EL SALVADO
 

Moisés, salvado de las aguas, fue el elegido, el superviviente, el salvador a la larga de su pueblo, recuperador de vidas perdidas, reconductor de almas descarriadas más tarde. 

El escenario del Moisés que hoy nos atrae no es de Egipto, es de una playa sanluqueña bañada por el río Guadalquivir, río poderoso que se adentra en el mar en su ancha desembocadura reflejando bajamar y pleamar, originando corrientes poderosas y mostrando mar de leva azotada por los vientos. 



    Aquellos 50 niños jerezanos del Colegio La Salle Mundo Nuevo eligieron ese 14 de Junio de 1945 para ir de excursión a las playas de Sanlúcar, acompañados de tres hermanos, como premio a la finalización del curso con las mejores tareas escolares. Los niños viajaron debidamente acomodados en los asientos de la batea del camión que iba a emprender su fatídico viaje, cargado de palabras de consejos y cuidados por parte de los padres.

El paseo de la Calzada era testigo de la llegada de estos que con su algarabía alertaba a las gaviotas que plácidamente posaban sobre las barcas en la arena de la playa. Los niños entusiasmado iban de aquí para allá buscando el lugar perfecto. Por fin habían llegado y les esperaba un gran día de playa. La mayoría de ellos se despojaron de su calzado y correteaban por la orilla salpicándose agua, buscando conchas otros, haciendo castillos de arena los más creativos y tranquilos.  


Calzada de la Infanta

Algunos de ellos, los más atrevido, inspeccionaban los alrededores y se escapaban del acecho de los hermanos. La suave brisa marina fue convirtiéndose poco a poco en un viento molesto que incomodaba el día de playa. De la mar en calma se pasó poco a poco a un mar de leva que hacía llegar a la orilla un leve oleaje que mecía a las barcas como si fueran cacharritos de una feria.  

El grupo de los nueve niños exploradores enfilaron hacía una de las barcas y desoyendo a los mayores del lugar que recogían cáscaras de ostiones para guano, se montaron en ella para ser mecidos. Tras las risas vino el atrevimiento, unos quitaron el ancla, otros echaron mano de los remos, de pronto todos se convirtieron en aguerridos piratas del río pero inexpertos marineros. El viento iba a más y a más aumentaban las corrientes que en día de resaca arrastraba la barca hacia adentro.  



    En un abrir y cerrar de ojos la barca y su tripulación estaban en medio del río a merced de las olas que la balanceaba bruscamente. Las risas y el atrevimiento se convirtió en gritos de angustia y miedo, de terror cuando una gran ola logró volcar la embarcación convirtiendo a los niños en náufragos de aquel viaje, a todas luces originado por la ingenuidad e inconsciencia de los tripulantes. Los gritos llegaban a la orilla y sin pensárselo dos veces, despojándose de su hábito, el más joven de los hermanos se tiró al agua. Con gran esfuerzo logró llegar al lugar del vuelco y rescatar a uno de aquellos niños que a duras penas se mantenían a flote. Volvió por segunda vez y solo pudo recoger a un segundo niño que ya flotaba cadáver. Los otros siete niños se apiñaban más allá unos a otros en una lucha desesperada por sobrevivir buscando un apoyo mientras eran arrastrado a mitad del río siendo engullido a los pocos minutos. La tragedia se había consumado, lo que tenía que haber sido un día de playa para el recuerdo se convirtió en una pesadilla y mucho dolor para las familias.

Dos días más tarde aparecieron los cadáveres de seis niños, y el séptimo una semana más tarde en la barra del río en Chipiona. Todos ellos quedaron en el cementerio en un único lugar con sus lápidas alineadas. Todo Jerez desfiló en una imponente manifestación de duelo por la capilla ardiente que se instaló en una de las clases del colegio.  

El niño salvado, el elegido, después de un mes ingresado en un hospital de Sanlúcar y de recuperarse venciendo a la muerte, tras enterarse de lo acontecido a sus compañeros, les visitó y rezó por ellos en el cementerio jerezano. Juan que así se llamaba el niño había nacido en Alcalá de los Gazules y llegó a Jerez con sus padres y doce hermanos cuando tenía diez años. Cuando se hizo mayor estudió Humanidades en el Seminario Menor de la Archidiócesis de Sevilla, situado en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y volviendo de alguna manera al escenario de aquél día fatídico, más tarde estudió Filosofía y Teología en el Seminario Mayor de Sevilla.  

Educó, orientó y dirigió a muchos jóvenes en los seminarios de Pilas y San Telmo de Sevilla por el camino del compromiso, de la cristiandad y como se está demostrando hoy día, de la amistad en el tiempo y del servicio a los demás. Nunca se acomodó, y estudió Magisterio en la Escuela Normal de Sevilla y Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, ejerciendo como profesor de EGB en la Enseñanza Pública y como Profesor de Enseñanza Media en varios institutos de Jerez y de La Barca de la Florida. Licenciado en Ciencias de la Información y ha sido delegado de "El Correo de Andalucía" en la provincia de Cádiz, redactor del Diario Área en La Línea de la Concepción, redactor de la Tribuna de Algeciras, redactor del Periódico del Guadalete, de Jerez, y colaborador de Jerez-Información.  

El niño salvado de las aguas, el elegido, el superviviente, Juan Leiva Sánchez, también ha salvado vidas, ha reconducido almas descarriadas más tarde y ha inculcado a todos esos niños su "pueblo" en definitiva, unos valores que persisten a lo largo de los años.   


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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"