Actualidad - José Campanario - "La fábula del cazador de elefantes"






Era un país muy lejano, donde todos sus habitantes admiraban a su rey. Era un rey muy amable, muy simpático, que saludaba a sus súbditos y siempre les hablaba con naturalidad, con sentido del humor y pidiendo la colaboración de todos. Lo importante para este rey era su pueblo, lo demás era secundario. Y todos los ciudadanos eran muy felices y estaban muy contentos con su rey. Bueno todos no, había algunos que no estaban muy conformes, pero eran tan pocos que nadie les hacía caso.

El país era muy próspero, la riqueza se notaba en todo: buenas viviendas, grandes avenidas en las ciudades, buenas carreteras, muchos y muy modernos aeropuertos, trenes cómodos y muy rápidos, buenos colegios, etc. Los que no estaban de acuerdo con el rey siempre ponían alguna pega: que si la educación no era todo lo buena que debería, que si la sanidad había que mejorarla, que los ancianos tenían que estar mejor atendidos, etc. Pero los ciudadanos se daban cuenta de que estas críticas eran sólo producto de la envidia y de que estos criticadores tenían ese comportamiento porque no tenían el favor del rey ni de los ciudadanos.

Pero vinieron malos tiempos y la prosperidad se fue frenando, las casas que compraron los ciudadanos del país tuvieron que malvenderlas, dejaron de ir de vacaciones, no podían comprar coches nuevos, ... Los prestamistas fueron poco a poco adueñándose de las viviendas, de las fábricas, de los comercios, etc., y empezaron a decir que el país estaba con muchos problemas porque ellos, los prestamistas, no ganaban bastante. Todos los prestamistas se reunieron en secreto y se inventaron una palabra para describir la situación: CRISIS.

La palabra fue corriendo entre los ciudadanos, que no entendían muy bien lo que significaba y al poco tiempo era ya una palabra oficialmente reconocida: CRISIS

Los ciudadanos no entendían que si antes había de todo y en abundancia como era posible que los mismos ciudadanos que seguían trabajando igual, ahora eran los culpables de que el país no produjera lo mismo que antes. Hubo personas de una gran preparación, muchos de ellos profesores de las universidades, que tampoco comprendían cómo el país había llegado a la ruina. Otros personajes públicos, muchos de ellos consejeros del rey, decían que los prestamistas llevaban razón, que el problema era que los ciudadanos gastaban mucho y que el país los tenía muy mimados.

Pero los prestamistas seguían insistiendo en que no podían vivir con lo poco que ganaban, que no era bueno para el país que ellos no ganaran mucho y que había que hacer algo para que sus ganancias aumentaran ya que si no el país se iba a arruinar. Los consejeros del rey y sus ayudantes inventaron otra palabra: RECORTES

Era muy sencillo: si antes se gastaba, por ejemplo, 1.000 dineros en pagar a los servidores públicos (guardias, médicos, maestros, chupatintas, etc.), había que gastar 800 dineros, con lo que se ahorrarían 200 dineros que se darían a los prestamistas. Se acordó que se le bajaría el sueldo a los servidores públicos, aunque seguirían haciendo el mismo trabajo, y la diferencia sería para los prestamistas. Esta solución fue muy bien acogida por los ciudadanos que pensaban que los servidores públicos tenían muchos privilegios, ganaban mucho y trabajaban muy poco.

Pero los prestamistas no se conformaron con ganar 200 dineros más, querían ganar más para poder vivir mejor, para tener mejores casas, mejores coches y más dineros en sus cajas fuertes. Y los consejeros del rey y sus ayudantes hicieron lo mismo con los ciudadanos: les bajaron los sueldos que ganaban en sus trabajos y como no fue bastante para los prestamistas, también les quitaron cosas a las que antes tenían: operaciones en los hospitales gratis, les subieron las medicinas, les bajaron las pagas a los ancianos, quitaron profesores para que costara menos la enseñanza, etc.

Y los ciudadanos, para ayudar al país, aceptaron los sacrificios de vivir peor, de tener peores casas, de no poder estudiar en buenos colegios, etc. Todo sacrificio sería bien venido si era en beneficio del país. A tal punto llegó la cosa que hasta al rey le recortaron, por supuesto que mucho menos que a los ciudadanos, lo que cobraba.

Con estos RECORTES, consiguieron dar muchos dineros a los prestamistas para que llenaran sus arcas y pudieran contemplar lo bonito que resultaba tanto dinero junto.

Pero los prestamistas no se conformaban y cada vez pedían más cantidad de dinero, lo que creó un gran desconcierto entre los consejeros del rey y sus ayudantes. Estaban discutiendo los nuevos recortes que impondrían a los ciudadanos para poder dar más dinero a los prestamistas cuando sucedió algo inesperado: el rey tuvo un accidente en un país extranjero, al que los consejeros no se habían enterado de que había ido de viaje, y tuvieron que operarlo.

Según dijeron es que el rey había ido allí para divertirse cazando elefantes. Y por cada elefante que mataba el rey tenía que pagarle a ese país extranjero 46.000 dineros.

Los ciudadanos empezaron a pensar que a lo mejor no era tan bueno el rey como parecía porque mientras ellos hacían sacrificios, su rey se divertía matando elefantes....

NOTA ACLARATORIA: Esta fábula es totalmente imaginaria, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia




© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"