no tienen por qué ir unidos necesariamente. Prometió que llevaría nuestros deseos de reintegración al papa, y a otros estamentos del Vaticano. Aseguró que en vida de Paulo VI poco se podría lograr.

- “Tiene este Pontífice una manía senil con relación a todo lo relativo al sexo” -nos dijo.

Así era el resumen del manifiesto:

- Sentimiento por la postura de los jerarcas hacia nosotros.

- Que consideren su actitud de cerrazón ante Dios.

- Reconciliación de ellos con nosotros.

- Celibato opcional del clero.

- Mentalización del pueblo cristiano para que comprenda que celibato y sacerdocio son distintos y separables.

Por la tarde nos reunimos en la casa de Ejercicios del Pinar de Chamartín, y llegamos a estos acuerdos:

- Formar en todas las provincias equipos de sacerdotes casados. Todos tendrían autonomía a nivel provincial y nacional. Estudiaríamos nuestra doble identidad de sacerdotes y casados.

- Lo específico de nuestro sacerdocio será mantenernos en todo encarnados en el pueblo. No ser clerical. Mantener nuestra unión con la Iglesia local, y a través de ella con la universal.

- Relacionarnos entre todos los de España.

Y nombramos la junta; me eligieron como presidente.

- Procurar realizar entrevistas con las emisoras y prensa locales.

Me entrevistaron muchas veces; incluso tomé parte en el programa de "La Clave", uno de los de más audiencia de TVE. Periódicos, revistas, etc. me llamaban con frecuencia.


Durante treinta años he enviado a todos los obispos de España una circular por lo menos cada año. Me han contestado la mayoría. Algunos con talante abierto. Hoy mismo les he mandado una circular diciéndoles el problema teológico que se ha abierto en la Iglesia con las secularizaciones, puesto que inutilizan el sacerdocio que imprime carácter, por conceder dispensa de una promesa de celibato. Son muchos los que me contestan, pero ninguno pone el dedo en la llaga. Pienso escribirles todos los años.

Ambrosio Echebarría, obispo de Barbastro, me visitó en casa el 4 de agosto del 78. Supuso para mí este encuentro una gran alegría. En más de doce años que permanecí en el ministerio, ningún obispo hizo algo igual.


A nivel internacional

Mantuve contacto con Jaime Muñoz, de los equipos franceses "Prêtres en foyer". Acudió a Vitoria; nos reunimos en mi casa. Él coordina Francia con España. Un año más tarde se unen a nosotros los equipos de El Salvador, Guatemala, Honduras, y entramos en contacto con Estados Unidos, Brasil, Portugal, Italia... Al final, conseguimos unión internacional y varios simposios. Se hizo ambiente en todo el mundo.


Sobre todo en las décadas de los 80 y 90, después de federarnos cientos de grupos de sacerdotes secularizados de todo el mundo, hemos celebrado distintos sínodos mundiales. A nosotros no nos gustaba la palabra “sínodo” un tanto equívoca, pero así se llamaron estas reuniones internacionales, en las que ASCE participó. Con fecha 10 de diciembre del 81 enviamos una encuesta a los compañeros que de alguna manera se habían comunicado directamente con nosotros para responder con vistas a la asamblea. Se dirigió una carta al Papa, de la cual no todos tienen conocimiento. El Sínodo quiere mantenerse y ser vivido en toda la Iglesia, no como una manifestación marginal de protesta organizada por los sacerdotes casados, privados de su ministerio.

De caso insólito y esperanzador podemos clasificar el sínodo de sacerdotes casados, celebrado al finalizar el verano. Han acudido a él representantes de Alemania, Austria, Brasil, España, Estados Unidos, Francia, Holanda e Italia. Se celebró en Italia, en la provincia de Siena, del 29 de agosto al 4 de septiembre.

Una segunda sesión del sínodo de los sacerdotes casados y sus esposas se celebra en Roma, del 30 de agosto a 7 de septiembre 1985. Los temas o tesis a desarrollar son entre otros: - El sacerdote casado, un estado de perfección evangélica. Concepto católico de fidelidad y amor a Dios y a la Iglesia. El tema general fue: "Para un mundo nuevo, un ministerio presbiteral nuevo." Mirando siempre los signos de los tiempos.

El de Jerusalén del año 94 tuvo más resonancia. En Madrid el 95, dos años después, el Congreso mundial de Brasil del año 97. Sería largo narrar nuestros congresos y sínodos internacionales que aparecen en mi amplio libro “Historial de la Asociación de Sacerdotes Casados de España (ASCE)”.

Seguiremos en la brecha


Y desde los comienzos de nuestro movimiento nos preocupamos de nuestra jubilación: Visitamos a Mons. Cirarda con el fin de que cuente para nuestra jubilación los años pasados en el clero. El recibimiento ha sido cordial, pero su mentalidad nos parece poco abierta a nuestra problemática. Habrá que luchar mucho para conseguir el objetivo de que los años pasados en el clero cuenten para la jubilación.


Seguiremos trabajando, aunque nuestras perspectivas de la reintegración las veíamos casi imposibles en estos años próximos. Tuvimos cierta esperanza con la elevación al pontificado del cardenal Luciani, pero duró 33 días. Su sucesor, el cardenal Wojtyla, se ha cerrado a cal y canto. La única manera de solucionar el problema sería a través de la colegialidad episcopal.


Volvimos en noviembre de nuevo a la carga con Tarancón. Habíamos elaborado un estudio jurídico, indicando en él nuestra misión en la Iglesia. Nos recibió el Cardenal durante la reunión de la permanente. Tan sólo permanecimos con él un cuarto de hora. Nos dijo que de Juan Pablo II se podía esperar cualquier cosa. Buenas fueron sus palabras. Pero nada hemos logrado. En esta ocasión le entregamos un estudio del canonista y sacerdote secularizado, Roque Losada “Principios normativos que pueden ser aceptados por la Jerarquía para reintegrarnos como sacerdotes no clérigos”. Muy interesante si en alguna ocasión nos quieren readmitir. Y otro escrito: el caso sangrante de muchos compañeros dispensados que se encuentran en paro.


Me llaman de varios periódicos para entrevistarme sobre el tema de sacerdotes secularizados. Últimamente de Deia y Egin. En El Correo me han dicho que saldrá mañana un reportaje en el que intervine. Han quedado mis compañeros de distintas provincias en hablar con su obispo. Esto va muy bien. Los próximos días van a ser para mí de mucho jaleo, porque voy a mandar muchas cartas y atender a alguna otra entrevista.

Estos fueron los comienzos de ASCE, Asociación de Sacerdotes Casados de España. A lo largo de cuarenta años la voy siguiendo con constancia y amor. Son incontables las actividades tanto por mi como por la de otros muchos compañeros. He escrito y enviado a varios estamentos un libro con gran parte de nuestras realizaciones. Espero pueda servir en un futuro a estudiosos de este tema. Además en mi página web y sobre todo en mi blog sigo comunicando nuestras noticias. Mi opinión es que el nuevo Papa Francisco está sembrando para que en un futuro relativamente próximo se solucione en el sentido apuntado, más o menos, por nuestra asociación.


Estamos muy unidos los distintos equipos de sacerdotes secularizados. El habernos privado del ministerio, como tributo de recibir el sacramento del matrimonio, a nuestro juicio, constituye un abuso de autoridad; una mala ortopraxis, o sea, obrar al margen de la teología dogmática.


Paulo VI fue comprobando a lo largo de su pontificado que los casos de secularizaciones no eran una excepción, iban aumentando a centenares y a millares, de tal manera que en poco más de una década salimos más del 15% de los sacerdotes. Son pocos los abandonos por falta de fe; muchos por la necesidad de equilibrar su psiquismo con el matrimonio. Y el Pontífice se apura, según cuentan quienes están más próximos a él. Llega a sentir fobia a lo relacionado con el sexo, según nos refiere el propio cardenal Tarancón, a un grupo de secularizados.


Estudio a fondo el problema de la Misa


Llevo ya muchos años preparando una tesina sobre la Misa en el sacerdote secularizado. Estoy ahora leyendo la “Historia de la Iglesia” de Daniel Rops. Son 14 tomos. Es muy interesante constatar a lo largo de la historia cómo se ha obrado en este particular. También consulto sobre el mismo tema libros de Teología de y de Derecho Canónico.

Muy interesante en este sentido “El mito del celibato sacerdotal” de José María Rivas Conde. He aprovechado para mi estudio bastantes ideas de este libro.

Y sigo mes tras mes estudiando sobre el asunto de la Misa en el sacerdote secularizado. He consultado también numerosas revistas. Mi conciencia se va formando no solo de la licitud de la Misa del secularizado en casa o con amigos bien formados, también en circunstancias en que no exista, en días festivos, un cura normalizado siempre y cuando la gente acoja esta celebración.

Además soy favorable a la sentencia de que debe celebrar la Eucaristía al menos alguna vez al año, aunque nunca me atreveré a imponer obligaciones. Procuraré publicar mi tesis cuando la acabe, pero antes la entregaré a revisión a algún teólogo y canonista.

Y después de casi doce años de estudio…


He redactado mi tesina sobre la “Misa en el Secularizado”. La he entregado, por fin, a dos canonistas y a un teólogo para su examen, pero ellos no quieren que aparezcan sus nombres, dado el tema tabú, y la han valorado con la máxima calificación. Con la conciencia bien tranquila en este año jubilar, mis 25 años de sacerdote, celebraré la Eucaristía en privado; pienso hacerlo también varias veces al año, en pura lógica de fe sacramental.


Me ha costado muchos cientos de horas de trabajo. Se la he enviado a todos los obispos de España. Ninguno me ha contestado. Muy significativo, porque si hubieran visto algo contrario al dogma o moralidad, ya habrían respondido.


Como era mi intención, intento publicar mi razonamiento largamente elaborado. Lo envío a la revista “Surge” que sale del Seminario de Vitoria. Pero el director no publica mi artículo científico, ni me lo devuelve, ni me contesta. Uno se va acostumbrando a todo.

(Nota: al final de este libro y en el Anexo está íntegra esta breve tesina que tanto tiempo me costó elaborar)

Fervor en amistad


Mantengo la amistad con los compañeros de Seminario. Paco, Job, Jesús, Joaquín y Urbano han sido durante decenas de años mis mejores amigos.


Se nos ha ocurrido la idea de reunirnos en un monasterio para practicar un retiro espiritual, y avivar la llama de nuestra común ilusión de vida interior. Nada mejor que Leyre, en su soledad acompañada para practicar nuestros ejercicios del espíritu. El ambiente del cenobio ayuda a interiorizar. Ahora estamos en medio de estos días de convivencia espiritual. A la noche salimos un rato a tomar la fresca en la paz de los aledaños del cenobio. Nuestra finalidad inmediata consiste en repasar “La Vida Interior” de Tissot. Nos alojan en la hospedería interior y seguimos la vida de comunidad.

No sabemos por qué, el tercer año de nuestras reuniones nos mandan a la hospedería de seglares, más cara y con menos recogimiento para lo que pretendemos. Decidimos no volver más a Leyre. Desde entonces, todos los veranos nos hemos reunido en Estíbaliz.

Me daba pena que los compañeros de curso no tuviéramos nuestras convivencias anuales. Durante tres años las hemos convocado Jesús Fernández y yo. Gracias a esta iniciativa se han seguido celebrando reuniones todos los años.


Me va tocando tratar con varios seminaristas. En los años que llevo secularizado he conocido muchos y encantadores; incluso con algunos de ellos he trabajado en algún momento, pero desgraciadamente en cuanto se ordenan, a bastantes se les acaba el encanto. Parece que la ordenación les transforma en “señoritos” y todo el mundo tiene que estar “a sus pies”. Incluso te hablan y te miran de otra manera.


Lectura y espiritualidad


Cada vez tomo más afición e ilusión a la lectura espiritual. Me ayuda a vivir a fondo, según mis límites nada heroicos, mi vida interior y de oración. Voy creando una biblioteca de espiritualidad que leo constantemente. Sigue también mi interés por los libros literarios y novelas, pero más me interesa lo espiritual. Dios me da esa gracia tan grande de disfrutar con ello.

El libro de “Oraciones de un creyente” de Legaut lo tengo cerca y de vez en cuando echo mano y leo algunos párrafos que me ayuden a mantenerme en contacto con Dios. Hoy me he fijado en esta idea que me ha servido para orar y meditar: el apostolado no es una empresa humana, sino una necesidad del cristiano; una manera de evangelizar por la palabra y por el amor. Las dos han de ir unidas.


Nicolás Caballero es un sacerdote joven y se ha entregado de lleno a profundizar y escribir sobre la vida interior. Ha publicado, “El Camino de la libertad”, en seis tomos. Y estoy leyendo el tercero, sobre la “Meditación”. Lo asimilo despacio, y he grabado en una cinta el resumen para escucharlo en ciertos momentos. También he enviado el audio a varios amigos. Me está enseñando a pacificar mi ánimo, a ponerme con serenidad en contacto con Dios, a explotar recursos naturales propios para mi relación con el Señor. Utiliza el padre Caballero las técnicas orientales; ayuda a encontrar el verdadero sentido de la vida. Es profundamente psicológico y espiritual. Mi vida va cambiando a mejor, siempre con la ayuda de Dios.


Poco a poco, durante varios años, sigo con “El Camino de la libertad”, los seis tomos. Aunque leo mucho cada día, lo vuelvo a repetir, va haciendo mella en mí. Ahora estoy con el cuarto volumen, sobre la “Oración”. Lo grabo en un casete así puedo repetirlo mientras practico algún trabajo manual. Van penetrando estas ideas en mi vida diaria. Confío en Dios. Y que la Virgen María esté junto a mí.


También adquiere fama como hombre de espiritualidad el franciscano Ignacio Larrañaga. Voy leyendo algo suyo y me hace bien. El libro “Sube conmigo” me está enseñando a amar mejor, a eliminar antipatías, agresividad verbal, superar ansiedades, perdonar… todo esto me hace falta y con la ayuda de Dios puedo ir consiguiéndolo.


Durante todo el curso he estado con el grueso libro “Ser cristiano” de Han Küng. Es un teólogo de mucha fama y me interesaba leerlo. He ido despacio. Sí, tiene interés porque abre nuevos. Es uno de los teólogos del Vaticano II, consultor, lo mismo que Oñatibia a quien conozco, Ratzinger y otros muchos que están en boga, pero él es tal vez el de más renombre. Escribe mucho en la revista Concilium que leo de vez en cuando.


Intento vivir según mi lectura y meditación


Lo que de verdad intento vivir es la presencia de Dios en mí, la Eucaristía, todo poco a poco me va llevando a Dios. Me gusta mucho esta jaculatoria y la repito con frecuencia: “Corazón de mi amable Salvador, haz que arda y crezca siempre en mí tu amor”. Deseo ser incienso puro, repleto de tu aroma, y Tú el fuego abrasador que me consume en olor de suavidad. Canto con frecuencia el “Sacerdos et Pontifex”. Deseo, Jesús, servirte en la Eucaristía y en mi prójimo; y te pido fuerza para ello.


Me confieso con devoción. Lo suelo hacer cada mes. En el libro que siempre tengo cerca, “La alegría de la fe”, me gusta leer, cuando se acerca el día de recibir la reconciliación, “La alegría del perdón de Dios”.


Me llena de admiración la biografía de San Juan de la Cruz. Emociona cómo pudo escribir el Cántico Espiritual estando preso y sufriendo tantas vejaciones en el convento de los frailes, hermanos cainitas que hasta en las comidas le humillaban.


Jesús Eucaristía es cada vez con más fuerza el centro de mi vida. Tú eres la fuente de agua viva, manatial de gracia, de amor y de consuelo: mi alma está vacía, como jarra agrietada. ¿Cómo se podrá llenar? Jesús, Eucaristía, aquí estoy. Cubre las rendijas de mi vasija, porque deseo recibir tu gracia, tu amor y tu consuelo.


Doy gracias a Dios porque me asiste, porque mantengo el fervor, a pesar de mis circunstancias. Tuve tentaciones de que la oración era ineficaz porque le pedí con gran fervor al Señor la alegría y paz en el celibato y no me la concedió a pesar de hacerlo con fe y confianza y creo que con humildad. Pero lo principal es que me mantiene en el fervor y en la constancia de mi vocación sacerdotal. Doy gracias a Dios en este primer día del año porque escuchó mi plegaria.

Simpatizando con mi amigo


Me preocupa mucho mi amigo Garcés. El obispo lo ha dejado sin trabajo pastoral porque no le ha gustado su actuación. Considero a mi amigo como muy bueno y gran sacerdote. Marcho a hablar con el monseñor para exponerle el caso. Me atiende, pero no creo haga algo positivo. Aprovecho también la ocasión y le expongo el caso de un sacerdote casado que se halla en pobreza extrema por no tener trabajo; fue fraile. Me dice acuda a Cáritas. Me sorprende esta respuesta; le digo que eso es una limosna; él dice que se le tratará bien… En fin. Esperaba un poco más. A fin de cuentas, se trata de dos sacerdotes.


Hablo con Javier Illanas sobre nuestro amigo Garcés. Él me ha dicho que acudirá al obispo. Es un cura con mucha influencia en la curia y me ha ayudado en distintas circunstancias. Pero es muy difícil conversar con él, porque siempre está muy ocupado. Te atiende, pero rápido.

Acudo, semanas más tarde, a otros dos compañeros sacerdotes para que insistan con el obispo a favor de nuestro común amigo Garcés. Después de bastantes meses, quedó solucionado el problema: el obispo dio a mi amigo nombramiento de párroco.


Conservador y liberal


Me considero conservador liberal y crítico. Ni progresista de “rompe y rasga”, ni conservador meapilas que a todo dice “amén”. A mi manera de ver un católico no debiera ser nunca conservador a ultranza, ni mero repetidor de cuanto escucha. Es preciso pasar toda información por el tamiz de la propia mente; para algo llevamos la cabeza encima de los hombros. Después juzgar, acoger del todo o en parte; rechazar si es preciso. Siempre con respeto y responsabilidad moral.


Ayer vi en la iglesia adonde he ido a misa a un seglar dar la comunión. Cuando me ordené de diácono fue enorme mi emoción al distribuir la sagrada Eucaristía a los fieles. No podía explicarme tal honor, tal dicha: Jesús en mis manos. Hace ya bastantes años se concedió que, cuando era grande la afluencia de fieles, podría ser ayudado el sacerdote por un seglar, para no alargar la Misa por, supuesto que no hubiera otro sacerdote o diácono para distribuir la Eucaristía. Vemos con frecuencia hombres con vestido inadecuado, dar de comulgar, incluso habiendo sacerdotes en la sacristía que nada hacen. Por otra parte el sacerdote secularizado tiene prohibido expresamente distribuir la comunión. Son contrasentidos notables y faltas de equidad teológicas; falla la ortopraxis.


Me espantan los ultraconservadores, mal llamados católicos. Y por desgracia, los hay. Del mismo modo me inquietan los católicos que construyen una moral a su gusto, no me van; y también los hay, por desgracia. De los dos grupos, me quedo sin ninguno. Los sucesores de la santa inquisición: denuncian ante la Iglesia cualquier asunto novedoso. No dejan vivir a nadie. Se hallan en todas las confesiones religiosas; no solo entre los islamistas.

Aunque no estoy metido en el clero, en este colegio nacional “Cervantes” tengo contacto con los curas que vienen por aquí, bastante progresistas. Por ejemplo, algún clérigo explica la religión católica junto con la musulmana y otras. Me da pena. Caen en extremismos nada pastorales. ¿Cómo van a abrazar nuestra fe si damos a entender que da lo mismo una religión que otra? Yo sigo siempre con la transmisión de mi fe a través de mis clases de religión; pero no me contento solo con enseñar doctrina; he de educar; enseñar a vivir. Y soy consciente, por otra parte, que la Iglesia necesita una revisión profunda sobre todo en el Derecho Canónico. Por cierto, lo están estudiando, pero me temo más de lo mismo, aunque un poco mejorado.





VI Mi edad madura, finales del siglo XX

Dos décadas de fervor

Los veinte años finales del siglo XX han sido para mí una bendición de Dios. Una serie de gracias actuales me han estimulado para servir mejor al Señor con agradecimiento. Madrugo mucho. Hoy a las 5,15: he de hacer oración, preparo el desayuno a Irene que marcha a la Universidad de Deusto, gimnasia. También me suelo acostar pronto, para las 10, 30. Desde enero del 93 escribo en “La Verdad” un artículo semanal para enfermos “Reflexiones desde la debilidad”. Esta columna me la han mantenido durante veinte años. Lo único que me interesa en este mundo es hacer el bien, ayudar a cuantos pueda a ser mejores; ser útil; cumplir la voluntad de Dios cada día mejor.


Pido al Señor tenga piedad de mí y me ayude a cumplir lo que Él nos manda: "Sed compasivos como vuestro Padre celestial es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, rebosante, será derramada en vuestro regazo".


Mi vida entera sigue muy normal: con paz, alegría serena y fervor. Este va en aumento, me ayuda mucho la lectura espiritual y cada día me entusiasma más. Cuando marcho a otras ciudades siempre miro la librería religiosa y compro obras que me interesan. Practico al menos durante una hora la oración y otro tanto la lectura de libros espirituales.


Pienso a menudo en Dios Padre, Dios Amor y me refugio en su misericordia; enseño a mis alumnos los caminos de la confianza en Dios. "No me abandones, Señor Dios nuestro, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor nuestro, mi Salvador". Guarda mi alma en el camino del bien.


Todos los días practico media hora de gimnasia y mientras tanto escucho cintas audio de espiritualidad. Repito muchas veces las de Nicolás Caballero, sobre el “Camino de la Libertad”. Son cintas prácticas, y me ayudan. Para mí es algo nuevo sobre todo el ejercicio de relajación y respiración, buen preámbulo para unirme con Dios en la oración. Mi vida es cada vez más serena. Creo que se notará también en mi obrar.


Hace varios meses llevo en mi bolsillo un librito muy enjundioso; en ratos libres lo leo. Se titula “In Corde Jesu”, escrito por el padre Luis María Mendizábal. Cuando ando en bici los días de asueto, me paro un rato en cualquier lugar y gozo con su lectura. Hoy lo he terminado junto al lavadero de Lopidana en una parada, cuando doy la vuelta corta a Foronda en bici. Solo copio dos ideas de las que más me han gustado: “Ponerse totalmente a disposición de Cristo”. “Dedicarse para siempre al oficio de cumplir su voluntad”.


Me preocupa el problema de mi salvación. Y creo en la misericordia de Dios. Consciente de que “el que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.

Silencio por prescripción médica


Durante mis largas horas de silencio, aconsejado por el médico, para reponer en lo posible mi voz, hago mucha oración y mucha lectura espiritual. Me encanta el libro “Yo en Dios”, por un Carmelita Descalzo. Tengo varios de esta colección y me sumergen en una atmósfera divina, con gran paz interior y gozo íntimo. Son días de cielo. Angelines me deja con gran bondad estar en esta soledad y nunca se queja de aburrimiento ni mucho menos. Es una esposa muy buena y condescendiente conmigo. Eso sí, sabe que le soy del todo fiel. Estoy centrado en mi vocación de sacerdote, orante y desposado. El matrimonio no está reñido ni con el sacerdocio ni con la vida de oración.


Hizo ayer muy buen día y subí a la sierra: siempre utilizo mis paseos por el monte para la oración. Sagrario y montaña, mis principales referentes de oración. Por supuesto, más el Sagrario. Otro día en el paseo por el desfiladero de Oca, siempre juntos el ejercicio físico y el espiritual. Han puesto allí una pequeña “capilla” de la Virgen Blanca. Y la gente la respeta: me parece estupendo, porque rara vez ocurre lo mismo. En mi ciudad, La Blanca es muy querida por todos. La devoción a la Virgen siempre es indicio de que perdura la fe.


Digo con especial fervor esta oración después de comulgar, hoy con especial fervor: "Miradme, oh mi amado y buen Jesús, postrado ante vuestra santísima presencia. Os ruego con el mayor fervor que imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y firme propósito de nunca jamás ofenderos”.


Cumplo 55 años. Una edad de madurez. Doy gracias a Dios porque ha sido bueno conmigo, porque me ha dado esta esposa y esta hija que sigue nuestros criterios cristianos; porque me encuentro en paz, con gran serenidad de ánimo. Desde hace años ha desaparecido en mí del todo esa especie de melancolía de fondo que anegó mi juventud, a pesar del esfuerzo que hice. He acertado al cambiar de estado. El celibato no era para mí. Por otra parte sigo sintiéndome sacerdote, como el día en que me ordené. Vivo con la ilusión de hacer el bien. Mi ideal: ser bueno, aspirar a la santidad, vivir en amor familiar, hacer todo lo que pueda para el Reino de Dios.

El padre Nieto es para mí un estímulo


Comienzo a leer su biografía detallada con verdadera fruición. Me la ha recomendado don Miguel Sola, gran admirador y devoto de él. Me está calando hasta el fondo del alma. “Dadme, Señor, el don de oración, dadme el don de abnegación”, repito a menudo, como él solía. Noto en mí algo especial, algo que hacía tiempo no experimentaba: como un nuevo nacimiento en mi corazón. Este hombre está practicando el bien hasta después de su muerte. El autor del libro, el padre Benigno Hernández, ha sabido profundizar bien en el alma de Nieto.


Durante varios meses continúo con la biografía del padre Nieto es una maravilla. Lo conocía bien por el testimonio de tantos compañeros seminaristas que con él se dirigieron en Comillas. Ahora es para mí un gran mentor, un santo a quien imitar. Mi vida se renueva en verdadero fervor. Una ilusión grande para vivir a tope mi sacerdocio desde la vida diaria. Con la ayuda de Dios no voy a cejar. Espero me mantenga en este calor del alma. Pondré todos los medios que pueda.


Un viaje por las tierras de Nieto


Propuse a mi amigo, Job, un viaje por las tierras del padre Nieto. Y durante tres días visitamos los pueblos donde él ejerció su sacerdocio: en Cantalapiedra estuvo de coadjutor. Emociona ver el Cristo ante el que pasaba horas el santo, en las tardes calurosas de verano. Peñaranda de Bracamonte, donde fue seminarista, y Macotera, lugar de su nacimiento. ¡Aquella iglesia donde fue bautizado! Saludamos a Rosa Nieto y Nieto, pariente de nuestro santo.


Visitamos en la capital al padre Benigno Hernández, el autor de la biografía, jesuita todavía joven, está enfermo pero accede y baja a hablar con nosotros: nos enseña el sepulcro junto a la iglesia de los jesuitas; oramos con devoción.


Y otro día, a Santa María de Sando. La parroquia donde dejó fama de santo el padre Nieto. Me encanta. Job me enseña la llave del templo, hoy cerrado, fuera de las horas de culto. ¡Qué contraste con Nieto! Me dice: “Toca esta llave, cuántas veces lo habría hecho Nieto”. Y es verdad. Me arrodillo en la grada junto al Sagrario del Ars español. Allí pasó cientos de horas. Gran fervor estar allí. Día de privilegio, horas de gracia de Dios. Rememoro toda su biografía.


Aumentar mi confianza en el Señor


Si conociera de verdad a Jesús nada habría capaz de entibiar mi confianza. Conociéndole, mi trato será más amistoso; voy a fomentar esta amistad íntima. Sirva mi amor al Señor de mayor generosidad hacia mis semejantes. Me arrojo en sus brazos con gratitud y confianza; jamás me dejaré dominar por la desesperanza.


Sigo llevando este año el examen particular sobre la mortificación. Todos los días me examino las tres veces, según nos indica San Ignacio de Loyola. No avanzo gran cosa; incluso sigo pensando que cuando más me he mortificado ha sido en el tiempo de mi conversión, a los quince años. Anoto todos los días la calificación de cero a diez. Pocos días de suspenso, pero menos aún de diez.


En Torrelavega asisto en la iglesia de la Virgen Grande a misa. Ha sido una gracia actual, además de la sacramental; están en la cripta el celebrante y doces señoras. Es tal la fe y el fervor, que se palpa allí el misterio, en una ceremonia reposada, consciente, suave. Me incorporo a este ambiente de fe sin que nadie se distraiga con mi presencia. Creo que esta misa se grabará en mi mente para toda mi vida.

Cada vez medito más en la pasión; y practico el viacrucis todos los domingos después de Misa. ¡Qué poca gente mantiene la devoción al viacrucis! Y veo que los santos lo hacían con fervor y constancia.


Revivo la gracia de mi sacerdocio


Celebro todos los años con fervor esta fecha – aniversario de mi consagración sacerdotal. Durante más de una hora contemplo en vídeo la ordenación de Valencia del año 82. Otras veces, las diapositivas en blanco y negro del comienzo de mi sacerdocio.


Mi compromiso con el Señor lo vivo día a día; con el mismo fervor que el primer año; con fe y sin meterme donde me prohíben, el ejercicio ministerial. Por otra parte veo que no hay coherencia dogmática en estas prohibiciones, pero respeto la normativa. No llego a entender cómo los dirigentes eclesiales en ciertos aspectos no se han atenido del todo a la norma evangélica ni a la dogmática. Suelo poner como ejemplo la inquisición que todo el mundo comprende fue una monstruosidad. En lo del poder de las “llaves” se han pasado.


Tres meses antes de mis bodas de plata sacerdotales, vuelvo de nuevo a contacto más profundo con la Eucaristía. Hacía 12 años que no celebraba la Misa, aunque jamás he dejado de participar en ella. Lo he hecho con la conciencia tranquila, pero con un esfuerzo psicológico. Estamos demasiado acostumbrados desde el Seminario a consultar todo. Ahora lo he decidido después de estudiarlo y presentar a examen mi trabajo.

La educación que hemos recibido era buena pero demasiado dependiente. Es hora de dejar las muletas y dejarse guiar por una conciencia bien formada.

Estoy viviendo un año verdaderamente sacerdotal, el 1983. Se cumplen los 25 de mi ordenación, el próximo 20 de Julio. He compuesto esta poesía lleno de santa emoción:


Mis bodas de plata sacerdotales

Manos ungidas las mías:

Con ellas toqué yo a Dios.

Cinco lustros: ¡Largo tiempo

Sembrando a una los dos!

Camino arduo y oscuro;

Senderos de piedra y sol.

Primavera en nubarrones,

Madurez tersa y en flor.

Oasis de Eucaristía,

Abrazo con el Señor.

Nunca eché atrás la mirada,

Sacerdote eterno soy;

Con juventud renovada

Me acerco al altar de Dios.

El probó mis años mozos,

El me acoge con amor.

Cuando se acerca el otoño,

Los frutos van en sazón:

Tú darás el incremento,

Muy indigente soy yo.

Manos ungidas las mías:

Con ellas toqué yo a Dios.

Cinco lustros.

¡Poco tiempo para querernos los Dos!


Y llega el gran día, tan esperado. El 25 aniversario de mi ordenación. Nos presta la capilla el párroco de San Martín y celebro mis bodas de plata a puerta cerrada. Concelebran conmigo: Goyo, Paco Macaya y Antonio. Job y Michel se quedan en los bancos. Asistimos alrededor de 20 personas. Hablo en la misa con unción y devoción. Agradezco mucho a todos los asistentes. Después en el “Teide” invito a una cena. El gozo interior no puedo ni expresarlo: de agradecimiento a Dios por el sacerdocio y porque me ha ayudado a mantener mi vocación, dada por Él y que nadie podrá arrebatarme y a la que debo ser fiel hasta la muerte.

Me encuentro feliz, en conciencia vuelvo a vivir en plenitud el sacerdocio. La misa celebraré privadamente en casa, según el criterio que he expuesto con detalle en mi tesina.

Mi vida espiritual ha estado siempre centrada, desde la infancia, en torno a la Eucaristía. La primera Comunión supuso el gran paso. Mi fe entonces era sencilla, de niño. Ni se me ocurría la menor duda. Aquellos ojos amigos que veía en la Hostia Consagrada, expuesta solemnemente en la Custodia, me cautivaron.


Es para mí tan cardinal el dogma de la Eucaristía, en su triple vertiente de celebración, comunión y presencia real, que el credo protestante me resulta absurdo y triste. Y cuando advierto sacerdotes católicos que no aprecian la reserva de Jesús – Hostia, cierran las iglesias fuera de las horas de culto, pretenden que ha habido un exceso en la praxis eclesial en torno a la reserva de este Sacramento, se me hiela el corazón, tiembla mi profunda esencia cristiana.

Evoco mis años de niñez: “Sagrario bendito donde se esconde la plenitud de nuestro Amor, a Ti volarán los encendidos afectos de nuestro corazón. Desde el retiro de nuestras casas volarán hacia Ti nuestras miradas, y desde ellas enviaremos fervientes actos de amor que lleguen hasta el corazón de nuestro amado”.

Y en mi adolescencia brotó la luz en una tarde serena de verano en la parroquia de San Juan de Laguardia. Fue una gracia extraordinaria una conversión súbita, tal vez el hecho más importante de mi existencia. Desde entonces quedó sellada con carácter irrevocable mi amistad con Jesús – Eucaristía. Nadie ya podrá separarnos. Desde aquel día, horas largas de Sagrario; horas de amistad inconfundible. Veladas calientes en templos sin calor material. Sagrarios inolvidables.

Hace ya muchos años fui invitado a pernoctar en Madrid en el domicilio de los padres Blancos. Cené con aquellos amigos. Me acompañan después al dormitorio circunstancial, un moderno cuarto de estar. Me dice el padre Yániz: “Hoy vas a dormir en compañía de Jesús Sacramentado”. Acto seguido abre el armario. Dentro aparecía un digno Sagrario y en su interior la Eucaristía. - - “¿Cómo habéis conseguido permiso para reservar en casa al Señor?”. Le pregunto. Y Yániz responde: “A nadie hemos pedido permiso. Pero somos sacerdotes y amamos a Jesús. Por eso habita en nuestra casa. Cuando alguien quiere orar, abre la puerta del armario...” Quedé perplejo de momento. Después he pensado muchas veces en las palabras del amigo, el padre Blanco: “Aquí le amamos... aquí le amamos…”


Y quince años más tarde…


Escribía en mi diario: Cuadragésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal. “Cuando en mis manos, Rey eterno os miro y la cándida víctima levanto…” Doy gracias a Dios por estos cuarenta años de su beneficio, de su don sacerdotal. Vamos Paco Macaya y yo a la parroquia de San Juan de Estella y concelebramos en el altar donde me ordenaron; los dos a puerta cerrada. Siento gran paz en mi alma pero desaparecieron las emociones. Recuerdo ahora aquel día de mi ordenación en este mismo lugar. Y siento compunción de corazón por no haber conseguido ser fiel a tanta gracia. Veo también a Paco Macaya muy contento. Subimos después al Puy a poner en manos de la Virgen nuestro sacerdocio.


Celebro la Eucaristía muy pocas veces al año y en familia. Los días de fiesta y domingos acudo a la parroquia. Mi alma procura preparar bien todos los encuentros con el Señor y las solemnidades del año, los tiempos litúrgicos...


Jesús Eucaristía aumenta mi fervor


Cada vez tengo más amor al Santísimo Sacramento, a Jesús Eucaristía. Ahora los jueves estoy con gran devoción durante una hora o más adorando a Jesús. Escucho y canto melodías eucarísticas. Mi oración es muy sentida y ferviente.

La Eucaristía es siempre para mí el centro de mi vida. Toda mi espiritualidad está centrada en el Sacramento del Amor. He leído el libro “Vida Eucarística”, de José Manuel Iglesias. Y sí, me ha gustado, y me ha hecho bien. Pero esperaba más de él.


Intento prepararme durante una semana para recibir el sacramento de la Penitencia. La fe ha de acompañar a mi confianza en la misericordia. Fe en el sacramento; fe en la satisfacción de Jesús. Dame, Señor, el don de penitencia, la contrición y la compunción de corazón diaria. Dios nos concede el arrepentimiento, el firme propósito y la humildad. Me has rescatado con tu sangre preciosa. Sea para Ti toda alabanza, todo poder, toda gloria y todo honor.


Pasamos breves vacaciones en el pueblo catalán de L’Escala. Han sido unos días de verdadero descanso y de intensa vida espiritual. Por la tarde, a la hora de siesta, casi todos los días, he hecho una larga visita a Jesús Sacramentado en la parroquia que siempre estaba abierta. Los días que podíamos acudíamos a Misa. El cura celebrante, me edificaba en la manera de dar la comunión y en la misa tan sentida y pausada. A cada uno de los comulgantes entregaba la Eucaristía sin prisa, como si fuera el único en recibir al Señor. Lo hacía con pausa y devoción no fingida.

La capilla del Santísimo Sacramento era muy recogida. A la hora en que yo acudo, entre las 3,30 y 4,30 de la tarde, la mayor parte de los días, está sola. El Sagrario - Altar en forma de barco inspira devoción y respeto. En pocas iglesias he visto algo parecido. Muy buena impresión.

Me gusta visitar al Santísimo Sacramento en la capilla de clarisas de mi ciudad. Menos mal que cuando están cerradas casi todas las iglesias, al menos esta suele permanecer abierta casi todo el día.

Los pobres

A veces he oído a gente que no quiere dar dinero a mendigos ni a pedigüeños porque lo pueden gastar en vino y cosas inútiles. Incluso afirman que los han visto en el cine y en otros lugares de diversión. Como si el necesitado tuviera obligación de permanecer siempre en su casa y no tuviera derecho a divertirse. A nadie le gusta pedir. Yo nunca he visto mendigar a los millonarios. Es verdad que existe algún pobre avaro, pero es una excepción. Lo importante es dar, ser generoso. Más con quien sabemos incapaz de pedir. Con ese hay que desbordarse.

