EL CUENTO DE NAVIDAD


Un anciano amigo me contó un día qué, sentado frente a la lumbre de una enorme chimenea en un caserón medio derruido, frío y en medio de una ciudad llena de luces, de idas y venidas de un gran gentío cargado de regalos, se sentía en el centro del mundo.

Tenía por techo las estrellas de un cielo limpio, las paredes sucias y desconchadas que eran alumbradas por la luz del fuego delimitando su entorno. Aquello era su reinado, ningún súbdito a quien mandar, ningún soldado que le defienda, ni siquiera a su lado una reina con la que dialogar, a la que cogiera la mano para sin mediar palabras, solo con la mirada, decirle todo lo que aquél corazón almacenaba, una compañera amiga que le acompañara a aquél final que presagiaba en unas fechas como aquellas tan entrañables.

Sentado frente a la lumbre el anciano amigo miraba al cielo limpio cargado de estrellas relucientes como patenas, y en su soledad, en medio de su mundo, queriendo ver en la lejanía a sus tres reyes de la infancia soñó despierto creyendo verlos montados en sus camellos siguiendo a una estrella grande que los guiaba. Con el sonido del canturreo que le llegaba “ Navidad, Navidad, dulce Navidad……..” el anciano cerró sus ojos tristes mientras dejaban caer unas lágrimas, se sentía en el centro del mundo de una ciudad llena de luces y con gente cargadas de regalos con idas y venidas, solo.

El anciano recuerda que se durmió, que una luz blanca intensa empezó a hacerle compañía, a mecerlo en su sueño, a dulcemente acariciarlo y sintiendo en su frente una brisa a modo de un suave beso. El anciano recordó que no soñaba, que su regalo de reyes le llegó aquella noche de Navidad, se sintió niño sentado en el regazo de su madre que le mimaba y que suavemente le echaba para un lado el flequillo, que le hablaba en el oído y le transmitía la alegría de aquellas fiestas, y que con el delantal de siempre canturreaba……… “ en el portal de Belén hay estrella sol y luna, la virgen y san José y el niño que está en la cuna….”. mientras él manoseaba la masa en el lebrillo de aquellos pestiños con bolitas de caramelos y almíbar, y de los rosquillos de azúcar con matalauva….. .

Se despertó temprano con un chisporroteo de la lumbre y sintiéndose lleno de entusiasmo, radiante como ninguna mañana en mucho tiempo. Pero se sobresaltó, sobre aquella caja rota que tenía por mesa había algo envuelto en un papel fino marrón con un lacito rojo junto a un zapatito de charol con tira sujeta por un botón blanco a un lado. Aquel era su zapato de niño, torpemente abrió el paquetito y encontró un jersey de punto como los que le hacía su madre con una notita escrita a mano, “ para manolito, el niño más bueno y guapo del mundo”.

Manuel, que así se llamaba el anciano, revivió de nuevo la Navidad, nunca perdió la esperanza ni la fé, le abandonó la soledad, y en la acera de su calle enfrente de aquél caserón repartía a los que por allí pasaban pestiños y roscos de vino, esos que le dejó su madre, mientras que con una enorme sonrisa que dejaba entrever su felicidad deseaba a todos en aquellas fiestas FELIZ NAVIDAD.


Manuel Cruz Vélez


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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"