Actualidad - José Campanario - "La travesía del desierto"





En terminología política, se entiende por travesía del desierto a la situación que se genera cuando un partido pierde las elecciones. Esta situación lleva a tener que soltar lastre, a renovarse o morir. Y para ello hay que dejar en la cuneta a personas que hasta entonces habían sido muy importantes, en algunos casos imprescindibles. Es lo que en dialecto “canalla- político” es conocido como cortar cabezas.

Y hacer esta reflexión previa es con la finalidad de que se entienda mejor lo que viene a continuación.

Enrique Tierno Galván, al que tuve el honor de escuchar en varias ocasiones y al que admiré por su claridad mental y por su honestidad a prueba de dictadorzuelos, dijo en cierta ocasión un axioma que algunos políticos actuales han olvidado: “La diferencia entre la izquierda y la derecha es que mientras la primera se mueve por motivos ideológicos, la derecha se mueve por intereses económicos”. La cita si no es textual, le falta muy poco.

Pero podríamos analizar someramente la situación actual de la izquierda y la derecha de este país, y quizá por extensión o por contagio, casi a nivel mundial.

Por parte de los partidos de izquierda se han ido introduciendo cambios en su praxis política que han devenido en cambios ideológicos y tácticos. Hoy es absurdo preguntar a cualquier militante de base de un partido socialista o comunista por la diferencia entre programa máximo y mínimo. Es seguro que no sólo les sonará a chino sino que se irán a leernos el programa electoral de las elecciones de turno (por cierto que sean cuales sean las elecciones, todos los programas electorales dicen lo mismo aunque con diferentes términos). Una de las prácticas que daba vida a los partidos políticos de izquierdas era el sistema asambleario. Las asambleas eran algo tan participativo que en muchas ocasiones se terminaba discutiendo o mejor debatiendo sobre algo distinto del orden del día, como por ejemplo sobre el marxismo de un bracero del campo frente al de un estudiante universitario. Pero ése era uno de los síntomas de que la vida palpitaba, de que no había artrosis en los miembros del partido. Ahora se llega, en el mejor de los casos, a voto a mano alzada, cuando no es por asentimiento y sin debate, a la propuesta del alcalde. Hay una “pequeña diferencia”. Y de preparación política mejor no hablar; en tiempos, tampoco hace tanto, unos 15 ó 20 años, los cursos de formación eran algo habitual en las sedes locales. Por supuesto que ahora no sólo no existen esos cursos, es que como a alguien se le ocurra proponer algo semejante ya sabe lo que le espera:¡¡¡ANATEMA!!!.

Pero no se quedan atrás los partidos de derechas. Para ellos la democracia se reduce a que el ciudadano (prefiero utilizar el término mejor que el de votante) vote cada cuatro años los candidatos que mejor hagan la cama a los “jefes”. Para el resto ya están ellos y sus asesores.

Y hay algo que hace común el “territorio político”. Los partidos se han convertido en máquinas en las que imperan el marketing electoral (altura del candidato, corbata sí-corbata no, depilación de cejas, cuota femenina, movimiento de las manos, hablar rodeados de cabezas afirmantes, etc.).

Otro de los espacios compartidos por la clase política es la supremacía del interés particular, el mantenimiento de los privilegios adquiridos, la acaparación de puestos (por supuesto que todos ellos convenientemente remunerados). En algunos o muchos casos hay alcaldes, concejales y otros tipos políticos que cobran por ser alcaldes, por ser miembros de algún consejo de administración de empresa pública, por ser diputado autonómico y por ser Senador, es decir cuatro “sobres” a final de mes a los que añadir la gratuidad del transporte, teléfono gratuito y las dietas por desplazamientos. De auténtica vergüenza. Y en muchos casos se suceden las dinastías y se reparten cargos y prebendas entre hijos, primos, cuñados y sobrinos. Las prácticas nepotistas son muy habituales.

También hay tres características en las que coinciden los partidos sin que exista la más mínima fractura: Todos tienen iguales soluciones para las crisis: por supuesto que a costa del trabajador que es el que produce. Cuando asoma su cabeza el dragón amenazante de la recesión (¡vaya el palabro inventado por el sistema!) todas las mentes piensan en lo mismo: reducción de salarios, mayor productividad, reducción de prestaciones sociales,… siempre se va en la misma dirección: el currante es el culpable y por tanto es el que debe afrontar las consecuencias. Otro síntoma que iguala a la casta política es la permisividad, para que sigan existiendo las famosas condonaciones de las deudas electorales, para con los bancos y para seguir a pies juntillos los dictados del sistema. Los bancos nunca han tenido tanto margen de maniobra como en la actualidad, nunca han tenido tanto margen de ganancia como ahora. Y las empresas, sobre todo las grandes, son las que dictan al gobierno de turno cual es la reforma del mercado laboral que (les) interesa.