¿Quiénes son los que sufren de verdad? Los pobres. Ellos habitan en las casas de peor construcción. Sobreviene un terremoto, y son los primeros en sucumbir entre los escombros. Ellos, los primeros en contraer toda clase de enfermedades. Si se trata de incendios, inundaciones y huracanes, de inmediato se ven afectados.

Miro a los pobres con compasión, pero me gustaría amarlos de verdad, no contentarme con darles algo. Admiro a quienes se dan a los pobres; pido a Dios quererlos como se merecen, como lo han hecho los santos.


Ayúdame, Señor, con el don de oración


Desde mi niñez practico la oración y todavía no sé de cierto, si la hago bien. Parto de este principio general: Dios es Omnipotente. Si lo desea se puede comunicar con cada uno de nosotros y hablarnos directamente. Por supuesto Él se entera de nuestra oración, de nuestros monólogos hacia Dios. El problema es: ¿De hecho, cuando nosotros hablamos a Dios, Él nos contesta de alguna manera? ¿Podemos definir la oración como un diálogo con Dios? Creo que la definición de oración como “diálogo con Dios” no es exacta. Normalmente el silencio de Dios es impenetrable. Él no nos habla en nuestro interior en todo momento ni mucho menos. Es nuestro propio pensamiento o imaginación. Menos aún nos habla con palabras exteriores. La palabra de Dios está en la Sagrada Escritura. Nosotros podemos, partiendo de su palabra revelada o de nuestras ocurrencias, hablarle, pedirle, adorarle, alabarle, darle gracias… Su Providencia nos “habla” con hechos que nos ocurren, con fuerzas que nos da para seguir creyendo y perseverar. Y a veces creemos percibir en el fondo de nuestro ser que Dios nos dice algo. Y… en ese caso es preciso discernir bien y no caer en el error de creer que nuestro pensamiento es una revelación. Pero sea como fuere, por nada dejaría yo la oración. Me resulta tan vital como respirar.


Cada vez medito más en la pasión de Jesús. Intento imitar a muchos santos que lo hacen. Vivirla con fervor. Cargaste, Jesús, con la cruz. También dijiste: “El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”. Dame tu fuerza para seguirte, para acompañarte con la cruz que me has dado. Que tu palabra llegue a mi corazón. “Mi yugo es suave y mi carga ligera. Y el viacrucis semanal con fervor.


Llevo una temporada leyendo el libro de Alfonso Torres, “Ejercicios Espirituales”, el volumen 3 de sus obras completas. Considero a este autor como un gran místico, comparable con Arintero, aunque en menor escala. Hoy meditaba con gozo y fruición estas ideas:


Contar con el Señor, estar seguros en Él. A este amor no le pueden poner freno todas nuestras ingratitudes, miserias y falta de correspondencia. Confío.


Adiós a mi madre

Madre no hay más que una. Me acompañó durante doce años de mi sacerdocio ministerial. Le resultó dura mi secularización, pero ella, mujer inteligente, lo comprendió y se solidarizó conmigo.

Cuando era más joven acudía yo a misa con ella los días de labor. Ahora la atiendo con mayor solicitud en su ancianidad; va a cumplir pronto 82 años. La acompaño los domingos a misa a las Desamparadas por la tarde. Y estoy leyendo para ayudarle el libro “La tercera edad”, por los doctores Bize u Vallier. Le doy algunos párrafos para que lea. Es un libro muy bueno, pero lo encuentro escrito en forma demasiado científica.


Cae mi madre en vertical, con casi 87 años. Días duros los veinte del geriátrico. Está en cama, aunque algún rato la levantan y la llevamos en la silla de ruedas. Su nieta también la trata muy bien y la ha sacado por los jardines. Los hermanos estamos pendientes y han venido a visitarla creo que todos sus sobrinos de aquí. Hoy, domingo, don Ele le trae la comunión; para mí que es el viático. Apenas puede hablar. Yo me despierto todas las noches a las 3 y ya no puedo dormir.


Se agrava el estado de mi madre. Los médicos no nos dicen qué le puede pasar. Un practicante cree que es cuestión del cerebelo, que con la edad no funciona y hace perder movimiento y fuerza y equilibrio y no puede sostenerse. El pulso por la tarde se le ha acelerado de tal manera que yo le he contado 160 pulsaciones por minuto; ella que tenía un pulso entre 50 y 60. Le ponen suero. No habla nada. Yo le sugiero jaculatorias de vez en cuando y le doy la absolución. Va agravando mucho su estado.


Mi madre agoniza. Hoy sí le diagnostican neumonía. Dicen que tiene los pulmones encharcados. No me separo de ella, ya no puede hablar y le digo con suavidad breves oraciones de confianza en Dios; dicen que el sentido del oído es el último que se pierde. .


Hoy fiesta el Corpus Christi y mi madre agonizando. Hasta 190 pulsaciones. No me separo de ella. En algunos ratos, mientras estoy junto al lecho de mi madre voy leyendo el libro de Philippon, “Los dones del Espíritu Santo en Santa Teresa de Lisieux”. Somos frágiles, esperamos la acción divina sobre nosotros. Que seamos instrumentos dóciles. Espíritu Santo, ayuda a mi madre en este trance duro del paso a la eternidad. Que pueda contemplar tu rostro por siempre.

A las 12, 30 de mediodía del 7 de junio, muere mi madre. Le doy la absolución y lloro mucho allí, junto a ella. Es duro perder a la madre, la que siempre ha estado conmigo, junto a mí, me ha querido y me ha traído al mundo. Vienen a mi alma tantos recuerdos… Sé que el Señor la acogerá en su seno. Ha sido una madre muy buena, con mucha fe, con mucho empeño en educarnos y favorecernos. Gran parte de mi fe se la debo a ella, a su educación cristiana. Ella me ha comprendido incluso en los pasos que he dado, a pesar de que le costó mucho asumirlo, pues había forjado su ancianidad junto a mí. Angelines está muy cerca de mí todo el tiempo y haciendo cuanto podía en servicio y atención de mi madre.


Entierro en Estella de mi madre, junto a su marido, mi padre. Yo celebro el ritual del sepelio en familia con serenidad; después lloro mucho en casa de mi hermano…


Pasan cinco años de la muerte de mi querida madre y todavía hoy he llorado por ella. Pero ya no de tristeza, ni de soledad: a veces me embarga la emoción. Ella fue siempre buena conmigo, y confió en mí, aun después de haber dejado el clero. Ojalá sea yo también buen esposo y buen padre. Y… han pasado diez años y permanece fresco el recuerdo de mi madre. También he llorado con emoción por ella. Madres no hay más que una, y fue buena conmigo.

Días de luto familiar


Ha muerto en San Sebastián mi hermana Concha. Después de tanto tiempo de sufrimiento, ha entregado su alma a Dios; tenía 67 años; treinta años enferma de Parkinson; la mayor parte de su vida. Ha muerto por parada del corazón; por fortuna no ha sido por asfixia. Su vida no ha sido feliz. Su infancia, sí, lo fue mucho. Ha tenido una hija, Mari Lourdes, que la ha atendido y cuidado con mucho cariño. El Señor la tenga en su gloria. Hemos acudido los tres hermanos y familia. También Irene ha venido con nosotros. El funeral, el día 5, ha sido en el Seminario San Sebastián. Tenía mucha fe, mucha; fue catequista y ha procurado educar a sus hijos. La suerte humana no le ha acompañado para nada después de casada: dificultades de la posguerra, pero sí, más tarde, un buen empleo de su marido y de una hija tan buena y solícita.


Muere la tía Ángeles que durante quince años ha estado con nosotros. Pocos trabajos nos ha causado; solo tres días en el hospital. Le ha dado tiempo para recibir todos los sacramentos; ella misma los ha pedido. Lo hemos sentido, sobre todo Angelines, pues para ella ha sido una madre desde muy pequeña. Anteayer se encontraba mal: hoy ya se ha ido al otro mundo. Nos quedamos solos la familia nueva, los tres. Tengo congoja en el corazón. Se siente mucho la muerte de quien durante tantos años ha vivido con nosotros.


San José, seis años más tarde. Nos avisa Sancho muy temprano: ha muerto la madre de él y de Angelines: mi suegra. Irene está en París y no puede llegar como nosotros. Ha sido todo muy rápido. Ha fallecido sin que se conozcan las causas. Mi coche andaba muy lento para llegar: sin darme cuenta se había quedado sin aceite. Hemos estado todo el día en el tanatorio velándola y han sido muchas las visitas que hemos recibido, sobre todo amigos de Sancho. Quedamos ya del todo en primera fila.

En el mismo tanatorio han celebrado Misa Joaquín y Ciriaco, mi antiguo compañero cuando estuve en Rual. Por supuesto, seguimos en casa con el recuerdo y dolor de la muerte de la madre de Angelines. Y el lunes acudimos, ya Irene en casa, al funeral solemne en Burlada.


Algunos hitos familiares


Deseaba visitar el santuario de Lourdes. Le voy a pedir a la Virgen la curación de mi garganta para poder seguir con normalidad mi profesión de enseñanza. Viene en la peregrinación un cura joven de San Mateo y una monitora muy entendida que habla bien el francés. En el viaje vemos la película “La Canción de Bernadet” que tanto me gustó de seminarista. Estuve en el santuario el año 58, poco después de mi ordenación. Angelines está con mucha devoción. Nos conmueve el viacrucis que dirige el cura joven. Día de fe y oración y de petición.

Fiesta de Todos Santos: no falta nuestra visita al cementerio de Estella; no es una rutina, sino día de fervor y amor a mis padres, hermana y familia de mi esposa; allí en el sepulcro, esperan la resurrección. Rogamos estén gozando con Dios, lo mismo que nuestros abuelos. --- He comenzado en este día a leer la autobiografía de San Ignacio de Loyola. Tengo sus obras completas. Este santo me admira por su entrega a Dios, el amor que tenía a todos y más aún a sus compañeros.


Acudimos a la manifestación contra el terrorismo de la Eta. El martes asesinaron a Buesa y a un escolta suyo. Acudí al funeral. Es terrible la plaga del nacionalismo que conduce a estos extremos, como si se tratara de la Guerra de la Independencia. Pero no se dan cuenta de que estamos en España. La secesión en este caso no tiene ni fundamento histórico ni vivencial. En mala hora se le ocurrió al tal Sabino Arana calentar los ánimos de los vascos. Se calcula que pasan de cien mil las personas que hemos acudido a la manifestación. No ha habido otra igual.


En un viaje relámpago a Pamplona compramos en Martínez Erro una imagen de la Virgen para la habitación antigua de la tía. En ella colocamos también el ordenador y más adelante la adecuaremos también para biblioteca. Tengo que instalar estanterías en madera; me estoy aficionando al bricolaje y no me va mal. Me ahorro dinero y ejercito una cualidad desconocida en mí durante la juventud. Me doy cuenta de que soy capaz y me satisface.


Crisis de un sobrino


Me llama por teléfono un sobrino. Me ha dicho que su mujer se ha separado de él. Yo la apreciaba mucho. Fue una de las últimas bodas que celebré estando en el clero. Ella era muy atenta conmigo; leyó la Historia de mi vida y el libro sobre mi padre con gran ilusión; cosa que me alegró mucho por su interés hacia algo mío. Al parecer decía con frecuencia que le gustaba la vida de circo. Me da mucha pena porque no volverá.


Por la tarde viene mi sobrino y se desahoga del abandono de su esposa. Él se queda solo con los cuatro hijos; ella le pide la parte que le corresponde de los bienes gananciales. Lo que no pueden es vender la casa. Son cuatro personas, más él, los que moran en ella. Le ayudo con mi comprensión, interés y consejo. Y no lo voy a dejar aislado. Quiero estar cerca de él.


Todo me impulsa al fervor


Deseaba acudir al lugar de las famosas apariciones de Garabandal que en nuestros tiempos jóvenes cobraron fama. He peregrinado con mi amigo Paco Macaya a través de montes y vericuetos con el coche. Me ha sorprendido favorablemente. El viacrucis me ha impresionado, de manera que en otra ocasión, si vuelvo, fotografiaré todas las estaciones. En una tienda del pueblo se venden objetos piadosos y buena literatura de espiritualidad. No fundamento mi fe en estas apariciones ni en las famosas de Fátima o Lourdes, pero merecen mi respeto y acogida como lugares de devoción mariana. Dicen que la vidente se casó y vive; no se metió monja.

Me llamó la atención al leer mensajes de la Virgen en Garabandal esta frase: “Algunos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas almas”… “A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia; debemos evitar la ira de Dios”. “Si le pedís perdón con vuestras almas sinceras, Él os perdonará”. “Debéis sacrificaros más. Pensad en la pasión de Jesús”. “Hay que hacer mucho sacrificio y muchas penitencia y tenemos que visitar mucho al Santísimo Sacramento….” Esto data del año 1961, en octubre.

Sigo con la lectura del libro “Evolución mística”, del padre Juan Arintero, el gran escritor de las vías místicas del siglo XX. Es un libro extraordinario; lo colocaría entre los 10 mejores de espiritualidad y entre los mejores leídos y meditados por mí. No entiendo cómo en el mismo Seminario no nos lo hubieran recomendado con insistencia.


Sigo con interés otro libro del padre Arróniz, “Presencia. Dios cercano y sorprendente”. Este autor me llega al alma; no lo conozco personalmente, pero me habla de Él mi amigo Urbano. Me impresionan en fe y devoción frases de él como estas: “Hay gemidos ocultos que nadie oye; los hombres ni se paran a escuchar. Y profundizo en mi corazón para oír esos gemidos inenarrables de que nos dice San Pablo que pronuncia en nosotros el Espíritu Santo”.


Me encuentro cerca de Trespuentes, en las faldas de la Sierra de Badaya, en un paseo dominical, dentro del monasterio de Santa Catalina, en ruinas, desde la desamortización de Mendizábal. Me siento en mañana tibia en este mirador romántico. Pienso en los sacerdotes casados y pido al Señor por ellos: la mayoría con mucha fe; ateos, escasísimos; bastantes, políticos; muchos, profesores; por igual conservadores y progresistas; muchos ocultan su identidad; otros, sin alardear, lo manifiestan cuando procede. Escasos los separados o divorciados. Todos pensando en problemas de jubilación. Una gran mayoría optaría por reintegrarse en el ministerio como casados y serían de mucho provecho para la Iglesia. Danos, Señor, danos sacerdotes santos sean célibes o casado, pero santos.

Hoy cumplo sesenta años: edad venerable. Dicen que comienza la ancianidad; yo me siento joven del todo y con vigor; feliz con esa felicidad relativa posible en este mundo. Mi vida de fe, mi vida interior me llevan por el camino de la paz y me exigen vivir de cara a hacer todo el bien que pueda. Estar con Jesús en la oración, aun en medio de la sequedad, tranquilo, a gusto, con paz. Bendito seas, Señor. ¡Dolor y gozo mezclados! Dolor porque no es amado el amor. Gozo porque el Señor es grande y bueno, porque tiene misericordia de nosotros.

Formación continua


Ha sido en mí constante la ilusión por saber. De todos podemos aprender algo. Lo más importante es aprender la verdadera sabiduría. Labor lenta y obra de Dios.

Algunas novelas me han enseñado a conocer el corazón humano y a formar mi estilo como escritor. Pero cada vez pierdo más la afición a ellas. He terminado una que merece la pena repetirse, “Cuerpos y Almas” de Maxence Van der Meerch. La leí en el seminario. Al final de la obra se aprecia que unos se dedican a los demás y otros a cultivar su egoísmo. Yo estoy convencido de que el amor a Dios se refleja en el amor al prójimo.


Compré hace unos meses las obras de Giovanni Papini. Papini es un escritor italiano converso. Un gran escritor florentino, miembro de la Real Academia de Italia. Lo que de verdad me gusta en este autor es “La Historia de Cristo” y gozo mucho en las páginas de su conversión.


Estos dos meses últimos he leído el libro “La presencia real de Cristo en la Eucaristía”, de José Antonio Sayés. Me ha gustado a pesar de ser árido, pero me encanta todo lo relacionado con la Eucaristía, mi gran amor. Tiene que ser maravilloso contemplar en el Cielo este gran misterio de fe.


Me informo mucho a través de revistas: Vida Nueva, Concilium, Selecciones y leo muchos libros de actualidad eclesial. Ahora tengo entre mis manos “Teología de la liberación” de Gustavo Gutiérrez. Es muy debatido por un sector conservador de la Iglesia. A mí me ha parecido estupendo. Es un modo de liberar de la opresión a tantos marginados en América y en todo el mundo. Lo malo es aplicarla para realizar guerrillas. La realidad es que si no hubiera habido violencia en el mundo, estaríamos dominados los menos afortunados. Es muy difícil, pero deseable, obtener logros humanos al estilo de Gandhi, sin violencia.

“Nuestro misterio” es un libro de estudio de Ramón Pou Ríos. Pero también profundamente espiritual. Lleno de citas bíblicas, enjundioso. En conjunto puede resultar árido. Es para leerlo despacio, junto al Sagrario, saboreando la Sagrada Escritura, con la ayuda de la mano de un autor experto. Buen regalo de Adviento – Navidad.

Sigo suscrito a la revista Vida Nueva. Publica todos los meses una separata con breves biografías de santos o temas de espiritualidad o eclesiales de actualidad. Los leo todos. Los últimos que he terminado de leer son “Lavigerie el hombre, su misión”, “Luis Amigó”, “La urgencia del amor, Genoveva Torres”, “Esos nuevos cautivos”, “León Dehon”… Me resultan altamente provechosos y seguiré leyendo


Hemos comprado el libro de “Las mil cien poesías en lengua castellana”. No soy demasiado aficionado a la poesía, aunque de vez en cuando me gusta leer alguna. Sobre todo de tema espiritual. En este sentido he pasado ratos deliciosos con Jacinto Verdaguer. Me encantan sus poemas religiosos, llenos de unción, fe y amor, sobre todo las eucarísticas.


Dentro de los grandes personajes de este siglo me llama la atención Gandhi. Ha sido uno de estos santos no cristianos que consiguió mucho con la lucha sin violencia en la India. Es un hombre de fama universal. Llegó encaminar a la India de una manera pacífica hacia la independencia. Practicaba grandes ayunos e incluso se identificaba con los intocables, a los que llamaba hijos de Dios. Fue intensa la campaña en favor de esta pobre raza tan maltratada. Su labor por la paz fue enorme.


“Aprendizaje de la serenidad” de Louis Pauwels, es un libro, sereno, espiritual. A modo de ensayo, con una serie de experiencias y reflexiones para perfeccionar la vida interior. Nos ayuda a ser más conscientes de la felicidad. Es muy importante la oración, la lectura, la generosidad, la igualdad de ánimo. Nos van llevando a la verdadera sabiduría, a la alegría de existir. Merece la pena.

Siempre me ha apasionado la Historia y son cientos las horas invertidas para aprender de esta maestra de la vida. Estoy terminando ahora el libro histórico “Savonarola”, de Álvaro Huerga. Desde que estudié a este personaje en la Historia Eclesiástica, me llama la atención tanto su vida ejemplar como su muerte trágica. Fue un hombre de crítica, valiente. Yo veo a Savonarola como un hombre recto, fiel a su ideal hasta la muerte. Es verdad que era demasiado fanático, pero a mi parecer muy santo, según la mentalidad de aquel entonces. Sus ataques contra el Papa Alejandro VI le valieron, primeramente, la excomunión y la prisión, y más tarde, tras haber sido liberado y conducido a Roma por los grandes comerciantes florentinos, la condena a garrote y después a la hoguera por un tribunal de la Inquisición y la inclusión de su obra en el índice de libros prohibidos.

Había oído hablar mucho de Alexis Carrel, premio Novel de medicina, del año 1912. Me interesaba leer su biografía y ya la he terminado. Ha influido con sus ideas médicas y éticas muchísimo en el mundo actual. Un hombre ejemplar, generoso, de vida entregada no solo al saber, también al prójimo. Profundamente religioso. Llegó a decir: “Yo quiero creer, porque si no creyera, ¿qué sería de mí?”


Leocadio Galán es un sacerdote de Cáceres que ha hecho una gran obra, fundar la congregación de los “Esclavos de María y de los pobres”. He tenido distintos contactos con ellos a través de mi amigo Don Félix Beltrán. Los conozco y son una maravilla de amor a los pobres. No tienen, hoy por hoy, problemas de vocaciones. Pero el libro que he leído “La razón de una vida”, pequeña biografía de él, no me ha gustado. Le falta gancho.

Informática


Entre la gente mayor he sido pionero para aprender informática, la nueva ciencia, el gran invento del último tercio del siglo XX. Veo muchas perspectivas y participo en cursillos; me apasiona. Dicen que todavía está en mantillas, pero voy asimilando un lenguaje de programación, el Pilot.


Estoy casi mudo por la afonía. Me dan la baja durante dos semanas. Cuando acudo a clase me sirvo de todos los medios posibles para hablar poco. Me vienen de maravilla las lecciones programadas con el lenguaje informático Pilot. Las dejo también para uso del colegio, para todos los profesores que quieran utilizarlas. Me fallan las cuerdas vocales. Me dicen que no existe remedio. Tendré que saber administrar mi voz.

Escritor


Cada vez la Providencia me va llevando por los caminos de escritor. El libro “Exámenes de Vida Interior” lo he redactado con mucha ilusión, pensando que puede ayudar. Lo he mandado a editorial Mensajero para que puedan publicarlo, y renuncio a cualquier beneficio pero no quieren. He hecho hoy varias encuadernaciones tipo casero y lo iré mandando a amigos y gente a quien puede interesar. A mí me va a servir mucho.

En algunos sectores ha sido este libro un pequeño éxito. Mi amigo Paco Macaya me dijo que una hermandad había editado privadamente más de un centenar porque les gustaba como práctico para examen espiritual.


Paso mucho tiempo escribiendo. Esta temporada para radio María de Toledo. Es una modalidad de emisora que solo transmite programas religiosos. Son muchos los originales que ahí envío, titulados: “Confidencias a los sacerdotes y religiosas”.


Son tres los sitios en que colaboro habitualmente: en “La Verdad” artículo semanal para enfermos; una revista quincenal católica, “En el Ameno Huerto”, y en radio María, las confidencias para sacerdotes y religiosas. Hoy pasan de mil los artículos publicados. Aparte las cartas… De todas la maneras que pueda tengo que hacer algo por el Reino de Dios.


Termino de digitalizar la “Historia de mi vida”. Cuando pueda la publicaré en Internet con el título, “Me hice sacerdote, pero…” Por la tarde marchamos al cine Angelines y yo. No vamos mucho.


Me apasiona la vida de mi padre, y la he plasmado en “El libro del Abuelo”. Es un homenaje a quienes me dieron la vida. De ellos tengo muchos datos y muchos recuerdos, sobre todo de mi padre. Lo titulo así porque se lo pienso regalar a mi hija y a mis sobrinos, para que sepan qué grandes abuelos han tenido.

Otro libro que he redactado en estos años “Vivamos cristianamente nuestro hogar”. La presentación es sencilla y bella; la impresión deja mucho que desear. He procurado plasmar mi idea de familia. Es un libro para ayudar en la educación de los hijos y vivir en familia nuestra fe. Muy sencillo y a mi manera de ver, útil.


Deseo imprimir “Íntimos en la fe”, como continuación de Amigos y en la fe. Los dos compuestos con el contenido de muchas cartas que escribo a amigos quitando lo personal que haya en cada una. Nunca hubiera pensado que iba a ser lo mío el escribir. Sé que algunos guardan mis cartas y las releen de vez en cuando. Me dicen que les hacen bien.

Las vacaciones muy llenas: estadio, fichas, cartas abundantes, escribir artículos del “Ameno Huerto” y “Reflexiones desde la debilidad”; repasar y corregir originales, pasarlos al ordenador. Muchos de los días son así; con un paseo vespertino y un rato en una terraza con Angelines. Me gusta escribir en el campo, parques, sitios de naturaleza. Hoy ha sido en el parque de San Martín; otros días marcho en bici, con una silla plegada hasta alguna sombra en el campo. Es un gozo. Algunas veces encuentro un merendero y allí, como en un estudio silvestre, con mesa y todo. Es fuente de inspiración literaria.

Mi profesión, un sacerdocio


Muchos compañeros sacerdotes se dedican a la enseñanza y así ejercen su vocación. Yo también. No soy clérigo, pero sigo con mi sacerdocio que nadie me lo puede suprimir: Dios me lo entregó. Me han dispensado de un compromiso, el celibato, pero el carácter sacramental permanece en mí, y en cuantos lo recibimos. Mi vida entera, mi profesión sigue siendo fiel al compromiso. Como nos decía don Joaquín Goicoecheaundía, somos ontológicamente sacerdotes.


El delegado de enseñanza religiosa, Pedro Ortiz de Zúñiga, me ha conocido por mi intervención en televisión española, y me ha llamado para colaborar en el trabajo de la diócesis en la sección de profesores. Caso singular, porque en ningún otro lugar me han recibido para labores de apostolado. Y marcho a Madrid a un cursillo de catequesis: a ver si nos sirve para algo en la vida práctica. No me han convencido con la norma que nos quieren imponer: las clases de religión sean tipo científico, no catequesis, eso para la parroquia. Mi criterio es claro: evangelizar a tiempo y a destiempo, como quería San Pablo. Y no descuidaré explicar también la religión como ellos me dicen.


Propongo después, en una reunión, visitar a compañeros y organizar conferencias sobre educación. Hemos comenzado a recorrer colegios para animar y orientar a los profesores en cuestión de formación religiosa. En cuanto a dar charlas, me quedo solo y son bastantes las que he pronunciado. Echo mano para informarme del libro “Psicología de la edad evolutiva”. Me viene muy bien como profesor y como padre. El estipendio que me dan les he dicho lo entreguen a Cáritas. Deseo que cuanto ejerzo libremente no repercuta en mi peculio personal.


Imparto en meses y cursos distintos varias conferencias a los padres de alumnos, sobre la educación sexual a los niños. Atienden bien y formulan preguntas. Parto de la base de que los padres son los principales educadores de sus hijos y de una manera especial en este tema. Murió pronto don Pedro y aquel grupo desapareció.

En el colegio Santa María de Vitoria, donde desde hace algunos años doy clase, hemos creado la escuela de padres. La voy a llevar con mucha ilusión. Me gustaría que prosperase y formar verdaderos equipos con gran interés por la educación de sus hijos. Una educación plena; Dios como fin, meta y vida. Siempre dentro del amor, porque Dios es amor.


Procuro una educación individualizada


Empleo hoy mi tiempo libre para dedicarlo al niño Aitor que está un poco “pirado”, a mi parecer, y es preciso ayudarle. Nuestro centro no tiene un psicólogo especial. El niño no quiere aplicarse ni a estudio ni a ningún tipo de disciplina. ¿Será autismo o hiperactividad? A ver si conseguimos averiguar para ayudarle.

Me programo para ir hablando individualmente con cada uno de mis alumnos; no puedo contentarme con explicar lecciones y corregir exámenes. La transmisión de mi fe siempre está en mi mente y en mi vida. No me contento con que mis clases de religión sean una exposición fría: deseo llevar a Jesús y que lo vean lleno de amor y misericordia. También en todas las asignaturas procuro siempre que Dios aparezca de una u otra manera. La educación verdad ha de ser total; por supuesto religiosa.


Tenemos un compañero sin par, se llama Francisco. Nunca he visto a alguien con semejante capacidad de trabajo y con tanta ilusión en la enseñanza. Ha organizado, con los más desafortunados en el intelecto, un aula para enseñarles a sacarse la vida mediante el trabajo manual. Colaboro con él para ayudarle en esta hermosa labor de educación a los más débiles. Sabe compartir sus talentos.

Durante más de un año he estado preparando para el bautismo a un alumno adolescente, se llama Josemari. Hoy lo celebramos en la parroquia de San Pablo; yo hago de padrino. Acuden todos los amigos del niño a la ceremonia. Día de gozo para mí y para él. El padre ha concedido el permiso pero no ha asistido. Sí acudirá el domingo a su primera comunión.


Estoy con dos niños de mi colegio que hace poco han perdido al padre y no tenían madre; se han quedado huérfanos: Vicky y Víctor. Los consuelo y voy a procurar atenderlos con cariño, ¡pobres! Vienen a casa y los obsequiamos. Necesitan calor humano y lo agradecen. Años más tarde, Vicky, la niña, ya joven, me ha visitado en casa. Me he alegrado de que esté centrada; ha venido con unas amigas.


Y el curso siguiente he preparado a Jorge para el bautismo. La mayor parte de los días nos quedábamos media hora después de clase. Además de explicarle la doctrina, orábamos un poco y cantábamos. Espero que a él le haya servido esta preparación tan hermosa. A mí personalmente me ha hecho mucho bien. Mi gozo por que una persona no bautizada acceda a la Iglesia – camino de salvación – es grande. He sido su padrino. Sus padres y familia me invitan a un lunch después de la Misa y primera comunión. Que Dios le dé el don de la perseverancia.

Un año más tarde del bautizo de este muchacho, le invito y acudimos a Estíbaliz, participamos en la Misa y después escuchamos un breve concierto. Ha sido una buena manera de celebrar este aniversario. Y no perdemos contacto.

Me preocupan mucho estos muchachos que con indicios de fe no han recibido el bautismo o, ya adolescentes, tampoco la primera comunión. Raúl es mayorcito, tan alto como yo. Lo voy preparando durante un curso, y al fin le acompaño a recibir al Señor, por primera vez. Resulta consolador ver personas jóvenes con hambre de Dios. Y un par de años más tarde me llama por teléfono Raúl, ya es mayor, y me alegra su llamada, en correspondencia a otras que yo le hice. Durante varios años les he hablado o escrito. Al fin ya no contestan; y es que la luz se aleja… Me alegró un día, después de veinte años, Jorge me reconoció, y me habló con mucho cariño.


Otro niño, al primero a quien preparé para el bautismo, lo hizo en el verano en su pueblo. Me gustaría después de jubilado continuar con esa misión catecumenal a nivel diocesano, me ofreceré… y como lo pensé lo hice año en la delegación. Pero han pasado dieciséis años y nadie se ha acordado de otorgarme esta grata misión.

Y sigo con mi educación individualizada: es mi labor paciente y solícita. Muy a menudo he de hacerlo. Siempre aparte y sin humillar, cuando se trata de corregir. Ahora colaboro con la revista del colegio, una al trimestre. Yo la paso con el ordenador.

Catequesis escolar y confesiones

En las catequesis de los sábados me ayuda mi hija Irene. Lo hace muy bien y me gusta; tratamos en plan cíclico muchos temas y procuramos que sirvan para su vida cristiana. Hemos preparado a los niños para la confesión. He llevado a 18 a San Mateo y el padre José los ha acogido muy bien e incluso les ha regalado algún dulce para celebrar la alegría del perdón. Pasado mañana completaré el plan de confesiones para 7º y 8º. Pero es una pena, porque cada vez se está metiendo más la costumbre de no confesarse, y muchos sacerdotes parece que rehúyen este ministerio. He organizado la catequesis entre los que no acudían a ninguna parroquia. La mayor parte no lo habían hecho desde su primera comunión. Están bien preparados.

El curso siguiente también preparo para el sacramento del perdón a otro grupo de más de veinte niños, y así pienso seguir. Yo me confieso en ese día para darles ejemplo. Es una pena que en muchas parroquias rurales se han retirado los confesonarios, en otras existen telarañas por dentro. Me decía una persona: “En este pueblo hace treinta años que nadie se confiesa. Dos veces al año el cura nos da la absolución general, y se acabó”. Lo cierto es que la penitencia tiene un cometido extraordinario en nuestra vida interior; y que es buena la confesión frecuente para purificar nuestras almas, para vivir con ilusión de perfección, huir del pecado venial y sobre todo del mortal.


Preparo a otro grupo de niños para un concurso que Radio Nacional de España en Vitoria sobre tema de informática. Y hoy marchamos a los estudios de la emisora con los chavales de 8º A y 8ºB. Se han lucido y lo han hecho muy bien; el primer premio de la Ciudad. Me siento contento y satisfecho de ellos. Les había preparado y ayudado a asimilar un cuestionario muy amplio. Yo mismo me admiro de la capacidad de estos adolescentes. El 21 entregan los trofeos a los chavales ganadores.


Mis clases de religión


Disfruto en las clases de religión. No soy el profesor frío que explica algo que aprendió. Voy transmitiendo desde mi propia vivencia de fe. Algunos conferenciantes dicen que las clases de religión no deben ser catequesis, sino algo científico. Yo no puedo entender el explicar nuestra fe como un teorema de matemáticas o una lección de geografía. Me alegra ver cómo penetra en las personas el mensaje del Evangelio y cómo gustan compartir lo propio a favor de quienes lo necesitan.

Mi deseo es hablar de Dios con otros; escribir de Dios. Lo llevo dentro. Necesito el combustible de la oración y de la lectura espiritual para fomentar este anhelo. Y siento fervor y me estimula decir: El Señor es mi Pastor, nada me falta. Me dan pena quienes prescinden de Dios y no recurren a Él. ¡Qué inseguridad llevan consigo! Que el Señor me enseñe a poner vida.


Los tutores de 8º se oponen a lo que se aprobó en el consejo de dirección: la oración al comenzar la clase y al terminarla. Algo que desde niños hemos practicado todos. Y lo hacen en nombre de la democracia. Por supuesto que no obligamos a nadie a rezar: pueden guardar un silencio respetuoso. Pero a mí me duele, como creyente, la postura de estos compañeros. Yo seguiré rezando. Hago hincapié en la cuaresma: “El Señor es clemente y misericordioso; lento a la ira y rico en clemencia. No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. El Señor es bueno con todos”.

Estoy preparando la visita de mayo a la Virgen Blanca. Tiene que ser algo sentido por los niños. Les hablo de ello en tutoría y en clase de religión. El director apoya siempre estas iniciativas. Aviso para reservar día a la parroquia de San Miguel. Y el viernes, a mediodía, acudimos del colegio alrededor de ciento cincuenta niños, más de dos tereceras pares, y seis profesores. Terminamos con la canción: “Mientras recorres la vida, tú nunca solo estás. Contigo por el camino Santa María va…”

Con las primitivas filminas, que compré siendo párroco, sigo proyectando y explicando en alguna de mis clases de religión. Les gusta a mis alumnos mayores escuchar mi explicación mientras proyecto la pasión de Jesús, el nacimiento o su vida pública. Procuro hacerlo con unción y amenidad.


Detalles importantes en la educación


Desde hace tiempo pienso la importancia que tiene la educación en la atención. Este es el plan que me propongo. Hacerles ver a los niños la diferencia entre atención espontánea y voluntaria. Es de sumo interés potenciar la voluntaria, el control interior. Pongo la imagen del castillo, vigilar contra el asedio. Ejercicio de darme cuenta de… Me basta para el primer día esto. Otro día, más. --- Comienzo cada día en clase, y seguiré durante todo el curso, con un ejercicio de “darme cuenta de”: que tengo manos, las miro, me doy cuenta de ellas despacio, empleo un minuto. Y ahora me concentro un rato en mis dos manos, sin pensar en otra cosa. Doy gracias, al final a Dios de mis manos. Le ofrezco todas las obras de hoy que practico con mis manos. Le pido que sean buenas. --- Los primeros tres minutos de la clase los dedico todos los días a la formación en la atención, seguido del ofrecimiento de obras. Comenzamos durante un minuto con el ejercicio de respiración y relajación.

Ayer fue domingo de la Santa Infancia. Me dijeron varios niños que deseaban salir por las calles a postular. Yo me resistí; nunca lo hice yo ni mi hija; no me convence que los niños hagan un servicio nada propio para su edad. Pero cuando me han presentado el permiso de sus padres, les he proporcionado las huchas. Hoy, al contabilizar el dinero vemos que han recaudado para las misiones 41 mil pesetas. Mucho dinero, tal vez el colegio que más de Vitoria. Y sobre todo considerando que el año pasado la colecta dentro del centro fue solo de 7000 pts.


El niño Igor nos está dando bastante guerra. Y por otra parte es un chaval bueno y muy simpático. Ayudo a Mikel, un muchacho travieso que me dice quiere cambiar y ser mejor. ¡Pobres niños! Ojalá tengan esta voluntad de mayores.

Quedamos hoy todos en el colegio muy compungidos. Iker en este fin de semana ha perdido un ojo por un disparo de carabina que rebotó y le pegó en un ojo. El caso, que él está tranquilo, yo diría que feliz. Los niños aun en medio de la desgracia reaccionan bien cuando sienten cariño e interés por ellos. Lo malo que durante toda su vida seguirá siendo tuerto. ¡Pobre niño! Todos sentimos su trance. Él se siente importante.



Fuera del colegio


Ha venido a casa una niña gitana a pedir algo con ocasión de navidad. Es alumna mía y siempre la trato con especial cariño y deferencia. Para mí – y lo mismo para Angelines – los alumnos son como una prolongación de la familia.


Manu, mi compañero y amigo me ha dicho muy en serio que se iba a suicidar, y ya se encaminaba a ello. Lo he calmado. Al fin hemos paseado un rato y se ha quedado tranquilo. Un mes más tarde, me ha agradecido que le hubiera convencido para no realizar tal acción irreversible. “Hoy ya estaría muerto, y gracias a ti vivo”, me dice. Me ha alegrado verlo mejor y me siento contento de haberle servido de ayuda.

