SE LE ROMPIÓ EL ALMA


Una tarde aburrida de esas en la que se va uno a un centro comercial a dar vueltas, a mirar y no comprar, simplemente a pasar el tiempo estando rodeando de gente y sintiéndose solo en el centro de todos ellos, miras el reloj una y otra vez esperando que pase el tiempo. Estanterías y pasillos, ropas y comidas, libros y discos, aparatos de imagen y telefonía, informática y teles, de todo para todos, rebajas y descuentos, pero la gente va de aquí para allá mirando, tocando.

Hastiado de comparar precios de cosas que ni puedes comprar ni te hacen falta y cubierto el tiempo necesario de soñar despierto cruzas por el aparcamiento repleto de coches que te lleva hasta McDonald, Worten, Leroy Merlin, Factory para terminar sentándote en un banco para pensar, para observar a un hombre de mediana edad sucio y descuidado con una pequeña mochila sobre su espalda que se acerca a una papelera y hurgando saca un vaso con una pajita que mueve para ver si tiene contenido, le da un leve sorbo y lo vuelve a poner en la papelera porque estaba vacío.

Otro hombre pasa en su coche y mira igualmente la escena, aminora la marcha y se fija en la cara triste de aquél hombre, una cara que reflejaba hambre tristeza amargura. Aquella imagen le rompió el alma, y miraba por su espejo retrovisor cómo el otro hombre se alejaba lentamente, ausente de su alrededor.


Mendigo


Intuía que el hombre del coche se quedó tocado, casi paró, se llevó la mano al bolsillo, continuó su marcha, creo que mientras se alejaba estaba tomando una determinación, giró para la derecha, dió la vuelta a la rotonda y volvió hacia atrás mientras miraba por la ventanilla. Aparcó su coche delante de un Ldl y de los treinta euros que llevaba en su bolsillo compró una barra de pan, un pack de chorizo con salchichón y un litro de yogourt líquido.

Anduvo por la zona en busca de aquél mendigo, iba con el corazón encogío y lo buscaba con la mirada como si tuviera un cargo de conciencia tal vez pensando en toda esa gente que llena unos grandes almacenes comprando cosas que no necesita, carros repletos que son empujados a duras penas hasta los maleteros de los coches, ¿porqué no? y a uno mismo que se lamenta de una situación personal que tras analizarla, y no para que sirva de justificación, no es en absoluto peor que la de aquél mendigo que de alguna manera te refleja a ti mismo haciéndote sentir una enorme tristeza mientras afloraban unas lágrimas.


Limosna


Yo no soy partidario de la "ayuda" a los profesionales de la mendicidad, ni a los que por trabajo tienen un asiento en la puerta de un supermercado porque es más fácil dar pena y conseguir lo que sea apelando a la solidaridad de la gente, no soy partidario de muchas cosas similares, pero creo que igual que al conductor del coche aquél mendigo me rompió también el alma.

Sentando en aquél banco suspiraba, me lamentaba de esta misma situación que afecta hoy día a tanta gente y metiendo la mano en el bolsillo buscaba unas monedas..... unas pocas monedas que para otros lo son tanto.


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© "Los niños de Juan Manuel" - Junio 2009"