Y tanto los partidos de derecha como los de izquierda, tanto unos como otros, se olvidan de los postulados que se recogen en nuestra Constitución. Olvidan la función social de la política económica, la dimensión social del dinero y la finalidad de los medios de producción. Los artículos 33, 51 y 128 de la Constitución Española están de adorno. Cuando no interesa a los poderes económicos-sociales-políticos, nuestra carta magna no es más que papel mojado.

No toda la culpa de la situación es de los partidos políticos. La gran banca y los grandes empresarios, que por cierto van de la mano, son los mayores detractores del sistema. Ellos sí que son antisistema y no los que nos ponen en las pantallas recibiendo palos de la policía. Son la gran banca y por ende sus socios los grandes empresarios, los auténticos provocadores de la crisis. Una crisis que se semeja a la serpiente que se descamisa, que cambia de piel para parecer otra. La crisis se provoca con unos objetivos claros: el crecimiento en términos absolutos de los beneficios. Y para conseguir este crecimiento de la hucha bancaria no importa el recorte de los costos de producción, la ampliación de las horas extras aún a costa de mayor cansancio y riesgo de los agentes productivos (trabajadores), mayor tecnificación de los puestos de trabajo eliminando mano de obra, anulación de las ayudas sociales a los trabajadores (se han eliminado las bolsas de estudios, los economatos, las pagas de beneficios, etc.), se recurre a contratos de trabajo vergonzantes, etc.

Se ha destapado en España, hace tan sólo unos días, un enorme fraude fiscal, todavía presunto y posiblemente seguirá siendo presunto perennemente, por una cuantía superior a los 6.000 millones de euros. Este presunto fraude además tiene el añadido de ser encabezado por una de las máximas autoridades bancarias de este país. Y todavía tiene el cinismo el citado magnate bancario, de aparecer inaugurando una junta general de accionistas y exigiendo mayor inversión para generar empleo. ¿Cómo se puede ser tan cínico?. Si en vez de quitar (presuntamente) a los ciudadanos 6.000 millones para llevarlos a Suiza, se invirtieran en nuestro país, seguro que habría bastante menos gente cobrando la miseria de la ayuda de desempleo.

Y, ¿cuales son las consecuencias que sufre la ciudadanía, los curritos de a pie, los que tenemos que levantarnos todos los días a las 6 de la mañana para ir a trabajar?. Se constata una desesperanza y desgana social fuera de lo común, estamos resignados a que nos machaquen una y otra vez, existe un enorme complejo de derrota colectiva de las clases populares. Los ciudadanos normales no acabamos de ver el horizonte porque el bosque enorme e insondable de la “crisis” nos impide ver amanecer. Todo esto, consecuencia de la falta de organización ciudadana.

Para los ciudadanos hacen la misma política la derecha que la izquierda y a ello ayuda, y muy poderosamente, la manipulación de los medios de creación de opinión: televisión, prensa, radio, … todos ellos en manos de los grandes capitales. Esto contribuye a la generalización del principio perseguido: para que haga lo mismo la derecha que la izquierda mejor votar a la derecha.

Ante esto y cuando se produzcan los resultados electorales que se están dando por adelantado, es cuando se va a producir la conocida travesía del desierto. Pero el tema se agrava por varias cuestiones: Hay una falta de repuesto generacional por la falta de nuevos cuadros, por la falta de formación, por la apatía producida por el bloqueo de los situados, etc. Hay lo que podríamos denominar falta de tiempo político para llenar las arcas. Y lo que es peor se desembocará en la preocupación de las clases populares por la estabilidad laboral, por las necesidades primarias… Con lo cual la gran masa social quedará en manos de los detentadores del poder económico.

Pero el túnel tiene salida. Ahí están surgiendo como setas nuevos movimientos de protesta, de rearme moral, de regeneración ideológica y social. Estos movimientos a día de hoy, y somos pioneros mundiales en nuestro país, se concretan en Democracia Real Ya y en el 15 M. Evidentemente queda un trecho que recorrer, pero si echamos una mirada al pasado, a principios del S. XX, los condicionantes sociales, económicos y políticos de aquellos años, dieron como fruto el nacimiento sobre 1907 (hay algunos que citan el 1910) del sindicalismo revolucionario auspiciado por Rosa Luxemburgo, Lenin, Pannekoek, etc. que desembocaría en el nacimiento de la III Internacional alrededor de 1919.

Las reivindicaciones de los movimientos ciudadanos pasan por el control real de la democracia (de ahí el famoso “no nos representáis”), por la exigencia a la clase política de poner en cuarentena los pilares de la crisis financiera, por exigir una participación real de los ciudadanos en la toma de decisiones, por ordenar el sistema de forma que el centro del mismo sea la persona con sus derechos (y obligaciones) y no los beneficios generados por las abusivas plus valías, etc.

Queda tiempo para que el nacimiento de las nuevas conciencias se concrete en alternativas reales de gobierno que sobrepasen a las que ahora consagra el sistema “democrático”, y con ellas soluciones factibles para un cambio social profundo, pero cada vez les va quedando menos espacio a las injusticias sociales mantenidas por los partidos tradicionales que subvenciona el actual sistema político.




© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"