Actualidad - "Palabras, sentimientos, cariño, Pilas"




Sentimientos: Emociones que fluyen, que imprimen afecto y que canaliza a un estado de ánimo abierto a la sensibilidad.

Algunos de vosotros me habéis pedido que hiciera un pregón con ocasión de este acto y que versara, como necesariamente habría de ser, sobre el Seminario Menor de Pilas y en especial de nuestro curso.

Creo que hablar y versar sobre este tema no es objeto de un pregón, pues el objetivo primordial de un pregón es anunciar un evento venidero, más bien, diría yo, que sería el objeto de un libro, de un gran y precioso libro, y en esta mesa hay alguien que está mucho más capacitado para ello que yo.

Además he de confesaros que, a pesar de lo que creáis, los pregones que he dado, me han costado la propia vida, pues mis dotes liricas y literarias son muy limitadas y solo han podido ser compensadas por mi gran pasión por la cofradías y mi amor por Sanlúcar y sus tradiciones.

Aunque mi memoria ya me va traicionando, recuerdo perfectamente una de las frases que nos dijeron al llegar al Seminario. No me preguntéis quien la pronunció ni en qué momento pues esos datos no aparecen en mi disco duro.

La frase fue esta o al menos muy parecida. "No penséis que habéis venido aquí para ser curas. Lo que pretendemos y esperamos de vosotros es en primer lugar haceros unos hombres de bien, en segundo lugar conseguir que lleguéis a ser unos buenos cristianos y si después de todo eso llegáis algunos a curas pues Bendito sea Dios".

No sé si lo segundo y tercero se consiguió. Bueno lo de llegar a cura algunos lo consiguieron. Pero lo primero, lo de ser hombres de bien a buen seguro que sí se consiguió. En realidad creo que la labor que hicieron nuestros formadores encabezados por el mejor de todos, Don Juan Manuel, fue fructífera en ese sentido. Algunos compañeros quedaron en el camino, cada uno por sus motivos, pero todos, incluso aquellos quedamos marcados, mejor dicho, condecorados con la licenciatura de los buenos hombres del Seminario de Pilas.


Aún resuena el "Ortamchibiri"
cada día en mis oídos,
que cantábamos a coro
como los más bravos indios.
rodeando la fogata,
que habíamos encendido.

También tarareo a veces
en el vivac del campamento
la canción del "camalundum"
cuando me siento contento
y se la enseño a mi hijo
para que deje un momento
de wasear con el móvil
y jugar a la Play Station.

También evoco el "Aanicuni"
cuando estoy cabreado
por alguna tontería
que yo mismo me he buscado,
complicándome la vida
con problemas infundados,
y así de esa manera
me sosiego y me relajo.

Que vivencias más bonitas
las de aquellos campamentos
de la Rivera del Hueznar
con su curso de agua lento,
o en el pantano de Cala
con ese calor tremendo
mitigado por los baños
que nos ponían tan contentos.

Que vivencias más bonitas.
Que vivencias más hermosas.
Son vivencias inigualables.
Vivencias esplendorosas.

Hoy quisiera trasportarme
a esos tiempos pasados
para estar con mis amigos
y dormir junto a sus lados
bajo un cielo de estrellas
por la luna acompañado.

Por Dios que quiero volver
a estar con mis compañeros
bajo una tienda de campaña
o andando por los senderos
comiéndonos los garbanzos
cocidos a fuego lento
al calor de la fogata
que alumbra en el campamento.

Por Dios que quiero volver.
Quiero volver a mi infancia
quiero volver a ser niño
y no vivir de añoranza,
de aquellos tiempos pasados
que mis manos ya no alcanzan.


Podría estar evocando horas y horas los momentos tan hermosos que vivimos juntos en los años de Seminario, pero, como dije al principio sería más bien tema de un libro más gordo que el de Petete.

