Bailar encima del mar 

 

Sara Baras es una gaditana salerosa, "cañailla", es también "torera", es una de esas aficionadas que sin haber lidiado jamás, sin ni siquiera haber dicho un "ehe" detrás de una franela lleva el arte en sus entrañas, el arte del flamenco y del bailoteo puro tan ligado al toreo. 

Ella como los toreros hace campaña acá y allá, cruza el charco según las temporadas, está en los carteles y llena los tendidos, pero ella no se pone delante de un toro, no señor, aunque torea. Torea con las manos, con su cuerpo entero a las musas del baile con sones de guitarra en vez de pitones astifinos, pero se ciñe, se cimbrea ajustándose a su cuerpo al duende y al embrujo que purula por el tablao, su albero particular en dónde sin un capote, hace un lance de ensueño con su vestío como una verónica de Curro en La Maestranza un domingo de Resurrección, de esos en los que Curro está en torero y borda con su capotillo un lance en el aire que hace sonar los mejores sones de una banda celestial. 

No, Sara Baras no torea, pero en el tablao, en su albero particular, sin que salga el toro, taconea como citando al encuentro moviendo las piernas al compás, suave y sensible para iniciar un llanto, un lamento con el corazón encogío, una explosión mas tarde como si te reventara el alma de alegría, y el jubileo, la algarabía te desborda y con la piel de gallina y dos lagrimones asomándose a los tendidos, sin pañuelos blancos, exclamas olés una y otra vez, y pides con tus aplausos sin presidente las dos orejas y el rabo para esa alma bailaóra de una diosa de los coliseum del flamenco. 

Cierras los ojos, oye su taconeo, sones de palmas y guitarras que como las olas del mar, ...... del de Cái, no de cualquier mar, rompe en la orilla acariciando la arena una y otra vez y besándola con su espuma blanca se deja enamorar, mientras las olas que mecen suave a sus gaviotas de la bahía a todo lo largo de la costa, pondrá a sus pies, a los de Sara Baras, cuan escenario de efectos especiales, el mejor tablao del mundo. 

Y allí, transportados a los Caños de Meca, tumbados sobre la arena blanca y fina de una playa natural, sin edificios grandes ni chicos, sino solo dunas y unas sombras de pinos que ni la mejor butaca, ver con los ojos cerrados, sentir a Sara Baras bailar sobre ese mar gaditano, vestida de blanco, gitana de primera comunión, mimando con sus tacones el mar, la mar de Alberti. 

Su sonrisa, su cara, su brío, sus brazos al cielo como el del mejor banderillero, su cintura, sus caderas, sus piernas, su cuerpo entero juega con las luces de un atardecer enamorado, un atardecer que como si fuera "su siervo" se arrancara por bulerias para que Sara se dejara llevar embriagada por el olor del estero, y dibujara sobre el mar sus pasos, sus devaneos, su poder, sus sentimientos para en el ímpetu de su arte y del buen hacer salpicara y levantara olas con las que se fundiría en ese atardecer gaditano mientras el sol que se oculta en el mar, a lo lejos, le hace un guiño. 

Sara Baras es torera sin serlo, y con su grupo, con su cuadrilla, hace paseíllos por el mundo entero, y está en los carteles de las mejores plazas……….. no, no Sras y Sres. no me pregunten quién es Sara Baras. 



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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"