He mantenido con Andrés, mi compañero de claustro, una conversación de tema religioso. Nos toca estar en la sala de tutoría bastantes horas, aunque yo también dispongo del aula de informática. No es Andrés demasiado explícito, pero me doy cuenta de que vive dudas fuertes. Muchas personas hoy en materia religiosa andan así. Me hubiera gustado dialogar más sobre el tema. Lo cierto es que con personas cultas y bien formadas, más que debatir es mejor exponer y testimoniar.


Alguna actividad colaboradora


Trabajo para un programa pedagógico de drogadicción para un libro que va a publicar el Ayuntamiento. Dialogamos para ello un grupo de profesores y un policía municipal con el título de abogado. No sé cómo resultará el trabajo. El Ayuntamiento lo publicará para luchar contra la droga en la juventud. Algún bien conseguiremos.

Me duele mucho que Jesús esté en el Sagrario para ayudarnos, lleno de gracia y de amor para nosotros y se mantengan la mayor parte de los templos cerrados. “¿Por qué cerráis las iglesias? Jesús está en el Sagrario para que le visitemos. ¡Abrid nuestros templos al amor Eucarístico!” Me gusta alguna campaña que existe para animar y colaboro.


En distintas ocasiones a lo largo de los años he acudido a varias parroquias, pero no han aceptado mi colaboración, ni siquiera como catequista. Fue excepción Pedro Ortiz de Zúñiga que me buscó para integrarme en un grupo de profesores cristianos; y poco después de casado, unas charlas en para novios. Constato que es imposible trabajar ni como seglar cualificado para uno que ha dejado la clerecía. Pero lo hago en otros campos. Mi sacerdocio no me lo pueden arrebatar.

Me eligen para la junta de la calefacción “Los Ángeles”, de toda la manzana. Tengo que ejercer como presidente. No son muchos los problemas, pero exige un tiempo. Es cargo sin ninguna remuneración, pero es un servicio a una comunidad de alrededor de 250 vecinos. El monto que se mueve al año es de unos diez millones.



Una labor sacerdotal a veces ignorada

Una función mía sacerdotal es interceder al Padre por aquellos que están alejados y buscar la oveja perdida. "Da luz a mis ojos para que no duerman en la muerte". Vela, Señor, con amor continuo sobre tu Iglesia. Elevo con frecuencia mi corazón a Dios para alabarle por su gloria, por su poder, por la creación. Ser de alguna manera mediador entre Dios y los hombres. Como un fraile cartujo, desde mi retiro alabo al Señor, le doy gracias y ofrezco mis obras diarias con intención de ayudar a los misioneros y trabajadores de la viña divina.


Muchas cartas


Leo mucho; los libros de espiritualidad son el pasto de mi alma. Tomo apuntes y los medito. Me proporcionan ideas para la oración y para relacionarme en el terreno espiritual de escribir cartas. A lo largo de mi vida he mantenido correspondencia con muchísimas personas y fomento la verdadera amistad.


En la década de los ochenta aprendo informática. Y voy abandonando la máquina de escribir. La mejor manera de conservar todos mis trabajos es meterlos en un disquete. Tal vez me sirvan más adelante para algún libro. Por otra parte la correspondencia epistolar me estimula. Creo que les hago bien y también ellos a mí. Por este medio acompaño a otros en el camino hacia Dios y gozo de esta compañía. ¡Gran don de Dios!


Sigo con la propaganda del padre Nieto. Es un hombre digno de admiración, ejemplo de amor. Una de las gracias actuales más fuertes de los últimos años es haber leído su biografía, la gruesa del padre Hernández. Me han enviado propaganda para distribuir y son muchas las direcciones que he remitido a la causa de canonización.


A los obispos

En las cartas a los obispos les digo estas ideas: Por ventura el alto clero no tiene gran poder político o humano hoy día, pero se agarran al poder espiritual; lo interpretan en su favor, incluso como dominio de las conciencias de fieles y sacerdotes. No pretendo generalizar, se trata de un peligro en todos y realidad en bastantes. Lo considero aún más indigno que el dominar por la fuerza física a las personas. Tienen que tener cuidado. Les digo esto, pero con palabras suaves.

Estoy pensando en otra idea para este año: Un obispo si es de verdad maduro, debería prescindir del consejo de personas arribistas y serviles. Creo que alguien debe expresar estas ideas a nuestros prelados. Y los curas en ejercicio es normal que no se atrevan. El jefe ha de consultar sobre todo a la oposición, que siempre la hay dentro de su presbiterio y de los seglares cualificados. Eso no quiere decir que se va a dejar llevar necesariamente de las opiniones de ellos, pero conviene saberlas, escucharlas, tenerlas muy en cuenta y respetarlas, aunque no las ponga siempre en práctica.


Durante treinta años he escrito a todos los obispos de España. Al comienzo para reivindicar solución al problema eclesial de los sacerdotes secularizados. Después para animarles en su tarea pastoral y hacerles ver el peligro que tienen de dominar y creerse superiores a sus hermanos sacerdotes. Me ha costado esta misión, pero sentía como una voz interior que me impulsaba. Son más de mil las respuestas. Las he conservado muchos años, pero al llegar mi ancianidad ya las he eliminado todas.


Campaña por la santidad de los sacerdotes y almas consagradas


Lo voy pensando en la oración, junto al Señor: es necesario una campaña en pro de la santidad sacerdotal, de monjas y personas consagradas. He de procurarla con mi oración y he de pensar el modo de extender por España este ideal. Pedirlo a los obispos y trabajar por mi cuenta, siempre con la ayuda del Señor. Mis cartas a los prelados ya han dejado de ser reivindicativas sobre los sacerdotes secularizados. Ahora les escribo para animarles a una gran campaña para la santidad sacerdotal y de las personas consagradas. El Señor escuchará nuestra oración.


Estoy con gran ilusión preparando esta campaña. Es preciso que todas las personas de vida contemplativa nos unamos en oración, pidiendo con insistencia la santificación de los sacerdotes. Poner todo el esfuerzo de la oración y la penitencia para mover el corazón de Dios. Estoy en contacto con Mons. Uriarte (Presidente de la Comisión del Clero) y con los otros obispos vocales de esa misma Comisión, insistiéndoles, por amor de Dios en organizar una constante campaña en favor de la santidad de los sacerdotes.

Don Félix Beltrán, mi amigo sacerdote, va a ser colaborador en la campaña de santidad sacerdotal. Ha publicado un libro maravilloso: “El sacerdote de hoy y de siempre”. Está escrito con el corazón, con el alma, con fe y celo inmensos. Lo he leído y lo seguiré leyendo. Me anima a perseverar en mi sacerdocio. Que el Señor me conceda vivirlo hasta la muerte. Nos va a servir para esta campaña. También se ha unido a esta iniciativa don Miguel Sola. Yo me encargo de preparar toda labor de informática.


Y escribimos cartas a monjas en una campaña para la santidad sacerdotal. Estoy convencido de que el mayor problema eclesial es la falta de santidad en sacerdotes y obispos. Durante nueve años hemos mantenido esta misión: cientos de cartas a conventos de clausura, obispos y sacerdotes.


Nuestro episcopado es mejor


Desapareció el halo de misterio que acompañaba a los obispos, aunque todavía conserven para las funciones litúrgicas mitra y báculo, signos de poder que no utilizó Jesucristo. Hoy conocemos todo: las virtudes, los defectos; la laboriosidad o negligencia de los monseñores. Y la gente culta es muy crítica con el episcopado. Deseamos obispos servidores, llenos de amor y que luchen en primera fila con las armas del amor contra el ateísmo, el egoísmo y las costumbres corrompidas. Yo respeto y aprecio mucho a los obispos y los veo muy atentos a todos cuantos nos dirigimos a ellos.

De verdad durante siglos ha habido de todo: obispos muy santos y prelados que han dejado mucho que desear. Estos santos prelados son aire puro, vida de la Iglesia, espejo adonde han de mirar los pastores de nuestro siglo. ¡Pero el lastre…! Comenzó sobre todo después de que Constantino pusiera en el candelero de la sociedad a nuestra querida Iglesia. Cuando el miedo al martirio se trocó en el gozo del poder, en palacios y riquezas. Después, el cargo de obispo era apetecido por las familias nobles y poderosas.

Mis últimos traslados

Por necesidad me han trasladado a otro centro alejado de mi casa. Al principio me resultó muy duro el cambio; ya soy mayor. Pero cada vez estoy más contento. Aunque no doy propiamente catequesis, estoy preparando en ratos libres a tres niños para la confesión. Hace mucho tiempo que no la practican.

Cuatro discípulos me han dedicado una redacción encantadora, llena de cariño. Esto me anima. No es común ver niños con esta sensibilidad. Yo siempre he querido mucho a mis alumnos, pero nunca o rarísima vez he encontrado alguna muestra de esta categoría.


Me han contado de un profesor de aquí, a quien sus alumnos le apodaban “Conejo”, se reían de él, nunca le hacían caso. Los compañeros y la dirección lo sabían y no ponían remedio. Terminó muy mal, se suicidó. Lo más grave es que una maestra me decía: “Estaba loco, siempre triste”. ¡El pobre era despreciado por sus alumnos; y los compañeros, indiferencia! ¡Mobbing! Ninguna profesión, asociación o fundación se ve libre de esta plaga.


La lectura espiritual, el gran medio


Agradezco el don de Dios que supone disfrutar con la lectura espiritual. Siempre he sido aficionado a leer, y siempre me han gustado los libros de Dios, y en la madurez de mi vida leo, medito y pactico la oración apoyado en estos libros. Subrayo partes del texto y tomo muchas notas.

He ido formando una biblioteca de espiritualidad con más de trescientos volúmenes. Aplico a mí lo que me decían: “Non multa, sed multum legere oportet”, y leo, sí, mucho, pero no ando como las mariposas flor en flor. Aunque a lo largo de los años van siendo numerosos los libros en que se ha apacentado mi alma y calmado mi hambre de Dios.

Ante todo los clásicos de espiritualidad


- Termino el libro “Camino de perfección” de Santa Teresa de Jesús; es un clásico provechoso para mi alma. Meses más tarde, repito “Las Moradas de Santa Teresa”. Me apasiona este libro, desde que nos dio en el Seminario Morales Oliver una conferencia sobre el mismo. Estoy escribiendo un esquema de él. Quisiera dominarlo bien y poder algún día dar una charla sobre el tema. Aunque sé que se trate de algo convencional, aprecio mucho la experiencia de una mujer que tanto sabía de oración y de vida interior. A veces pienso: “Soy el eterno principiante en todas estas lides a pesar de llevar toda una vida dedicando mi vida a la espiritualidad”.


- Las obras completas de San Juan de la Cruz las leo y vuelvo a ellas con frecuencia. Son deliciosas y tanto como la poesía me gustan los comentarios. Verdadera delicia para el alma “con ansias en amores inflamada”.

- Ahora leo con gozo y provecho “Adorno de las bodas espirituales”, del gran místico Ruysbroeck. No es de fácil lectura pero sí muy enjundioso. Aunque mi alma no esté en esas alturas espirituales me viene bien. Es artificioso en sus divisiones y dificultan la intelección total. Merece la pena que con el tiempo repasar este autor. A ver.


- La Imitación de Cristo, el Kempis lo tengo en la cabecera de mi cama; ahora lo leo en francés.

- He terminado de leer la Biblia entera. En tiempos de seminarista casi la acabé, pero he comenzado hace unos meses desde el Génesis y ya he acabado el Apocalipsis. Es muy sustanciosa, pero algunas partes del Antiguo Testamento me resultan pesadas. El Nuevo Testamento lo he leído decenas de veces. Del Antiguo prefiero los Salmos, los Profetas y los libros sapienciales.

- De San Alfonso María de Ligorio “Práctica del amor a Jesucristo”. He de amar a Dios como Él quiere ser amado. Dios quiere encontrar un alma despojada de todo, para poder unirla consigo y colmarla de su divino amor. He de evitar cuanto le desagrade y ejecutar cuanto le agrade. Aceptar cuanto venga de su mano. ¡Oh la voluntad de beneplácito! ¡Y su voluntad manifestada! Y siempre en proyección a los hermanos, a cuantos me rodean. Fomentando el amor y la concordia.


- “Introducción a la vida devota” de San Francisco de Sales es un libro que llevo ahora en mi lectura y me llena y empuja al amor a Dios y al prójimo. Lo leí en el Seminario, y D.m. no será la última vez. Ayuda a vivir en comunión continua con Él. El otro libro de San Francisco de Sales es “Tratado del amor de Dios”. Lo he gustado y regustado; me encanta. Y decido volver sobre él. Me acerca a Dios, me ayuda a vivir en su amor. Me enseña el trato amoroso con Él.


- Fray Diego de Estella ha sido para mí un personaje atractivo, simplemente porque nació en mi querida pequeña ciudad. Pero hoy aún lo es más. Acabo de terminar la lectura de uno de sus libros: “Meditaciones del Amor de Dios”. Precioso ejemplar. Ayuda a enfrascarse en este amor divino. Él nos llama y nos busca. Lo he leído despacio y lo he meditado. A ver si vuelvo a retomarlo.


- He terminado el libro “Cartillas para la oración” de fray Juan Falconi. Un clásico de la espiritualidad del siglo XVI, nació el autor cerca de las Alpujarras, sacerdote mercedario, gran confesor y conocedor del alma humana. Es enjundioso y anima. Todo se resume en orar, meditar en Cristo, perseverar aunque creas que no avanzas nada. No desanimarnos por el hecho de olvidarnos de Cristo a ratos; volver a Él con amor cuando nos damos cuenta. Poco a poco se puede llegar a la oración constante y continua. ¡Buen libro!

- “El Peregrino ruso” es un libro de espiritualidad con mucha fama en los tiempos actuales. Muy sencillo y fácil de leer. Se me ha grabado la frase que al peregrino le ayudó tanto a vivir en contacto con Dios, a cambiar de vida: “Jesús ten misericordia de mí”. La repito y quiero sea una de mis jaculatorias favoritas. A ver si la voy asimilando.


- Cuando estudiaba en literatura “La guía de pecadores” del padre Luis de Granada me parecía que nunca la leería. La estoy terminando y me gusta muchísimo. Aprovecha a mi alma y tiene gran hondura espiritual. He pasado con esta obra ratos muy agradables y aprovechables para mi vida interior. La llevaba conmigo incluso cuando salía en bici y en cualquier sombra me paraba para disfrutar de esta lectura. No es menester mucha riqueza – dice Granada – para alcanzar la felicidad. Y es verdad. Yo me he sentido muy feliz estos dos o tres meses con esta lectura… y me ha ayudado a amar más a Dios y a mis semejantes. Y todavía me queda para disfrutar.

- “Las confesiones de San Agustín”. En la parte espiritual son preciosas; rollo grande la parte filosófica. Lo suelo repetir con relativa frecuencia.

- De nuevo, el viejo tomo de “Ejercicio de Perfección y virtudes cristianas”, del padre Alonso Rodríguez. Hacía menos de un año que no lo tomaba de nuevo y estoy terminando de leer ahora los Tratados sobre la Caridad fraterna, la oración, la presencia de Dios el examen y el silencio. Poco a poco voy repasando este tomo voluminoso que me encanta. Hay algunas consideraciones y comparaciones que no suenan bien en nuestros tiempos, pero se saltan y se acabó. A lo largo de un año sigo con los Tratados sobre la afición a los parientes, las tentaciones y la humildad. Este último me ha gustado tanto que lo he resumido y muy completo, actualizándolo: lo ofreceré en internet.


- De joven me hubiera parecido imposible leer “Diferencia entre lo temporal y eterno”. De Juan E. Nieremberg. Durante estos últimos meses me ha servido de lectura espiritual. Me doy cuenta de que a la mentalidad de hoy le puede herir su sensibilidad, sobre todo cuando habla el infierno. Por otra parte hemos de reconocer que no sabemos cómo son las penas del infierno; el fuego de allí no es lo mismo que este fuego. Ignoramos. Solo sabemos de él lo revelado por Jesús y en otros lugares de la Escritura. Muy bueno el libro V y también muchos párrafos. Merece la pena.


- Otra vez en mayo tomo como libro de lectura en los días que faltan, “Las Glorias de María” de San Alfonso María de Ligorio. Con flores a María que madre nuestra es. En los meses de mayo de los últimos años me ha servido también. Omito los ejemplitos porque me parecen algo trasnochado.


- He terminado hoy mismo “La Nube del no saber” es un clásico anónimo del siglo XIV. Parece inspirado en las tradiciones espirituales orientales. Me ayuda en mis deseos de meditación y contemplación, en mi gran ilusión por la vida de entrega al Señor, por la oración. Es un libro – guía para cuantos deseamos servir al Señor.

- “Libro de la vida” de Ángela de Foligno. La primera parte no me ha resultado demasiado provechosa, en cambio la segunda es francamente buena, aunque demasiado abstracta y un tanto seca. Lo he subrayado y merece repetir y meditar lo que está señalado.


- Durante varios años he estado buscando “Vida y visiones de la Venerable Ana Catalina Emmerich”; su autor, C: E. Schmoeger. Lo conseguí y llevo leyéndolo varios meses, pero no me llena como lectura espiritual. Sí tiene mucho bueno. La primera parte merece la pena. Estoy ya bien enfrascado en la segunda sobre las visiones que sufrió o de las que gozó, y no me gusta nada, casi insoportable. Incluso me pregunto si serán verdaderas, por lo menos bastantes de ellas. La primera parte, sí, merece repasarla.


La hagiografía también me encanta


Me parece difícil imitar a los santos, pero me emociona su fervor, su espíritu de caridad. Siento un estímulo grande para perseverar y seguirlos un poco en ese amor que revelan a Cristo y a nuestros semejantes.


- El cura de Ars es uno de los santos a quienes más admiro. Recuerdo los tiempos en que pensaba yo que podría ser como él: vivir del amor a Jesús, todo el día haciendo algo por las almas y tener para comer como él: un puchero de patatas. Pero no es tan fácil imitarle. Hoy he terminado de leer “San Juan María Vianney, cura de Ars”, de Jesús Iribarren. No tiene ni color con el de Trochu, - lo he leído en mi vida cuatro o cinco veces y lo tengo grabado - pero siempre viene bien recordar datos de este gran hombre de Dios.


- Terminé hace pocos días “Madre Sacramento”, por una religiosa adoratriz. Es santa Micaela del Santísimo Sacramento una de mis santas favoritas, la que más. Gracias a un librito sobre su espíritu, llegó mi conversión a los 15 años. Vivió entregada a Jesús Eucaristía y a la juventud femenina; las rescataba del mal vivir. Y trabajó mucho por formarse un carácter dulce. Murió mártir de la caridad. Es una santa que me llega al alma.

- “Carlos de Foucauld” de Jean Francois Six, este hombre santo, converso en su juventud, que vivió la soledad y el amor en África y esperamos pronto llegue a los altares. Llena el alma. Me estimula el fervor. Danos, Señor, hombres de esta talla espiritual. Me llama la atención cómo practicaba durante muchos años su oración por escrito. Yo también suelo hacerla a temporadas de esta manera.


- Hace unos meses compré el Estíbaliz el libro “Aita Patxi Testimonio”. Había oído hablar de este fraile, pero no lo conocí. Vivió muchos años en Angosto y parece que lo van a hacer santo. Fue un testimonio continuo. Y leo con gusto su biografía. Visitaba a muchos enfermos en sus casas y los consolaba; llevaba la Eucaristía consigo para darles a los enfermos la comunión y viajaba haciendo autoestop. Vivía muy unido a Dios, en profundo recogimiento y a la vez era muy activo. Una persona así anima mucho. Muy servicial, deseando siempre ayudar y ayudando.

- Al terminar de leer la biografía de San Francisco Javier, sí le admiro y mucho. Me llama la atención cómo era su espíritu, su fervor. Ni notaba el frío de la nieve en los pies, cuando marchaba a evangelizar; su corazón ardía.


- El libro de espiritualidad “Pablo, un seducido por Cristo”, de Federico Pastor Ramos, me ha servido de lectura y oración en estos últimos meses. Siempre me atrae la figura de Pablo de Tarso. Se llega a comprender que diga: es mucho mejor morirse y estar con Cristo; y quiere vivir para ser útil a quienes le siguen. De verdad era un seducido por Cristo. De verdad arrastra su ejemplo.

- Después de mucho desearlo he conseguido la biografía de Don Manuel González, “El Obispo del Sagrario abandonado” de José Campos Giles. Me encanta y me impresiona y acabo de leer el testimonio de una monja que le escuchó, mientras aguardaba en el locutorio sin saber que alguien le podía oír una frase pidiéndole al Señor que le llevara cuando quisiera; que esta vida era muy cruda y alejada del amor. Al parecer le hicieron sufrir mucho. Me emociona cómo transformó los pueblos, cómo caló su celo en toda España, en Hispanoamérica, en otros países. Yo he conocido en los años cuarenta al setenta su influjo en las parroquias y en mi alma y en el aumento de mi amor a la Eucaristía.

- El libro sobre la espiritualidad de Genoveva Torres, “Servir por amor”, escrito por Francisco Javier Sesé, me hace bien. Una persona con una grave minusvalía física, por tener amputada una pierna, creó una gran obra de amor para personas con problemas. Pronto estará esta monja en los altares. Animan las personas con tanto amor a Dios y a sus semejantes.


- Conocí a Mons. Ángel Riesco, obispo auxiliar del administrador apostólico de Tudela. Fue un caso extraño. Ahora se ha iniciado la causa de su beatificación. He escrito algo sobre él y he aprovechado la ocasión de leer su biografía, “Don Ángel, sencilla historia de un obispo sencillo”, por Máximo Pérez. Edifica su humildad y sencillez. Comía en Tudela con los pobres con frecuencia. Llama la atención su fundación, para mujeres con dificultades de salud.

- Sigo leyendo en este año cada jornada en el libro Año Cristiano de La BAC, el santo del día. Hoy San Roque, del siglo XIII. A los 20 años heredó mucho de sus padres, pero lo vendió todo y lo dio a los pobres. Peregrinó a Roma y hablaba de continuo de la misericordia de Dios. Los papas en aquel tiempo estaban en Aviñón. Se entregó a curar a los apestados y tuvo fama por sus milagros. Y llegó a coger la peste. Fue excluido del hospital y se internó en el bosque. Un perro lamía sus llagas, como premiándole cuanto había hecho él por los enfermos. Y volvió a su tierra, Montpellier, cuando el país ardía en guerras, y lo meten en la cárcel creyendo era un espía. Gurda silencio. Murió en la cárcel.


- Además del libro de lectura espiritual que llevo entre manos y todos los días leo algunos pensamientos del “Ideario ascético de las cartas del Padre Nieto”. Algunas frases de este ideario copio y medito con gozo, como esta: “La intimidad con Cristo es imprescindible para todo sacerdote que desee hacer bien a las almas y continuar la obra de redención.”


- Don Germán Aldama, el cura de Apellániz, a quien conocí, era un santo. Han introducido su causa y no me extraña. Era un hombre que cautivaba el corazón de cuantos trataban con él. Oírle hablar conmovía. Llegaba a la gente. Algo tenía. Predicaba y movía hacia una fe sin trampas. ¡Cuánto trabajó por poner remedio a los males del mundo de aquel entonces! Para él no había malos ratos: todo lo cubría con una sonrisa. Siento no haberlo tratado más, no haber intuido en mi juventud que aquel hombre era un santo. Ahora me conmueve su vida.

- La biografía de Jacinto Verdaguer. Me encanta su poesía mística. Me ayuda a orar. Es uno de los mejores poetas religiosos que conozco. Y me llama la atención cómo su obispo llegó a suspenderlo a divinis. La biografía de V. Serra y Boldú algo me revela, pero muy poco. Dice Verdaguer: “Sí, gracias a Dios me han devuelto el cáliz de oro que tanto deseaba, y vuelvo a beber en la fuente sagrada que baja del Cielo a nuestros Altares. Empero algunas espinas quedan clavadas… Todavía tengo mis obras embargadas y algunas deudas que no me dejan un momento de reposo, loado sea Dios”. (Días de Pascua 1898). Pero no descubro el porqué de la suspensión a divinis.


- Las “Obras completas de San Juan Bosco” de la BAC. Son textos muy buenos, y se refleja en ellos el espíritu del santo que nos ha llamado la atención desde nuestra juventud. Me dan fervor, ilusión y ganas de imitarle. Oh lo santos…


Libros de espiritualidad más de tipo científico


Hace años esta clase de libros científicos de espiritualidad o de ascética y mística, me parecían duros y los leía casi a la fuerza. Hoy me interesan tanto o más que los enjundiosos y me llegan al alma.


- El libro “Método de oración contemplativa” de James Borst me ayuda mucho en los caminos de la oración. Me doy cuenta de que ya he dado al menos ese primer paso para recibir su gracia; y me doy cuenta también de que Él se ha dado a mí; se me da de continuo. Es uno de los libros que merecen ser leídos reiteradamente.


- Me está haciendo mucho bien en el alma el libro de la BAC, “Teología y espiritualidad del año litúrgico”. Lo voy leyendo, sobre todo en los tiempos fuertes. Pero también descubro cosas interesantes durante el año. Pienso echar mano de él con frecuencia.


- Mucho provecho para mi alma el que fue libro de texto de Ascética y Mística en cuarto de Teología, “Teología de la Perfección Cristiana”, de Antonio Royo Marín, dominico. Tuve la suerte de conocer a este padre en una conferencia que pronunció en el Seminario. Y pienso que merece la pena leerlo de vez en cuando. Anima y alienta para seguir trabajando en la vida interior. Mi alma queda esponjada, alentada para seguir en esta hermosa tarea de ser cada día mejor. No conformarme con algo superficial: cada vez más a fondo vivir unido a Jesús para ser provechoso en el Cuerpo Místico de Cristo.


- “Sobre la vida de fe”, de Guardini. No me gusta demasiado, pero siempre producen estos libros algún beneficio si se leen con atención. Viviendo la fe con intensidad, aumenta nuestra experiencia de fe. Desde este hábito podemos hablar con ilusión y calará nuestra palabra. La fe guía nuestra existencia, nuestros problemas, y no a la inversa.


- Otra temporada, a formarme mejor en mi vida interior con el “Nuevo Diccionario de espiritualidad” de Ediciones Paulinas. Con él se profundiza mucho y en todos los aspectos de nuestra relación con Dios. Es muy interesante el artículo de “Mediaciones”. La obra se me antoja demasiado seca y científica, pero asimilo unas ideas buenísimas como la leída hace poco: “Jesús ha venido a anunciar a un Dios cercano, familiar y que es invocado por el hombre con una confianza ilimitada”. Gozo con este pensamiento del artículo “Jesucristo”. ¡Y cuántos más! Permanezco varios años con esta ocupación lectora, simultaneándola con otros libros más suaves.


- Un libro de Teología y espiritualidad “Adoremos al Señor Sacramentado” de Timoteo de Urkiri. Estudia todos los aspectos de la Eucaristía, pero más más práctico, pastoral y para el vivir diario; no se contenta con lo meramente especulativo. Me interesa. Hace hincapié en la presencia real, sin olvidar el aspecto sacrificial y sacramental. Se fija en la adoración. Y sobre todo en la exigencia que la Eucaristía conlleva para la vida de cada día. Así lo he visto.


- Leo con verdadero placer y provecho también el libro de Arintero, “Cuestiones místicas”. Dedico todos los días bastante tiempo a la lectura espiritual. No me llenan las novelas; alguna leo para formar mi estilo en la escritura. Me re creo en el pensamiento de ser hijo de Dios. Con una adopción filial que alcanza hasta el fondo de mi naturaleza, para transformarla; la llevo dentro de mí como un germen divino. Este autor es para mí el mejor en lengua castellana sobre el tema, de todo el siglo XX.

Quiero con la gracia de Dios vivir siempre con un esfuerzo lleno de paz mi vida interior. Le pido no negarle nada y cumplir su voluntad. Seguir las orientaciones de este místico excelente y religioso ejemplar me ayudará. Disfruto con sus obras y las leo con deleite y con pasión. Y con mucho reposo. Tomo apuntes que me sirven para mi vida interior.

- Al terminar otro libro de Arintero, “La evolución mística”, me pongo en manos del Espíritu Santo para seguir sus mociones en mi alma en relación a mi santificación. No se puede prescindir de este autor. Además han introducido la causa de su beatificación. Me ha extrañado que un director espiritual del seminario ni siquiera lo hubiera oído nombrar.



- Siempre un libro de lo que llamábamos antes Ascética y Mística, es bueno para la lectura espiritual. He leído con mucho provecho para mi alma “Síntesis de espiritualidad católica” de José Rivera y José María Iraburu. El primero tiene fama de santo. De él me ha hablado mucho mi amigo Epifanio Echeverría; con él ha practicado los Ejercicios Espirituales, y se le nota a Epi: es mi amigo un sacerdote de un gran fervor, de una intensa vida espiritual y además generosa para dar a los pobres.


- Siempre vivo envuelto en la Mística cristiana en el “Nuevo Diccionario de espiritualidad”. Lo verdaderamente irrenunciable para mí es la cristiana conociendo a Dios y amándole de verdad. Ahí está todo: el amor al prójimo, la oración, el servicio, su voluntad… Creo que existen más personas místicas de las que a primera vista nos parece.


- El libro Ascética y Mística de Tanquerey lo he saboreado con gusto y provecho. Fue texto en el seminario para los alumnos de cursos superiores al mío. He disfrutado mucho con su lectura muy pausada que me ha durado varios meses. Ojalá pudiera asimilar de una manera práctica todo para perfeccionarme y ayudar a otros.

- Leo y medito el Catecismo de la Iglesia Católica. Un detalle que me gusta del catecismo es que mantiene en la edición castellana la palabra Verbo para referirse a la segunda persona de la Santísima Trinidad. Es más, afirma en el número 102: "A través de todas las palabras de la Sagrada Escritura Dios dice una sola palabra, su Verbo único, en quien él se dice en plenitud." Ojalá sirva entre otras cosas el catecismo para apreciar más y más nuestra fe; más y más la Sagrada Escritura. Que no quede la Palabra de Dios en letra muerta, sino en algo vital.


La Eucaristía y la Santísima Trinidad


- Estos días ha sido un tónico para mi alma un libro pequeño de André Fermet, “La Eucaristía, teoría y praxis de la memoria de Jesús”. Me impulsa para salir de la comunión con la urgencia de la misión, de evangelizar. La Eucaristía ha de hacer saltar las barreras del egoísmo. He de seguir repasando este sustancioso librito.


- Mi libro de lectura espiritual de esta temporada ha sido “El pan vivo” de Tomas Merton, famoso escritor de espiritualidad. Saco buenas enseñanzas y deseos. Quiero que la caridad tome posesión en mi corazón, que me ayude a la unión con Dios y con todos los que trato. Que Jesús en la Eucaristía me ayude a superar todos los resentimientos


- Me encuentro con las Obras completas del beato Pedro Julián Eymard, uno de los santos, pioneros en fomentar en Francia el amor a la Eucaristía. Me encanta, me hace mucho bien y seguiré en otros momentos con esta gran obra

- Medito mi poemario Eucarístico, de treinta y tres pequeños poemas; los compuse a ratos perdidos en la década de los noventa; los vivía verso por verso. Hoy oro con ellos con gran emoción. Lo pienso sacar en Internet en un futuro próximo. Y todos los libros de don Manuel González me sirven de apoyo. Lo mismo que la biografía del padre Nieto y de Santa Micaela del Santísimo Sacramento.


- “Comulgatorio” de Baltasar Gracián, me ayuda con frecuencia a preparar mi comunión, desde mis años de Seminario. Es un verdadero clásico de la espiritualidad.


- He terminado de leer una vez más el libro de espiritualidad “La Trinidad en mi vida” de Philippon. Dios nos ha amado hasta querer comunicarnos su propia naturaleza, su luz, su amor y felicidad infinita, mi vida en la Tierra tiene que ir orientada a la vivencia de este misterio, y de ahí sacar fuerza para entregarme a mis semejantes.


- Me encantan los escritos de Sor Isabel de la Trinidad. Llevo una larga temporada con un librito de bolsillo de esta gran religiosa, titulado “Recuerdos”. Tengo intención de comprar sus obras completas. Vivir en la intimidad con Dios para formar una sola cosa con Él. Vivir en nuestra celda interior en profundo silencio en su presencia… ideas estas que repito en mi interior y deseo hacerlas realidad.


- Durante estos días leo y medito un libro “Decenario al Espíritu Santo” de Francisca Javiera del Valle. En mi deseo de afianzarme en la acción de la Santísima Trinidad en mi alma. Amor sustancial, entrar en la familia trinitaria con amor y fervor. El Espíritu Santo es el gran desconocido para muchas almas.

Alcanzar finura espiritual


Me gustaría alcanzar una gran finura espiritual, como he visto en algunas personas santas a las que he tratado: Félix Beltrán, Miguel Sola, Josemaría Imízcoz, el padre Latasa y… el gran padre Nieto. Unos cuantos libros leo con especial fruición y me pueden ayudar.


Tengo varios libros escritos por “Un Carmelita descalzo”. Estoy leyendo el primero de ellos y me encanta. Se titula “La oración mental según santa Teresa”. Hay algunos autores que se nota viven lo que escriben. Este es uno de ellos. Yo también he de procurar vivir mi oración en cada momento.


-Termino de leer y meditar hoy el libro de Alfonso Torres, “Lecciones sacras”. Me ha encantado y enfervorizado día a día. Sus ideas han ido bullendo, en el devenir de las horas, en lo más profundo de mi alma. Mi esfuerzo suave cada día está en conseguir el amor de Dios. Vivo con gran paz en mi alma. Pido gozarme en los bienes que posee el mismo Dios; no mirar más que el bien de mi Amado.


- Me anima a enfrascarme más y más en la oración el libro “Meditación profunda” de Klemens Tilman. Está muy bien escrito y me ayuda mucho. Gracias a los libros puedo seguir avanzando. Ya decía el padre Arbeloa que la lectura espiritual es tan necesaria como la misma oración, pues la alimenta y alienta. Las frases de este libro me animan a permanecer siempre en el camino, durante toda la vida, sin renunciar a ello jamás; y si me distraigo, volver a seguir o empezar.

- Mi lectura espiritual estos meses está guiada por el libro “Dios en el hombre” de Argimiro Turrado. Penetra con hondura en mi corazón; me hace disfrutar y creo me está ayudando mucho en mi relación con Dios y con la gente. Me anima a seguir con la reforma de la imagen y semejanza de Dios que hay en mi alma y contemplar en mi corazón y en la Eucaristía a Dios – Amor.


- “El espíritu de renuncia” de María Dolores Raich es un libro que leía no hace mucho y lo recuerdo de vez en cuando. Es muy breve, pero enjundioso. Llevo el examen particular sobre la mortificación y me ayuda la lectura de este librito y de todos los de espiritualidad. Intentar morir poco a poco para vivir cada vez más unido con Dios.


- “La oración, fuente de poder” un libro de espiritualidad de E. M. Bounds. Solo tiene 94 páginas, casi un folleto, pero lleno de piedad, y merece la pena repetir su lectura. Me da lo impresión de que está escrito por un ferviente protestante. Es muy bueno sobre todo para quienes predican la palabra de Dios. La oración es algo indispensable, ya estaba convencido y este libro lo reafirma en mi alma. A través de la oración llegamos a la verdadera devoción.


- Este mes profundizo en “Verdad y belleza”, sobre la gracia y la verdad que viene de Jesucristo. Es un libro para leerlo y resulta pesado. De vez en cuando, mientras se lee, conviene levantar el alma hacia el Señor, creador de toda verdad y belleza. Ayuda a elevarse. Conviene tomar en las manos este escrito con el alma en paz y sin prisas.


- Mi libro de lectura espiritual de estos dos meses es “El hombre busca a Dios”, de Hubert Van Zeller, cala en mi alma, lo estoy ya terminando. Es un poco deslavazado, no veo mucho orden, pero lo aprovecho: es profundo y llega al alma. Lo que más necesita mi alma es vivir en contacto y amor con Dios.


- Admiro la vocación contemplativa, aunque yo hubiera sido incapaz de llevarla, aun cuando hubiera tenido el don de la virginidad. Es muy dura. En estos últimos meses he estado enfrascado en la lectura del libro “En le intimidad con Dios”, de Benito Baur, O.S.B. Es como un curso de espiritualidad sintético. Nos muestra los senderos para contemplar las verdades más sublimes de nuestra fe. Y se ve que escribe desde su experiencia. Esto es lo mejor; influye más en el alma.


- Columba Marmión es un clásico de la espiritualidad; me encanta este autor y acabo de leer “Jesucristo en sus misterios”: hace arder de amor a Jesucristo el corazón. Es nuestro ejemplo, he de imitarle, y para ello conocerle más y más. He de repasar este libro, merece la pena.

Llevo un par de meses entusiasmado con “El amigo divino” de R. P. Schrÿvers. Gozo con su lectura; llena mi alma de amor divino; lo releo, medito hago oración con él. Repito esta obra de vez en cuando; es de gran finura espiritual. Me encanta, anima y conmueve y me pasaría con él horas y horas. “El alma entregada a Jesús ya no hace en la tierra sino una cosa: amar. Y todo cuanto toca lo transforma en caridad”.

- “La oración, intercambio de amor” de Charmot, libro de espiritualidad que estoy leyendo con mucha atención, llena mi alma. Me ayuda a vivir en la presencia de Dios, a fomentar el amor a Dios y a mis semejantes. Se me hace más fácil querer a los niños a quienes educo; mirar con más amor a la gente con quien trato.

