EL ESPECTADOR DE LUJO


Sentado en su butacón, día a día esperaba expectante un espectador hábido de ver lo que de nuevo aquellos actores, que a modo de narración transmitían al público momentos pasados. Interpretaciones fidedignas contadas al pie de la letra como si fueran extraidas de una novela basada en hechos reales.

El espectador se apostaba cada mañana ante el teatro, y entraba una, dos y hasta tres veces al día y siempre veía la misma función, los mismos decorados, se sabía de memoria cada párrafo, los puntos, las comas y los momentos de pausa.

Pero no importaba el volvía una y otra vez cada día porque le traían recuerdos, con la esperanza también de ver algo nuevo, la de despertar en sí mismo un nuevo sentimiento, un nuevo recuerdo, tal vez el estribillo de una canción que le recordara su infancia, sus momentos puntuales de aprendizaje en el internado.

Pedro, que así se llama el espectador, es un espectador de lujo, ya no paga ni entrada, es más conocido en la sala que el propio acomodador, y él, que es incansable, y como si cumpliera un horario laboral en un funcionariado sigue erre que erre, tanto es así, que el "director" de la obra ya le aplaude a él por asistir una vez más, por ser incondicional, y porque aunque la obra nunca echa el telón, ni siquiera en un entreacto, él mismo forma ya parte de la obra, y desde su sillón asiente, jalea, ánima y hasta apunta maneras para cambiar el guión.

El telón de este teatro, que puedes ver con las nuevas tecnologías desde un ordenador, no quitará el cartel mientras haya siquiera un espectador, aunque sea siempre el mismo y se llame ¡¡¡ Peedrrooooo !!, no, Almodóvar no, el otro, ....el amigo.




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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"