LOS REYES MAGOS 

Dicen que los reyes eran magos, que se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar y que venían de oriente cargados de oro, incienso y mirra, dicen que viajaron hasta el portal de Belén en donde una joven mujer virgen de nombre María casada con José, un carpintero, dio a luz a un niño al que llamaron Jesús, que siendo Hijo de Dios vino a redimir al mundo.

Los reyes, dicen, se postraron delante del Niño que tenía por cuna un pesebre, y un buey y una mula para que les diera calor, ofreciéndoles aquellos presentes. Desde entonces el 6 de Enero sería un día especial en el que el mundo recordaría un año tras otro este acontecimiento.

Los padres lo transmiten a sus hijos y quienes mejor para ellos que sus propios hijos quienes reciban sus presentes tras asistir anteriormente con mucho entusiasmo a la cabalgata que a modo de testimonio y ceremonial, recorren todas nuestras calles repartiendo caramelos y llevando ilusiones a cada casa, especialmente a los más pequeños, quienes se encargan de dejar en un sitio estratégico junto a sus zapatillas, una copa de anis con algún polvorón y un poco de agua para los camellos.


Noches largas de desvelos y amaneceres temprano que los catapultan de las camas en busca de los regalos que les han dejado sus reyes preferido, gritos de alegría y carreras por los pasillos para compartir con sus padres, aún en la cama, toda esa alegría y que miran cada uno de los regalos de esos reyes esplendidos. Y como confirmación una copa de anís medio vacía y un vaso cuya agua no está por que se la bebió el camello que venía seco.

No todos los regalos son los mismos en cantidad y calidad en cada una de las casas, pero por distintos, la ilusión es la misma y el desencanto inicial pasa también a alegría y ganas de jugar con lo poco que le hayan puesto, y los reyes, esos sus reyes, comparten con cierta tristeza lo que no pudo ser una alegría mayor.

Peor lo tienen aún esos niños que sus reyes pasaron de largo dejándoles solo silencio, silencio y mucho cariño, lágrimas para los adentros, y deseos de que el año que viene serán mejores. Lo peor de todo dejando sin querer en el aire una sensación de que tal vez no fueron lo suficientemente buenos.

Los mayores no tenemos juguetes, sí detalles que nos llegan al alma, nuestros reyes no se llaman Melchor, Gaspar ni Baltasar, pero están ahí y de forma anónima te dejan un recuerdo, un cariño, una amistad, que llevarás siempre contigo y que te harán decir gracias una y otra vez.

Tus reyes no son Melchor, Gaspar ni Baltasar, son anónimos para los demás, pero tus reyes, para ti, son los mejores reyes del mundo.




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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"