- “Solo Dios basta” de Maximiliano Herraiz, está influyendo durante esta segunda mitad del año en mi vida de una manera notable y creo que va a dejar poso. Soy en cada instante lo que de Dios recibo. Nada tengo que no haya recibido. Y todo lo he recibido de Dios. En Él creo y espero. Confío del todo. Esto me ha calado a fondo. He subrayado mucho este libro y he de volver a él. A mi amigo Paco Macaya le ha hecho mucho bien.

- El franciscano Ignacio Larrañaga también de gran finura y da en el clavo, yo ahora disfruto con él: “Sube conmigo”. Me está enseñando a amar mejor, a eliminar antipatías, agresividad verbal, superar ansiedades, perdonar… todo esto me hace falta y con la ayuda de Dios puedo ir consiguiéndolo. Lo mismo que la otra vez hace igual diez años.


- Estoy terminando el libro de espiritualidad “Muéstrame tu rostro”, de Ignacio Larrañaga. He escuchado también de este autor varias cintas grabadas. Me gusta mucho; más sus escritos que su palabra, porque su dicción no me agrada. Las ideas son de maravilla; te acercan a Dios, te ayudan a procurar una vida entregada más y más al Señor.


- Llevo un año volviendo con frecuencia al maravilloso libro de Columba Marmión, “Jesucristo, ideal del sacerdote”. Lo sigo leyendo y meditando y seguiré con él, porque me ayuda a vivir el sacerdocio, que Dios me dio y sigo todos los días centrado en este misterio. Voy a comenzar a grabarlo en varias cintas a modo de meditación para que me sirva durante años.


Abandonarme en la divina Providencia


Me aprovecha en el alma el libro “La Divina Providencia” de Saint Jure. Es breve pero muy bueno y D. m. lo leeré de vez cuando. Me afianzo en el amor a Dios, en la confianza en Dios. Mientras tanto sigo trabajando con ilusión en mis clases, en la difusión de la fe entre mis alumnos.


- “Padre, me pongo en tus manos”, este libro de Carlo Caretto, me llena el alma de amor y confianza en el Señor. Vivir siempre y del todo en las manos de la Providencia. Cada vez me convenzo más de que Él nos guía. El Espíritu Santo va llevando nuestras almas por el camino del bien.


- En el día del santo de Irene que celebramos con mucho amor he terminado un libro imprescindible: “El santo abandono” de dom Vital Lehodey. Es una obra profunda y con un sabor especial. Inspira confianza en la Providencia. Ayuda a serenarse y a formar criterios del todo espirituales. Es uno de los libros de espiritualidad más preciosos que he leído. Distingue muy bien la voluntad manifestada de Dios por su ley y la voluntad de beneplácito, que nos va llegando a través de las circunstancias de la vida. Lo recomendaré. Proporciona paz y confianza.


- “Oraciones del Creyente” lo asimilo con provecho. Su autor es Marcel Legaut. Los libros de espiritualidad son verdad alimento de mi vida interior. No podría vivir sin ellos. He de responder a la llamada de Dios, puesto que la conozco; estoy marcado por su señal, por el carácter del sacerdocio. Buscar esa sencillez y empatía con todos. Tú conoces los caminos, Señor, ayúdame a discernir.


Garrido y Martini

Javier Garrido es un sacerdote franciscano, buen teólogo, escritor y director de Ejercicios Espirituales. Estuvo durante varios años con otro compañero en la ermita e Arnotegui, en Obanos, viviendo de su trabajo, ayudando a quienes necesitaban y recibiendo a cambio el alimento para subsistir. Ha escrito varios libros de espiritualidad y compré algunos. Ahora estoy leyendo “Encuentro con Jesús de Nazaret”. Es preciso leerlo muy despacio, subrayarlo y repetirlo. Muy bueno. Si bien me gustaría fuera un poco más ágil y de lectura menos pretenciosa. Pienso seguir leyendo todas las obras de él.


- Los libros de Javier Garrido los conservo en Burlada. Cuando voy allí a mis retiros los leo. Miro esta temporada mucho “Los Salmos, contemplación y vida”. Me encanta asimilarlo; cada vez me dicen más los salmos y me sirven de oración sentida y sabrosa.

- Un libro corto del cardenal Martini, que me decepciona. Dejaba al finalizar su lectura una sensación de que quien lo escribía estaba lleno de dudas. Eso sí, era muy comprensivo con la incertidumbre de los demás, pero él no daba ninguna seguridad ni siquiera en los temas más trascendentes. "Nadie puede evangelizar transmitiendo dudas", decía un obispo; y tiene razón. ¡Y pensar que lo dice este hombre que es papable…! El último que leo es “En el drama de la incredulidad”, sobre Teresa del Niño Jesús. Aquí solamente escribe una parte.


- Cuando marcho de viaje suelo llevar en mi maleta libros que ocupan poco, pero de lectura espiritual enjundiosa. Los últimos que he leído son “El directorio ascético” de Scaramelli” “Espiritualidad del apóstol según San Pablo” e “Historia de la salvación”, estos dos de Julio Alonso Ampuero. A veces los leo en el tren, donde se disfruta de mayor comodidad y también en el hotel. La lectura espiritual no puede faltar, es alimento de la oración e incluso es oración, pues en cualquier momento elevas el corazón a Dios.


Ser cristiano crítico

Cada vez veo más incongruente la figura del cristiano meapilas, del que dice a todo amén. Incluso entre los primitivos seguidores de Jesús existía ya el espíritu crítico. Basta mirar la polémica entre Pablo y Pedro sobre los judaizantes. Conforme voy madurando en edad, más crítico soy.

Comento con los amigos curas algo que llevamos todos muy adentro. Ha habido errores crasos en la Iglesia. Y no me refiero a nada doctrinal, sino a la praxis, que ahí sí caben muchas meteduras de pata por parte de los que mandan y de los de a pie. Pero los errores de los cristianos seglares, no suelen afectar demasiado a la historia, aunque sí al apostolado testimonial. En cambio cuando la carencia de ortopraxis afecta a la jerarquía, el daño es mucho mayor. Juan Pablo II ha sido hasta ahora el Papa que más veces ha pedido perdón por yerros pretéritos. Y lo ha hecho muy bien.


Intento una crítica positiva. Lo cierto es que existen prelados, que se denominan a sí mismos "dialogantes" y no aguantan la crítica. Les crispa ver su nombre en tela de juicio; y para ellos el diálogo consiste en que los demás les escuchen. ¿Ignoran que los santos se gozaban en la crítica? Y siempre la acogían con humildad en consideración, por si debieran modificar en algo su conducta. Así llegaron a la perfección. Ojalá nuestros prelados y superiores eclesiales sepan aprovechar la crítica positiva como lo hicieron los santos de la Iglesia.


Ha habido muchas reformas en la Iglesia a lo largo de los siglos. En todas se ha hecho hincapié en la observancia del celibato, pero en lograr un trabajo serio, eficaz, constante dentro de los sacerdotes, poco se ha conseguido. Yo no sé cómo, pero creo que alguien debiera surgir que ideara una manera de evangelizar concreta, sin tanta gaita de reuniones, con mayor eficacia, muy distinto del funcionariado. Si la gente con sus negocios trabaja de lo lindo, ¿por qué no el clero? ¿Por qué no concretan de una vez cómo puede ser la nueva Evangelización? Dentro de la Nueva Evangelización pienso que habría que readmitir en un sacerdocio no clerical a cuantos un día contrajeron matrimonio, si ellos lo desean. Lo importante no es ser sacerdote célibe o casado: lo de veras necesario para el mundo es ser sacerdote santo.


Casos concretos de crítica

El Jueves Santo acudimos a los oficios al Seminario de Vitoria. Los preside el obispo Larrauri. En el momento de las peticiones, con participación de los asistentes que lo deseen, formulo yo esta: “Que el sacerdocio no sea solo patrimonio de hombres célibes. Cristo no lo fundó así. Roguemos al Señor”. Al final un seminarista me ha hecho comentario dándose por enterado. Pienso que habrá producido impacto. Mi madre también me ha acompañado y ha estado tranquila. En la Vigilia Pascual leo en voz alta, como el jueves esta intención: “Que cese la involución en la Iglesia y se respeten los Derechos Humanos. Roguemos al Señor”.

Me preocupa el viaje del Papa a España, porque se le recibe como a jefe de estado. Estoy redactando un artículo para enviarlo a la prensa y barajo en mi mente estas ideas que pienso publicar: El Pontífice acude a todos los países oficialmente como jefe de Estado. ¿Puede dar testimonio el representante de Jesús de Nazaret, cuyo Reino no es de este mundo, disfrazado de poder temporal? La grandiosidad y el boato acompañan casi todos los actos externos en alarde triunfalista. Sería extraordinario que el Papa dedicara una parte del año a animar a las Iglesias del mundo cristiano. Viajaría como una persona normal, como un ciudadano del mundo, como cualquier superior de órdenes religiosas. Pero mirándolo con total serenidad me doy cuenta de que se trata, hoy por hoy, de un mal menor.


En uno de mis paseos por el monte he pensado mucho en los cardenales. Tienen los cardenales la prerrogativa de elegir al Sumo Pontífice, sede vacante. Y la tendrán hasta que un papa decida que la sucesión sea de otro modo. En conjunto el cardenalato es una tentación de los obispos para medrar en el escalafón, para hacer carrera en la Iglesia. ¡Príncipes de la Iglesia! Y visten de colorines, con la sagrada púrpura, con el dichoso capelo, suprimido en tiempos recientes. La vanagloria de muchos obispos pretenciosos. Mientras tanto crecen las apostasías, ¡y cierran los ojos a la realidad una parte de estos hombres vestidos de colorines! Y está el hambre del mundo, y la historia nos habla de los cardenales del pasado… Esperamos que alguna vez un Papa decida la elección de su sucesor de otra manera, que podía ser, por ejemplo, los obispos presidentes de Conferencias Episcopales.


He hablado con un amigo que ha estado varios años en Añastro – así llamamos a la casa de la Iglesia en España –. Me contaba que pululaban por allí curas de distintas diócesis, haciendo pasillos. Se les veía venir. Muchos de ellos acababan con la mitra en la cabeza y el báculo en la izquierda. Otros, rendidos de cansancio, dejaban tan ardua labor porque no encontraban padrino; pero todos, con el mismo objetivo: llegar a obispos. Los empleados de oficina los conocían: les llaman “los trepas”. Yo pienso que hay muchos trepas de estos en el clero aunque no vayan a hacer pasillos a Añastro. Hay otras formas. ¡Una pena paliar el voto de castidad con la compensación del poder!


El día del Corpus no dejo ningún año de acudir a la procesión y con mucho amor a Jesús. Me cuesta ir porque no me gustan las manifestaciones, y por otra parte tengo que asistir como seglar, no como sacerdote. Pero no se trata de los hombres, sino de mostrar a Jesús agradecimiento por quedarse en la Eucaristía. Observo con pena que no va ni un niño de primera comunión. Está decayendo mucho la procesión en mi ciudad; me alarmé cuando asistían poco más de quinientas personas; pero ahora no llegan a trescientas.


Leo el periódico, y, como siempre, hablan de la Iglesia que identifican con la jerarquía. Estamos aburridos de que los medios de comunicación social, cuando hablan de la Iglesia, se refieran a los obispos y demás jerarquías; a ese poder necesario en la Iglesia, pero no lo único. Nos sentimos Iglesia; vivimos en deseo de que el Reino de Dios se extienda por el mundo; de formar un solo rebaño bajo un solo pastor, de vivir el amor cristiano


La noticia de esta mañana me ha llegado al alma: una parroquia con 268 funerales en un año. El clero sigue disminuyendo. Cada vez menos curas, y sobre sus espaldas cae la tremenda tarea de atender incluso varios centenares de funerales, bautismos bodas a lo largo del año. La confesión individualizada va cayendo en desuso; las absoluciones colectivas están prohibidas. El sacerdote célibe se va quedando reducido a mero funcionario. Pero ahora, en estas macro parroquias, solo reciben el bautismo, primera comunión, a veces boda y desean morir en la Iglesia, el papel del cura es muy pobre. Por eso necesitamos más sacerdotes, sean casados o solteros, pero de verdad líderes religiosos y alejados del funcionariado, que nos hablen de Dios, que nos lleven a Dios, que nos animen a la santidad.


Sigue nuestra Iglesia, al menos en España, muy revuelta. Hemos tenido que sufrir bochornos de absoluciones colectivas. Incluso hemos escuchado verdaderas herejías contra la virginidad de María y la de Jesús. Mientras tanto el silencio episcopal seguía… fuera de algunas excepciones dignas de ser tenidas en cuenta. Eso sí, el celibato sacerdotal era mantenido a ultranza, y ningún sacerdote casado podrá celebrar misa en una parroquia aunque estuviera sin cura un mes; prefieren que una señora lea algo y dé la comunión. En eso han sido muy “finos” todos: los obispos de antes y los de ahora.


Crítica de lo más cercano

Me llama la atención que me haya llamado para hablar conmigo el nuevo obispo de Vitoria. Para mí que lo ha hecho porque quería conocer a esta “rara avis” que después de haberse salido escribe a los obispos para animarles a una campaña por la santidad sacerdotal. Y he aquí que me da un aviso porque escribo a las monjas sobre esta campaña y las animo a la oración, ¡y me dice que hay que tener cuidado! “porque los conventos de clausura son como un perolo cuando hierve, y puede explotar”. Esta idea del monseñor me causa extrañeza.

Acudo a la misa de fiesta vespertina a la catedral nueva. Veo que Maikel está repartiendo papeles a la gente, en contra de la manera de llevar la pastoral de la parroquia. Ahora me acerco a él y le convenzo para que no siga repartiendo. Nada le va a favorecer ni a él ni a la parroquia. Hablo con el párroco y le digo que todo está solucionado. Lo agradece. Todo esto no me gusta.


Leo de vez en cuando libro “No me avergoncé del Evangelio”, autobiografía del sacerdote navarro Marino Ayerra. Da pena que un hombre de esta talla haya perdido la fe precisamente a causa de la crueldad de los “buenos” en la contienda civil. Lloro por él y pido al Señor lo tenga en su gloria. Pero dice verdades de puño. Tuvo misericordia y esperamos que el Señor la tenga también con él. Levanta ampollas al ver cuánta maldad hubo en la guerra civil por parte de las derechas, de los requetés y falanges, porque los otros, los “malos”, normal que hagan maldades. Para mí es un libro de lectura espiritual, que nos enseña a no caer en estos fanatismos criminales.

Intento ser imparcial y positivo


En las décadas de los setenta y ochenta me tocó luchar contra el progresismo exagerado. Ponían todo el dogma en tela de juicio. Y lo más grave, que muchos obispos ni siquiera se atrevían a enderezar a aquellos clérigos rebeldes. Se han mantenido los dogmas dentro de la Iglesia, pero el pueblo ha sufrido, y muchos discípulos de aquellos falsos teólogos, ya no creen más que parcialmente en el dogma católico. Pero hoy me toca luchar contra el otro extremo, el gran sector que añora, aplaude, practica ritos obsoletos, para quienes la obediencia está por encima del amor e incluso por encima de la conciencia bien formada, me hace temblar esta propensión tanto o más que el progresismo de mis tiempos de juventud.


Cuando pienso en la Iglesia nunca la identifico con los dirigentes, somos Iglesia todo el Pueblo de Dios, el mismo Cuerpo Místico de Cristo. Del costado abierto de Cristo surge la Iglesia. Ríos de agua viva brotan de su corazón. En torno al Corazón de Jesús surge la comunión de fe, de esperanza, de amor y de compartir las cosas propias.


Admiro a las personas que prescinden de complicarse la vida en dimes y diretes. Estos sujetos suelen ser emprendedores, comprometidos con el bienestar de sus hermanos, a veces grandes orantes y solícitos ante cualquier necesidad. No aspiran a cargos de poder, ni al dinero. Solo quieren servir, amar y entregarse. Pero de ningún modo son pasotas; todo lo contrario: son la verdadera fuerza del débil Ante ellos me descubro. Ahí sí existe una verdadera madurez. Auténtico corazón de la Iglesia.


Mi necesidad de ser crítico es positiva; me sale de mi corazón creyente; es un grito de fe desnuda, un fiarme del todo de Jesús. Este amor me ayuda a triunfar de tantas villanías. Por una parte llego a comprender a mucha gente que no puede creer en la Iglesia por antitestimonios de personas importantes, a pesar de que existan los auténticos testigos de la santidad. Mi fe católica me anima a ser crítico. Me resulta apasionante la fe, con su desafío, con su exigencia y sufro al no poder llegar ni al tobillo a tantos siervos de Dios, héroes de la virtud. Ellos ni siquiera tenían tiempo para ser críticos. Y quiero decir con San Pablo “Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”, en Romanos 8, 39. Y este grito me sale del corazón, con temor y temblor, porque no puedo fiarme de mí mismo. Y también con temor y esperanza me acojo a la misericordia del Dios de Jesús que me ama y se entregó por mí. Deseo vivir para siempre esta experiencia; bien sé de quién me he fiado.



La amistad nos ayuda en el sacerdocio


Por inclinación natural tengo tendencia a la amistad. Y desde mi ángulo de fe sacerdotal la procuro siempre porque nos ayuda a santificarnos. La fuerza evangelizadora crece al comprobar que no estamos solos. No es fácil que todos seamos como los amigos de Ignacio de Loyola, pero aspirarlo es bueno. Pido al Señor que me ayude a hablar sin temor alguno de las cosas de arriba, que donde está mi corazón, también acompañe mi palabra.


Cuando nos reunimos los amigos en retiro pasamos unos días de renovación interior, de oración y diálogo entre nosotros de temas espirituales. Nos ayudan mucho para mantener el fervor grande, el espíritu de oración. Nos examinamos sobre la oración hecha en sequedad, la mortificación si ha ido mejor; la humanidad, si hemos llegado a gozar cuando alguien nos humilla; el amor a Dios y al prójimo, porque el uno sin el otro no puede ser.

En una ocasión hemos visitado los amigos, cerca de Miranda, el eremitorio de “La Herrera”. Nos impresiona. Había solo tres padres y los tres muy mayores: el más joven, alrededor de setenta años. Nos explica uno de ellos su vida. Tienen cada uno para sí una ermita: habitación con dormitorio y oratorio con la cruz. En invierno encienden una estufa rústica, hecha con ladrillo refractario que conserva el calor. El que hace de cocinero suministra el alimento a cada uno. Se juntan los domingos para celebrar la Misa en la iglesia grande, verdadero templo. Estamos con emoción y curiosidad sana. La celda es sobria; un reclinatorio y un crucifijo y una imagen de la Virgen María. Vida dedicada a la oración contemplativa en la más estricta soledad. Solamente uno de ellos va a Miranda para traer alimentos y comprar el periódico una vez por semana. No tienen ningún medio de comunicación, ni radio, ni teléfono. Hemos sacado gran provecho interior al comprobar estas vidas llenas de fe, verdadero testimonio del Reino de los Cielos.


Cuando un amigo sufre


Durante más de un año he ayudado a mi amigo íntimo que está con depresión y hemos conseguido que salga de ella. Después su agradecimiento ha consolidado más nuestra amistad. A este amigo lo encuentro ahora cada vez más espiritual y centrado en el sacerdocio. Es un óptimo sacerdote. Estaremos durante sus vacaciones en constante comunicación. Y así año tras año.

Marcho con frecuencia a Pamplona para ayudar a otro amigo en informática, pues le viene muy bien para su labor con la asociación que dirige. Enseño también a sus colaboradoras que lo asimilan muy bien. Son ultraconservadores; pero son amigos, aunque yo sea más liberal. Creo que en la Iglesia también vienen bien un acelerador y un freno con tal de que no se quebrante el amor.


Acompaño a este mismo amigo un pueblo de la Rioja. Ha conseguido una entrevista con el padre Ramiro, un cura joven que está en la Congregación del Clero de Roma. Es un chico pulcro, nos recibe con confianza en casa de sus padres. Ramiro le da consejos de cómo debe de actuar para un recurso. Tiene mi amigo avería en su coche y debe dejarlo para reparar.


Es hermosa esta amistad espiritual que nos anima a todos a perseverar en la fe, en el fervor, en el amor. Es una gracia actual de Dios continuada. También nos escribimos cartas llenas de fervor que nos estimulan. Con Paco Macaya que estoy menos, por la distancia, nos escribimos con mucha frecuencia y comenzamos a hablar por teléfono, ahora que este servicio se está poniendo más asequible.

Nos ayudamos a evangelizar


A Paco Macaya le sugiero y envío muchas ideas para que se relacione con sus curas, puesto que le han nombrado vicario episcopal de la zona Sur de España.

Hablábamos los amigos el otro día sobre la desobediencia de tipo religioso, la que viola la normativa canónica o reglamentación de tipo clerical. He de confesar que siempre he procurado ser obediente incluso viendo la desobediencia de muchos. Mi desobediencia sería contra mi conciencia, pero la de ellos, creo que no fue contra su conciencia. Sin embargo, analizando un poco la historia reciente, constatábamos que muchas ventajas o reformas conseguidas en la actualidad, son debidas a que muchos, clérigos o seglares, que no se sometieron a la normativa, la violaron, y hoy disfrutamos de unas costumbres más racionales. Ejemplos: la tonsura, la sotana, el breviario, la teja… Dios nos juzgará en su misericordia


Lo comentaba hace un rato por teléfono con mi amigo Paco Macaya: Ahora muchísimos jóvenes e incluso gente mayor piensa que la unión sexual entre personas que de verdad se aman, es lícita. Y se acercan a la Eucaristía con fe y devoción todos los domingos. Y al parecer no se confiesan. Pero ¿qué solución se puede dar a la juventud, aparte de predicarles nuestra ética cristiana? ¿Les vamos a decir que se irán al infierno? – se pregunta mi amigo. ¡Menudo problema! Yo de verdad, no sé qué decir. Mi criterio es claro: obligación de respetar el sexto mandamiento. Pero ellos no hacen caso y se sienten católicos practicantes. O no los comprendemos o ellos no entienden nuestra moral. Pero no somos quién para mandar al infierno a nadie. Menudo lío sobre se nos está armando con el sexo.




Más amigos

Me reúno en Los Parrales con otro gran amigo, Epifanio. Hemos pasado un dia contentos rememorando tiempos pasados y animándonos en la fe y esperanza. Epi no viene a los encuentros con los otros compañeros. Está más a gusto conversando conmigo. Sigue en la parroquia de Cadreita y se desahoga conmigo de sus problemas. Es muy desprendido y practica de verdad el amor al prójimo.


Co él me reúno con frecuencia en Pamplona. De todos los amigos que tengo me parece el más generoso y desprendido. Ayuda de verdad a los pobres, incluso a algunos los mantenía en su casa parroquial hasta que encontraran trabajo. Le sigo con cariño, y más ahora que pasa una mala temporada.


Mi amigo Desi ha venido del Japón, verdadero apóstol misionero. Cuando hablo de misiones y sacerdotes evangelizadores, el paradigma es para mí este hombre bueno, antiguo seminarista de Rumos, santo. Hemos disfrutado con él en Santa Cruz de Campezo durante gran parte del día. Es de gran talla espiritual y humana. Estamos los tres de la familia con él.

El compañero, antiguo seminarista, Benito, ha dado un cambio de mayor fervor y reside en una parroquia pequeña, donde piensa dedicarse a la vida contemplativa. Ha colocado ocho o diez camas en la casa parroquial para recibir a personas que deseen dedicarse varios días al retiro. En el verano estoy en su casa de espiritualidad junto con otras cinco personas. Vive en mística profunda. Tonifica el alma el contacto con él, cordial y de gran fe.


Tenía ganas de estar un domingo en la misa que celebra mi compañero de curso Ignacio. Me he llevado siempre bien con él en el Seminario e incluso en una ocasión le invité a predicar en Rumos. He llegado con la hora justa. No le he saludado antes y he comulgado en su misa. Al final he entrado a la sacristía para darle un abrazo. No me había reconocido en la comunión. Hablamos después mucho. Hacía años que no lo veía.


Como fin de vacaciones, a Estella. Allí estoy con el cura José Luis Rázquin. Lo encuentro orando en el santuario. Es un sacerdote muy piadoso y querido en Estella. No se aburre en el Puy y hace mucho bien en la ciudad. Tiene gran prestigio. La bondad y unión con Dios hace siempre bien. Mantiene su buen humor: cuando me ve, se levanta para saludarme y me dice: “ya ves, no pierdo mis “malas” costumbres”. Me habla de mis artículos de La Verdad. Me dice que lee todos y que le hacen bien. Agradezco a cuantos me estimulan de esta manera.

Amigos de edad superior


Guardo un reconocimiento a educadores que nos han guidado en el Seminario y se portaron como verdaderos padres y amigos: Visitamos en Pamplona dos amigos a Don Martín Larráyoz, antiguo vicerrector, enfermo de Parkinson… comemos con él y lo agradece. Tiene mucha fuerza de voluntad y quiere dominar la enfermedad. Pero en el fondo sabe que es imposible


En casa hemos recibido una visita agradable y única: los antiguos curas de Oyón y Laguardia y su hermana. Don José Garay es el más joven, el que me bautizó. Don Jesús, el mayor, el que siempre era párroco y el otro coadjutor. Son sacerdotes de prestigio. Es un recuerdo del pasado muy grato. Siempre visitaba yo en Laguardia a don José e incluso estuvo en el altar de padrino en mi primera misa. Doy gracias a Dios por haber sido bautizado por un cura tan bueno. ¡Cómo predicaba en Oyón sobre la pasión del Señor! Yo tenía cuatro o cinco años y me emocionaba.


Me escribo con frecuencia con don José María Pérez Lerendegui, Conget, Velasco y Mas; algunas veces los visito. Fueron los formadores que más me ayudaron en el Seminario. Y don Miguel Sola, tantas veces nombrado, del que soy apoyo en su vejez y él me anima y alienta de continuo.

Visito a Don Carmelo Velasco, el que fue mi director espiritual los últimos años de Seminario. Le llevo un kilo de trufas y mis libros. Él me dice que debiera haberle consultado antes de salir del clero. Mi respuesta ha sido decidida pero mansa: “Ya era mayor para tomar decisiones por mi cuenta; por otra parte ninguno de los superiores que tuve, una vez yo en el sacerdocio se ha preocupado de mí para nada”. Lo he dicho sin acritud, incluso con dulzura. Él ha callado.


Escribo una carta al nuevo arzobispo de Pamplona, porque creo que es lamentable tener marginado a un sacerdote. Conozco muchos casos de curas que llevan decenas de años en un pueblo, y el obispo ni siquiera se ha preocupado nunca de darles un destino algo más cómodo y productivo en el terreno espiritual. Le digo varios nombres de muy buenos sacerdotes. Me siento en el deber de decírselo con respeto. Pasan los meses, y no ha hecho ningún caso; lo suponía.


Amigos que se van


Soy fiel a la amistad incluso en los inicios. A fuerza de desengaños dejo el trato, cuando insisto, vuelvo a insistir y el amigo no responde o no quiere continuar una amistad incipiente. Siempre es muy doloroso, pero la amistad es entre dos personas.


Veo desde mi ventana a Andrés; yo creía que llamaría para charlar conmigo, pues ha sido uno de mis íntimos, pero pasa de largo, después de cinco años de ausencia en la misión; en una carta me daba a entender que me consideraba entre sus mejores amigos. ¿Será de aquellos que hay que estar siempre encima de ellos, e interpretan la amistad como recibir y no corresponder más que en el momento en que reciben? La vida es dura. En el fondo mucha gente se cree digna de todo agasajo y admiración a cambio de ingratitud.

Doy más oportunidades a Andrés, mi amigo de siempre. Le invito de nuevo a casa. Me dice que vendrá, pasa el tiempo… y nada. Le escribo y no contesta; me encuentro más tarde en la calle de tope con él, me detengo a hablar, como es natural. No suelo ser pelma por mi parte para estar largo rato charlando en la calle, pero le veo con prisa, se mueve, va dando la vuelta y pronto se marcha; poco más que felicitarle el año. Se ha parado por puro compromiso.


Mi compañero y amigo de curso, hoy obispo. En el Seminario me unía íntima amistad con él, aunque después de haber terminado los estudios apenas he sabido nada de él. Era este sacerdote brillante en la conversación. Parecía incluso intelectual. No sé por qué en el Seminario no caía bien con los profesores, el caso es que uno lo suspendió en examen de órdenes, y a mi juicio no merecía el suspenso. Él se desahogaba conmigo. Le he escrito en ocasiones, pero no contestaba. Ahora, al felicitarle por haber sido nombrado obispo, me ha respondido. No he visto correspondencia en esta amistad.


Y si muere un amigo, sufro y rezo siempre por él


Ha muerto Francisco Morentin, mi amigo bueno, el que nos casó, el que nos acompañó tanto, cuando la mayoría nos volvía la espalda, cuando salí del clero. Me ha impresionado. Ha estado una semana enfermo; algo le pasaba en la cabeza. Lo tendré siempre en mi memoria; él me orientó y enseñó en la difícil misión de Ejercicios Espirituales. Morentin, siempre solícito. Nos visitaba con frecuencia, gran amigo de la familia.


Don Martín Larráyoz. Todavía no hace un mes estuve visitándole. Es verdad que lo encontré muy deteriorado por el Parkinson y apenas se le entendía, pero no pensaba que tan pronto le llegaría el final. Que el Señor tenga misericordia de él. Hombre controvertido: a unos nos parece que fue un gran educador, a otros, no. Rezo y siempre tendré un recuerdo de él muy bueno. Gracias a su influencia he ido haciendo mis ficheros e incluso también escribo mi diario. Le daba mucha importancia a la formación de la voluntad.

Nos enteramos de otra muerte de una persona muy querida: Don José María Garay, el cura que me bautizó, estuvo en mi primera Misa y le visitaba yo siempre que podía. En Clavijo se sintió mal en una procesión, se retiró, lo trajeron a Vitoria y murió en el camino.


Una operación seria


Fui tranquilo a la operación; me confesé unos días antes; a las 15,45 me bajaron. Me di cuenta de todo, porque la anestesia era epidural. El día 16, muy duro con mucho dolor y espasmos de vejiga, producidos al parecer por la sonda. Creo que por ahora los más fuertes de mi vida, sobre todo cuando pasaban los coágulos. El 2º día, menos duro, pero mal el paso de coágulos. Angelines está siempre junto a mí. Es muy buena. El tercer día continúan los dolores. Por la tarde, mejor aunque todavía sin comer. Viene Irene sin su coche, la trae Rosti.


Estos días he estado leyendo el libro Ejercicios Espirituales de Iparraguirre con vistas a cuando practique, después de jubilado los ejercicios de mes. Pero me está aprovechando también esta lectura muy a fondo en el alma. Seguiré leyendo en casa. Estamos en el mes de octubre del 98.


El día a día familiar


En estos veinte años finales del siglo XX, mi familia ha sido mi fuerza, mi ilusión, mi vida entera. Ante todo, mi esposa, María Ángeles, Angelines para nosotros. Dotada de una gran finura y solicitud para todos, la reina del amor en nuestra casa: generosa, desinteresada, responsable, mirando siempre por los demás, hasta olvidarse de sí misma. Dios me ha bendecido con su amor fiel, constante y sin fisuras. Gracias a ella me he podido realizar como persona y como sacerdote. Ha vivido en todo momento mi inquietud y mi ilusión. Hemos intentado que nuestro hogar sea verdadera iglesia doméstica.


Desde el comienzo de nuestro matrimonio hemos practicado juntos todos los días un rato de oración – examen – agradecimiento al Señor. Todas las noches nos juntamos los tres, la familia nuclear, para la oración. Leemos desde hace varios meses y hoy lo hemos terminado, “La familia que alcanzó a Cristo”. Nos chiflaba en el Seminario. Está escrito por el trapense M. Raymond. Trata de la familia de San Bernardo, en la que todos fueron religiosos. Después, el libro de Teresa de Lisieux, “Historia de un alma”. Yo lo voy leyendo varias veces y siempre me hace bien. Pero ahora, en familia por las noches. Tanto a Angelines como a Irene les gusta.

Durante la cuaresma y semana santa leemos la “Vida de Nuestro Señor Jesucristo” del padre Remigio Vilariño. Es un viejo libro, recuerdo de mi padre, a quien se lo regaló el jefe de la guardiacivil. Ahora y en Pascua nos ayuda mucho para vivir estos santos misterios de nuestra fe.


Años más tarde, distintos libros de Martín descalzo, “Razones para vivir” nos sirven de lectura espiritual familiar. Este autor es en el siglo XX de gran prestigio espiritual y de mucha actualidad. “La madre Teresa: mi vida con los más pobres” de Novin Chawla. Trata de mucho de lo que esta monja santa hizo por los más pobres, de su amor a los hombres… pero adolece de falta de espiritualidad. Es el autor un ateo y no penetra en el alma de la santa en sus motivaciones de amor y compromiso con Dios. Van siguiendo otros muchos, como “El Dios de todo consuelo” de B. Schlink, nos gusta y creo que sacamos provecho.


Al cabo de los años es mucho lo que hemos leído. Ahora me viene a la memoria “Una fuente de energía”, clásico sobre la oración y que anima a orar.


Nuestra vida, cada vez con más paz. Nos hemos sentido felices, en los quehaceres diarios.

¡Noche Buena!: la fiesta que a todos agrada y trae dulces recuerdos. Me gustaría celebrar la Navidad de otra manera, más espiritual y menos “familiar”, son meros convencionalismos. Nos ha acompañado el hermano de Angelines y es normal, porque está solo. Me llaman varios familiares, y yo en días anteriores he enviado casi un centenar de felicitaciones y muchos mensajes telefónicos.


Procuramos una educación esmerada a nuestra hija

Nuestra nena es un encanto. Lleva en su alma un verdadero sentido religioso. Le hablamos y nos habla de la Navidad. Ahora estamos en la preparación, con el Adviento. Me llama la atención cómo nos dice cuando llega alguna fiesta como esta: “¿Por qué hemos de celebrar las fiestas comiendo?” Esto me revela dos cosas: que ella es mala comedora y ¡lo bueno! que trasciende a lo de más arriba; no se queda en la corteza.


Con la nena, vestida de primera Comunión, pues la hará dentro de poco más de un mes, vamos a la procesión del Corpus. Pido al Señor por ella; que la conserve con esta fe y se la aumente con los años. ¡Mi nena! Me siento feliz. Y después de la procesión, leo el capítulo “La alegría de la Eucaristía” del libro “La Alegría de la fe”.


Irene se confiesa por primera vez en la parroquia de la catedral con don Vicente. La hemos ido preparando con piedad y ella lo asimila todo muy bien. Es sacramento de alegría y ella así vive el perdón del Señor. Pero estaba un poco nerviosa. Después hemos ido a merendar los cuatro.


Día grande: nuestra hija hace la Primera Comunión. Se ha preparado muy bien para recibir a Jesús y lo celebramos el santuario de la Virgen de Estíbaliz. Lleva un vestido muy sencillo, pero bonito de verdad. Le acompañamos toda la familia: sus abuelas, tíos y primas. Celebra la Misa el padre Arróniz, benedictino, muy relacionado con nosotros. En el momento de la comunión soy yo quien se la doy. Coincide el día con el 22 aniversario de mi ordenación. Misa llena de gozo por parte de todos. La comida, en el restaurante Astola de Villarreal, sitio donde muchas veces hemos ido a celebrar alguna fiesta.


Acude a la catequesis parroquial, y vive muy de en consonancia con un grupo de amigas y sabe renunciar a sus pequeños caprichos cuando es conveniente, y compartir con otras personas. Sobre todo con los necesitados. Y por supuesto con su abuela y tía que conviven con nosotros.


Le regalo a mi hija Irene, ya adolescente, un librito de Sor Isabel de la Trinidad, “Elevaciones”. Yo le saco chispas. Es enjundioso; ayuda a vivir la inhabitación del Espíritu Santo dentro de nuestra alma. Le digo en la dedicatoria que le puede ayudar mucho en su intimidad con Dios. En nuestros retiros hacemos muchas veces alusión a esta sublime realidad. Todavía es muy joven mi nena, este mes cumplirá 11 años, pero es muy aguda y penetrante. Que la gracia de Dios se derrame en su alma y pueda este libro ayudarle en su entrega a Jesús.


A veces leemos juntos algún libro formativo: ahora, uno que me aprovechó en tiempos de Seminario y también en otras ocasiones, “A Dios por la ciencia” de Jesús Simón. Ayuda mucho a admirar a Dios al contemplar la naturaleza. Hemos comentado los tres las maravillas del universo. Hemos entendido muy bien aquello de que “Dios es grande en lo grande, pero es más grande en lo pequeño”. Dios es Infinito.


Recibe el sacramento de la Confirmación en la cripta de la Catedral Nueva. Lo hace muy consciente y con fervor. Acudimos llenos de gozo; ella lee durante la Misa un manifiesto en representación de quienes se confirman. Vive un día de ilusión de espíritu.


Irene acude con la parroquia unos días de campamento en distintas ocasiones. También estuvo en Ávila para aprender inglés durante veinte días en verano. La veo muy responsable con sus estudios y respetuosa con nosotros. Nos quiere y esto es muy gratificante para nosotros. La encuentro que va madurando y con espíritu religioso. Estoy elaborando un fichero – biblioteca por informática. Me ayuda mucho mi hija y se familiariza con la informática. Tenemos en casa alrededor de 2500 libros.