Los días de incertidumbre y de tristeza a la vez por haber dejado el hogar familiar y el calor de nuestros padres. Los miedos a no saber cómo nos la íbamos arreglar solos a muchos kilómetros de nuestras casas. O el miedo a tener que vivir la experiencia de un terremoto, del cual Juan Manuel ni se enteró. ¿A dónde vais corriendo? Decía.

Los de alegría cuando nuestros padres venían a vernos o nos mandaban un paquete.

Recuerdo que una vez le mandaron un paquete a mi paisano Paco Yuste y como su padre tenía un ultramarinos sabíamos que le mandaba buenas viandas, así es que aprovechamos un momento de su ausencia para trincarle algo de la mercancía culinaria, con tan mala suerte que cuando teníamos los papelones de chacinas encima de la cama apareció Paco y para evitar el hurto se sentó encima de un papelón de mortadela las cuales al levantarse se les habían pegado en su orondo trasero.

O el recuerdo de aquel viaje inolvidable por media España y parte del extranjero así como de sus preparativos con la recogida de papeles en Sevilla. Por cierto que desde ese viaje no he vuelto a comer yogurt, pues en Lourdes compramos no sé cuántos yoyures para el personal y al final casi nadie los quería y como nos daba pena tirarlos nos comimos todos los que pudimos.

Yo me comí ocho o diez y a las dos horas de estar acostado me despertó unas tremendas nauseas, de tal magnitud que vomite el triple de los yogures que me había comido. Así que hasta ahora y creo que hasta siempre.

En fin, podía estar horas y horas recodando cosas del Seminario pues seis años dan para mucho.

Doy gracias repito y me enorgullezco de haber estado en el Seminario de Pilas. Fue para todos nosotros un verdadero privilegio disfrutar de un colegio puntero como fue en aquel tiempo.

Doy gracias al Cardenal Bueno Monreal por su valentía en transformar el concepto de seminario. Doy gracias a los rectores que tuvimos, a D: Ignacio Noguer, a D, Juan Leiva, a D. Jose Marín y a todos nuestros profesores y formadores por haber hecho de nosotros lo que decía al principio, hombres de bien. Pero sobre todo a ese hombre que está ahí sentado. Ese hombre íntegro, fiel, abnegado, amante de sus niños, de pocas palabras pero muchos hechos. Gracias Juan Manuel y yo, que sigo creyendo, doy gracias todos los días a Dios por haberte puesto en mi camino en los años más cruciales y delicados de la vida de una persona como es la infancia y la adolescencia.

De mis virtudes, si tengo algunas, en gran parte te las debo, porque mis defectos son solo míos.



Ya con sol poniente
en las canas de mi vida
nuestras vivencias perdidas
quiero hacerlas hoy presentes.
Aún vive ahora en mi mente
mis años de Seminario
que fueron extraordinarios
por vivencias y emociones
por aquellos formadores
de unos niños desahijados.

Unos teníamos diez años.
Otros tenían once o doce.
Unos niños muy precoces
que cogieron buenas manos.

Manos de seres humanos,
por la Santa Iglesia ungidos
y por una causa unidos,
la de formar a unos niños
con sumo mimo y cariño
como si fueran hermanos.

Muchos años han pasado
en que dijimos adiós,
con pena y con dolor
a nuestro colegio amado.
Gracias al cielo he dado
por haber estado con él,
cabal, honrado y fiel,
el mejor formador de Pilas
Quien llevó a primera fila,
a sus niños, .....Juan Manuel.



Juan Manuel Núñez Contreras: Yo personalmente quiero ratificar las palabras de José Manuel añadiendo - "El formador, el tutor, el amigo, el compañero el "padre" y el pater, aquél al que todos le debemos algo, el responsable de ésta amistad y cariño que seguimos manteniendo y que hace que nunca cantemos aquello de "llegado ya el momento de la separación", porque siempre seguirá existiendo vínculos y encuentros tras encuentros a modo de fuegos de campamentos".