D. Juan Manuel Núñez
Recuerdo al cura montado en su Lambretta, a veces con sotana, con tejanos y camisas de a cuadros otras. Tras un largo y ajetreado dia , enfilaba su moto mientras se ajustaba sus gafas de sol derechito a Pilas. En el trayecto se despejaba con la brisa mezclada con el olor a orujo de aceitunas que bajaba por aquel salidero que terminaba en una alcantarilla de rejas en la cuneta, en la parte izquierda de la carretera. En el corto trayecto hasta la parroquia preparaba su reunión con esos jóvenes a los que orientaba y él les llevaba un poco de futuro haciendo más grande su obra. Aquél cura era un todo terreno, era un servicio de 24 horas a favor de cualquiera que le necesitase. Igual daba Pilas que Villamanrique, Sanlúcar La Mayor que Aznalcázar, Bollullos que Bormujos, Hinojos que Carrión de Los Céspedes, la voluntad era grande y su espíritu y su sentido del sacrificio inmenso. Los matorrales y cañaverales de la A-8060, A-474, A-8153, A-472 y A-477 por las que lambretteaba de aquí allá, de izquierda a derecha como si recorriera los hilos de una tela de araña, le saludaban cuando pasaba porque sabían que era portador de fe y de esperanza, que eran inigualable su grandeza y su sacrificio. Era el cura de esos pobres ricos.Aquél cura subió de categoría, ya no solo era un formador de un seminario llevando para adelante a más de 80 niños, fue condecorado como cura párroco de Villamanrique de la Condesa, así se le reconoció su valía y ascendía en su carrera eclesial. Su labor pastoral fue intensa y extensa, sacrificada y reconocida, no en vano su juventud iba paralela a las ganas de conquistar el mundo con la verdad, con la palabra de Cristo. >Pero la iglesia de Cristo no es solo casa de los pobres, también hay un sitio reservado para los ricos, para los que con sus golpes de pecho, y en sus reclinatorios de púrpura piden un sitio en el cielo al lado del Padre Celestial, aunque en la tierra se olviden a menudo de tender una mano.
Foto de los invitados Todo porque se casaba la princesa María da Gloria de Orleans-Braganza Borbón con el príncipe Alejandro de Yugoslavia. Foto de los novios Se cuenta que había más de mil invitados entre los que estaban también los embajadores de Brasil en Madrid, Lisboa, Londres, París y Holanda, embajadores de Gran Bretaña y de Holanda en Madrid, senadores, diputados y autoridades nacionales y sevillanas entre las que se encontraban el teniente general Díez Alegría, jefe del alto estado mayor; el teniente general jefe de la II Región Aérea, el capitán general de la II Región militar; el gobernador civil, el presidente de la diputación, el alcalde de Sevilla, y como no, sus respectivas esposas. Todos los vecinos de Villamanrique participaron también con una invitación popular. El cura de Villamanrique no se dejó amedrentar por tanta pomposidad, tantas eses y erres, tanto título, ni siquiera se amoinó por aquellos dos obispos con sus correspondientes popes procedentes de Londres y de Norteamérica para celebrar el enlace por el rito ortodoxo-servio amenizando la ceremonia coros yugoslavos. Terminada la boda los contrayentes y asistentes se dirigieron a la parroquia, tal vez para que la multitud prorrumpieran en vítores y aplausos mientras los tamborileros del Rocío interpretaron el himno nacional. Y fue en los dominios del cura párroco, en la parroquia, en dónde no cabía un alma donde sonó aquella Salve, tal vez fue en ese momento cuando el cura párroco reflexionó, recordó mejores tiempos pasado mientras veía pasar por delante suya a esos ricos pobres. No se cuando colgó el cura la sotana, pero seguramente se acordó de sus niños de Pilas, de su gente anónima de cualquiera de aquellos pueblos, y a pesar de haber tenido un acontecimiento que pocos curas han tenido en su palmarés, no dudó en cortar su trayectoria, y ahora sin sotana ni figureo se dedica a sus pobres de acá y de allá, a los que le necesitan que no son de aquí .. quién le iba a decir a aquellos figurones en el palacio de Villamanrique ataviados con las mejores de sus galas, que aquél sencillo párroco hizo la mejor de sus ceremonias en una playa con una botella de vino y un bollo de pan con sus feligreses en bañador teniendo por reclinatorio la arena fina de la playa. Dios estaba en ese momento allí entre ellos si tanta parafernalia ni vestimentas de lujo. Pobres ricos esos ricos pobres. |