Irene sufre hoy la operación de apendicitis. Hemos estado junto a ella con amor y preocupación. Durante la operación en la clínica, hemos subido a la capilla, para orar por que todo salga bien. No ha sido larga la intervención y se ha visto envuelta en cariño por parte de familia y amigas.


Nuestra hija ha votado hoy por primera vez en las elecciones para el parlamento regional. Por supuesto que nosotros también hemos acudido; siempre lo hacemos y cumplimos con nuestros deberes ciudadanos, pero en realidad no nos gusta ningún partido. Procuramos votar al que menos nos disgusta.


Ya es mayor, cumplió 24 años. Pronto se emancipará y trabajará por su cuenta y puede independizarse con su licenciatura en Derecho Económico en Deusto. Ahora mi preocupación: es como un ave que acaba de aprender a volar; mayores peligros, mayor responsabilidad. Oramos y damos consejo para que el Señor la ayude. Para que mantenga su fe católica y le sirva su educación religiosa y humana al cien por cien, comienzo hoy la novena de la confianza al Corazón de Jesús. Y la pienso continuar de manera indefinida. Es para mí y para su madre una gran responsabilidad la que hemos adquirido.

Preparando mis Ejercicios Espirituales de mes

- Sigo preparándome los Ejercicios Espirituales de mes que D.m. practicaré en soledad en el mes de marzo próximo. Los preparé a fondo en el postoperatorio de próstata. He estudiado bien el libro de Iparraguirre. Ahora estoy con Los Ejercicios de San Ignacio de Encinas y con el manual y directorio del mismo santo. Le pido al Señor me dé su luz y su fuerza para hacerlos bien.

- Después de haber preparado ya los Ejercicios Espirituales he leído algo que tenía muchas ganas: “La Ejercitaciones por un mundo mejor”. Me ha dado gozo y como una renovación interior. Me vienen a la memoria los tiempos en que practiqué en la Granja de San Ildefonso, allá al comienzo de los 60, los cursillos, entonces muy en boga. Ignoro por qué ya nadie habla de ellas. Fueron muy eficaces. Creo que la Nueva Evangelización que hoy el papa anuncia debiera ir por estos derroteros. Es pena que movimientos de tanto éxito, desaparezcan casi sin dejar rastro. ¿Pasará lo mismo con la Nueva Evangelización? Oremos para que todo vaya mejor.


Otras Bodas de plata y reflexión

Bodas de plata de nuestro matrimonio, de Angelines y Josemari. Lo hemos celebrado en la cripta de la catedral con invitados. Hemos asistido quince personas entre familia y amigos. En la Misa renovamos el consentimiento matrimonial. Hablo yo al comienzo: expreso lo que más me interesaba decir, cómo después de veinticinco años nos sentimos felices y dichosos del camino que emprendimos. Se equivocaron quienes presagiaban negros augurios. Irene ha leído unas moniciones que a todos nos han emocionado. Ella, el fruto de nuestro amor.


Todos los meses celebramos retiro en casa los tres; los preparo por escrito en esquema. Creo que nos vienen muy bien y sobre todo para nuestra hija serán muy educativos; a los tres nos ayudan a mantenernos en el fervor. Después de mi jubilación, he digitalizado más de 160 retiros que conservo en forma de libro para poder compartir con muchas personas.


Además de los retiros que practicamos en casa, al menos una vez por semana mantengo con mi querida hija Irene un buen rato de formación religiosa. Poco a poco vamos estudiando el libro que fue de texto para mí en los primeros años de Seminario: “Puntos de Catecismo”, del padre Remigio Vilariño. Va leyendo ella con pausa y de vez en cuando paramos y le explico. Espero que, aunque no recuerde tanto como leemos y le explico, forme un fondo de cultura religiosa en su alma.


Finalizamos de año con devoción, retiro en familia, examen balance espiritual. Juntos los cinco despedimos el año mientras suenan las doce horas, abrazados y decimos “Bendito sea el nombre del Señor” y rezamos el avemaría. Es un rito que repetimos todos los años.




Siempre pendiente del problema de sacerdotes secularizados


Deseamos preparar en Vitoria una semana sobre el tema de los sacerdotes casados. He indagado y hablado con varios teólogos como posibles ponentes, pero ninguno ha accedido. El famoso Oñatibia, uno de los grandes teólogos del Concilio que reside en Vitoria, me ha reconocido que el tema es digno de estudio; se da cuenta de que merece la pena, pero me dice no tener tiempo para meterse en el asunto. Hemos decidido no organizar por no haber encontrado quien nos eche una mano. Consideran tema tabú.

Nos reunimos los sacerdotes secularizados todos los meses. Son provechosos estos encuentros, y merece la pena conservar la ilusión sacerdotal. Hemos recibido un sacramento que imprime carácter.


Escribo centenares de cartas a compañeros y amigos, siempre con el deseo de fomentar mutuamente el amor a Dios y entre nosotros, y la ilusión sacerdotal. En la correspondencia con un amigo cura comentábamos: Dentro del clero, el aspirar por puestos de relumbrón es bochornoso, antievangélico. Y el voto de castidad, si no llegamos a sublimarlo hacia la verdadera entrega a Dios y a las almas, puede cegarnos, y de alguna manera conducirnos a buscar una compensación humana. La más frecuente, llegar a altos cargos, ser poderoso.


En contraste, conozco a muchos compañeros que viven su sacerdocio con fe profunda fuera de la clerecía y también clérigos, con auténtica piedad, entrega a Jesús, celo por hacer el bien.


Entramos de lleno en los medios


Me han llamado a Televisión Española y grabamos el programa “Los Curas”. Figura como monitor Balbín, un profesional muy bueno, pero distante. Acudimos: un padre dominico que dicen es capellán de la Casa Real; parece un poco estilo Fray Gerundio de Campazas que habla y solo dice vaguedades; el rector del Seminario de Barcelona y un pastor protestante inglés que no habla español; y un tal Mañas, autor de teatro a quien trata con mayor deferencia el monitor del programa. Yo intento defender con fervor e incluso con unción la figura del sacerdote casado que debiera existir en nuestra Iglesia. Nos hospedan a todos en el hotel Palax, de cinco estrellas, primera y única vez en mi vida.


El 28 de agosto vemos en toda España, a través de Televisión Española, el programa de La Clave sobre el tema “Los curas”, el que grabamos el mes pasado. Ha venido a casa Luis Larrañaga para grabarla con el moderno invento de video.

Mi mensaje creo ha servido para ilustrar al público sobre el problema del celibato en el clero, la triste historia del mismo. La solución, el celibato opcional. Lo de verdad importante es la fe y la santidad para los sacerdotes. Nosotros seguimos siendo sacerdotes y la Iglesia debiera readmitirnos porque el Orden sacerdotal imprime carácter. Esta idea ha sido lo más importante de mi intervención.

Esta misma noche he recibido bastantes llamadas para felicitarme. Me alegran.


En la misa del domingo, el capellán de Las Brígidas, el viejillo que tiene fama de bonachón, me ha echado del altar – donde hacía yo las lecturas - por ser sacerdote secularizado. En rigor lo suyo era legal porque nos prohíben en el rescripto incluso practicar las lecturas de la misa. He entrado a la sacristía después para quejarme del bochorno y me ha despachado de malas formas. ¡Cuánto tenemos que aguantar! Llegará algún día en que pidan perdón por tanta marginación a quienes hemos optado por pedir la dispensa. La causa de su indignación, que he salido en TVE en el programa de “La Clave” y se ha enterado allí de que soy sacerdote secularizado.


Años más tarde, nos llaman a Bilbao a la radio, al programa “El Loco de la Colina” uno de los de mayor audiencia de España. Querían escuchar a los sacerdotes casados. Hemos acudido Michel, Angelines, Irene y yo. He procurado en esta noche mágica de comienzos de verano, víspera del Corpus, ponerme a tono con mucha unción y devoción y con mucha firmeza en nuestros principios de sacerdote. Cuando el “Loco” se ha dado cuenta de que había una niña, Irene, nuestra hija, se ha despachado en un largo coloquio con ella. Nuestra hija ha estado brillante, profunda y ha demostrado gran madurez con sus once años. Se han colapsado todas las líneas telefónicas por tanta gente que preguntaba por ella.


Me llaman de la agencia Efe. Me entrevistan por teléfono sobre el tema de los sacerdotes secularizados y las perspectivas de reintegrarnos en el ministerio. Con este Papa, Juan Pablo II, lo veo ya imposible, nunca lo hará pero algún sucesor suyo tal vez suprima o modifique la ley del celibato. Por otra parte incluso la solución de las dispensas solicitadas las demora años y años.

Son muchas las entrevistas de distintos periódicos y emisoras que nos formulan a mí, como presidente de ASCE, y a otros sacerdotes casados.


Estoy ya terminando un largo estudio sobre el celibato; he consultado para su redacción fuentes muy distintas. He llegado a una conclusión después de mucho pensar: al comienzo practicaron el celibato gente muy buena e idealista. Después creyeron oportuno que todos siguieran esta práctica, y fueron imponiéndolo a los demás. Cada vez resultó más fuerte la presión sobre quienes habían recibido el sacerdocio, y les obligaban a ser célibes. Y en el Concilio de Trento se decidió la nulidad del matrimonio para aquellos que habían recibió el Orden del Presbiterado. Lo importante no es ser sacerdote célibe o casado, sino sacerdote santo. Pero aquellos idealistas no pensaban como nosotros.

Intercomunicación entre sacerdotes dispensados


Me regaló mi amigo secularizado Pablo Carrascal Román un folleto, “El Alma de Cristo”, que escribió un hermano suyo jesuita muy ferviente. Con él practico mucho la oración. Me da pauta para días y días de meditación. Además siempre me ha gustado mucho esta oración, desde niño. Es un gozo.


Nos visitan Gregorio Galdós y su esposa, sacerdote secularizado de Bilbao. Tengo relación con él y otros compañeros de Bilbao y estamos trabajando ahora para que cuenten los años de ministerio para nuestra futura jubilación.


He sentido mucho la muerte de Roque Losada Cosmes, nuestro compañero secularizado, autor de “Principios normativos que pueden ser aceptados por la Jerarquía para reintegrarnos como sacerdotes no clérigos” que presentamos a Tarancón. Era un intelectual y enamorado del sacerdocio. Su muerte, prematura y sentida. Fue profesor de Derecho Canónico en la Universidad de Salamanca. Tiene libros publicados como “La teoría en las fuentes del Derecho, siglo XII”. Trabajaba en Madrid como prestigioso abogado. Intelectual con fama incluso internacional.


Visito a mi compañero sacerdote secularizado, Anselmo, que tiene a la mujer con una enfermedad degenerativa. ¡Pobre, se salió y ahora le toca cuidar de su mujer! Dos hijas son aliciente que le empuja. Él, como la mayoría de mis compañeros, sigue fiel a su vocación.


Argimiro es un sacerdote carmelita secularizado. Es un intelectual gran Teólogo y está de profesor de Filosofía en la Universidad. Hace algún tiempo me mandó un libro titulado “La carne de Jesús”. El de ahora es más breve, “La Biblia virginal”, maneja la Sagrada Escritura con mucha facilidad, ayuda a la oración contemplativa. Es mejor leerlo en pequeñas dosis, muy despacio y procurar disfrutar con Él por su hondura espiritual.


“Papeles de un aprendiz de teólogo” es un libro escrito por Guillermo Bibiloni, de Mallorca. Es un amigo muy inteligente y humilde que salió del clero y trata de su diario en tiempos de Seminario. Interesante por el ambiente que describe, muy parecido al que yo viví en Pamplona.


Son varios cientos los sacerdotes secularizados con quienes me relaciono. Y trato de una manera especial con Francisco Mantecón, nuestro secretario, y con Antonio Suárez, de Cáceres. Este último lo está pasando mal por problemas familiares. Yo le aliento y espero se solucione todo. Y son numerosas las cartas que escribo y recibo de mis compañeros. Nos animamos mucho. Los llevo en el corazón; les ayudo, y ellos me ayudan más a mí. Y sobre todo nos animamos a mantener nuestra vocación.


Hubo una gran variedad en las motivaciones de los sacerdotes que salían del clero: desde contraer matrimonio hasta pérdida de fe en la Iglesia institución. Pero en la mayoría de los casos se efectuó todo en un contexto de humanidad y comprensión por parte de obispos, y con gran dignidad por aquellos que solicitaban la dispensa.


Hoy parece tema tabú

A finales del siglo XX nuestra jerarquía no está por la reintegración de los secularizados, pero algún día llegará. Por supuesto que, sin pretenderlo, han dado ya algunos pasos para llegar a un cambio: el admitir dentro del clero católico a los pastores anglicanos que desean desempeñar su misión entre nosotros. Conservan sus esposas e hijos, y desarrollan la pastoral junto a los sacerdotes célibes.


El primer paso que convendría dar: ofrecer a los diáconos permanentes, casados, el acceso al sacerdocio. Muchos optarían por esta promoción. Habría que suprimir, por supuesto, la cláusula prohibitiva de contraer nuevas nupcias para los viudos. Segundo paso, readmitir en el ejercicio ministerial a quienes lo deseen, y que pidieron dispensa para contraer matrimonio, después de que hayan permanecido desposados durante al menos cinco años. El tercer hito a conseguir sería dentro del clero célibe. No es cuestión de abolir la ley de golpe. Habría que exhortar, sí, a vivir el compromiso adquirido. Pero a quienes, después de maduro examen, decidan contraer matrimonio, permitirles hacerlo sin ninguna marginación, insulto ni vituperio. Habrían de dejar el estado clerical. Después de cinco años de matrimonio, podrían integrarse de nuevo en el sagrado ministerio, no clerical. Pertenecerían al grupo de los sacerdotes o diáconos casados, no clérigos, y con un trabajo para el sustento propio y de su familia.


Dedico todo el día casi a preparar el boletín Informa Asce, para los compañeros sacerdotes secularizados que mando cada tres meses. Pasan los años y las perspectivas de una posible reintegración en el ministerio son nulas. El papa Juan Pablo II se ha cerrado en banda e incluso apenas concede dispensas. Lo importante es continuar con esta ilusión grande, porque seguimos siendo sacerdotes. Yo de hecho lo vivo como si acabara de ordenarme y otros muchos compañeros también.


Trabajando por mejorar nuestra jubilación


Junto con un compañero de Bilbao visitamos al vicelendakari, señor Jáuregui, para que nos oriente cómo hemos de obrar a fin de conseguir que los años pasados en el clero cuenten a la hora de la jubilación. Nos da algunos consejos; nos pregunta los pasos que hemos dado; nos dice que nos queda mucho por recorrer. Lo más importante es unirnos todos los grupos a nivel nacional. Uno de los consejos que nos dio Jaúregui es hablar con el delegado del Gobierno para el País Vasco, señor Elorriaga. Hoy he estado con él; más consejos. Veremos.


Nos hemos unido las tres asociaciones de curas casados de España con Cosarese y hoy la fundamos en Álava la nueva asociación con la finalidad de conseguir una jubilación normal. En ella toman parte antiguos curas, frailes y monjas que salieron de su anterior estado. Alrededor de cincuenta desean colaborar en esta provincia. No somos muchos, pero sí suficientes. Me parece feo compañeros que no quieren colaborar en nada: pero si conseguimos algo, estarán prestos para recibir los beneficios. A mí me nombran tesorero.


Y por fin en el año 98 conseguimos que el tiempo pasado en el ministerio sacerdotal o vida religiosa cuente para nuestra jubilación. Lo han aprobado en el Parlamento nacional. Después vendrá el modo; ya cuestión de tiempo. Para cuando me toque jubilarme creo que estará todo regulado.


Aparece Internet


Hacia el año 89 nació Internet, algo revolucionario de informática para comunicarnos, pero cuando está finalizando el siglo XX, y próxima mi jubilación, se extiende por el mundo. Hay muchas posibilidades. Entre ellas, el correo electrónico. Eduardo me está preparando para ello y me ha conectado a la red. Tengo buen maestro. Creo que me va a servir para relacionarme con muchas personas y espero sea para mí el areópago evangélico. Nadie puede prohibirme hacer el bien por este medio. Un modo moderno de apostolado y de vivir una especie de parroquia virtual. Voy a crear una revista de espiritualidad.


Angelines me acompaña a ver ordenadores. Tendré pronto que cambiar, pues el de ahora solo tiene disco blando. Eduardo me ayuda mucho en estos menesteres. Me llena de ilusión el Internet. Me doy cuenta de que a través de este medio puedo hacer una verdadera labor sacerdotal y pastoral. Conozco el correo electrónico. Soy un poco pionero, y más entre la gente mayor. Voy aprendiendo qué es una página web. Por ahí van a ir mis tiros. Estoy lleno de ilusión. Me siento sacerdote como si acabara de ordenarme.


En febrero del 98 recibo la primera carta por Internet para felicitarme por un artículo de mi revista: es de uno de Jaén que ha leído mi página web. Me ha dado mucha alegría. Doy gracias a Dios porque barrunto que va a ir por estos derroteros mi actividad pastoral cuando me jubile. Y gracias a Eduardo que me ha introducido en estas lides.

Y escribo un año más tarde: “Desde hace tiempo estoy relacionado por Internet con muchas personas: entre otras, un psicólogo de Uruguay y Vicky de Panamá. Respondo a muchas personas y durante más o menos tiempo me relaciono con ellas: les ayudo en sus problemas a monjas, sacerdotes que están en crisis, incluso alguna prostituta y ateos. Para mí internet es una auténtica parroquia, digamos virtual - real.


Estos días he estado tranquilo en casa, eso sí, algún baño y paseo en bici. Pero de una manera especial me he entregado a mi parroquia de internet. Tenía bastante correspondencia sin contestar. Son muchos los que me consultan. Me llaman la atención sobre todo los sacerdotes con problemas que lo hacen con la confianza de acudir a un desconocido pero que los acoge bien. Procuro ante todo animarles en su ministerio, pero si ellos deciden por su cuenta cambiar, les oriento y aconsejo la mejor manera de hacerlo


Y termino en el Instituto “Los Herrán”


A causa de la nueva reforma de la enseñanza, otra vez he cambiado de centro docente. Ahora al Instituto “Los Herrán”. Esto es otra cosa, más suave, con mayor libertad los profesores. Son muchas las anécdotas que podía contar. Pero solo me refiero a esta que me llegó al alma:


El grupo de 1º de la ESO, ha organizado en clase sin yo sospecharlo un homenaje para mí. Para celebrar la alegría que me han dado durante todo el curso, les he llevado algunos dulces. Ellos me han dicho cosas muy bonitas. Es un curso encantador de 20, entre chicos y chicas. Al final me regalan un llavero, un premio Oscar, y un trofeo muy bonito de una especie de tinajilla sobre un soporte de mármol. Lo guardaré con mimo. Pensándolo después, ha sido el único homenaje de mi vida. Además sencillo, espontáneo y sincero. No lo cambio por cualquier otro tipo de distinciones que suelen ser ocurrencia de un par de personas y casi siempre, mentira.


Siento que en este último Centro no me permitan impartir religión por razones académicas, pero a través de toda mi actividad docente he de educar; y la vida cristiana se puede transmitir de alguna manera siempre. En ello estoy.

Y llega fin de curso y el término de mi vida laboral. De verdad para mí día importante; ya no tendré problemas de trabajo, y el realice será del todo liberal y apostólico por medio de Internet y de cartas sobre todo. Ya he comenzado; el terreno es vasto. Me encuentro feliz. Vacaciones perpetuas, aunque pienso que con achaques propios de la ancianidad que ya ha comenzado con esta serie de operaciones.


El “homenaje” de despedida, un absurdo convencional y ridículo: una comida en la que nos despedían a dos compañeros y me han regalado un reloj y un paraguas. La conversación ha sido animada. El director ha dicho unas palabras de despedida vacías de afecto, mera fórmula. El Señor ha sido bueno conmigo por el bien que me ha dejado practicar en la educación humana y religiosa de más de un millar de alumnos.


Ha llegado el año 2000


Bendito sea el nombre del Señor ahora y por siempre. Gloria a la Santísima Trinidad. Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento. En mi juventud jamás hubiera pensado que podría yo llegar a este año. Se solía decir: “A mil años llegarás, pero de dos mil no pasarás”. Resabios milenaristas. Todavía hoy algunos insisten en el próximo fin del mundo, pero son muy pocos y apenas disfrutan de influencia social. Lo importante es ser mejor cada día. Lo que de verdad se aproxima es nuestra llegada definitiva al Señor.


Marcho solo a Canarias, porque Angelines está todavía trabajando y paso una semana con gran paz. Es último dia completo, al santuario de La Candelaria, la patrona de Canarias. He ido solo en plan de retiro. Paso ratos de cielo contemplado a Jesús en un Sagrario grande; cabría en él un niño. Una plaza muy amplia junto a la iglesia rodeada de estatuas de gente ilustre canaria y en la misma costa, junto a un mar sereno. Por la tarde, como todos los días, a las 6 a Misa. José Luis es un joven que viaja solo; se ha desahogado estos días conmigo en todos los aspectos, y ha sido para él como una conversión sui generis. Me llama la atención que va a comulgar el último día. Yo creía que se habría confesado antes, pero no. La juventud hoy no es tan estricta como lo éramos nosotros. Pero lo bueno es que se ve fe y relación con Dios. Él ve nuestros corazones.


Los Ejercicios Espirituales de mes


Comienzo en Burlada, en soledad, el mes de Ejercicios Espirituales. Los apuntes los tomaré aparte, no aquí. Han de ser muy concretos, de tal manera que me sirvan para mis meditaciones y revisión de vida. E incluso pensaré el modo de publicarlos en mi revista de internet “Mística”. Me preparo con el Venicreator, con mucho empeño, con deseo de que sean los Ejercicios Espirituales más importantes de mi vida. Con deseo de oración y hacerlos bien según el método de San Ignacio de Loyola. Traigo los libros correspondientes, los que me han servido de preparación mediata e inmediata. El principal el de Iparraguirre y por supuesto en Nuevo Testamento.


Quedo con mi amigo Urbano Larrea, el mayor del grupo, para que me ayude en los Ejercicios Espirituales como padre espiritual. Acudiré a él dos veces por semana. A Urbano, además de ser el mayor que nosotros, lo veo piadoso, entregado, muy humilde y me pude ayudar. Además marcho a su casa en un paseo en silencio de media hora escasa.


Al final de la primera semana de Ejercicios Espirituales hago mi confesión general en capuchinos. He preparado muy bien esta confesión. La verdad es que el fervor de estos días no ha sido sensible, sino racional del todo, pero creo que muy provechoso. He sentido pena de que el padre capuchino, a pesar de decirle que estaba haciendo confesión general por ejercicios, no me ha hecho ni una sola consideración. ¡En fin!


Termino los Ejercicios Espirituales que comencé el 12 de marzo de este año santo 2000. Doy gracias a Dios y a Angelines que me ha facilitado estos días santos. Creo que se grabarán en mi alma para el resto de mi vida. Y ahora, como decían antes… comienza la quinta semana. Repasaré mis apuntes de estos días, meditación tras meditación. Y tengo intención de publicarlos en mi página web.jet.es/mistica. Espero también a través de esta iniciativa hacer el bien a muchos y ejercer mi sacerdocio en la red.

Va finalizando el siglo XX


Hoy, el día de mi santo del año 2000. ¡Cómo iba a pensar en mi juventud que iba a llegar esta fecha! Y cumplo 66 años; muchos. Ya jubilado desde hace un año. Recibo una tarjeta de mi hija Irene con este texto: “Querido papá: Yo quiero abrazarte con palabras y con hechos, porque eres el mejor padre del mundo. Me encanta que el Señor me haya bendecido contigo. Siempre estaré a tu lado dándote cariño y amor, como tú lo haces conmigo. Siempre estaremos unidos en un abrazo de amor, comprensión y ternura. Muchas felicidades. Que Dios guarde tu vida un montón de años más. Tu hija que te quiere, Irene”.


Esta hija tiene una especial destreza para mostrar su cariño, porque todos los años en estas fechas y en otras más, nos obsequia a su madre y a mí con una postal en términos parecidos.











VII En el tercer milenio

Una nueva etapa, la jubilación

Acabé mi trabajo remunerado poco antes de comenzar el siglo XXI, y me queda ahora todo el tiempo para gastarlo por el Reino de Dios. Le digo al Señor, aquí estoy en oración contigo; ayúdame a colaborar como siervo fiel y diligente para que el mundo sea un poco mejor. Se puede evangelizar con la oración, con el ejemplo, con la alegría, con la palabra y sobre todo queriendo más a las personas. La señal del cristiano es el amor. Y mi nueva Evangelización está clara: a través de Internet. También quiero evangelizar de una manera más directa.

Adentrarme en el amor a nuestra Madre, la Virgen María. Tengo necesidad de gracia y soy débil por mí mismo. Estoy lejos de la humildad pero deseo de veras ser humilde; que el Señor me ayude a encajar las humillaciones. Y sigo la novena de confianza al Corazón de Jesús, número 220 que empecé hace varios años. Lo hago para suplicar al Señor con confianza que mi querida hija no se aparte de Él nunca. Así lo espero.


Con relativa frecuencia voy a la casa de Burlada; Angelines sigue con el trabajo de profesora y viajo con su consentimiento. Siempre dedico varias horas a retiro espiritual, en el mismo lugar de mi mes de Ejercicios. Me acompañan los libros de Javier Garrido, muy a propósito para meditar. Es un verdadero banquete espiritual. Pienso en mi vocación de hecho: es seguir a Jesús lo más de cerca que pueda. Y el único contenido de mi vocación es Cristo. Dejarme conducir por Él. Jesús hará mi vida. Compenetrado con Él, buscar su Reino, su empresa sobre todo en el servicio y amor a mis semejantes, aun a quienes me injurian o ningunean.

Mi vocación sacerdotal sigue viva: dentro de mi vida interior, mi relación con Dios, parroquia de Internet y mi esposa, verdadero don de Dios que nunca me falla. Mi hija, siempre presente en nuestro corazón, ya ha aprendido a volar, se ha independizado y seguimos en total unión con ella.


Qué gozo disponer del tiempo


Me compré calzado especial para dar buenos paseos. Uno de ellos hasta la iglesia de Todos los Santos y todas las iglesias de la parte norte de la ciudad. Me gusta visitar a Jesús Sacramentado en las iglesias abiertas que son muy pocas. Meditar, y vivir unido a Jesús; dedicar algún rato a la lectura sobre la Eucaristía o sobre el sacerdocio o sobre la caridad. Centrarme del todo en el Amor en todos los aspectos.

Siempre con un deseo: hacer el bien; la manera mejor para ello es a través de internet. Son varios cientos las personas que se relacionan conmigo por este medio. Me interesa ejercer mi sacerdocio de esta manera. “Ay de mí si no evangelizare”; pero no lo digo con miedo, sino para expresar la exigencia que llevo dentro de mi alma. Nadie puede aniquilar mi sacerdocio y no les causaré problemas a los dirigentes eclesiales. Hay algo de lo que nadie puede dispensar ni anular: de ser hombre, de ser cristiano, de ser sacerdote.

Las Nocheviejas


Siempre los últimos días los vivo en retiro interior relativo, porque no soy anacoreta sino hombre casado. Pido al Señor la virtud grande de la esperanza junto a la compunción de corazón, porque no he llegado ni a la mitad en el cumplimiento de mis propósitos de este año. Todo esto se lo digo con paz interior, me encuentro sereno. Le pido un corazón tierno, no de piedra, sino de pan. Aspirar a las cosas de arriba, porque la inercia me lleva hacia abajo. Que en este año mis últimas manifestaciones sean de alabanza, agradecimiento, compunción y esperanza.


Siento que pase tan rápido el tiempo, quisiera aprovecharlo mejor. Confío en la misericordia de Dios. Este pensamiento inunda mi alma muchas veces al cabo de mi vida. Pido mucho al Señor para que me dé el don de santidad. Porque una persona cuanto más santa es, más gloria da a Dios y más hace florecer el Cuerpo Místico. Este criterio lo tengo muy metido en mi alma, cada vez más. Le pido al Señor me lo conserve hasta el fin.


 Me examino. Cada año me propongo desarraigar de mí uno o dos defectos o adquirir alguna virtud. El Señor ve los propósitos que hice en estas fechas, y el éxito menguado que he obtenido. Habré de repetir este año las mismas determinaciones que el pasado y las repetiré más a menudo aún. Pido la ayuda de mi Señor. Me cuesta la virtud; olvido la bondad; llego a menos de la mitad de mis propósitos. Diré como Pedro el día de la pesca milagrosa: "En tu nombre, Señor, lanzaré las redes".

Me impresionan los años


Siempre me examino y formulo propósitos para el año nuevo. ¡Si hubiese quitado al menos un defecto en cada uno de los que van pasando... ya sería perfecto! Falta poco para ir al Señor. Confío en su misericordia y no tengo miedo a la muerte, sí a los dolores. En el comienzo de mi senectud pienso con frecuencia en aquellos tiempos de mi primera entrega al Señor. A las tres y media de la tarde en las vacaciones de navidad, después de comer, vestido con un abrigo gris que mi hermano me dejaba, marchaba a la iglesia del convento de Recoletas a pasar una hora o más con Jesús en el Sagrario, en un reclinatorio de la derecha, hasta formar callos en mis rodillas; y así todos los días. ¡Y en cuántos sagrarios…! Tú, Jesús, eres mi amigo permanente; mi amigo fiel. Nadie me separará de Ti. Confío en que me lo concederás.


Ahora también sigo enamorado de Jesús. A lo largo de los años nos conocemos muy bien. Marcho muchos días a una iglesia similar a aquella, en Vitoria, las Clarisas, pero con calefacción. Es el mismo Jesús. No siento un gozo tan sensible como entonces, pero es tal vez más profundo. Entonces, como novios, ahora, como el Esposo de mi alma. Jamás me separaré de Ti. Tengo la gran esperanza de eternidad venturosa de amor, porque sé de quién me he fiado. Pero… igual me pasa como al cura de Ars cuando recibió el viático, porque pensaba que era la última vez… aunque alguien muy cercano le consoló diciéndole que ahora vería a Jesús tal cual es.


Formular propósitos


Formulo mi propósito sobre todo a comienzos de enero: el examen particular, el mismo de los años anteriores, la mortificación, pero no avanzo mucho. Las notas son flojas. Dame, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo para la salvación de las almas; lo repetiré con frecuencia.


Mis sentimientos de estos días: Dejarme empapar, anegar, invadir y transformarme cada día por Jesús. Buscar todos los días los mismos sentimientos que Cristo Jesús. Digo al Señor en este primer día con el Cura de Ars: "Si supiera que te iba a perder, no te aflojaría, ahora que te tengo en mis manos".

Repaso propósitos de otros tiempos: 1) Con frecuencia cada día practicar el examen del golpe de vista. 2) Evitar el pensamiento negativo de problemas; eso sí, orar y poner lo que pueda para solucionarlo. 3) Hincapié de mediaciones y referentes: Sagrario, personas, iglesias y cuadros religiosos. Estas mediaciones, me ayudarán mucho, como en años anteriores. Dicen que conviene sean pocos los propósitos, pero me gusta recordar los antiguos para examinarme. Fomentar el examen frecuente por el golpe de vista. Dominio de la tristeza con canciones espirituales.

Felicidad relativa


Los problemas de mi ancianidad, los corrientes. El fervor, bueno. Hace menos de un año me regaló una persona muy piadosa el sermonario del Cura de Ars. Lo encuaderné y lo estoy leyendo con mucho provecho. Cada vez me llega más al alma este sacerdote santo. Al santo padre Nieto lo comparo con él.

Me repito muchas veces: Permanecer ahora en el fondo de mi alma; allí no existe la preocupación, allí no existe el disgusto, es la profundidad íntima de mi ser. Allí habita el Espíritu Santo. Se me graba de una manera especial este pensamiento de la oración de hoy: Quiso Jesús hacerse nuestro hermano según la humanidad, para que fuéramos sus hermanos según la Divinidad. Pensamientos de este tipo me ayudan en mi paz interior, en mi felicidad y son objeto de mi oración que intento sea continua.


Vueltas y vueltas, cada vez me convenzo más de que solo el amor de Dios lleva al hombre a la verdadera esperanza y ayuda a querer de verdad a todos. Cuando falta el amor, ninguna virtud, por grande que sea, ni siquiera la magnificencia, es capaz de crear la confianza.


Me animan en mi vida casos como este: Me saluda en la plaza de la Virgen Blanca el antiguo alumno, Martín. Yo no lo reconocía, es un hombre ya. Me dice lo agradecido que está por haberle enseñado el ambidextrismo en los tiempos del Colegio de San Ignacio. A lo largo de mi vida me causa ánimo el recuerdo de estas personas agradecidas. Son verdaderas mediaciones.

La oración es fuente para mí de felicidad. Incluso en momentos de tristeza, si entono algunas canciones en voz muy baja, mi alma se llena de paz y gozo. Esta temporada pronuncio esta melodía de Carmelo Erdozáin: - “Oh Señor, delante de Ti mis manos abiertas Reciben tu pan. Oh Señor, espita de amor, llena mi corazón. - Y entre tus manos, oh Señor, guárdanos, guárdanos; dinos lo que es amor”.


Gran preocupación e ilusión


Mi gran preocupación desde hace más de treinta años, es la santidad sacerdotal. Me impresiona ver muchos sacerdotes dignos, incluso buenos, pero no santos. Pero… “santo es solo Dios”. Cuando pido sacerdotes santos es que aspiren con decisión a la santidad. Creo que entre los jóvenes hay más que entre los mayores. Y creo también que lo importante para ser sacerdote no es que esté soltero o casado, sino que sea santo o aspire en serio a la santidad. La Nueva Evangelización tendrá efecto total cuando haya muchos sacerdotes santos..


Solo es posible la experiencia de Dios viviendo en receptividad. Dejarnos vivificar por el Espíritu Santo, dejarnos amar. La tristeza huye. Hay fracasos y problemas son el comienzo de una realidad superior; una “dichosa ventura”. Vamos a vivir con esta fe y esperanza. Me doy cuenta de que las pruebas duras que voy sufriendo estos tres años me han purificado mucho. Tanto desengaño en mi vida aumenta mi esperanza en Dios. Siento paz. Nada de tristeza.


Novedades y proyectos de espiritualidad


El libro “Introducción a la vida devota” de San Francisco de Sales lo voy leyendo varias veces en mi vida y siempre me hace bien. Los párrafos del amor a la cruz los pondero mucho, porque de verdad lo necesito. El dolor es connatural a la persona, y aunque por instinto huyamos de él, y el mismo Jesús quiso curar enfermos, es algo inherente al ser humano. Deseo vivir unido a Cristo doloroso y a Cristo resucitado, vivir la realidad y con esperanza. La palabra resignación creo que la hemos olvidado demasiado.


He de vivir con fervor, consciente en todo momento de que soy hijo de Dios; buscar la oración continua, siempre en la presencia de Dios, superando tristezas, malos genios, busco la paz serena en mi obrar. Que sea amado el amor. Muchas veces repito con dolor este pensamiento de san Francisco de Asís: “No es amado el Amor”. Es preciso hacer algo para que sea amado Dios. Escribo muchas cartas con esta sentencia. Y darnos cuenta de que la resurrección de Jesús es el gran motivo para la alegría. Gracias, Señor, y enséñame a ver con gozo también los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad, el descubrimiento de las propias capacidades, la consecución resultados, el aprecio…


Días de recuerdo y aspiraciones


Para mí los ciclos litúrgicos siempre tienen novedad y en los tiempos fuertes aumenta mi fervor. No voy a repetir ideas, pero aunque las repitiera no sería rutina, porque cada año para mí en sus fiestas y ciclos es una novedad.

Mes de mayo. Con la Virgen María me une toda una vida, desde que mi madre en mi infancia me educó y enseñó a rezar. Estos vínculos nos acompañan en vida y después de la muerte. Los vínculos son aún mayores con las almas a quienes hemos ayudado. Mi vida cada vez más entregada al Señor, por medio de nuestra Madre. Ella nos ayuda a vivir la caridad. Jesús aprecia lo que hacemos a cualquiera de los pequeños como hecho a sí mismo.

Y el mismo día, 22 de julio de mis 80 años, me levanto cantando el Tedeum. Dad gracias conmigo a Dios por haberme concedido llegar a la ancianidad gloriosa. Y repito lo del salmo 90 “Nuestra vida dura apenas setenta años, y ochenta, si tenemos más vigor: en su mayor parte son fatiga y miseria, porque pasan pronto, y nosotros volamos". Hace pensar este salmo y nos da esperanza porque volamos hacia Dios. Yo me acojo a su misericordia y os participo mi felicidad porque Él es bueno. Nadie ha de quitarme el gozo de mi gratitud a mi Dios.

Es en mi edad provecta, cuando tengo una visión más completa de mi existencia propia y de la humanidad, y soy más crítico con todo. A lo largo de estos años del blog, en “Periodista Digital” he escrito ya mucho de lo que llevo en mi alma. No todo es mística, aunque sí predomina lo espiritual. También hay mucha crítica que procuro sea constructiva. Ahora me viene este pensamiento sobre los obispos: El haber asumido el episcopado es una cruz, aunque dulce en la imaginación del candidato cuando todavía no ha llegado. Para todos los obispos y jerarquías mi comprensión y apoyo moral. Rezo por ellos todos los días. A la vez, mientras tenga fuerza, seguiré escribiendo desde mi rincón críticas constructivas y amorosas. Creo que viene bien hacer ambiente de purificación y ayudar de esta manera a nuestra santa madre Iglesia.


Grande mi alegría espiritual que surge del encuentro con el Señor, de mi intimidad sacerdotal con el Sacerdote Eterno. Él pide que le siga, que me decida del todo, y ponga toda mi confianza en Él. Buscar la alegría en el Señor: la alegría que es el fruto de la fe y del amor, es reconocer cada día su presencia, su amistad: «El Señor está cerca» (Flp. 4,5)

La penitencia

A lo largo de mi vida voy cambiando en el criterio de la confesión. De niño, todas las semanas. En el Seminario pasamos desde una semana a 15 días. Así he estado gran parte de mi vida: entre dos semanas y un mes. Ahora he retrasado: entre dos y tres meses. Es curiosa la historia de este sacramento: en los comienzos del cristianismo consta solo de la confesión de los pecados más graves. Poco a poco se fue admitiendo la confesión también de los pecados veniales. A partir de Trento, en un deseo de mayor purificación interior, la confesión llegó a ser una vez por semana. Incluso se dan casos de confesión diaria. Después del Vaticano II llega la crisis. Poco a poco se atiende menos por parte de los curas el deber de sentarse en el confesonario. Aumenta el abuso de las absoluciones colectivas. Cada vez son menos los que acceden a este sacramento. Un cura de mi curso nos dijo que desde hace treinta años solo recibía el sacramento de la penitencia en absoluciones colectivas. Entre uno o dos meses me parece moderado y con más frecuencia si abunda la tentación o la tristeza; este sacramento es fuente a alegría.


Pido al Señor hoy la gracia de la conversión y el don de penitencia con más intensidad durante la semana anterior a recibir el sacramento. La cuaresma me quiere abrir los oídos y los ojos para entender por dónde me llegan las pisadas de Dios. Y procuro vivir a fondo la pasión del Señor. Todos los viernes practico el viacrucis: "Dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado. Lágrimas y pena interna de tanto que has padecido por mí. (Loyola)". Dolor, no emoción ni consuelo. Sin pedir solución al dolor propio que con tanta amargura Él sufrió. ¿O es el discípulo más que el Maestro? Unidos en el amor a Jesús; que nos ayude a seguirle en y con el dolor.


Y ¿la penitencia propia? Procuro practicarla; aceptar cuanto el Señor me envía. La voluntad de beneplácito de Dios se nos ofrece en las circunstancias propias: la mala suerte, la maldad de las personas, la enfermedad o la muerte cuando Él me la envíe. ¿Quién soy yo para exigir condiciones a Dios? Santa Teresa se quejaba a Jesús y le decía: "No me extraña que te tengas tan pocos amigos". Pero enseguida remontaba. Tengo muy grabado en el alma: "Yo sé de quién me he fiado". Pido al Señor me dé de vez en cuando "algo" para que no decaiga mi fervor.

Y procuro también la mortificación en multitud de ocasiones. Se puede ejercer de muchas formas: dejar las cosas en orden, atender, aguantar sin quejarse las inclemencias, aguantar al impertinente con cariño, quedarse en las comidas con un poco de hambre, posturas incómodas, andar un poco más de prisa…


Pero tengo que reconocer que en mis quince y dieciséis años fue cuando mejor he practicado este tipo de penitencia. La caridad me hace entrar en la plenitud de Dios, me lleva al amor al prójimo y a la creación entera. Medito, pienso en esto y procuro vivirlo. El trato con el prójimo también es gran espacio para el propio control y sacrificio.

Las pruebas familiares de mi ancianidad me acompañan y son verdadera penitencia. Procuro no obsesionarme con ellas. Me sirven de estímulo para ser mejor. Y el sufrimiento lo ofrezco para lo que más se necesite. Te bendigo en la prueba, en el abatimiento, en este dolor íntimo. Tú eres nuestra fuerza y confío. Lleno de compunción le digo al Señor: “Me avergüenzo de mi escasa correspondencia a tu gracia y te pido perdón. Y con San Dimas, el Buen Ladrón, te digo: “Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”.

Problemas mundiales


Durante toda mi vida he procurado empatizar con el sufrimiento que veo y compartir mi tiempo y bienes; aunque me siento un pigmeo si miro a algunos. Desde hace muchos años me preocupan las naciones del Cuerno de África por la sequía y las hambrunas que sufren. Lo que les faltaba, ahora guerra. Entrego en Cáritas cada seis meses una cantidad para aliviar los problemas de nuestra provincia y para las campañas del mundo: terremotos, inundaciones, hambre. También ayudamos con menos cuantía a otras obras de caridad o religiosas. Me preocupa este problema de compartir. Pretendo ser generoso pero creo debiera serlo más. Me consuelo pensando que si todos colaboraran en mi proporción, podría desaparecer esta lacra social de la pobreza. Pero esto no me exime de ser más generoso, al contrario.

En mi oración digo al Señor: las cosas de Dios son mis cosas. La Iglesia, mi Iglesia; por ser Cuerpo Místico de Cristo.

Busco compartir mi vida interior

Me reúno con algunos sacerdotes jóvenes además de los amigos de siempre. Con ellos es fácil la conversación espiritual. Es bueno hablar con personas así; alienta en nuestro camino hacia Dios. Nos animamos mutuamente en la vida espiritual. Muy piadosos e íntegros. Uno de ellos está todo el día prácticamente en la iglesia. Lo veo muy feliz en la luna de miel de su sacerdocio. Que Dios le conserve este espíritu.


Acudo con Angelines a parroquia de Los Desamparados para la sesión de “Vida ascendente”. Es uno de los pocos sitios donde podré hablar de Dios. Probaré a ver si es posible. Es hermoso un movimiento así para personas de tercera edad. Puede ayudar mucho. Además me gustó el hecho de que allí no se manda nada; puede opinar cada uno; se tiene por centro la oración; se fomenta la amistad y el apostolado. Pero los compromisos no se especifican. Elige cada uno los suyos sin que tenga que rendir cuentas. Me gusta el ambiente y espero que el capellán no absorba.

Todavía me llaman a entrevistas y debates

Me invitan a un programa sobre el celibato en Méjico. Todo ello a través de correo electrónico. Lo pensaré, pero de entrada casi estoy decidido a no aceptar: 1º porque nunca he viajado a América y pronto cumplo 70 años. 2º ¿Qué garantías tengo de que no se trate de un timo o trampa? Casi estoy decidido a no ir. Además lo menos que podían hacer es hablarme de enviarme el pasaje y para dos personas.

Hacía tiempo que no me entrevistaban, y la verdad, no me interesa, pero tampoco rehusaré. Es de “El País” sobre la pederastia clerical. Les he dicho, por supuesto, mi idea principal: que entre célibes puede ser más frecuente la pederastia, porque es más fácil solicitar a una menor o a un niño que a una persona mayor. Por otra parte entre los diáconos casados no se conocen problemas.


Preparo un artículo sobre el celibato. Conviene, sí, potenciar el celibato para los sacerdotes, pero sin imponerlo de por vida. Hemos comprobado el enorme problema que está surgiendo ahora en los seminarios, la homosexualidad. Otra espina que se clava en los dirigentes eclesiales y les va a costar mucho arrancarla. Conocemos casos de sacerdotes jóvenes con esta característica sexual, y pensamos que en un futuro próximo, si no desaparece la ley actual, aumentará el número de candidatos a la clerecía con esta peculiaridad, siempre reprobada por la Iglesia. Se considera tan grave el problema que ni siquiera pueden acceder al seminario los homosexuales, aunque se comprometan con voto la castidad, como los heterosexuales.


Veo en Canal Sur el reportaje o mesa redonda sobre el celibato. Mi compañero Francisco García Chaparro me ha gustado. Entre la gente la idea de sacerdocio y matrimonio es muy común. Les sugerí el nombre de este amigo y lo ha hecho muy bien.

En las puertas de la muerte


El 2 de junio del 2005 me duele el estómago como todos los días anteriores. No se me quita con manzanilla, dudo si me convendrá ir a urgencias, pero pensarán que me preocupo por tonterías. Tengo que hacer algún cambio en el teléfono móvil y marcho a la tienda. A doscientos metros de casa dudo si seguir o entrar en la policlínica. Me mareo algo cuando estoy en ventanilla con la tarjeta de sanidad. Me introducen con rapidez. Detectan una angina de pecho. Y lo demás…


Al día siguiente 3 junio, viernes. El Corazón de Jesús. Aniversario de mi primera comunión. Pido el viático y la unción y me los dan. Más tarde el famoso doctor Ubago me hace el cateterismo. Me mira las coronarias, no me puede operar con este método. Tendrán que abrirme y poner bypass. Lo que ahora escribo me lo han dicho; he estado veinte días sedado, sin enterarme de nada. Día 9 junio. Operación tres bypass. Día 12 junio, por la noche, operación muy urgente. Fisura pleural, asfixia. Sufrí durante diecisiete días coma inducido, sedación total. Gravedad extrema. Complicaciones: neumonía, insuficiencia renal del 70%, diálisis continua, septicemia, estado de asfixia, estado preagónico.

El primer día de julio, voy recobrando la consciencia. Me acuerdo de algo. Ensoñaciones que no sé si eran mientras estaba en coma o después: me veía muerto con el traje ce primera comunión y el crucifijo de nácar. En la entrada del Cielo había huelga y el nuevo Papa Benedicto me decía que me pusiera en la cola del rito ortodoxo que son los más parecidos. Subía por el aire en un globo de mucho colorido, como de vidrieras, pero no sentía paz, sino angustia o desazón, porque iba solo por el aire.

Y dentro de la clínica, cuatro meses.

Me confirma días más tarde Angelines de que estaba pentapléjico; yo me sentía como pegado a las sábanas. Luego me fueron enseñando a moverme. Muy difícil. Seis meses de rehabilitación. Aprender a andar me costó cuatro meses.


Día 29 septiembre 05, miércoles: En este día salí de la clínica por mi pie, muy delgado, no me servía ya ninguna ropa anterior, alrededor de 60 kilos. Emoción grande al volver a casa. Lloramos de emoción Angelines y yo sentados en casa. Damos gracias a Dios porque me he curado. Ha sido un milagro por la intercesión del padre Nieto y lo comunicaremos al vice postulador de la causa de beatificación.


Mucho para agradecer


Doy gracias a Dios. Me ha liberado de una muerte segura y me deja algún tiempo de propina, para derramar sobre mí su amor y ser testigo de este amor de Dios. Me colma de su presencia y de su gracia. Dios me hace partícipe de su alegría. Yo soy amado, tengo un puesto en su corazón y tengo que ser testigo de esta experiencia de Dios. Una gracia muy especial seguir viviendo. Responsabilidad de aprovecharla bien.


Voy pidiendo mucho al Señor el don de oración desde entonces y también antes. Creo que me va concediendo, al menos en parte, la oración continua. Vivir en la presencia de Dios, en adoración, petición, acción de gracias.


Durante varios años he compuesto cientos de frases muy breves, de menos de cinco palabras, para dar gracias después de comulgar. Me ayudan mucho en momentos de postcomunión. Las he enviado a varios amigos para que puedan también ayudarse. También doy gracias a Dios por esto.


Esta mañana he pensado en las gracias actuales más fuertes de mi vida. Creo que la mayor fue recién cumplidos mis 15 años: en Laguardia, en la parroquia de San Juan durante una larga visita al Santísimo Sacramento; una verdadera conversión; mi vida tomó un sentido eucarístico para toda la vida. Después de mi ordenación sacerdotal, hace ya 56 años he recibido otras muchas gracias actuales que me llenan de alegría y agradecimiento a la Providencia de Dios.


Gran interés por formarme, por orar, por vivir


Después de mi curación, cuando todavía estoy convaleciente con la rehabilitación, me ha entrado un gran deseo de conocer más sobre todo en materia teológica. También humana. He comenzado a leer un libro que lo tenía como de consulta, el “Vocabulario de Teología Bíblica” de León Dufour. Y lo leo con gusto. Y pienso leerlo entero. Tengo mucho mayor deseo de saber y de estar en contacto con Dios. Me interesa la Teología y también las ciencias humanas. Llevo unos meses viendo unos libros “Patrimonio de la humanidad”; mucho gráfico, pero también leo el texto. --- Escucho grabaciones con el MP3 durante mis paseos.


Desde hace muchos años me doy cuenta que la oración de adoración es buenísima y la practico con mucha frecuencia. Señor, qué admirable es tu nombre en toda la Tierra. Glorificado seas, Señor, pues has coronado a tus santos de bondad y buenas obras

Mi oración y lecturas las centro mucho en Cristo, sí, es Legado divino, pero también Hijo del Padre. Contemplamos con gozo afectivo todas estas realidades. Cristo significa ungido, consagrado por el Espíritu Santo. Contemplar. Mis paseos desde hace tiempo son verdadera oración. Del olor de las flores me elevo al buen olor de Cristo. Poco a poco voy viviendo la oración continua.

Por la noche, desde la 10 hasta las 12, paso un rato muy feliz. Parte de este tiempo lo dedico a la lectura muy reposada en el IPad del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz. Lo subrayo y lo voy preparando para después copiar los resúmenes y que me sirvan para una oración sustanciosa. También he copiado de Internet una Historia de España y Geografía Mundial. Deseo sentir en mí mismo el mundo entero. Lo estudio en el mapa y en esta obra que he compuesto.


En mi oración le pido al Señor adelantar más en su amor; que mi alma nunca languidezca. Estar siempre velando para cuando llegue el Señor con su llamada… El Espíritu Santo enriquece mi alma con su venida y me da los siete dones. Dame tus dones para unirme del todo a Ti y entregarme al prójimo.


Se me ha estropeado la columna de música que tanto estoy usando a lo largo de los años para escuchar cintas de espiritualidad. Es mi gozo y mi alimento. Resumo muchos libros y los grabo en varias cintas cada libro. Hoy ha quedado dentro una de las cuatro cintas audio de “Jesucristo, ideal del sacerdote”. Llevo escuchando estas cuatro cintas 45 veces. Aprecio cada día más mi sacerdocio. Y lo ejerzo sobre todo por Internet, a través de mis revistas y de la nutrida correspondencia que mantengo con algún millar de personas.


Ayer al atardecer miraba mis libros de espiritualidad leídos a lo largo de mi vida. Son muchos y la mayoría están subrayados con las cosas que más me han gustado o impactado. Muchos de ellos leídos con frecuencia. Alguno más de cuarenta veces su resumen. Hoy he comenzado con uno de ellos a degustar lo subrayado, se titula “Hemos conocido el amor” de Juan Esquerda Bifet. Me va a servir – y espero que los demás también – para repasarlo o rumiarlo junto al Sagrario en su parte subrayada. El autor dedicó su vida a dar retiros a misioneros y en Roma era profesor de Misionología, nació en Lérida en 1929. Se trata de un comentario de libro el Cantar de los Cantares.

Después de estar en los ordenadores de Montehermoso, visito casi todos los días al Santísimo Sacramento en la parroquia de San Vicente o en San Antonio. Cuando está abierta una iglesia procuro entrar a visitar al Señor. Para eso se ha quedado entre nosotros. Otras veces paseo por la muralla, en verdadera visita a las parroquias de San Miguel y San Vicente donde está Jesús en el Sagrario. Los templos están cerrados, pero la iglesia en es un verdadero sagrario grande.

En el fondo de mi corazón reina una alegría serena, en medio de las pruebas fuertes del alma que estoy sufriendo… veo nuestra miseria humana que a pesar de querernos nos hacemos sufrir. Hazme, Señor, instrumento de tu paz.


Mi alegría es estar con Dios en oración. Que yo crezca para que Él crezca en mí. El amor no busca justificación fuera de sí mismo. Quiero amarte, Señor. No hasta el fin de mi vida, sino siempre porque desembocaré pronto en la eternidad. “En Ti, Señor, he esperado: jamás quedaré confundido”.


Mi fin, sí, la gloria de Dios. El modo de cumplirlo, ayudando. En lo físico, poco puedo. Pero siempre estoy pescando: cuando solicito amistad en Facebook, cuando envío a mi web o a mi blog distintos artículos. Los miles de cartas que voy escribiendo a lo largo de mi vida. Solo pienso en hacer bien, en aumentar de alguna manera la gloria de Dios y ayudar a mis hermanos en el camino hacia Él. Es un modo de evangelizar o animar en la fe. Que el Señor dé el incremento.


Gracias especiales


Ignacio, 37 años. Ayer cantó misa y hoy he acudido para preguntarle cuanto desde hace bastantes años quería saber de un sacerdote joven: los estudios y formación actual en los Seminarios. Para mí el encuentro con este neo sacerdote ha sido una gracia actual grande por el fervor y vida de oración que lleva. Me ha informado bien de todo, y como no he terminado, hemos quedado otro día. Mañana y la semana que viene volveré con él.


Estos últimos meses estoy viviendo nuevas impresiones desde hace mucho tiempo. Hemos hablado en tres entrevistas. El tema era comparación de estudios y formación de nuestros tiempos y los actuales. Para mí ha sido muy provechoso, sobre todo porque lo he visto muy centrado y con verdadero ánimo de santidad. Le he pedido el correo electrónico y ayer mismo me vio por detrás y me llamó. Me gustó el detalle. Pido para él el don de la perseverancia en la virtud y santidad.


Visitamos la ciudad de Lugo. Llevo ilusión, porque desde que nos casamos no había estado aquí. En esta misma mañana vemos todo lo más importante. Me detengo de una manera especial en la catedral, donde siempre tienen expuesto el Santísimo Sacramento. Me da alegría. Admiro también en esa misma catedral, junto al altar del Sagrario una enorme lámpara – araña y leo un comentario sobre la misma. Está fabricada con donativos de la gente; escribiré un artículo de Eucaristía sobre este mueble.


Acompaño durante el día a la misionera seglar María José, y comemos después juntos. Para mí ha sido una gracia actual fuerte el trato por Internet con ella. Viene de Hispanoamérica y la van a destinar pronto África, antiguo Zaire. Creo que la jerarquía de la Iglesia debiera promover más este tipo de misioneros: sin votos solemnes ni simples; basta la decisión personal de cada uno con plena libertad para cambiar en el momento que lo vean oportuno, o seguir, como María José piensa cumplir hasta el final de su vida.

Verdaderos ejemplos sacerdotales


Conozco a muchos sacerdotes dignos, y hasta celosos que han dejado el ministerio sacerdotal contrayendo matrimonio. E incluso bastantes ahora son más sacerdotes que en sus tiempos de clérigos. De seguro que buen número de ellos volvería al ministerio si fueran reintegrados. Por otra parte, ¿por qué no podría ordenarse en ciertas circunstancias a hombres casados que han dado prueba suficiente de aptitud para el sacerdocio? ¿Cuándo se van a dar cuenta nuestros jerarcas de que es necesario aprovechar todas las fuerzas existentes? Sería preciso ir desclericalizando el sacerdocio. Y para empezar que existan sacerdotes clérigos y no clérigos.


Viajamos y pasamos el día con Antonio Suárez, amigo secularizado. Es un hombre generoso, porque recuerda lo que le he ayudado en los problemas que tuvo. Subimos a un montecillo del contorno y vemos el castillo. Por la tarde, a Alcuéscar. Es una gracia actual ver a estos sacerdotes entregados a los enfermos y ancianos. Charlamos con el padre general de la congregación. Un año después, me llamó Julio Ruiz Suárez para explicarme los últimos momentos de su tío Antonio. Murió como un santo, como se solía decir, en olor de santidad.

He intentado muchas veces localizar a dos amigos secularizados con los que he tratado mucho: Uno Román Knör de Burlada, piadoso, muy sencillo y santo. El otro es Antonio Davia, de Náquera, y no hay modo de localizarlos; grandes y buenos amigos míos. No sé si encomendarlos como difuntos a los dos, bastante mayores que yo de edad. Que en el Cielo nos veamos. Tengo más gente allí que aquí. Los dos fueron excelentes sacerdotes casados que vivieron a tope su doble vocación.


Esta temporada estoy muy en contacto con un amigo cura de Castilla; y hoy hablo con él por teléfono. Es de edad madura; salió del clero para contraer matrimonio, pero hoy se encuentra sin trabajo. Son problemas duros. Por Internet sigo a otros muchos sobre todo de Hispanoamérica. Casi todos continúan con verdadera vocación sacerdotal. Y mantengo correspondencia con varias decenas de secularizados de otros países y también de aquí. Creo que en este nuevo siglo me he relacionado por Internet, carta y teléfono con más de doscientos sacerdotes casados.

Una pena que después de tantos años siga sin aprovecharse para la Iglesia tanto bien. Muchos han pasado ya a la otra vida; aquí han sido ejemplo incluso para sacerdotes en el ministerio. De varios he escrito semblanzas: modelos de profesionales, de hombres de oración, de celo por el amor a sus hermanos y han conseguido evangelizar no precisamente desde los púlpitos de las iglesias. Puedo decir de alguno que ha muerto en olor de santidad, aunque pienso que jamás nadie introducirá su causa para llevarlo a los altares. En la otra vida creo que nos llevaremos muchas sorpresas.

Vicente Ferrer, un fuera de serie


La biografía de Vicente Ferrer me llega al alma. Un sacerdote jesuita secularizado y consumido por una llama interior de hacer el bien, de dar fuerza y calidad de vida al pueblo indio. Hombre de la talla de Teresa de Calcuta y diría que mayor aún, puesto que este hombre ha gastado su vida no en curar enfermos, sino en buscar vencer la pobreza, ayudándoles a ellos mismos a superarse.

En febrero de 1952 llegó a Bombay. Pronto se dio cuenta de su vocación: allí no estaba para oír, ver y callar. Vio la pobreza reinante y esto le impactó hasta los huesos. Empezó construyendo – incluso hacía de albañil – un hospital y un colegio. Barruntó entonces por dónde iba a orientar su vida. Antes de hablar de Dios – se decía – he de cubrir estas primeras necesidades vitales.

Pero sus métodos comenzaron a no gustar a los superiores de la Compañía de Jesús ni a las autoridades civiles. Los religiosos por su parte quisieron reconducirlo: que dé clases, que predique, que… pero el padre Vicente no tenía corazón para dejar morir en la miseria a aquellas personas a las que amaba desde el primer momento. ¡Y le obligaron a emigrar!

Al fin se quedó en una de las zonas más pobres de la India. En resumen, no fue comprendido por los superiores de la Compañía de Jesús. Él debió de sentirse frustrado en este aspecto. De nada se quejó. Lo suyo era amar, hacer algo para que aquella gente pudiera vivir.

En 1969 conoció a una mujer joven: Anna Perry, periodista inglesa, veintidós años más joven que él. Y se casaron. Él siempre confiaba en Dios; jamás lo alejó de su memoria, y continuaba "sin otra luz y guía que la que en el corazón ardía”.

A lo largo de estos años se han construido, mediante su acción y dirección, 39000 viviendas; 230 embalses entre grandes y pequeños; un centro de terminales de sida; un centro de planificación familiar; 14 clínicas rurales; 1696 escuelas con 158000 alumnos de primaria y secundaria; centros abundantes para gente discapacitada; 70000 mujeres se unen para participar en cualquier aspecto de la vida; se conceden micro créditos para poder comenzar pequeños negocios. Nunca será canonizado, pero esperamos verlo muy alto en el Cielo: “Tuve hambre y me distéis de comer…”

Ventajas y desventajas de Internet


Son mayores las ventajas: gracias a este medio he contactado y ayudado a más de dos mil personas, aparte de los innumerables que entran en mi web, blog, Facebook y Twitter. Pero algunos aprovechan el anonimato de Internet para ensañarse e insultar a quienes no piensan o sienten como ellos. Estoy harto de que me insulten en comentarios de blogs. No se dan cuenta de que el hecho de insultar denota inmadurez. Por otra parte son ellos quienes se perjudican y degradan. La víctima del insulto, si busca la propia santificación y de la los demás, asumirá la injuria uniéndose a Jesús en su pasión y pedirá al Señor por quienes le persiguen y calumnian.


José


Fiesta del Corazón de Jesús. Le pido con fervor a Jesús por la conversión de este antiguo amigo con quien vamos a pasar el día, José. Nos reunimos con él en el Seminario a las 10,30. Llegamos unos minutos antes, pero él ya aguardaba con su mujer. Visitamos todos a Don José María Pérez Lerendegui, muy acogedor. Es un caso, dice que no cree, pero sus amistades son todas con curas. Cuando visitamos a la Virgen de Roncesvalles, pido a Dios por él con gran fe por medio de María. Espero le ilumine y vuelva, porque fue muy generoso y marchó a América a salvar almas. Además quien creyó en la Eucaristía con fervor, pienso que no puede perder la fe en Jesús Eucaristía; marchó a América a evangelizar; fue un seminarista ejemplar y me hizo mucho bien. Confío en la oración y misericordia de Dios.


Tenía también interés en hablar con otro antiguo compañero y amigo, Jesús, que se secularizó y no sabía nada de él. Deseaba un encuentro, porque al parecer, también ha perdido la fe. En los siete minutos de conversación no le veo ningún interés por reunirse, aunque me dice que guarda muy buen recuerdo de mí, y yo de él, de sus confidencias, de su exquisita sensibilidad; es dura la vida y le ha tocado sufrir mucho. Lo encomiendo a Dios con gran esperanza.



Miguel Ángel Pérez de Zabalza


Hacía tiempo que no veía a un antiguo amigo del Seminario, Miguel Ángel Pérez de Zabalza. Después de cuarenta años o más en Olite, le han mandado a Ayegui de cura. Él es un santo, sumiso, humilde y bondadoso. Le ha costado, pero no enjuicia a nadie. Deduzco que el vicario general, se lo ha impuesto. Miguel Ángel era adorado en el pueblo. Redescubro en este santo sacerdote al amigo y al hombre bueno y fiel. Hemos quedado en vernos más a menudo. Es una gracia actual el trato con él. Ni una crítica por su traslado.


Dos años después sufre un cáncer del canal colédoco y está a tratamiento. Marcho por la tarde al hospital Universitario y visito a mi amigo. El cáncer avanza y está peor. Lleva en la enfermedad una vida espiritual intensa. Le veo serenamente alegre.

El día 23 septiembre 02, muere Miguel Ángel Pérez de Zabalza. Ha sido un ejemplo para todos. Pienso escribir su biografía, porque puede seguir haciendo bien este hombre santo.

Javier Illanas


Me ha impresionado. He visitado hoy a quien fue compañero, amigo y gran párroco de las Desamparadas de Vitoria durante unos cuarenta años: Javier Illanas. Me habían dicho estaba en la residencia de Juan Pablo I interno y con Alzheimer. Le he visitado más de una hora. Me recordaba, y me seguía en todo. Pero de vez en cuando se quedaba como obnubilado. “Me tengo que organizar, me tengo que organizar…” me decía. Y es que no reza el breviario, está en una sala sin hacer nada con las ancianas, todas peor que él. Me ha impresionado. Y la enfermedad irá a más. Le visitaré de vez en cuando. ¡Lo que es la vida! Ha sido el mejor párroco de la ciudad durante cuarenta años. Me edifica su mansedumbre, consciencia espiritual, su sonrisa. ¡Cuánto bien ha hecho!


No me cabe lo del obispo


Mantengo relación con muchos obispos. Invitamos mi amigo Paco Macaya y yo a uno de ellos a comer. Le voy diciendo algo de mí, pues al relacionarse con tantas personas, tal vez no me recuerde. De momento en la conversación lo encuentro receptivo, pero poco flexible y leguleyo. El diálogo va bien hasta los postres. Hablamos de los secularizados que concelebraron masivamente hace unos años en Alcobendas en la década de los 90. A los dos nos parecía mal. Luego siguió así la conversación:

Aguanté la descortesía y el abuso de poder sin enojarme e incluso pagué yo la comida y le acompañamos al prelado hasta su casa. Pero me causó profunda herida. Hay algo por su parte contrario a la doctrina de los derechos humanos y del Catecismo de la Iglesia Católica, esa falta de respeto a la conciencia de una persona. He quedado humillado por lo que supone de injuria a mi propia conciencia bien formada. También decepcionado y con gran amargura cristiana y humana. He dormido mal. Lo considero tan o mal o peor que un intento de violación sexual. Y todavía queda en mí la cicatriz ya cerrada de una herida profunda.


Este obispo me hace pensar en un nuevo tipo de eclesiásticos que quieren dominar las conciencias. Incluso con una especie de excomuniones sutiles, no precisamente canónicas, pero sí prácticas. Se usa mucho dentro del clero la frase: “No estás en comunión eclesial”. Y les encanta esta terminología a algunos de nuestros prelados. ¡Y pobre de aquel a quien se la apliquen! Porque ya se encargarán de dejarlo en un rincón de por vida, en la práctica sin voz ni voto, sobre todo si la víctima obra como caso singular. Es una pena. El talante de Jesús era muy distinto. Es el tipo de obispos a quienes el papa Francisco advierte y reprende. No se puede ser así.


Y me viene a la memoria lo que dice nuestro actual pontífice: “Y también hoy es un día para rezar por nuestra madre Iglesia, por tantas esterilidades en el pueblo de Dios. Esterilidad de egoísmos, de poder… cuando la Iglesia cree que puede todo, que se adueña de las conciencias de la gente, de ir por el camino de los Fariseos, de los Saduceos, por el camino de la hipocresía, eh, la Iglesia es estéril. Rezar. Que nuestra Iglesia abierta al don de Dios lo haga en esta Navidad… Tantas veces yo pienso que la Iglesia en algunos lugares, más que madre es una empresaria”. (20-12-14)


Un amigo muy piadoso, pero algo falla


Llamo por teléfono a un antiguo amigo muy piadoso, citado algunas veces en esta narración. Me dice que no puede recibirme porque sus muchas ocupaciones. Pero después me expresa su malestar porque he escrito en Internet sobre él. Le digo que el artículo es del todo laudatorio, pero replica: “No quiero que aparezca mi nombre en ningún escrito”. Le prometo borrar todo lo que de él he consignado. Y enseguida lo cumplo. Pero sufro una decepción también de este amigo que no quiere ni recibirme porque haber escrito de él cosas buenas. Hay humildades que no comprendo. Y sobre todo si, como consecuencia, no quiere volver a un trato normal.

Años más tarde me ve en su residencia. Me saluda sin decirme ni una palabra y se marcha rápido. Pienso que en su conciencia no pecó. Me saludó. Pero fiel a su palabra “No te hablaré”, lo cumplió. Quedo humillado y decepcionado. No llego a entenderlo.

Job


Cumplo hoy setenta años: edad venerable. En un día tan señalado he invitado a una comida a toda mi familia más directa. Todos han acudido y me siento gozoso. Pero a última hora, en la misma puerta del restaurante he recibido una llamada de teléfono del que siempre había considerado amigo, Job. A bocajarro me dice que estoy en pecado mortal, después de felicitarme de una manera socarrona. Le pregunto el porqué y me contesta que por haber aconsejado mal a mi hija cuando iba a dar a luz. Le explico de buenas formas el contexto de aquello y en recta moral fue un consejo bueno. No se convence. Me asegura después que no acudirá más a ningún lugar donde tenga que rezar conmigo, por mi situación de pecado mortal. Por consiguiente, como siempre que nos juntamos oramos los amigos, quiere decir que no volverá a estar conmigo. Amargura grande en el día de mi santo. Procuro disimular en la comida. Estoy muy afectado por la ruptura de mi amigo, después de más de cincuenta años de amistad. Sospecho puede deberse a un problema de escrúpulos, porque él siempre obra siguiendo su conciencia. No he logrado recuperar esta amistad a pesar de mis esfuerzos, pero alguna vez que hemos coincidido casualmente ha sido correcto.

Me supone un trauma como lo del obispo, como lo del otro amigo más lejano. Personas muy piadosas todas. Pero… algo falla. No me cuadra con la idea cristiana.


Bodas de oro


Estos días está Paco Macaya por aquí porque nuestro curso celebra las Bodas de Oro sacerdotales. Nos han discriminado y ni siquiera invitado a comer a quienes – siendo sacerdotes – hemos salido del clero. Otros años solían invitar. Salgo con el coche a esperar en la estación a Juan Miguel Villar, compañero secularizado, que viene desde Madrid para asistir a la efeméride. Lo llevo al Seminario y él, sí, acude a la ceremonia, pero por supuesto no le invitan ni siquiera a última hora. Yo espero fuera; no deseo entrar donde me ignoran y no me invitan. Nos juntamos Juanmi y yo en el restaurante Colegio de Médicos, y allí comemos, a cien metros de la fiesta. Después paseamos los dos con Paco Macaya, que está indignado por lo mal que se han portado con nosotros. Es duro.

Por cierto, mediando del arzobispo, solicité a Roma que autorizaran la concelebración de los sacerdotes secularizados de nuestro curso con el resto de los compañeros. Me comunicaron que había sido denegada la petición. Según nuestra fe en el sacramento del Orden, nos parece una falta más en la ortopraxis.


Paco Macaya enfermo


Los sábados continúo por teléfono con mi amigo Paco Macaya hoy comentábamos los del arzobispo alemán; dijo a sus compañeros que muchos colegas sufren una enfermedad muy propia, la episcopalitis. En algunos es una dolencia muy aguda y llega a extremos sorprendentes, como lo fue en el Cardenal Segura, que vivió en España hasta 1967. Autoritarismo, lo suyo siempre es lo definitivo. Y es frecuente también ahora esta dolencia. Recién ordenados los obispos suelen ser personas asequibles; están confundidos con tanta dignidad y con tantas atenciones. Después, lo asimilan de tal manera que ¡cualquiera les tose! Se creen una casta aparte.

Día 3 mayo del 11, martes. Mi amigo Paco Macaya ha venido a Pamplona durante la feria de abril. Se siente bien y vitalista. Se le nota la cicatriz en la cabeza de la operación que le han practicado. Él nunca pronuncia la palabra cáncer que está en la boca de todos. Se siente bien, pero los amigos pensamos que será la última vez que viene por Pamplona. Comemos en el restaurante Palacio de Zuasti junto con Angelines. Acudo con él hoy a la misa en San Agustín. ¿Será la última vez que le veo celebrar? Por cierto, siempre con mucha unción y consciente.


Y lo despido en la estación. No volveré a verlo. Una vez en Sevilla, cae en vertical.



El final de mi mejor amigo


En mi llamada diaria con Paco Macaya me sigue el pensamiento, y recibe muy bien mi exhortación a la confianza en Dios, a ponerse en su regazo. Se fatiga con el calor en una casa tan reducida. No encuentra reposo. Les aconsejo lo lleven en a una residencia, a poder ser sacerdotal. No está el párroco, y la hermana y el cuñado no se aclaran. Nadie le lleva la comunión. Repite conmigo: “Dentro de tus llagas, escóndeme, no permitas que me aparte de Ti”. Y él alguna vez añade: “En la hora de mi muerte llámame y mándame ir a Ti”.


En esta fiesta de la Natividad de la Virgen María, mi amigo entrega su alma al Señor. Les voy informando a los amigos por teléfono. En Pamplona celebran una misa – funeral en la parroquia de San Agustín. Mi querido nieto Dani lloraba y decía a su hermana: “Se ha muerto el cura que me bautizó; el tuyo vive”. Hemos asistido unos diez compañeros del curso, familiares y amigos y no mucha gente. Los años de ausencia producen olvido.


Sigo con mi formación literaria


Leo novelas y ensayos sin avidez, ya ni me gustan como en mi juventud, pero son importantes para conservar y perfeccionar el estilo. Dos novelas, casi seguidas y del mismo autor: Torcuato Luca de Tena. Las dos muy buenas, de las que se graban en el espíritu y describen situaciones reales bajo capa de ficción. “La edad prohibida” con tema de adolescentes. Cuando leía la segunda, “Los renglones torcidos de Dios” pensaba que podía haber sido su protagonista un amigo, que pasa por normal.

He repasado una vez más “Los Miserables” de Víctor Hugo. Fue el libro que me ayudó a madurar como persona e incluso como cristiano. Era al comienzo de los 60. Hacía poco tiempo que lo habían quitado del índice de libros prohibidos, y me pareció de auténtica lectura espiritual. Ha sido la novela que más me ha impactado. El tema, la transformación de un evadido de la cárcel, a raíz de la acogida por parte de un obispo santo. Y a la vez va descubriendo una serie de personajes intransigentes, leguleyos, guardianes del orden externo. Recomendable sobre todo a sacerdotes, obispos y personas de gobierno. La encuentro demasiado extensa; debiera ser más ágil y menos extensa.


He disfrutado con una novela muy crítica: “El Hereje” de Miguel Delibes cumple las dos características. Es dura y realista. Tiene mucho más de historia que de ficción. Para mí es la obra cumbre del gran literato del siglo XX, Delibes.


Tenía unas ganas enormes de leer algo crítico de este hombre de Iglesia: “Pedro Segura, un cardenal de Fronteras”, de Francisco Gil Delgado, porque el profesor José Goñi nos dijo de él “Una persona para una tesis doctoral de aquí a cincuenta años”. Y han pasado estos años. Es un libro crítico, de alguien que lo conoció de cerca, de Sevilla. Me ha gustado y era este cardenal como nos parecía: muy consciente de su dignidad, de su autoridad. Pero no lo considero ni mucho menos un hombre lleno de amor y misericordia. A mí no me gusta. He de escribir un resumen de este libro: que sirva un poco de crítica para que no aparezcan obispos de esta calaña. Eso sí, me parece que siempre obró en conciencia, claro. Y ese es un problema bastante común.


El arte


Además de la Historia me gusta el Arte. Esta afición me contagió mi esposa querida. Y desde que estuve enfermo de gravedad han aumentado mis ganas de saber. Hoy he terminado el libro “Las Villas del Véneto”. He disfrutado sobre todo con las imágenes de este bello tomo escrito por Murano y Marton

Desde el mes de mayo hasta hoy he estado un rato todos los días mirando, disfrutando con ello y leyendo los comentarios de una colección de libros sobre los impresionistas. Son 24 volúmenes de unas 60 páginas cada uno, con láminas bien impresas a todo color. Ayudan a formar el gusto y a disfrutar con el arte. El impresionismo para mí es de lo mejor de la Historia pictórica. Se ha desatado en mí hambre por saber, por la oración, la ciencia, el arte, la belleza.


He desempolvado, unos manuales que me dispensan de recorrer de nuevo España. Además los contemplo sin el incordio de guardar colas, ni aguantar tiempo de pie o andando. Estos son los títulos, todos ellos de la colección Tesoros de España: “Monasterios”, “Estaciones de ferrocarril”, “Palacios”, “Fuentes”, “Jardines”. Verdadero recreo del alma.


Y después de 28 años me enfrasco de nuevo en la admiración de “Don Quijote de la Macha”, el mejor libro de la literatura española. Y sin embargo no me llama la atención como en 1980. Nos decía un profesor que en la ancianidad hacía llorar. De eso nada. Cuando de verdad me gustó fue a los 46 años.


Teología


Llevo muchos meses con el “Diccionario de Teología Fundamental”. Es muy distinto de lo que entendíamos en el Seminario con este título, la parte racional de nuestra fe, apologética, el tratado de Revelación y de Iglesia. Esto es más amplio. Trata sí, de la revelación de una manera profunda. Trata de la credibilidad, de la fe. Distingue muy bien la ortodoxia de la ortopraxis en las páginas 1042 y 1059. Se mete a fondo en la historia. Un libro serio, profundo. Resulta más difícil asimilarlo; es muy denso y de 1600 páginas. Da una visión muy completa de todos los aspectos fundamentales de nuestra fe. El estar escrito por tantos autores, pasan de 125, lleva consigo la gran ventaja de especialización, pero la desventaja de falta de una visión unificada, aunque haya un director para coordinar. Muy difícil asimilarlo del todo. Habría que repetirlo, estudiarlo, más que leerlo una vez. Pero es tan largo…


Y otra vez con el Vaticano II entero. Lo encuentro enjundioso, no solo como doctrina, sino también como adaptación de nuestra fe al mundo actual, verdadera lectura espiritual. Todavía no se ha conseguido llevarlo a la práctica. Las dos tendencias eclesiales de conservadores y progresistas lo están poniendo difícil. Las dos. Por otra parte creo que necesitábamos un Papa al estilo de Juan XXIII, que duró poco. Esperamos que nuestro nuevo pontífice, Francisco, de un talante tan abierto, llegue a echar en marcha del todo el Concilio. ¿Será émulo del gran Juan XXIII?


Cultura

Compro un libro electrónico, verdadera biblioteca de bolsillo. Es un invento, al fin, ha comenzado a comercializarse. Lo venden ya con quinientos ejemplares y se pueden introducir más de mil. Por supuesto, incluiré todos los míos, los que yo he escrito hasta hoy, alrededor de 30. De ellos publicados por editorial solo cinco. Los demás están en la red y en mis ordenadores.


He comprado por un precio asequible cinco tomos de la colección “Claves de la Ciencia” De momento me dedico a “El Universo sin fin” y “La Formación de la Tierra”. No me resulta difícil entenderlos, pero todo lo explican sin la trascendencia de un Creador. Así actúa hoy la ciencia. No obstante no puedo explicarme cómo los ateos llegan a pensar que todo esto ocurre porque sí, que Dios no existe. Hace falta para ello una fe negativa tremenda. Seguiré leyendo los otros.

Comienzo otra tanda de clases de informática sobre Internet, en el mismo día en que me traen el ordenador que se había averiado. Gracias a ellas he creado mi Blog, Facebook y Twitter, los grandes instrumentos de mi parroquia actual. Estudio y practico con mucha ilusión, porque veo posibilidades para mi proyección evangelizadora como sacerdote. Después, las aplicaciones concretas. Es una parte del reciclaje para actualizar mi vocación.


Escribir, una misión


Estoy escribiendo desde hace varios meses la semblanza de Don Félix Beltrán. Fue un sacerdote extraordinario; me acompañó en la campaña de santidad para los sacerdotes. Su hermano Jacinto me da muchos detalles de su vida. De sus muchas cartas obtengo cantidad de ideas que ennoblecen su figura. No lo canonizarán, pero para mí es un santo.


De don Miguel Sola también estoy redactando su biografía. Conservo de él mucho en mi memoria, pero deseo preguntar a distintas personas que han estado muy relacionadas con él. Así saldrá algo que de verdad valga la pena. Hoy he entrevistado a varios de la residencia “El amor misericordioso” donde ha permanecido muchos años don Miguel. También a religiosas de la casa de Ejercicios Espirituales de Burlada y de la residencia del Buen Pastor. Este ha sido un hombre santo, y deseo sirva de ejemplo para muchos sacerdotes, como lo ha sido para mí.


Un año más tarde, el 2003, termino la amplia semblanza de don Miguel Ángel Pérez de Zabalza, mi amigo de Seminario. He marchado a Estella para hablar con sus hermanas. Quieren editarla por su cuenta, una edición pequeña, de unos doscientos ejemplares. Deseo que su ejemplo estimule a los sacerdotes.


Estoy, año 2011, escribiendo un libro titulado “Obispos Santos”, con más de trescientas biografías breves. Mi fuente principal es Internet. Pienso, una vez concluido el trabajo, mandarlo a todos los obispos de habla hispana, cuya dirección logre. Es una manera de intentar hacer el bien.


En el Seminario de Pamplona entrego en “La Verdad” un montón de artículos que he ido preparando para enfermos. Llevo veinte años con la columna “Reflexiones desde la debilidad”. La gente lee con gusto mis originales: son decenas y decenas de testimonios los que voy recibiendo a lo largo de dos décadas. En total para esta revista, alrededor de mil originales.

Y ahora me encuentro de lleno en el trabajo de la biografía de mi mejor amigo, Paco Macaya. He recibido de Domingo Solé varios folios por internet sobre Paco Macaya que corregiré e incluiré en su biografía. Son alrededor de veinticinco personas las colaboradoras y creo que va a salir algo decente. A mí me está sirviendo para permanecer en equilibrio dentro de este sufrimiento familiar que llevo.


Y he ido componiendo mis libros con cantidad de apuntes espirituales que guardaba en el ordenador. A mi edad he de aprovechar el tiempo, algo que me propuse desde mi juventud.


Autores de actualidad


Una vez jubilado me he propuesto releer todos los libros de espiritualidad anteriores, y así lo estoy practicando. Pero también aparece siempre algo bueno y nuevo y, por supuesto, me interesa.


Alguien me recomendó a Jean Lefrance como un buen autor moderno de espiritualidad. Y ha acertado. Estoy leyendo con fruto y gusto uno de sus libros: “Morar en Dios”. Me ayuda a mantenerme en contacto con Dios durante el día. Que mi oración proceda de verdad de su enraizamiento en Cristo; del gran amor a lo largo de los años crece en mí.


En estos últimos tiempos está muy en boga “Edith Stein”, canonizada en 1998. Es una mujer judía de nacimiento, escritora y que se convirtió al catolicismo y se hizo monja carmelita. Murió en Auschwitz. El libro me tienta pues es nada menos que de Baldomero Jiménez Duque, gran escritor místico de nuestros tiempos. Es una santa de importancia por las circunstancias que le tocaron. Encuentro en ella un cierto parecido con Santa Teresita. Anoto entre otras cosas lo que le decía a Jesús: “Te prometo aprovechar todas las ocasiones que me ofrezcan para darte gusto en todo. Y cuando hay que escoger entre dos cosas, me inclinaré por la que más sea de tu agrado”. Me interesa se grabe esto bien en mi corazón como norma de mi vida.


Otra santa nueva, la Madre Maravillas de Jesús. Su ilusión desde joven era darse del todo a Dios. Y ha sido un boom de venta el libro de Benedicto XVI “Jesús de Nazaret”. Lo he leído íntegro, lo he subrayado, he anotado muchas frases para orar y las he aprovechado. Pero resulta plomizo.

Merece la pena leer la biografía del Cardenal Newman. De Rafael Pardo. Es apasionante. Tomo párrafos de ella para colocar en mi blog como “Oro viejo”. Fue converso del anglicanismo y cardenal al final de su vida. Muchos problemas con los protestantes y también con los católicos. Quisiera grabar en mi alma muchos párrafos de esta biografía; en mentalidad se adelantó muchas décadas.


La lectura espiritual ahora la llevo por dos caminos: uno por el libro electrónico, donde he grabado muchas obras. Ahora leo el Audi Filia de San Juan de Ávila, que aunque tiene un castellano duro y muchas ideas que hoy no se estilan, contiene verdaderos tesoros en algunos párrafos. Y merece la pena. También leo de repaso los libros de espiritualidad de años anteriores. Les saco chispas.


Don Joaquín y el Padre Rivera


Me ha llenado de alegría biografía “Joaquín Goicoeheaundía. Siempre sacerdote”, escrito por Félix Núñez. Un hombre que tanto hizo por los sacerdotes. Yo siempre le estaré agradecido de haberme introducido en dar tandas de Ejercicios Espirituales a sacerdotes. El libro me ha informado, pero el autor no ha calado lo suficiente en un alma tan grande, santa y sacerdotal de este hombre de Dios. Se ha quedado un poco en la corteza, a mi manera de ver.


Algo parecido me ha ocurrido con la biografía de José Rivera. La verdad, que esperaba más. Creo que no ha encontrado este santo sacerdote un buen biógrafo. A mi juicio no llega a penetrar en su espiritualidad. Hoy mismo lo declara el papa venerable; pronto ha conseguido esta dignidad. Lo conocí a través de mi querido amigo Epi, en quien tanto influyó para bien.


Indiferencia religiosa y amor a la oración


Junto a la indiferencia subsiste en este siglo el amor a lo sobrenatural. Me gusta mucho leer sobre oración y contemplación. Ahora tengo entre manos el libro “Contemplación y presencia” de Jesús Sánchez Ramos. Le saco chispas y procuro vivirlo y llevarlo a mi vida práctica. Me encanta aquello de que la contemplación nos va haciendo compasivos y sensibles hacia los problemas con quienes de alguna manera nos relacionamos. Procuro permanecer siempre en una atmósfera de oración.


Me ha gustado y me ha hecho bien en el alma el libro de Jacques Loew “En la escuela de los grandes orantes”. Durante varios meses me ha servido de lectura espiritual. Hoy practico el retiro con el Miserere del rey David, porque me ha impresionado de una manera especial. David se siente pecador y recita ese salmo, no se deja hundir en el abismo del pecado. A mí me ayuda a sumergirme del todo en el amor y misericordia de Dios.

Termino hoy el libro de lectura espiritual “La oración contemplativa” de Pedro Finkler. He pasado ratos muy buenos, en contacto con Dios, en toda la lectura. Intenta orientar a la oración profunda, la contemplación. Pero yo me pregunto, ¿tan necesaria es la contemplación? Porque lo más importante es orar, relacionarse con Dios. Creo que no se trata de técnicas para contemplar, sino dejarse llevar por Dios. Si llega, pues bien.

En este día de la santa Cruz termino de repasar el libro “Cristo nuestro hermano” de Karl Adam. Tomo notas y frases para orar. Los libros anteriores de lectura espiritual los vuelvo a leer, sobre todo lo subrayado. Vivir del todo en Dios.


“Bodas Espirituales” de Ruysbroeck me produce satisfacción y provecho interior. Saco muchas ideas para orar. Y también leo por tercera vez la autobiografía de Santa Micaela del Santísimo Sacramento. Me impresiona, siempre por su amor a la Eucaristía y de su espíritu se sirvió el Señor para mi primera conversión. Pero no se contentaba con adorar al Señor, ni con fomentar este amor a la gente, fue enorme su amor a los pobres y les ayudaba no solo con dinero, también con su asistencia a enfermos y marginados. Le pido al Señor algo de este amor.


José María Cabodevilla es un escritor navarro de espiritualidad, tipo ensayo. Lo conocí en el Seminario, él era mayor. Ahora acabo de leer “Cristo vivo”, de este autor. Es como un océano cristológico con abundante pesca y buena, y también con aguas inmensas de recreo y morosidad. No llega a calar en mi interior como otros autores de espiritualidad.

Y los clásicos


“Jesucristo vida del alma” de Columba Marmión lo voy leyendo a lo largo de mi vida varias veces. Ahora de nuevo. Subrayo muchos párrafos para repasarlos y meditarlos. Columba Marmión es uno de mis escritores favoritos de espiritualidad. La fe ante todo, junto con nuestras obras nos ha de acompañar; fe en la misericordia de Dios, en su bondad, en su deseo de salvarnos. Me acojo a la misericordia divina.


Con regusto en mi alma he leído como libro de espiritualidad “Beato Susón, autobiografía”. Lo compré en el santuario de la Peña de Francia, cuando allí estuvimos en junio del 2007. Hombre que a pesar de sus problemas nunca se sentía hundido; sabía abandonarse en la voluntad de Dios. Era muy consciente de que todo cuanto a uno le puede suceder cooperará para su propio bien. Este pensamiento le daba paz y alegría.


Termino de leer el libro “El Hermano de Asís”, de Ignacio Larrañaga. Lo he meditado muy despacio y me ha calado en el alma. Siempre vivió mirando a Dios. Y desde Dios miraba al mundo, la creación, se miraba a sí mismo. Este hombre invita a seguir a Jesús con emoción y profunda humildad. Vivió el Evangelio a tope, como pocos. Dentro de los santos de nuestra Iglesia luce con una talla de gigante. Todos los frailes menores, sus amigos, un encanto, un gozo de Dios.


El Nuevo Año Cristiano


“El Nuevo Año Cristiano”, una obra de doce tomos, uno por mes con el santoral diario. Pienso hacer uso de él todos los días. Está dirigida por José Antonio Martínez Puche. Este año elijo las fiestas de la Virgen María y otras del año litúrgico. Es una lectura enjundiosa, gratificante, complemento de otras lecturas. Abundante lectura y edificante. Me va a llevar más de un lustro profundizar en esta obra. Cada año voy leyendo un tipo de santos: mártires, confesores, vírgenes, fundadores, obispos... Deseo que el Señor me dé su gracia para poder imitarlos en algo. Después de seis años terminé de leerlo. Lo recomiendo.


Además, con mucho gusto y a dirio el Nuevo Testamento y de vez en cuando también el Kempis, que no lo olvido.


Existe lo bueno


Un Seminario menor, el de Uclés, que me llama la atención por la formación religiosa tan buena de los alumnos. He podido leer algunos apuntes espirituales. Ha sido una gracia actual.


El Hermano Rafael ya es santo: he estado varias veces en su sepulcro en San Isidro de Dueñas. He leído mucho de él y me llena de fervor. Doy gracias a Dios por este santo. También me inspira gran devoción desde niño el Padre Damián, el apóstol de los leprosos, a quien admiro y de él he leído bastante. Y aunque no sé tanto de ella, sí me inspira devoción Juana Jugan, fundadora de la Hermanitas de los Pobres que tanto bien hacen. Estos y algunos otros han sido canonizados hace poco tiempo.


He comentado con mi esposa la cuestión de beatificaciones. He conocido a hombres muy santos. Entre ellos cito al Padre Manuel García Nieto. Muchos lo califican como uno de los mayores santos de todos los tiempos. Otro es Don Germán Aldama, sacerdote alavés, párroco rural durante muchos años y que dejó un halo de santidad en su entorno. También va avanzando su proceso como el de Nieto. Pero ¿cómo se llega a los altares? El camino es arduo y complicado y normalmente dura varias décadas. Sin embargo algunos suben esas cumbres con relativa rapidez, como lo hizo San Josemaría Escrivá y Juan Pablo II. Estoy seguro de que la celeridad o tardanza – y ni siquiera la no incoación de proceso - resta ni añade santidad.


He vivido con alegría por primera y única vez una beatificación, la de Don Pedro Asúa, arquitecto, sacerdote y mártir, que edificó el Seminario de Vitoria y lo asesinaron por odio a la fe en la guerra civil. El acto muy solemne, sí, y bien preparado: hasta había pantallas de televisión en las columnas para que pudiéramos todos los fieles ver con claridad el desarrollo de la solemnidad. Unos veinte obispos y más de cien sacerdotes concelebraban. El pueblo fiel no pasaba mucho del millar, y algunos que entraban y salían para observar con curiosidad lo nunca visto en Vitoria. Pero mi convicción religiosa me dice que algo ha fallado. Cuando llega una efeméride de esta categoría es necesario no solo preparar la ceremonia; es preciso animar a la gente; divulgarlo por todos los medios; motivar al pueblo cristiano; salir de la sacristía. Una especie de misión que nos lleve a una conversión sincera. Ha sido una ocasión perdida para el pueblo vasco.


He leído casi de un tirón el libro que hace poco ha publicado nuestro antiguo compañero de Seminario Jesús Equiza “Los sacerdotes navarros ante la represión de 1936 – 37…” Me lo ha regalado mi amigo Jesús Fernández. Mucho me ha interesado. En general el clero navarro evitó muchas muertes en la guerra, fue muy fiel a su misión de pacificar y no ensañarse. Pero me llegan al alma algunas excepciones. A más de uno de esos curas delatores he llegado a conocer. No entiendo cómo un sacerdote puede llegar a tal fanatismo o ruindad. En Oyón, donde mi padre era comandante de puesto, se unieron el cura, el alcalde y él y allí a nadie no fusilaron. Me honra.


Leer para aconsejar y orientar


He leído “El Código da Vinci”, porque varias personas me preguntan sobre el mismo. Es un bodrio pero hace furor. Más de un millón de ejemplares en un mes. Trata del Opus y es una novela de misterio barato. Además está escrita con mala leche. Al comenzar la lectura me parecía interesante. Poco a poco me ha ido decepcionando. Una novela de intriga y asesinatos adobada de una trama histórica está levantando indignación en las personas medianamente cultas. Llega a confundir el Opus Dei con frailes medio monjes guerreros. A mayor incultura religiosa no se puede llegar.


Leo también con la finalidad de orientar varios libros y artículos de actualidad que por mi gusto nunca hubiera leído. Hoy mismo uno de Pablo, D'Ors, al parecer consejero pontificio en temas culturales. El original de este señor no está redactado con sindéresis eclesial. Dice dentro de un contexto demasiado ambiguo: Sostengo que muchos de los comportamientos de sacerdotes y seglares durante la celebración eucarística son fundamentalmente mágicos, no religiosos. ¿Te imaginas a los apóstoles arrodillándose ante el pan o a Jesús recogiendo las miguitas del plato? Estos comportamientos reflejan que nuestra actitud ante el signo sacramental es mucho más mágica que religiosa… Dios está en todas partes, decimos, pero luego nos empeñamos en meterle en una caja. Meterle en unas teorías que llamamos teologías y en unos símbolos que llamamos sacramentos, pero que no sacramentalizan nada”. Se puede insistir – digo yo - en lo positivo sin ridiculizar nuestro amor a Jesús en la reserva eucarística. Jesús no nos dijo nada de la reserva eucarística, cierto. Pero una evolución sana homogénea del dogma lo va deduciendo. De hecho las parroquias “eucaristizadas” son las más fervientes. Desearíamos que este señor D'Ors se aclare y pida disculpas. Creemos; y muchos hemos fraguado nuestra vida en la Eucaristía como sacrificio, banquete y presencia real. El artículo que acabo de leer hiere nuestra sensibilidad católica.


Gran acontecimiento eclesial


Me ha gustado el gesto de Benedicto XVI de dimitir. Caso singular que engrandece su persona por su humildad, lucidez, circunspección, desprendimiento... ¡El poder subyuga tanto...! Este gran líder religioso ha dado ejemplo.

Para mí Benedicto XVI ha sido, después de Juan XXIII, el Papa que más me ha gustado. Lo he visto humilde, sencillo, humano. Su gesto de renuncia voluntaria, la única después de Celestino V, sentará precedente. El Papa es un ser humano, no un semidiós. Gracias, Benedicto, estamos contigo.


Nuevo Papa. He seguido con mucho interés e ilusión el cónclave de la elección del sucesor de Benedicto XVI. Ha sido una sorpresa para todos al salir el cardenal primado y presidente de la conferencia episcopal de Argentina, Jorge Mario Bergoglio. Nos ha llamado la atención a todos, su manera de dirigir la palabra primera como papa. Nadie lo esperaba como nuevo pontífice y menos su presentación. Se ha inclinado y ha pedido al pueblo ore a Dios para que le dé su bendición. Ha caído muy bien en todo el mundo. Los comentarios posteriores han sido de lo más esperanzador. Parece que va a cambiar mucho el pontificado. No ha querido habitar en el palacio Vaticano, sino seguirá hospedándose en la residencia de Santa Marta, donde lo hacían los cardenales en el cónclave. Da la impresión de que no va detrás del poder. Algo que me llama la atención, Irene me llama emocionada.

El nuevo Papa, cercano, muy piadoso, amigo de la gente de a pie. Cardenal que viajaba en el metro. Aunque sea de edad mayor espero mucho de él. Lo veo muy distinto de otros papas anteriores. Ha adoptado el nombre de Francisco: me recuerda al de Asís con gran amor a la naturaleza, a los pobres y a evangelizar. Me parece que no andaba detrás del poder. Desde Juan XXIII, ningún otro papa me había producido una impresión semejante. Mientras veo la toma de posesión Francisco me lleno de esperanza. Pienso que debiera cambiar a fondo el Derecho Canónico, suprimir el cardenalato y sean los obispos quienes nombren al Papa. También comenzar a ordenar a hombres casados, readmitir a los secularizados que lo deseen... Esperemos también en una nueva Evangelización. En todos los sitios donde pregunto directamente y a través de Internet, se coincide en la acogida al Papa Francisco con ilusión e incluso con emoción.


Me alegra pensar con apertura y con espíritu crítico y el Papa Francisco nos da ejemplo. Las relaciones oficiales dentro de la Iglesia Católica se rigen hoy por el llamado Derecho Canónico. Son leyes que se han ido recopilando a lo largo de los siglos. En los comienzos aparecía entre los cristianos una norma suprema, y todo el mundo los reconocía con estas palabras: “Ved cómo se aman”. Se conservó íntegro el depósito de la revelación; mas para defenderlo, en lugar del amor, fue la inquisición quien se encargó de poner las cosas en su punto. Hoy en su lugar amenaza de continuo el Derecho Canónico. Dentro de la Iglesia la relación va guiada siempre más que por el amor, por las leyes. Normas hacen falta, pero es preciso reducir al mínimo la normativa.

Ser cristiano es ser crítico constructivo


En la madurez de la persona llegamos a ser críticos: de lo contrario seguiremos sometidos al pensamiento ajeno en cuerpo y alma. En mi criticismo tan solo pongo un límite: la fe que he profesado y la caridad, porque si creo, no voy a ser tan necio de ponerme a analizar por mi cuenta y riesgo nada menos que asuntos trascendentes: los acato y profundizo en ellos para mi bien espiritual.

Y mi crítica ha de ser sobre todo autocrítica; el examen de mí mismo: de mis hechos, pensamientos, bondades y mezquindades. Eso sí, no criticar en el aspecto de censurar o zaherir, sino con el afán de construir, de dar nuevas pistas. Soy consciente de ser muy poca cosa en medio de la humanidad con tantos millones de seres del hoy y del ayer; con los innumerables que nos han de seguir. Pero mi luz pequeña he de encenderla.


Desde el Seminario he disfrutado de un espíritu crítico; nunca criticar a personas concretas, sí a actitudes. Apreciar siempre el esfuerzo y mostrar esperanza. Es difícil. Mis críticas me han marginado en ocasiones, pero gracias a ellas y a las de otros muchísimos se va llegando a un cambio eclesial. Ahora el Papa Francisco es el gran crítico eclesial. Enhorabuena.

Así funcionan


Celebrábamos una comida los colaboradores de “La Verdad”. Estoy junto a Pachi, antiguo amigo del Seminario, que ha estado en el Vaticano con un cargo importante en un dicasterio. Le pregunto y me explica el procedimiento que siguen cuando hay quejas o reclamaciones: siempre contestar a cartas educadas. Cuando hay diez o doce contra alguna persona o asunto en concreto, envían la queja al superior que corresponda. Eso es todo. Y yo me digo: “Para este burro, no necesitamos alforjas”.

Leo y veo que el problema de vocaciones es enorme y en las diócesis están estructurando todo por unidades parroquiales. Ahora hay un solo párroco para veinte o treinta pueblos. Donde antes se celebraba misa diaria, o tres veces por semana, ahora ni siquiera todos los domingos. ¡Contentos con que algún colaborador les ofrezca la comunión! Cuarenta y más años después muchos continuamos con la misma vocación sacerdotal. Pero nadie nos ha llamado, a pesar de la enorme carencia de “operarios de la mies”. Todos los obispos al unísono debieran pedir al Papa la reintegración de esos miles de sacerdotes secularizados – si ellos lo deseaban – al ministerio. También se podía lograr que en cada pueblo hubiera un sacerdote, hombre casado, que atendiera a la pequeña grey desinteresadamente, es decir sin ningún estipendio.

¿Y la vuelta a las caudas magnas?


Miro un portal de Internet. Cada mes, cada día incluyen en este sitio las ceremonias, misas, actos relacionados con la autorización del Papa a la celebración eucarística anterior a la reforma conciliar. Creo que en la intención de Benedicto XVI se trataba tan solo de dar cauce a la reintegración lefevbriana. Pío XII recortó la cauda de los cardenales considerablemente. Su sucesor, Paulo VI, fue quien del todo la suprimió. Pero ahora, con el pretexto del “nuevo orden”, vuelven las colas enormes de las eminencias, arzobispos y obispos. Hemos podido contemplar fotografías de algún cardenal ya jubilado, con sus manos juntas, con el paje tras él sosteniendo el final del embozo, camino de la iglesia donde se celebraba la misa pontifical. Una pena. De verdad, me parece un abuso querer resucitar prendas bien suprimidas. Pienso que con el Papa Francisco desaparecerán para nunca jamás volver.

De obispos


Me viene a la memoria algo de mis años de estudiante: vino en una ocasión un padre jesuita a darnos Ejercicios Espirituales y nos extrañaba que siempre ponía el ejemplo de los obispos: cómo aspiran a serlo, y una vez que entran en órbita no cesan en el deseo de medrar. Nosotros no llegábamos a entender aquello. Pero cuánta razón tenía aquel jesuita. Hoy veo cómo gustan de subir en el escalafón ciertos jerarcas. Les encanta. No a todos, claro. De tal manera que los últimos papas en distintas ocasiones les han llamado la atención para que no aspiren a hacer carrera. Tienen sesenta y más años y algunos ni siquiera piensan en la muerte, sino en crecer más.


Hay personas no bautizadas, o no bien formadas, que aborrecen la fe católica a causa de malos ejemplos, intransigencias, arbitrariedades de obispos y superiores de curia o religión. Y esto debiera ser causa de reflexión para todos curas, obispos y seglares con algún cargo eclesial. Creo que debieran encargar a personas de confianza para que con cariño les vigile y les llame la atención de cuanto, a juicio de ellos, hacen mal. También debieran pedir por favor a algún amigo – seglar o cura – aficionado a internet, que mire en los blogs y portales las críticas sobre ellos. Podrían así lograr con humildad corregirse.

He visto hoy en la misa de la televisión a un obispo que ha terminado la celebración (con mitra y báculo) con una especie de recepción espontánea a los feligreses que se le quieran acercar. Y tiene éxito, según después me ha explicado un amigo. Porque siempre se le acercan personas; hablan con él unas palabras y se retiran. En principio el gesto del monseñor parece de celo e interés. Pero no me gusta el acercamiento a los fieles enfundado en mitra y báculo. Es un contacto preparado, un acercamiento otorgado por parte del grande hacia el súbdito. Un paternalismo trasnochado y a la vez distante. Algo rebuscado y ficticio. No me cuadra. El trato espontáneo, eso sí.


Me entero de la muerte de un obispo muy bueno e incomprendido por los demasiado derechistas. Para mí, uno de los mejores: Rafael Bellido. Dios le tenga en su gloria. Años más tarde muere también el único obispo que me ha visitado en casa: Ambrosio Echebarría. Los dos y otros muchos que ni menciono, de mucha categoría espiritual y humana. Y hablando de obispos fallecidos, se ha celebrado hoy en la catedral el funeral por el alma de Mons. Larrauri, anterior obispo de Vitoria; hablé con él alguna vez y, lo veíamos con frecuencia en Estíbaliz en el primer banco del santuario haciendo oración, mientras mucha gente echaba la siesta. Buen ejemplo.


No sean funcionarios


Vemos a bastantes curas que parecen funcionarios. Sabemos que los cargos eclesiales deben estar en el polo opuesto al funcionariado civil. Son misiones: “Id y predicad el Evangelio a toda criatura”. Pero, si abrimos los ojos, vemos en muchísimas ocasiones que se comportan nuestros hermanos cristianos cualificados, sacerdotes y obispos como funcionarios. Eso, sí, mantienen la fe y ayudan a un grupo de fieles. Pienso que el problema no es de falta de fe de nuestros curas, sino de falta de ascesis, de hambre de Dios, de aspirar a la santidad, de no comenzar en serio la Nueva Evangelización.


Existen, insistimos, por desgracia curas funcionarios, a quienes nada preocupa la salvación de los hombres. Parte de estos presbíteros los dan a todos por salvados y ya no se preocupan. Así viven en su holgazanería rutinaria. Otra parte, arremete y asusta con sus prohibiciones y anatemas. Espanta a la gente, que escapa y sacude el polvo de sus sandalias; ya no quieren saber nada. También hay sacerdotes celosos y santos de verdad que ayudan de manera muy consciente a aplicar a cada uno la salvación de Jesús. Me encanta el Papa Francisco que repite estas ideas que muchos sosteníamos antes de su venida. Agradecemos a la Providencia que nos haya enviado este obispo de Roma, como gusta llamarse.

Persona singular


Me entero de que el ermitaño Salvador Romaguera ha muerto hace poco. ¡Impresionaba! Pudimos admirarlo en la televisión, en los comienzos de la década del dos mil, en el programa de Sardá, “Crónicas marcianas”. He de confesar que me resultaba algo extraño; que incluso se me antojaba algo impropio de la santidad, el asomarse a un programa tan exotérico, sin ninguna altura espiritual. Para mí es un hombre santo, lleno de amor a Dios y al prójimo, de una vida austera y entregada a Dios. He escrito en Internet algo de él. Este hombre se convirtió de verdad y ha vivido a tope su fe. Le visitaba gente agnóstica, ferviente y de todo tipo y a todos atendía con profundidad de fe y cariño.

Siempre me han llamado la atención los conversos. Y los hay de continuo. Pido a Dios de una manera especial por los ateos que van entrando en contacto conmigo a lo largo de mi vida. Muchos de ellos honrados a carta cabal. La fe es un don de Dios y les suelo decir que la pidan; que no se entusiasmen con su ateísmo. Desde el punto de vistan psicológico tanta “fe” hace falta para ser ateo como creyente.


Edades del hombre


Segovia. Por la mañana vemos “Las Edades del hombre” en Segovia. Me va tocando contemplar estas exposiciones varias veces. Este año nos dirige la muestra artística a la Resurrección y a la Eucaristía. Pero el contrasentido… todas las custodias están vacías. “No hay lugar para Él en toda la iglesia”. Ni siquiera un rincón para el Sagrario con el Santísimo Sacramento. Le enviaré al obispo, a quien corresponda la próxima edición la sugerencia de aprovechar estas oportunidades únicas para evangelizar y que pueda terminarse la visita junto a un lugar privilegiado con Jesús. ¿Han olvidado nuestros prelados los autos sacramentales?


Siempre que puedo acudo a contemplar la magna exposición de arte religioso, “Las Edades del Hombre”. En esta ocasión nos ha tocado cerca, en Oña. Haciendo memoria, hemos visitado a lo largo de los años, las de Burgos, Palencia, Zamora, Ávila, Burgo de Osma, Valladolid, Segovia… y creo que alguna más.


Nulidades


Un compañero mío no creía en las declaraciones de nulidad de matrimonios. Las llamaba “divorcio por la Iglesia”, con la particularidad de que costaban más dinero que los divorcios civiles y mucho más tiempo. Decía: “A fin de cuentas, muchas de esas nulidades se declaran merced al informe de un psicólogo o psiquiatra que afirma que uno de los esposos putativos carecía de madurez psicológica cuando dio el consentimiento. Y… ¿cómo va a saber el psicólogo de la inmadurez de aquel sujeto, diez o quince años más tarde del contrato matrimonial?” En fin… algo tiene que modificarse. Para mí que debieran ser los mismos esposos, ayudados por un perito los que dilucidaran en conciencia. ¡Al tiempo!


Está terminando el Sínodo de Obispos sobre la familia (2014). Muchos creen que va a salir un decreto diciendo que los divorciados pueden recibir la comunión. Imposible. Una persona divorciada por proceso civil, si vuelve a contraer nupcias, no puede acercarse a la Sagrada Comunión. Pero no se trata de un castigo que le impone la Iglesia. La causa es su estado de pecado habitual; se trata un pecador que se encuentra siempre en ocasión próxima de pecado, mientras conviva con la persona elegida en su segundo matrimonio. Otra cosa distinta es que en casos singulares se logre deducir nulidad del matrimonio anterior y no se puede demostrar judicialmente. En ese caso yo no veo ningún problema para comulgar, siempre con discreción y sin provocar escándalo.


¡Y aquí viene la cuestión que siempre me inquieta! ¿Por qué no dejar de una vez de declarar las nulidades, tras un proceso judicial? Que los solicitantes decidan en conciencia, después de ser asesorados debidamente.

Sigo con interés los preparativos del próximo Sínodo de Obispos (2015), ya muy pronto en Octubre. El centro de importancia mediática está en la comunión de los divorciados. Una posibilidad que apuntan es ayudar a la conciencia de los divorciados para ver si no hubo verdadero matrimonio religioso. Y esto sin tribunales eclesiásticos, con la ayuda de un sacerdote especializado y la supervisión del obispo. De todos los proyectos parece el más viable. Con esto se salva la dogmática, se salva la conciencia y… nos empezamos a alejar de algo llamado a desaparecer, los Tribunales de la Iglesia. 


Juramentos y votos


Siempre me ha impresionado el mandato de Jesús de “No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios… sea vuestro hablar: Sí, sí; no…” (Mt. 5, 34-37). Conozco bien toda la teología moral y la exégesis de estos versículos. A nadie se le ha ocurrido negar un texto tan claro del Evangelio. Pero la costumbre de jurar es grande entre los católicos y sobre todo en cuestiones eclesiales. Lo entiendo como un abuso, un intentar ponerle mordaza al Evangelio. Lo que he repetido varias veces, un fallo en la ortopraxis eclesial. ¿Y qué decir del sistema de votos perpetuos, temporales, solemnes…? Tengo un tweet que mando al papa y cardenales de vez en cuando: “Debieran revisar los votos. ¿Por qué ligarse con Dios bajo pecado, si es Padre? Ligarse por amor, sin tener que pedir dispensas”.

Tengo viva esperanza de que cuando llegue el momento de revisión del Derecho Canónico se consiga una adecuación mucho más plena con el Evangelio y los sentimientos de Jesús.

Pederastia


La pederastia, ese crimen vitando tan horrible dentro y fuera del clero, ha sensibilizado a nuestra jerarquía. Pero todo tiene unos límites. No conviene pasarnos. Conozco el caso concreto de un sacerdote sospechoso de pederastia, a quien se le ha secularizado de oficio, y - me lo ha afirmado él mismo - incluso sin proceso alguno, sin juicio. Cometió este tal una enorme tontería: chateó por Internet con algunos adolescentes, y no me dijo qué insinuaciones les hacía a los muchachos. En este caso que lo detuvo la autoridad civil y lo procesó. Se celebró el juicio y salió absuelto. Pero en su diócesis lo han echado del clero. Se trata de algo sucedido en Estados Unidos; al parecer en algunos lugares se están excediendo por estrictos.


Las Iglesias de Mallorca y Oviedo han castigado a sendos sacerdotes por esta causa que me ocupa. Gravísima es la pederastia, pero debieran castigarla las leyes civiles, no la ley del amor, la de Jesucristo. No conozco a los delincuentes ni conozco a las víctimas. El pecado me indigna, pero el pecador me produce compasión y misericordia. Han cometido un delito. Que los castiguen, si son culpables, la ley civil, con todas las garantías procesales. En la Iglesia hemos de ofrecer medios para el arrepentimiento, para la compunción, para que puedan reparar el daño que han hecho. Vigilar, sí, y ayudar para que ningún sacerdote caiga en la pederastia; dejar a los tribunales civiles que intervengan, pero vosotros, jerarcas, no os metáis. Lo vuestro es mostrar misericordia y perdón. Somos la Iglesia del amor y del perdón.

Un cura bueno, ya mayor, me decía que están a merced de lo que quieran decir contra ellos. Sufría pensando la posibilidad de falsas denuncias, por represalia antipatía o extorsión económica.


¿Expulsar a los pederastas?

Dan muchas noticias de curas pederastas. Creo que exageran. Pero ojalá que todas las personas fuéramos tan maduras en la fe que no sufriéramos escándalo nunca. Pienso que la Iglesia no puede tolerar la pederastia, pero tampoco abandonar al pederasta. Ayudarle, reeducarlo si él lo permite. Solamente abandonarlo en el caso de que rechace toda ayuda y él mismo desee seguir su vida depravada. "Todos los expertos están de acuerdo sobre el peligro que supone expulsar a la sociedad a un cura pederasta que haya purgado su condena. Es mejor sin duda que permanezca bajo el control de la comunidad eclesiástica", dijo el psiquiatra alemán Mandred Luetz, uno de los autores del informe que apoya el rechazo del Vaticano a la decisión de los obispos estadounidenses de expulsar a los curas pederastas. A ver qué pasa.

La realidad es que no he oído de ningún sacerdote casado este delito flagrante. Tampoco se da entre los numerosos diáconos desposados.

¿Y las monjas tan estrictas?


Hay algunas órdenes de monjas modernas muy estrictas. Yo mantengo mis temores y mis interrogantes. ¿Cuál será la perseverancia de esta juventud enardecida y que se siente feliz, cuando lleguen las pruebas de la madurez? ¿Se puede ir mendigando hoy sin necesidad, solo por vocación? ¿No es una competencia insultante a los parados que por necesidad han de pedir para subsistir? Por otra parte, no es difícil ser santo hasta los treinta años. La cuestión, perseverar a los cincuenta, sesenta... El caso de mayor interrogación es el de las monjitas jóvenes que no tienen ni muebles, no trabajan, viajan en autostop. No sé en qué acabará todo. Solo oración y sacrificio y austeridad… no sé, no sé…

Sigo la marcha de la Iglesia


Sigo cada día con mayor interés la marcha de la Iglesia. Hace pocas semanas publicó Hans Küng una carta abierta al Papa. Y porque es un teólogo con mucha fe y con gran preocupación por el Reino de Dios, le decía: “Estoy motivado por mi profundo interés por la Iglesia, que ahora se encuentra en la peor crisis de credibilidad desde la reforma protestante”. Impresiona esta afirmación tan realista como ponderada. Y da Hans Küng algunas sugerencias: - No se queden callados. - Empiecen la reforma: todos pueden hacer algo para renovar la Iglesia en su propio círculo de influencia. - Actúen de modo colegiado. Contra la persistente oposición de la Curia, el Concilio Vaticano II decretó la colegiatura del Papa y los obispos.


Y sigo preocupándome por la Iglesia; me considero miembro útil y siento que me hayan marginado. Menos mal que ejerzo a través de Internet. Observo que muchos colegios religiosos han dejado ya de ser gestionados por ellos, y van tomando la dirección los seglares. Pero no siempre los nuevos directores respetan el ideario. Los centros parroquiales de numerosas feligresías, llenos de vida en décadas pasadas, hoy languidecen en espera de una muerte dulce; los libros, enseres, archivos de aquellos lugares están cubriéndose de polvo. ¿Llegará la resurrección algún día? Comienzan a verse curas sudamericanos, negros o polacos. Hace cincuenta años nosotros llenábamos las tierras de misión. Ahora vienen de allí a misionarnos. Mi oración sigue siendo ferviente: “Rogad al Señor de la mies que envíe operarios a su heredad”.


Día 25 agosto del 14, lunes. Escribo una carta al Papa Francisco. Le expongo con mucha brevedad cómo me siento cada vez más sacerdote. Cómo he ejercido dentro de la ley mi vida sacerdotal. Le hago ver que yo nada deseo a mi edad, pero pueden aprovechar tanta fuerza de compañeros más jóvenes que siguen con vocación y están casados. Y cómo pueden modificar esta ley del celibato. Ojalá le llegue a sus manos, aunque lo dudo mucho. Pero… un año más tarde, ¡ni acuso de recibo! En esto hemos retrocedido. Antes al menos contestaban.


Vivo con angustia un problema por el que muy poco puedo hacer, la emigración: se encoge el alma al ver miles de personas que dejan su tierra porque no pueden comer y aquí muchas viven muy mal, incluso sin techo. Aparte de lo que entrego a Cáritas, pienso que he de atender también a mendigos, sobre todo emigrantes. Para algunos es la mendicidad el único medio de subsistencia, junto con extraer algo de los contenedores de basura. Tremendo problema. ¿Y los que emigran para no ser asesinados? El nuevo califato, en Irak, avisó a los habitantes de Mosul la disyuntiva: o abrazar el Islam o la cimitarra. Más de 200 mil se han visto forzados a abandonar sus casas y emigrar en dirección al Kurdistán; y cuando reviso este escrito comienzan a entrar en Europa. ¡Y qué problemas en esta semana en Hungría! Después del éxodo pocas esperanzas tienen de recuperar la vida que dejaron atrás. Nos ponemos en la piel de ellos. Es terrible. Para muchos el tiempo de las guerras religiosas sigue.


Más amor a la Eucaristía


Esta tarde como otras muchas, he intentado entrar a una iglesia céntrica, a las siete de la tarde, buena hora, y estaba cerrada. Me duelen las iglesias cerradas, con Sagrario ocupado, pero nunca visitado. Me anima ver ahora tímidos conatos de abrir los templos algunas horas al día. Pero no pongáis música de fondo que distraiga; invitad a los fieles a practicar la oración. En las parroquias que fomentan el amor a Jesús Sacramentado, se nota una nueva vida comunitaria.


Paseo por un pueblo cercano a Vitoria en una mañana deliciosa. Tocan las campanas y me acerco a la iglesia, pero está cerrada y nadie se acerca. Ando un rato por las calles y al final aparece un grupo de cuatro personas. Les pregunto y me responde: “Sí, va a haber misa, pero es que las campanas están programadas”. Aguardo. Viene el cura, viejo ya. Celebran la Eucaristía en la sacristía. Acuden 14 fieles. El pueblo tiene muchos chalés: calculo habrá entre 500 y 700 personas. El cura me dice: “Nosotros felices”. Y yo me digo: “Con catorce ancianos en misa; Sagrario vacío, pueblo, alejado. ¿Nosotros felices?”. Si viera esto el anterior párroco, ya difunto.


Jesús vino a salvarnos


Pienso mucho esta temporada en este gran principio de fe: Jesucristo vino a salvarnos, a ofrecernos la salvación. Y he aquí la cuestión: el Derecho Canónico tiene cantidad enorme de leyes, mandatos, preceptos. Los canonistas suelen hablar de obligaciones graves, muy graves o simplemente obligaciones. En los tiempos que estudié el Derecho eran considerados como pecado mortal cantidad de asuntos, hoy intrascendentes. Ahora bien el pecado mortal supone la pérdida de la gracia de Dios, y si uno no se confiesa… se va al infierno. Y aquí viene la cuestión: Si Jesús vino a salvarnos, ¿es que los cristianos lo vamos a tener más difícil que los paganos o pertenecientes a otras religiones naturales o positivas? Cada vez me abro más a la misericordia de Dios. ¡El problema de la ortopraxis…!

Sigo siendo párroco


Me escribe un chico que ha llevado una vida agitada, metido en la droga como miembro activo y se ha convertido. Me impresiona. Quiere incluso meterse fraile. Le voy siguiendo y orientando. Creo que le ayudo mucho y es un caso muy bueno de conversión a lo San Pablo. Pienso estar, mientras él lo desee, cerca de él.


Preparo bien los post y atiendo a muchas personas. Son bastantes los que utilizan mis Ejercicios Espirituales y les ayudo desde aquí. Bastantes, las monjas que se desahogan y a quienes ayudo. Hay una con quien más me relaciono: es ferviente, mística, y una persona con dotes extraordinarias. Los retiros mensuales son algo de lo más solicitado por mis amigos internautas.


Cada vez con más cartas; un verdadero acompañamiento espiritual. Me siento útil como sacerdote. He de llevar un fichero con centenares de personas. Tal vez dentro del clero nunca hubiera podido llegar a tantas almas. Internet tiene la ventaja de interlocutor desconocido; mayor libertad.

Recibo muchos mensajes de gente que me consulta, se desahoga o pide consejo. Abundan las cartas de compañeros sacerdotes que están en crisis o se van a secularizar. Son algunos centenares a los que voy animando. Una parte sigue en el ministerio; otros han salido. Respeto siempre su libertad, les ayudo a discernir. Algunos que han decidido seguir en el ministerio me guardan profundo agradecimiento.

Y cada vez con más empeño por la vida interior. Mi deseo, compartir lo que llevo dentro, enriquecernos mutuamente con relación a la vida divina. Otros me han orientado hacia la oración continua; me parecía imposible, pero ahora intento practicarla. Es difícil encontrar personas con quienes comunicarse en este idioma. Además mi antigua revista “Mística”, Facebook y Twitter.


Algún familiar


Me ha llamado un familiar con inquietud religiosa. Ha pasado por distintas fases. Fue educado en católico, cambió a ser testigo de Jehová por influencia de su mujer que se separó de él. Ahora se siente cristiano y creyente, pero a su manera. Yo aprecio lo que tiene de bueno. Y más vale ese poquito de fe sincera que el indiferentismo o pasotismo.


Ha muerto este ser querido. Ahora me toca dar ánimo a su compañera. La voy guiando según mis técnicas y principios. Siempre que tengo ocasión de ayudar en problemas psicológicos que hacen sufrir pongo mucho empeño. Y después de tiempo, ya no sé nada de ella; así suele ocurrir… Por supuesto, todos los días atiendo varias comunicaciones que recibo por correo electrónico, sigo con mis artículos, mi revista. Mi vida ha de continuar con la gracia de Dios a favor de quien necesite.


Ancianos y viudos


Visito a Anselmo y a su mujer que están en la residencia de ancianos próxima a esta casa. Ella no oye nada y apenas ve; él sigue muy vivo y sereno. Visito a Lupe, para hablar con ella y consolarla, después de la muerte de su marido. Es muy duro quedarse viudo y más aún con una edad elevada. La trataré con mayor cariño. Hablo con interés a Nieves: también ha perdido a su esposo. La consuelo desde mi espíritu de fe y esperanza. Ella es muy creyente y practicante; al final le entrego una carta con varias ideas que le pueden servir de paz y confianza en Dios. Pero la procesión le irá por dentro, pues tiene que ser durísima esta situación; se muestra serena.


Desde hoy por la tarde saldré con Marcial todos los lunes. Se ha quedado viudo hace unos días y está muy hundido. Tiene mucha fe y esto le va a ayudar. Va a cumplir pronto 90 años. Siempre es dura la viudez y a estas alturas, más. Así es la vida del hombre sobre la tierra. Le consuelo. Hoy en su casa se ha desahogado del todo.


Junto a quienes sufren


Comienzo, y continúo durante tres años, con Tomás, antiguo alumno; y sigo con mucho empeño su seguimiento. Quiero ayudarle y salgo con él todos los lunes por la mañana. La psicosis no se cura, pero sí la tartamudez. Tiene 35 años; apenas habla y siempre con monosílabos.

Comienzo con el método de silabeo para conseguir quitar la tartamudez. No conozco más que lo rudimentario. Tomás es dócil y lo acepta. Pero yo he de que consultar a un amigo que lo practicaba con éxito, y a él mismo se le quitó la ligera tartamudez que padeció. Hablo con la asistente social de la asociación para enfermos mentales, adonde acude con regularidad mi antiguo alumno. Me aconsejan trate con un psicólogo a ver qué le parece.

Después de acompañar a Tomás durante tres años, poco he logrado. Mi voz no puede mantenerse casi en monólogo durante más de una hora de paseo. Y no consigo nada. Mantengo ahora trato periódico con sus padres y con él mismo de vez en cuando


Converso con relativa frecuencia con Carlos. Ha tenido muy grave problema familiar, pues su mujer se marchó con un cura; le dieron nulidad de su matrimonio anterior y ahora parece que quiere meterse religioso. Hombre bueno, creyente que ha superado esta dura crisis: tengo que ayudarle en su problema. Me hago cargo y empatizo con su dolor.

Visitamos Paco y yo a Larrauri; desde que salió del clero solo lo he visto dos veces. Hace unos días le operaron de tres bypass; además tenían que ponerle más y no han podido. Pero se encuentra muy optimista, como siempre. Siento mucho no haber podido mantener la amistad que teníamos en el Seminario los dos. La distancia y las distintas vivencias retrasan la comunicación.


He quedado con Pedromari que me escribió por internet. Fue muchos años seminarista conmigo. Estamos felices recordando tiempos. Al final me cuenta su problema: no le pagan y está en paro y empobrecido; necesita una ayuda con urgencia. Le doy los 70 euros que llevo en el bolsillo. Me dice que me devolverá, le digo que no. ¡Quién iba a decir que este chico, de una familia distinguida en lo económico se iba a ver así…! Pienso que algo serio tiene que ocurrirle.


Mi blog


Y tengo la alegría de disfrutar de otra misión: me han concedido en “Religión Digital” un blog, otro medio de evangelizar desde internet. La Providencia me ha preparado todo esto. Yo he de ser fiel a esta misión. Deseo vivir evangelizando, ayudar en la fe y acompañar aunque sea de esta manera tan lejana.


A través del blog entran en contacto conmigo antiguos alumnos. En los últimos meses, uno que actúa de boxeador, otro a quien preparé para el bautismo, otro pintor… hoy me saluda Igor: alto, guapo y lleno de simpatía. Parece todo un hombre; me habla de su novia. Me llama la atención y veo en él un serio cambio a mejor. A las 10 de la mañana hacía footing. También hace unos días ayudé a otro minusválido psíquico que me reconoció muy pronto y yo enseguida caí en la cuenta.


Mis tweets al Papa


En días alternos mando un tweet al Papa Francisco y en ocasiones también a obispos y cardenales que están en la red. Con ellos les digo mi opinión muy meditada sobre cardenalato, canónigos, celibato clerical, reforma del Derecho Canónico y otros asuntos eclesiales. Pienso que los cristianos hemos de exponer con respeto y amor nuestra manera de pensar a la Jerarquía. Así podrán modificar algunas leyes.

Abrí mi cuenta, y desde el mismo año 2012 son casi doscientos los tweets que he enviado y los repito. Son mensajes a modo de telegrama. Copio aquí unos pocos:



Y volviendo al celibato


Tan injusto sería imponer a todos mi experiencia negativa del celibato como que otros cargaran sobre los demás lo que en ellos ha sido gozosa experiencia y liberadora realización de la virginidad. Cada uno puede exponer lo suyo, pero sin imponer nada. Y en el caso del celibato clerical, de larga y penosa historia, se ha impuesto el parecer del grupo triunfador en una soltería entregada o tolerada. Existe un argumento fuerte en la mentalidad de cuantos sostienen la ley celibataria en el clero: la exigencia de cumplir unos compromisos. Es hora de ir poniendo las cosas en su sitio.

- ¿De dónde vienes? – Manzanas traigo”


Siguen llegándome mensajes de sacerdotes casados de todo el mundo de habla hispana. Me toca el corazón de una manera especial el de ahora, de un amigo de América del Sur. Es un hombre benemérito, profesor de universidad jubilado que cumple en estos días sus bodas de oro. Desea que le permitan celebrar la Eucaristía de una manera oficial y puntual como acción de gracias de su sacerdocio, de la bondad de Jesús que nos trae la salvación. Para conseguirlo pide se le reintegre en el sacerdocio oficial. Razona su petición en la coherencia del dogma, en el carácter sacramental. Con este deseo acude al un cardenal amigo.


Pero… este hombre de Iglesia despeja a nuestro compañero hacia su secretario. Y aquí viene el lío que nadie entiende y que suele ser muy frecuente dentro de las altas esferas clericales, mandarnos al secretario. Acudimos a ellos para algo concreto y salen por peteneras. Ésta es la propuesta: ha de comprometerse el solicitante:

“-a celebrar la Eucaristía, diariamente…;

-a prometer celibato;

-a vivir en  una Comunidad, con otro u otros sacerdotes;

-a estar disponible para confesar y predicar;

-a estar dispuesto a ir donde el obispo le mande".


Todo esto me suena a lo que exigen a los secularizados cuando desean volver al ejercicio ministerial. No me gusta. Y aquí viene la sorpresa: el gran cardenal, no llama a nuestro amigo. ¡Sería demasiado! Le responde por escrito sin conceder la audiencia solicitada y sin explicitar motivo alguno: “No vemos viable tramitar su readmisión”.


No llego a entender cómo en pleno pontificado del Papa Francisco, se siguen las mismas tretas que en años anteriores. “- ¿De dónde vienes? – Manzanas traigo”. Viendo este cuasi sarcasmo hacia una persona mayor, respondiéndole como si fuera un niño de tres años, no me parece correcto. Al menos debiera haber recibido a este sacerdote y decirle por qué no ha podido acceder a su petición. Dialogar. Ojalá llegaran estas líneas al papa Francisco, porque todavía tengo en él esperanza. Pero… me temo que no lleguen.


¿Pero se puede dispensar de…?


Pasan los años, pero nuestro corazón sacerdotal no decae: hasta la muerte, porque no hemos echado atrás la mirada. Quienes nos ordenamos, seguimos siendo sacerdotes, y nunca se podrá borrar de nuestra alma el carácter sacramental. Si pudieran raer de nosotros esta señal indeleble, muchos lo harían, para que no nos sintiéramos sacerdotes. Nos dispensaron del celibato "y demás obligaciones sacerdotales”. Y yo me pregunto: ¿pero es que se puede dispensar a uno de sus obligaciones de cristiano, de sacerdote, de casado, de confirmado… o de ser humano?

Lo lógico es que, en aquel rescripto de "dispensa por gracia", hubieran expresado que no pertenecíamos al cuerpo clerical. ¡Nada más! Porque el sacerdocio sigue y seguirá en nuestras almas y nadie puede dispensarnos de él. Hay una exigencia radical, teológica e incluso – según muchos teólogos – ontológica, que reclama el ejercicio ministerial entre nosotros.

Sé que los jerarcas obran con conciencia tranquila. Jamás pensaré lo contrario; son dignos de mi respeto, amor y veneración. Pero ahí está el dogma católico. Y la ortopraxis enseña a acomodar la práctica a la doctrina, y no al revés. Nosotros también obramos en conciencia y exponemos razones muy fuertes. Todos nos podemos equivocar al obrar. También los dirigentes.


Cuando me examino


Cuando examino mi vida me lleno de dolor y vergüenza al ver lo poco que he ayudado al Reino de Dios y las muchas gracias que he recibido, sobre todo la fe, el fervor, mi vocación sacerdotal. Si miro a sacerdotes como el Padre Nieto, Miguel Sola, Félix Beltrán o Vicente Ferrer… y eso que no pienso en los grandes santos, aumenta mi compunción.


Te doy gracias, Jesús, que te fiaste de mí, a pesar de que muchos hombres no confiaron en mí; a pesar de que yo mismo no he sabido ser ferviente, me sigues amando y concediendo tu gracia. Te pido lo del Ladrón Penitente “Acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino” ¡me falta tan poco tiempo! Mantén, oh Dios, mi alma en el agradecimiento porque me has hecho sacerdote, y dame vivir con celo continuo y constante en esta parroquia de las “Redes”. Deseo ayudar más y más a todos. Da Tú, oh Padre, el incremento a la obra que he comenzado.

El papa Francisco muestra gestos que a todos nos gustan y comienzan a llegar las aguas a su cauce. Este principio es claro: el dogma no se puede cambiar; nítido también este criterio: no se puede vivir con la argolla al cuello como todavía en la primera década del siglo XXI, a causa de la involución en una parte del mundo católico. El Derecho Canónico esperamos sea revisado para lograr mayor concordancia con el Evangelio; correrá por cauces distintos del Derecho Romano y de los Derechos Civiles.


Ni Paulo VI ni Juan Pablo II consiguieron el pleno desarrollo del Concilio. Benedicto dio un paso importante con ciertos atisbos de apertura, y más cuando renunció al pontificado. Ha sido el Papa Francisco el gran renovador, aun cuando todavía es poco lo renovado, pero está cimentando bases muy sólidas: apertura muy en serio al mundo de hoy, autocrítica eclesial, evangelizar a la curia, extirpar lo corrupto, abrir los brazos, colocar soportes para extirpar mitos y corruptelas. Él no va a llegar a todo, pero está sentando precedentes. Hemos de fomentar un poco la paciencia y agradecer a la Providencia que nos haya llegado el Papa Francisco.

Epílogo y conclusión


Fruto de los años suele ser la madurez. Ahora para mí nada deseo: en lo material humano, mis necesidades están cubiertas; en lo apostólico, solo puedo por mis limitaciones de edad dedicarme a la oración y escribir algo. Desde esta atalaya me atrevo a aconsejar a los dirigentes eclesiales: que trabajen y pidan oración por la santidad sacerdotal; que se decidan a readmitir a los sacerdotes casados que desean ejercer el ministerio; que se decidan a ordenar a hombres casados; y que manteniendo el celibato clerical, dejen la puerta abierta al matrimonio a quienes lo precisen; y después de algunos años de vida conyugal, puedan reintegrase. Lo importante no es ser sacerdote célibe o casado: lo de veras importante para la Iglesia es ser sacerdote santo.

Abruma pensar que alrededor de cien mil vocaciones se hayan perdido en estos cuarenta años, precisamente dentro de la gran penuria de operarios de la mies. No echemos culpas a nadie. Revisemos la ley celibataria.


Cuando releo esta mi narración me doy cuenta de que el Señor ha sido bueno conmigo. Me ha mantenido el fervor y en la vocación. Analizo mi vida; pedí a Dios fuerza para mantenerme en el celibato que prometí, pero no conseguí esa fuerza. No puedo por mí mismo mi principiar ni continuar ni concluir en la verdadera caridad. En el umbral de la eternidad me acojo a la misericordia de quien va manteniendo durante toda mi vida la vocación y el fervor, sin ningún mérito por mi parte.


Constato esta misma gracia de vocación ferviente en cientos de compañeros con quienes me he ido relacionado a lo largo de mi existencia. Dios puede llamar a una misma persona al sacerdocio y al matrimonio. Y los dirigentes de Iglesia no tienen derecho a oponerse a este designio de Dios. De hecho millares de sacerdotes dispensados han vivido hasta la muerte esta su doble vocación. Y no renunciaron al sacerdocio, pidieron dispensa para contraer matrimonio y dentro de los límites de la exigencia eclesial ejercieron su sacerdocio y no fueron clérigos.


Con esta larga narración he intentado cumplir lo que decía nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, (18-12-14): “Testimoniad así, que la riqueza de cada uno es un regalo de Dios que debe ser completamente compartido''. Y ojalá algo de lo aquí escrito sirva para que nuestro corazón eleve al Señor un acto de amor puro. Lo bueno que hayas podido leer es gracia de Dios. La morralla es mía

Amemos al gran Amor. Y digamos como el de Asís con fuerza, emoción y súplica: “No es amado el Amor”.


En el recordatorio de mi primera Misa, el 20 de julio del año 1958, hice inscribir esta frase: “Desde hoy soy sacerdote para toda la eternidad”.

Fin del libro en Vitoria (España) 8 de septiembre del 2015: en la fiesta de la Natividad de la Virgen María y 4º aniversario del día en que mi gran amigo Paco Macaya se nos fue a la Casa del Padre. José María Lorenzo Amelibia


Mi correo electrónico: mistica@jet.es







Anexo: La misa en el sacerdote secularizado

CUESTIÓN TEOLÓGICA Y MORAL

El "status" eclesial del sacerdote secularizado presenta un serio problema teológico - sacramental: Por una parte la Iglesia le prohíbe el ejercicio del sagrado ministerio; por otra el sacramento del Orden imprime carácter; por consiguiente quien lo recibió seguirá siendo siempre sacerdote. ¿Se lesiona de alguna manera la coherencia dogmática? ¿Hasta dónde puede llegar la prohibición de la Iglesia? Analizaremos minuciosamente el caso.

I) EL RESCRIPTO DE SECULARIZACIÓN

1.- El rescripto de secularización aparece como algo típicamente jurídico y pastoral. Todo él está orientado en el sentido de que no se dé fisura en la ley del celibato, y de que no sufran los fieles escándalo.

2.- El efecto propio del rescripto aparece claro: conceder la dispensa del celibato y otras cargas inherentes al Orden Sagrado, y excluir al orador o solicitante de las filas del clero. Deja, pues, el interesado de pertenecer al estamento clerical.

3.- El rescripto de secularización no es una pena canónica, sino una gracia otorgada por el legislador.

4.- Las prohibiciones del rescripto están redactadas de forma indirecta: "Advierta el Ordinario de ellas al sujeto".

5.- Varias son las prohibiciones, mas en la práctica (con excepción de una) apenas se han tenido en cuenta a la hora de exigir su cumplimiento, ya que muchos ex - clérigos de modo habitual son profesores de religión, incluso en facultades dependientes de la Iglesia; desempeñan cargos directivos de pastoral; residen en el lugar donde ejercieron el ministerio, etc. etc.

6.- En la práctica se pone mayor énfasis en la prohibición primera; "nullam ordinis sacri functionem peragat". (No practique ninguna función del Orden sagrado). De hecho tampoco se ha acatado esta prohibición en numerosos casos. Muchos sacerdotes casados vienen ejerciendo en pequeñas comunidades las funciones propias del presbítero. Muchos obispos son conocedores de estos hechos, y a ninguno se le ocurre llamar la atención, siempre y cuando no se practiquen públicamente en templos. Lo único que preocupa es que "coram populo" se ejerciten estas funciones del Orden sagrado.

7.- El actual rescripto (a partir de aproximadamente 1980) cambia la frase "nullam ordinis sacri functionem peragat" por "exclusus manet ab exertitio sacri ministerii". El hecho de elegir esta fórmula y eliminar la anterior parece claro que se debe a no incidir en una incoherencia dogmática: privar al ordenado de toda función emanante de un sacramento que imprime carácter. La frase "queda excluido del ejercicio del sagrado ministerio" palia algo la prohibición del anterior rescripto.

II) EL ORADOR (SOLICITANTE DE LA DISPENSA)

La intención de muchos sacerdotes al solicitar el rescripto de secularización, era exclusivamente la de obtener la dispensa del celibato. Hubiesen deseado seguir incluso dentro del clero, pero como sacerdotes casados. No se permitía formular esta petición. Necesariamente había que solicitar tanto la dispensa del celibato como la reducción al estado laical. Ambas luego se concedían de forma inseparable. NO HUBO POR TANTO LIBERTAD EN EL MODO DE FORMULAR LA SOLICITUD.

2.- No parece correcto exigir en una instancia de tipo eclesiástico la renuncia al ejercicio de un sacramento recibido, para conseguir la dispensa de una ley humano - eclesiástica. El sacerdocio, una vez recibido, es un derecho divino. El celibato es una ley humana, en cuanto adherida al estado clerical de modo necesario.

3.- Al no ser la petición de dispensa acto libre en su totalidad, no podrá implicar necesariamente a la conciencia en la aceptación de compromisos o prohibiciones anejas a la dispensa.

III) EL ASPECTO TEOLÓGICO

1.- La función estrictamente sacerdotal es la celebración de la Eucaristía. Todo sacerdote y solamente el sacerdote es ministro de la Eucaristía. La teología lo afirma sin titubeos.

a) Juan Pablo II recuerda: " Debéis celebrar la Eucaristía que es la raíz y la razón de ser de vuestro sacerdocio. Seréis sacerdotes, ante todo, para celebrar y actualizar el sacerdocio de Cristo..." "La Eucaristía se convierte así en el misterio, que debe plasmar interiormente vuestra existencia". (Ordenación sacerdotal de Valencia 8 noviembre 1982).

b) Autores teólogos de solvencia, como consta en textos de dogma y de moral, han afirmado que, por derecho divino, todo sacerdote tiene obligación de celebrar de vez en cuando la Eucaristía.

Otros teólogos, por el contrario, afirman que la obligación recae sobre el sacerdocio en general, no sobre cada individuo en particular. Ante esta discusión se pueden sacar estas conclusiones mínimas: a) Si entra de por medio el derecho divino, jamás se puede prohibir de por vida a un sacerdote la celebración de la Eucaristía, ni siquiera como pena canónica por delitos cometidos. En este sentido San Basilio refiere algunos casos de sacerdotes que por haber cometido faltas notorias, sólo podían ejercer sus funciones sacerdotales en casas particulares. (S. Basilio Obispo) 199 pág. 32, 716) ( Suponemos siempre el estado de gracia santificante.) b) Jamás se podrá decir que un sacerdote peque por celebrar la santa misa, supuesto el estado de gracia.

c) La celebración de la santa Misa es un derecho inalienable concedido por Dios a cada uno de los sacerdotes. Aunque no se pueda afirmar que haya obligación de celebrar, sí se puede inferir el derecho a ello.

3.- Todo sacramento da derecho al uso del mismo. No podemos concebir un matrimonio a quien se le prohíba la relación conyugal de por vida, ni un bautizado a quien se le prohíba asistir a funciones religiosas por haber recibido otro sacramento, o para que pueda recibirlo. Con el Orden sacerdotal no puede haber excepción. Incluso la prohibición al sacerdote casado de ejercer públicamente el ministerio, lesiona la coherencia dogmática. Puede caber como medida pastoral transitoria, mientras el pueblo no se mentalice tras una catequesis previa.



IV) TRENTO Y EL CARÁCTER SACRAMENTAL

1.- El canon 40 del Concilio de Trento, sesión IX (Dz. 964) dice: "Si quis dixerit per Sacran ordinationem non dari Spiritun Sanctum, aut per eam non imprimi characterem vel eum qui sacerdos semel fui, laicum rursus fieri posse, anathema sit." Difícilmente se podrá afirmar que este canon es dogmático en sus dos partes primeras y solamente disciplinar en la última. Podemos afirmar que todo él es dogmático.

2.- En el rescripto de secularización se afirma claramente que el orador queda reducido al estado laical. Con un juego de palabras se podrá afirmar, que no es laico pero "pertenece al estado laical". O sea, para los efectos, como si no fuera sacerdote, aunque sigue siéndolo. No llega a comprenderse todo esto a la luz del dogma definido por Trento. Tal vez a causa de este craso error en un documento oficial, en los últimos rescriptos de secularización evitan el término "reducción al estado laical". Evitan la letra, mas el conflicto queda sin resolver.

3.- Dice la encíclica "Redemptor hominis" de Juan Pablo II: "En la fidelidad a la propia vocación deben distinguirse los esposos, como lo exige la naturaleza propia del matrimonio. En una línea de similar fidelidad a su propia vocación deben distinguirse los sacerdotes, dado el carácter indeleble que el sacramento del Orden imprime en sus almas".--- Si el carácter indeleble es la fuente de donde mana la fidelidad a la vocación sacerdotal, será posible la dispensa del celibato, pero en modo alguno la dispensa del sacerdocio, y mucho menos la prohibición de ejercerlo de por vida, al menos en lo estrictamente sacerdotal: la celebración de la Eucaristía y la proclamación del Evangelio.

4.- La teología posconciliar explica el carácter sacramental por la alianza entre Dios y el sujeto que recibe el sacramento. Dios será fiel a su alianza, aunque falle el sujeto. Ahora bien, en nuestro caso suponemos que el sacerdote casado quiere seguir siendo sacerdote. Dios es fiel a su alianza. No cabe que una fuerza intermedia rompa o impida esta alianza. La fidelidad es entre Dios y su sacerdote.

 V) PROHIBICIONES INCOHERENTES CON EL DOGMA.

1.- No siempre las prohibiciones de la Iglesia han gozado de gran coherencia en lo dogmático. La Historia demuestra que muchas decisiones jurídicas y pastorales han constituido abuso de poder, injerencias en la conciencia individual, incluso violación en los derechos inalienables de la persona.

2.-Baste recordar como ejemplos: Prohibición a los sacerdotes casados (Concilio de Elvira y otros) del uso del matrimonio; reducir a servidumbre a los hijos de los clérigos; métodos de los tribunales de la inquisición: tortura, cárceles, humillaciones y pena de muerte; imposición de afirmar algo contra la ciencia (Galileo); bautizar a los judíos casi a la fuerza y exigirles inmediatamente la legislación canónica, aplicándoles las penas contra los herejes; etc. etc.

3.- El caso que nos ocupa (la práctica exclusión del sacerdocio a los clérigos que han contraído matrimonio) parece también un abuso de poder incoherente con el dogma.

VI) CONCLUSIONES

1.-Todo sacerdote secularizado sigue siendo verdadero sacerdote. Puede lícitamente administrar todos los sacramentos que no exijan jurisdicción especial: Bautismo, Eucaristía, Unción de enfermos.

Y esto pueden hacerlo en privado, lo mismo que cualquier otro sacerdote. En público siempre y cuando no se pueda producir escándalo en los fieles. - Por prudencia humana y cristiana, por no causar sensación de desprecio a la ley o al legislador, por evitar escándalo en personas no suficientemente formadas, evitará el sacerdote casado celebrar la Eucaristía públicamente en lugares donde sean conocidas sus circunstancias.

2.- Cuando existe urgente necesidad puede administrar también la penitencia. Incluso en ambientes donde no existen otros sacerdotes, puede provocar el error común y administrar la penitencia. (Esto está elaborado con anterioridad al nuevo Código de D.C. En la actualidad tal vez resulte más factible lo relativo a la confesión. Existe un estudio reciente sobre el tema).

3. - Puede lícitamente el sacerdote casado atender pequeñas comunidades, siempre y cuando en ellas se comprenda el valor teológico de su decisión. Aquí la prudencia tiene un lugar eminente.

4.- El ejercicio privado o familiar de su sacerdocio siempre será lícito, supuestas las premisas anteriores y jamás puede ser impedido. De hecho nunca se ha prohibido.

 VII) ALGUNAS DIFICULTADES. SOLUCIÓN

1.- Algunos teólogos modernos afirman que nadie puede celebrar la Eucaristía en privado, sino en comunidad. Respuesta: siempre se ha sostenido como normal y necesaria la comunidad. Pero también se ha permitido celebrar privadamente, ya que el sacerdote está unido místicamente a toda la Iglesia.

2.-La Iglesia tiene derecho a poner las condiciones y modalidades en la administración de los sacramentos.

Respuesta: Cabrá discutir la conveniencia o no del celibato. Pero ningún casado ni nadie podrá exigir el sacerdocio para sí. Conforme.---- Afirmamos en cambio que la coherencia dogmática exige que, una vez ordenado un cristiano sacerdote, aunque se le impida temporalmente el ejercicio público, no se le puede impedir lo que constituye la manifestación esencial de su sacerdocio: la celebración de la Eucaristía. ---- Celibato y sacerdocio son perfectamente separables. En cambio no se pueden separar del sacerdocio la Evangelización y la celebración Eucarística.

3.- En el número 26 de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia leemos: "Toda legítima celebración de la Eucaristía es dirigida por el Obispo, a quien ha sido confiado el oficio de ofrecer a la Divina Majestad el culto de la religión cristiana y de reglamentarlo en conformidad con los preceptos del Señor y las leyes de la Iglesia, precisadas más concretamente para su diócesis según su criterio".

Respuesta: Este párrafo va dirigido a la obligación del Obispo de dar normas y vigilar la celebración de la Eucaristía en su diócesis. Se trata de evitar abusos en los clérigos con la celebración de Misas al margen de todas las normas litúrgicas, sin ornamentos, sin respetar el canon, con invenciones subjetivas peregrinas, sin respetar las normas de predicación, etc. Hemos visto u oído de Misas con tintes de sacrilegio por lo irreverentes. Pero de ninguna manera va contra estos principios aquí mencionados, que sirven para aclarar la conciencia o el fuero interno del sacerdote secularizado, para que en privado o en un pequeño grupo de familiares o amigos bien preparados, pueda ejercer el sacramento del Orden que recibió de Jesucristo en la celebración de la Eucaristía.

4.- Con la práctica de la celebración de la Eucaristía por el sacerdote secularizado se rompe la comunión eclesial.

Respuesta: Habría que distinguir. Si el secularizado crea una comunidad y, al margen del Ordinario de la Diócesis, celebra siempre con ella la Eucaristía, creemos que puede romperse la comunión eclesial. Si el secularizado celebra de vez en cuando en su casa la Eucaristía con la familia y / o algunos amigos bien formados, de ninguna manera se rompe esta comunión eclesial. Suponemos que el sacerdote secularizado va al templo público a participar como fiel en la Eucaristía habitualmente, y sólo de vez en cuando, o en tiempo de enfermedad o ancianidad celebra en su casa.

Vitoria, España 22 febrero 1983. José María Lorenzo Amelibia NOTA: Este estudio fue aprobado por dos canonistas y por un teólogo, todos ellos de prestigio intelectual, otorgándole a la tesis la máxima calificación. Omitimos los nombres de las insignes personas por razones obvias.

Nota posterior. Con fecha posterior, 17-10-83 Se envió el presente estudio a todos los obispos de España, con esta nota: “Tengo el honor de enviarle un estudio teológico – moral sobre Ejercicio del Orden Sagrado en el sacerdote casado. Creo que le podrá ser útil, sobre todo sabiendo que no es mucho lo que se ha elaborado hasta la fecha sobre el particular. Por otra parte ha sido este trabajo una de las aportaciones o ponencias que hemos enviado España al Sínodo mundial de los sacerdote casados, celebrado en Italia al finalizar el verano. Espero que lo juzgue positivo y de gran interés”.

Ningún obispo puso pega u objeción a este estudio.


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